COVID en el mundo. Uganda

Hoy publicamos la décima entrada de la serie sobre el impacto de la pandemia en diferentes países. El objetivo de esta serie es dar a conocer la situación objetiva y subjetiva de la pandemia (gestión, incidencia, retos, etc…) en otros lugares, para poder sacar lecciones sobre los elementos que se pueden/deben mejorar en la gestión de la pandemia en nuestro entorno.

La primera se centró en el caso del Reino Unido (aquí), la segunda en Argentina (aquí), la tercera en los Países Bajos (aquí), la cuarta en Australia (aquí), la quinta en México (aquí), la sexta en Brasil (aquí), la séptima en Israel (aquí), la octava en Canadá (aquí) y la novena en Colombia (aquí). Hoy nos fijamos en el primer país del continente africano que logramos incluir, Uganda. Como se puede observar en el gráfico 1, en el caso de Uganda la incidencia por 100.000 habitantes ha sido tan inferior a la de España que ni siquiera se ven las barras azules. Si nos fijamos en las muertes por 100.000 habitantes la evolución y nivel han sido igualmente muy inferiores al caso español en todos los períodos de la pandemia excepto en el último mes, cuando las barras azules superan a las naranjas. Ana Garcia-Hernandez (Universidad del Rosario y Innovations for Poverty Action) junto con Emmanuel Nshakira Rukundo del “Institute for Food and Resource Economics” de la Universidad de Bonn nos exponen las razones que explican estas cifras tan bajas. Gracias por participar en esta iniciativa y por ayudarnos a entender las razones de la evolución en el número de casos y la mortalidad en Uganda.

Gráfico 1. Número de casos nuevos diarios en España (naranja) y en Uganda (azul) por cada 100.000 habitantes. Fuente: Organización Mundial de la Salud.

Gráfico 2. Número de muertes diarias en España (naranja) y en Uganda (azul) por cada 100.000 habitantes. Fuente: Organización Mundial de la Salud.


Por Ana Garcia-Hernandez y Emmanuel Nshakira Rukundo

Desde el primer caso de COVID-19 en Uganda, en marzo de 2020, el país ha registrado más de 79000 contagios (datos actualizados el 30 de junio 2021). Desde los últimos dos meses, Uganda está inmersa en la segunda ola de la pandemia, reportando un rápido incremento de infecciones y muertes y obligando al gobierno a decretar un segundo confinamiento. Sin embargo, hasta la mitad de mayo de este año, Uganda era uno de los países menos afectados por COVID-19, tanto en número de contagios como de decesos, muy por debajo de la media del continente. En mayo, se registraban 8,4 muertes por millón de habitantes (acumulativo), lo que le hacía el tercer país con menos muertes en África. No obstante, en esta segunda ola la mortalidad ha crecido hasta 22 muertes por millón, incrementando la preocupación por el futuro de la pandemia.

En esta entrada comentamos el panorama de la respuesta a la COVID-19 en Uganda, resaltando los factores de resiliencia del país y los puntos problemáticos para la población y los legisladores. Analizamos como algunas de las características pre-existentes y decisiones políticas ayudaron a la contención durante los primeros meses y cómo las próximas decisiones tendrán consecuencias en las opciones que tendrá el sistema de salud para responder a la segunda ola. También resaltamos algunos de los costes económicos y humanos de la pandemia.

Políticas públicas contra la COVID-19

En marzo del 2020, y adelantándose a los primeros casos, el gobierno decretó un confinamiento estricto y toque de queda en todo el país. Se cerraron las fronteras internacionales y se redujeron los viajes en el país a los necesarios para mantener los servicios esenciales. Los colegios, mercados, lugares de culto, y negocios permanecieron cerrados hasta el inicio de mayo del 2020 (y algunos de ellos hasta final de julio). Además, en junio del 2020, el gobierno comenzó una campaña de distribución de mascarillas y más de 16 millones de ellas fueron repartidas por todo el país en noviembre del 2020[1]. Más recientemente la segunda ola ha forzado al gobierno a decretar un nuevo confinamiento de seis semanas empezando el 7 de junio con medidas similares al primero.

Dos instituciones han sido las responsables de organizar la respuesta de políticas publicas, estrategia y financiamiento: el ministerio de sanidad, y la oficina del primer ministro. Rápidamente activaron los sistemas locales de vigilancia en los distritos (District Task Forces). Estos equipos habían sido creados en crisis sanitarias anteriores y trabajan a nivel local, llegando a las zonas más rurales y remotas del país. Dado que Uganda tiene una larga historia de lucha contra otras epidemias y enfermedades virales, habiendo sido uno de los mayores epicentros de HIV/AIDS y después de haber sufrido un brote de ébola al principio de los 2000, el sistema de salud está equipado con un sistema de vigilancia basado en redes locales en las comunidades y en canales de diseminación de información y recomendaciones que llegan a las zonas más remotas. Algunos expertos señalan a Uganda como un ejemplo a seguir en la respuesta a epidemias en países de bajos ingresos.

En los primeros días de la pandemia, el gobierno usó a diferentes personajes famosos para diseminar información sobre la COVID y una canción compuesta por el líder de la oposición, y famoso cantante y actor Bobi Wine se viralizó por todo el continente gracias a las redes sociales. Unas encuestas que realizamos telefónicamente en Kampala, con una muestra representativa de ciudadanos, muestran que los entrevistados estaban bien informados sobre los síntomas y la forma de contagio del coronavirus, y confiaban en la información que el ministerio de sanidad y otras instituciones divulgaban. Además, valoraban positivamente el desempeño del gobierno en la respuesta a la crisis. Los datos de las encuestas muestran que la mayoría de los ciudadanos utilizaban mascarilla y mantenían la distancia social y otro estudio muestra que la adherencia a las medidas impuestas por el gobierno fue alta.

