Por María Cubel
Además de salarios, publicaciones o ránkings, la calidad del entorno profesional determina quién entra en la economía académica, quién permanece en ella y qué tipo de ideas se investigan y debaten. Sin embargo, la calidad del ambiente de trabajo, tan central en todas las demás profesiones, rara vez se menciona al hablar de las vicisitudes de la vida académica y se analiza de forma sistemática aún menos a menudo. Y aunque ya se han dado los primeros pasos para visibilizar el bullying académico o el acoso sexual en economía, aún queda mucho por estudiar sobre el impacto del ambiente de trabajo, entendido en un sentido amplio, sobre la producción de conocimiento y las trayectorias profesionales de los y las economistas.
Un granito de arena lo pusimos Laura Hospido, Judit Vall Castelló y yo cuando hace dos años llevamos a cabo la primera encuesta sobre el clima de trabajo en la economía académica de nuestro país bajo los auspicios de la Asociación Española de Economía. El cuestionario se diseñó siguiendo la iniciativa previa impulsada por la American Economic Association, lo que nos permitió situar los resultados españoles en un contexto comparado. En esta entrada resumiré los resultados que obtuvimos entonces, otros estudios similares realizados desde entonces y ofreceré un adelanto de lo obtenido en la segunda ola de nuestra encuesta, realizada este 2025 que ya termina.
La encuesta de 2023
Los resultados de la primera encuesta fueron muy claros y difíciles de ignorar. No porque revelaran algo completamente desconocido, sino porque pusieron cifras comparables con la de otros países a experiencias que durante años han circulado en forma de anécdotas o rumores durante conversaciones privadas.
Cuando se usan preguntas cuidadosamente formuladas para medir quién se siente valorado, cómo se percibe el trato recibido o qué estrategias adoptan las personas para evitar interacciones no deseadas, el retrato que emerge de nuestra profesión dista bastante de ser tranquilizador.
Empecemos por algo básico: sentirse valorado. Entre quienes llevan menos de 20 años en la economía académica, solo el 36% de los hombres y el 28% de las mujeres afirma sentirse valorado dentro de la disciplina. No en su universidad o centro concreto, sino en la profesión en su conjunto. Que estos porcentajes sean más elevados entre quienes llevan más de 20 años trabajando en la ciencia económica no debería aliviarnos demasiado. Esto puede reflejar un sesgo de selección (se quedan los mejor valorados), adaptación de expectativas o cambios en la posición jerárquica más que una mejora real del entorno. En cambio, cuando se pregunta por la institución concreta en la que se trabaja, las respuestas son mucho más positivas y apenas varían por género o antigüedad, lo que apunta a dinámicas más amplias y menos localizadas.
Fuertes diferencias de género aparecen cuando se pregunta por experiencias de discriminación. Solo alrededor del 4% de los hombres declara haber sufrido discriminación por razón de sexo. Entre las mujeres, el porcentaje supera el 40%. Estas cifras son muy similares a las de las encuestas equivalentes en Estados Unidos. No estamos, por tanto, ante una anomalía local ni ante un problema cultural específico, sino ante un patrón persistente en la profesión económica.
Si nos fijamos en las etapas más tempranas de la carrera académica, el panorama no mejora. Las mujeres reportan mayores dificultades ya como estudiantes en dimensiones clave como el acceso a asesoramiento de calidad, a recursos de investigación o en procesos de selección. Estas diferencias no desaparecen con el paso del tiempo. En la etapa académica, las mujeres declaran con mayor frecuencia haber recibido un trato injusto en decisiones de promoción y, en menor medida, en compensación. En el caso de las promociones, la proporción de mujeres que reporta experiencias negativas es aproximadamente el doble que la de los hombres.
