¿Gobiernan mejor los empresarios?

Esta entrada abordamos uno de los terraplanismos económicos más repetidos, y no por ello más ciertos: los mejores gestores públicos son los empresarios, o incluso mejor los emprendedores. Si la  gestión política económica de un país se asemeja a la de una empresa (o una familia) ¿cómo no van a saber gestionar mejor un empresario la hacienda pública de un país?

 

Ya en 1996 Paul Krugman sugería  que las habilidades empresariales no son particularmente útiles a la hora de formular políticas económicas. Lo contrario también suele ser cierto: los economistas no destacan en la administración de empresas o emprendimiento (como ejemplo, vean la campaña para recaudar fondos para NeG). Los empresarios (y las familias) están acostumbrados a sistemas de referencia abiertos, donde sus acciones individuales tienen un efecto mínimo sobre el resto de sistemas. Una empresa puede aprovechar una oportunidad de negocio reduciendo precios, igual que una familia puede “abrocharse en cinturón” ante un bache. Pero si todas hacen lo mismo a la vez, consiguen el resultado opuesto al perseguido.

Existen varios casos destacados de empresarios que han dado el salto a la política con resultados dispares. Entre los ejemplos más conocidos figuran Donald Trump, presidente de Estados Unidos, cuyo mandato refleja su peculiar estilo empresarial basado en los deals; Mauricio Macri, expresidente argentino, cuyo gobierno concluyó con una grave crisis económica; y Silvio Berlusconi, magnate mediático italiano, símbolo de los conflictos entre negocios y poder. También hay casos con balances más positivos, como el de Thaksin Shinawatra, primer ministro tailandés que logró reducir la pobreza antes de ser derrocado, o el de Sebastián Piñera en Chile, con un primer mandato exitoso y un segundo marcado por fuertes protestas sociales.

En España, son pocos los empresarios que han dado el salto a la política. Esto puede deberse a que el coste de oportunidad es demasiado alto para muchos de ellos o a que algunos de los llamados “empresarios” son en realidad rentistas que dependen de sus vínculos con el poder. Uno de los escasos ejemplos de empresarios que han desarrollado una carrera política es Abel Matutes, empresario hotelero y exministro de Asuntos Exteriores en los años noventa, quien logró combinar su experiencia en el sector privado con una prolongada trayectoria pública.

Más allá de casos concretos, un artículo reciente revisa toda la evidencia empírica disponible para dar una respuesta fundamentada sobre si influye la experiencia empresarial de un político en las políticas económicas y los resultados de un país o región. La evidencia recopilada en el estudio muestra un patrón claro: los políticos con experiencia empresarial tienden a impulsar políticas económicas más orientadas al mercado. El análisis muestra un sesgo en las políticas económicas. A nivel nacional, subnacional y local, los políticos empresarios reducen el gasto en consumo público y transferencias sociales, pero aumentan la inversión en infraestructura, carreteras y transporte.

Los políticos empresarios no gestionan mejor ni peor que los políticos a secas o académicos o funcionarios. En cambio, son más proclives a llevar a cabo ajustes fiscales y consolidar los presupuestos públicos. También impulsan medidas que aumentan la libertad económica y desregulan mercados, especialmente el laboral. Aunque parezca anacrónico en los tiempos de aranceles y protección comercial, también son significativamente más activos en firmar acuerdos comerciales, tanto en cantidad como en profundidad, lo que fomenta la globalización.  Los países con líderes empresarios reciben más Inversión Extranjera Directa (IED), ya que los inversores confían en que implementarán políticas favorables a los negocios.

La evidencia también muestra que en los estados de EE. UU., los gobernadores con experiencia empresarial lograron aumentar el crecimiento del ingreso personal y reducir la tasa de desempleo. Los líderes con background empresarial tienden a respetar más las reglas constitucionales de sus países.