Debido a las estrictas medidas de confinamiento y al alto nivel de economía informal del país, la inseguridad alimentaria ha crecido significativamente en todo el país. Durante la primera ola de la pandemia, el gobierno estableció un sistema de ayuda que consistió en distribuir comida a la población desfavorecida de las zonas urbanas, llegando a 1,8 millones de personas. En la crisis actual, el gobierno ha decido cambiar la comida por un sistema de ayudas económicas distribuidas a través de plataformas de pago por teléfono móvil, planeando ayudar a más de 500,000 familias. Diferentes organizaciones también utilizaron transferencias de dinero en los campos de refugiados en la primera ola (Uganda acoge a más de 1,5 millones de refugiados en la actualidad), consiguiendo reducir la inseguridad alimentaria entre los beneficiarios.

Dificultades y costes de la pandemia

A pesar de la rápida respuesta del gobierno, los acontecimientos recientes generan dudas sobre la eficiencia, la asignación y la gestión de las ayudas durante la pandemia. Primero, no está claro cuántas familias recibieron las ayudas en forma de comida y si el cambio a la distribución de dinero es una respuesta al fallo de la estrategia anterior. El Banco Mundial afirma que existe una base de datos con la información de los beneficiarios de las ayudas públicas, pero el gobierno está exigiendo el registro para recibir las ayudas económicas. Esto demuestra que hay varios sistemas en paralelo que causan ineficiencias y posibles irregularidades. Además, durante la pandemia el gobierno obligó a muchas organizaciones humanitarias y de desarrollo a que cesaran su actividad, por lo que muchas personas dejaron de recibir una ayuda, que resulta crucial para su supervivencia.

Los efectos de la pandemia en la renta y la pérdida de empleo han sido considerables. En julio de 2020, 66% de los ciudadanos de la muestra representativa en Kampala, la capital, experimentaron dificultades para comprar comida y el 90% de ellos reportaron que la principal razón fue la caída de la renta familiar. En las zonas rurales de Uganda, la caída del consumo de alimentos fue del 40%, también a causa de la reducción en la renta. En septiembre de 2020, cuando la mayoría de las restricciones se habían eliminado, el 85% de los ciudadanos de Kampala todavía ganaban menos que antes de la pandemia. Con un alto porcentaje de los jóvenes desempleados, y con redes de apoyo económico formales muy limitadas, los efectos del nuevo confinamiento en la renta se traducirán en un efecto importante sobre la pobreza. Los datos de la encuesta longitudinal de hogares del 2019/2020 indican que la pobreza se ha incrementado en varias regiones, llegando a doblarse en algunas de ellas.

Otro problema potencial que ha puesto de manifiesto la segunda ola son las grietas del sistema de salud. En este último mes los hospitales públicos se han quedado sin oxígeno y, aunque las camas de UCI se han doblado (hasta 137 camas, para un país de 44 millones de personas), hay una escasez de personal entrenado para proporcionar cuidados en ocasiones críticas. Asimismo, la capacidad de testado y tratamiento se centra en las zonas urbanas y es extremadamente prohibitivo para el ugandés medio. Esto impide que se sepa con claridad el nivel de contagio comunitario en las áreas rurales, donde vive el 75% de la población del país. Frente a estas condiciones, los ciudadanos están utilizando remedios herbales terapéuticos que, aunque han sido aprobados por la Agencia Nacional del Medicamento, no existe evidencia de su efectividad.

Con un sistema de salud debilitado, un estudio reciente muestra que las políticas públicas del confinamiento han causado una reducción del 17% de las visitas a consultas externas y un 10% de reducción en la inmunización infantil. También se han visto afectados los cuidados y servicios de HIV/AIDS, lo que puede tener repercusiones futuras en la salud pública.

En cuanto a la distribución de vacunas, se ha evidenciado que hay limitaciones tanto por la parte de la oferta como de la demanda. La iniciativa COVAX de vacunación ha asignado 3,5 millones de dosis a Uganda, de las cuales 864,000 han sido entregadas. A 27 de junio de 2021, se han administrado 854,443 vacunas y solo 4,000 personas tienen la dosis completa, menos del 1% de la población. Asimismo, la demanda es baja y algunos distritos han devuelto sus asignaciones de vacunas sin usar. Un cuestionario a 600 estudiantes médicos mostró que la aceptación de la vacuna es del 37%. Algunas de las principales causas de la baja adopción de otras vacunas en el continente se relacionan con altos niveles de desinformación y con una baja confianza en las autoridades.

Finalmente queremos señalar, sin ahondar en ello, que puede haber problemas relacionados con la calidad de los datos. Hay una correlación clara entre el número de casos y muertes de COVID-19 y los gastos de salud o la renta per cápita de los países. El éxito en la lucha contra la pandemia a nivel mundial va a depender, en gran parte, de la precisión y exactitud con la que países como Uganda puedan medir la situación actual, dadas las limitaciones existentes en recursos y capacidades del país.

[1]https://www.independent.co.ug/audits-expose-accountability-flaws-in-procurement-of-face-masks-by-the-health-ministry/



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