Hay además un fenómeno que durante mucho tiempo ha pasado desapercibido y al que esta encuesta pone cifras por primera vez: las tareas no promocionables. Con esto nos referimos a actividades de organización y formación de la “vida departamental” desde tomar actas o coordinar actividades internas a sentarse en comités rutinarios o hacer de “apagafuegos”. Es decir, tareas necesarias para que las instituciones funcionen, pero que apenas cuentan en evaluaciones o procesos de promoción. Las mujeres declaran asumir este tipo de tareas con una frecuencia entre 20 y 25 puntos porcentuales superior a la de los hombres.
La encuesta también recoge información sobre interacciones inapropiadas y sobre las estrategias que muchas personas adoptan para evitarlas. Los resultados muestran de nuevo diferencias muy marcadas por género y patrones muy similares a los observados en encuestas equivalentes en Estados Unidos: Más del 40% de las mujeres declara haber optado en algún momento por no intervenir en seminarios o por no presentar ideas propias para evitar situaciones incómodas o irrespetuosas. Los porcentajes son claramente inferiores entre hombres. Una proporción menor, aunque no despreciable, de economistas mujeres afirma haber evitado determinadas líneas de investigación.
Además, una mayoría de las mujeres encuestadas señala haber estado expuesta a comentarios o insinuaciones de carácter sexual que les resultaron incómodas, con porcentajes muy superiores a los observados entre los hombres. Una fracción menor reporta proposiciones reiteradas no deseadas o contacto físico inapropiado. Aunque estas situaciones son menos frecuentes que otras formas de trato inadecuado, los datos muestran que no son excepcionales. Estas experiencias tienen consecuencias claras sobre el comportamiento profesional y la producción de conocimiento: ideas que no se discuten, proyectos que no se desarrollan y talento que se infrautiliza. La similitud de estos resultados con los obtenidos en la American Economic Association sugiere, de nuevo, que se trata de dinámicas generalizadas en la profesión económica.
Si les interesa consultar los resultados de la encuesta en más detalle, pueden encontrarlos en la COSME newsletter de 2024.
Otras iniciativas
Desde aquella primera encuesta, el análisis del clima de trabajo en la economía académica se ha visto reforzado por iniciativas similares a nivel internacional. La European Economic Association también llevó a cabo su primera encuesta sobre el clima profesional en Europa en 2024. Esta encuesta y la mencionada de la American Economic Association son dos más de las iniciativas que estas asociaciones llevan realizando desde hace años y que combinan otras intervenciones como mentorías, networking y difusión de información.
Este mismo año, un estudio de Johanna Rickne y coautores muestra, a partir de una encuesta a doctorandos en Dinamarca combinada con datos administrativos sobre sus trayectorias laborales, que los entornos académicos con mayor prevalencia de comportamientos inadecuados de naturaleza sexual están asociados a peores resultados profesionales para las mujeres, confirmando que el acoso sexual socava la meritocracia.
En todo caso, queda mucho por hacer. Por ejemplo, queda por entender mejor quién responde a estas encuestas y los posibles sesgos de selección asociados, una limitación que ayuda a explicar el escepticismo que los resultados de estos estudios generan.
La encuesta de 2025
Durante los últimos dos meses hemos realizado una segunda ola de la encuesta de 2023. La comparación de los resultados con la primera permite comprobar si la profesión está cambiando o si, por el contrario, las dinámicas descritas permanecen estables.
Los resultados de esta nueva encuesta confirman que el clima general en la profesión no ha cambiado significativamente y que incluso es más preocupante en algunas dimensiones.
¿Responden estos resultados a un empeoramiento real del clima de trabajo o a cambios en la composición de quienes contestan a la encuesta? Si quieren conocer las respuestas, las presentaremos hoy mismo en el 50º Simposio de la Asociación Española de Economía que se está celebrando en la Universitat Autónoma de Barcelona. Será una buena ocasión para presentar todos los datos y discutir sus implicaciones para la profesión.
Porque, si como economistas, solemos insistir en la importancia de los incentivos y de las reglas del juego, el clima de trabajo en el que se produce nuestra investigación no debería sernos indiferente. Mirar los datos de frente no garantiza soluciones inmediatas, pero ignorarlos solo garantiza que nada cambie.