En cambio, la literatura también ofrece ejemplos contraintuitivos.  En las regiones rusas, los gobernadores empresarios fueron menos propensos a recortar impuestos corporativos, ya que buscaban proteger a sus empresas antiguas de la competencia. Es decir, existe el peligro de que promuevan políticas que beneficien a sus antiguas empresas o sectores, en lugar del interés general. En países de la OTAN, redujeron el gasto en defensa, en una suerte de "free-riding" o aprovechamiento de la protección de EE.UU, según este estudio. Estos autores encontraron que los líderes empresarios se asociaron con mayores emisiones de CO₂, aunque este es un área que requiere más investigación.

La evidencia sugiere que, en ciertos entornos, los empresarios en cargos de poder ejecutivo pueden impulsar políticas que favorecen el crecimiento económico. Sin embargo, existen dos riesgos importantes: Existe el peligro de que promuevan políticas sesgadas, o en el peor de los casos que beneficien a sus antiguas empresas o sectores, en lugar del interés general. A su vez, una sobrerrepresentación de empresarios en la política puede dejar sin voz a otros grupos sociales esenciales.

La próxima vez que un candidato presidencial o un alcalde presuma de su exitosa carrera en el sector privado como su principal credencial, podemos mirar más allá del eslogan. La ciencia indica que es probable que su administración se caracterice por menos gasto social y más inversión en obras públicas. Si estas políticas se traducen en un mayor bienestar para todos, depende de otros factores, pero está claro que su experiencia previa deja una huella profunda e inconfundible en la economía.

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Hay 4 comentarios
  • En resumen:

    - Reducen el gasto corriente y aumentan el gasto de capital, lo que aumenta la productividad a largo plazo.
    - Suelen conseguir estabilidad presupuestaria.
    - Reducen el proteccionismo comercial y consiguen más inversión extranjera.
    - Aumentan las rentas personales y reducen el desempleo.
    - Respetan más las Constituciones de sus países.

    PEEEROO contaminan más. Empate perfecto con Funcionario Funciónez.

    • Es cierto que ese tipo de políticas suelen buscar estabilidad y crecimiento a largo plazo, pero también reflejan las preferencias de los votantes y los límites que marcan los tratados internacionales (UE, OMC, etc.). Uno de los problemas, sin embargo, es el sesgo de los empresarios: tienden a aplicar al sector público la misma lógica que usan en sus empresas, priorizando inversión y eficiencia sobre equidad o sostenibilidad. Eso puede funcionar en parte, pero deja fuera muchas decisiones que dependen de valores colectivos.

  • Interesante Entrada.

    La principal diferencia entre un político y un empresario viene dada por la fuente de los fondos o recursos que administra. El dinero público, dinero de nadie y de todos, mitiga la obligación de responsabilidad “penal”, ya que existen múltiples vías para encubrir una pésima gestión (deuda pública, créditos, impuestos o rescates subvencionados, etc). Mientras que un empresario si lo hace mal, el riesgo es palpable, ya que juega con su patrimonio, y con la suerte del proyecto de vida de sus trabajadores y subordinados.
    En ese sentido mi creencia me dicta que un político metido a empresario, será mucho más cuidadoso en la gestión del patrimonio privado, porque no queda otra. Mientras que un empresario metido a político nunca manejara la misma responsabilidad que en sus funciones privadas, y es posible que tenga la tentación de barrer para casa, poniendo lo público en parte al servicio de sus intereses privados.

    Saludos.

    • ¡Gracias por el comentario!
      El conflicto de intereses es, efectivamente, uno de los riesgos más claros cuando alguien pasa del sector privado al público. Pero también puede ocurrir algo más sutil: “barrer para casa” sin darse cuenta, por simple sesgo profesional. En el artículo se menciona precisamente esa inclinación hacia las infraestructuras y un menor peso del gasto social. Sobre las infraestructuras —por ejemplo, el AVE— hay un debate interesante: muchos proyectos se defienden como impulso al desarrollo, pero acaban siendo decisiones con más lógica política o que económica o social.

      saludos

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