¿Realmente tenemos que financiar las universidades?

He escrito en estas páginas algunas entradas sobre cómo financiar la universidad (aquí o aquí), pero en realidad nunca les he hablado de por qué financiar la  universidad. Esto es importante sobre todo por la investigación. Como verán, no es obvio a priori y hoy les explico ese por qué, de la mano de un interesante artículo de Miguel Urquiola que resume la investigación reciente en el área.

Los resultados científicos son un bien público de libro. La utilización de la fórmula de una nueva vacuna de ARN mensajero, o un algoritmo de aprendizaje automático, por parte de una persona, no hacen más difícil el consumo por parte de otra. Algo que no pasa con, digamos, una naranja. Si me la como yo, no se la puede comer otra persona. Y, en general, parecería que da igual que la fórmula o el algoritmo se descubran aquí, en Frankfurt, o en Palo Alto. Como mucho voy a tener que pagar la licencia de uso si están protegidas por derechos de propiedad, o ni eso, si ya ha caducado la patente. En esas condiciones, el “que inventen ellos” unamuniano podría verse menos como una boutade conservadora y más como una reacción racional al entorno económico.

Como podrán imaginar, la cosa es un poco más complicada. A finales del año pasado con otro de sus viejos conocidos, Juanjo Ganuza, publicamos un número especial de Papeles de Economía sobre el futuro de la universidad, que es todo él muy interesante, y se nos ocurrió hacerle al profesor Urquiola esta pregunta. Es la persona adecuada, porque es uno de los mayores expertos mundiales sobre economía de la educación. Pero además ha publicado un libro recientemente sobre cómo los Estados Unidos se convirtió en una potencia investigadora que también les quiero comentar en otra ocasión.

Por si acaso dejan de leerme pronto les doy el resumen del artículo en dos líneas. “Esta evidencia sugiere que tanto la investigación universitaria como la actividad universitaria en general tienen efectos positivos causales y a menudo localizados sobre los resultados económicos y de otros tipos.” Es decir que igual Unamuno no tenía razón, dejar que inventen ellos puede ser una mala idea porque perdemos beneficios aquí. Pero por ser justos con lo cuidadoso que es el autor hablando de esto, también añade “Cabe señalar que esta evidencia no demuestra de forma concluyente que las universidades de investigación sean una inversión rentable, pero no cabe duda de que ponen de manifiesto que conllevan efectos positivos que merecen la pena.”

Un primer artículo con evidencia causal sobre el efecto local de las universidades es de Dietmar y Meisenzahl. Este artículo utiliza datos de desarrollo regional en Alemania. Hasta el siglo XIX la proximidad de una universidad no tiene ninguna relación con el desarrollo económico. Y esa localización tiene motivos con muy poca relación con la economía. Y, sin embargo, cuando comienza la revolución industrial, las ciudades que estaban cercanas a una buena universidad expandieron más rápidamente la actividad manufacturera, introdujeron la mecanización más deprisa, sobre todo en las industrias nuevas y que usan la ciencia de manera más importante, y obtenían más premios internacionales a la innovación industrial Muy probablemente esto se debe a la generación de graduados muy cualificados que se convierte en inventores sensibles a los incentivos económicos de la innovación.

Kantor y Whalley por su parte muestran que a finales del siglo XIX hubo varias leyes americanas que utilizaron los ingresos de la venta de tierras federales para mejorar la financiación de universidades que se dedicaran a actividades de innovación agrícola. El principal resultado es que en los veinte años siguientes a estas leyes, la productividad agrícola creció más en tierras cercanas a universidades que se beneficiaron de estas ventas de terrenos.

Otro interesante artículo que cita es de Cantoni y Yuchtman. En él se utiliza el cisma papal del siglo XIV como fuente de un experimento natural en el que los papas competidores  aumentan el número de licencias universitarias en Alemania, que eran menos abundantes que en Francia o Italia. Y los autores muestran que este shock aumentó las autorizaciones para celebrar mercados y ferias, y la actividad comercial en los lugares próximos a las universidades.

Una pregunta diferente es si las universidades pueden ayudar a mantener la resiliencia regional. Howard, Weinstein y Yang argumentan que sí. En su caso el experimento natural es la instalación de escuelas normales (escuelas de formación de profesorado), muchas de las cuales acabaron por convertirse en universidades públicas regionales. Los autores muestran que los tipos de criterios de localización de las escuelas normales y de los manicomios eran parecidos, por lo que estos últimos suponen un buen “control” para nuestro “tratamiento”. Y lo que encuentran es que los lugares con escuelas normales han sido más resilientes a los shocks económicos (como la pérdida de la industria en la localidad) que los que tenían manicomios. Y esto para instituciones universitarias que no son necesariamente punteras.

Hay un par de referencias interesantes más, Valero y Van Reenen usan una base de datos histórica sobre la ubicación de unas 15.000 universidades en 78 países, y muestran que el crecimiento regional se relaciona muy bien con el crecimiento, incluso si se incluyen muchos controles para eliminar influencia de bastantes factores no observados y tendencias. En particular, encuentran que un aumento del 10% en el número de universidades en una región está asociado con un 0,4% más de PIB per cápita, una relación que se produce por el aumento de la oferta de capital humano e innovación. Andrews usa evidencia narrativa para detectar lugares que quedaron finalistas en la competencia por conseguir una universidad, con los que ganaron y observa que los ganadores tienen un 60% más de patentes. Una característica muy interesante es que estas patentes no se deben a gente relacionada con la universidad sino a gente que se desplaza a la zona. Por último, un estudio de Liu (que no he encontrado en línea) tiene una conclusión un poco menos positiva. La relocalización de universidades en China, tuvo algunas ventajas para las regiones receptoras, como mayores tasas de matriculación en educación secundaria, pero estas ventajas disminuyen en el tiempo. O sea, que no siempre se verifican efectos positivos. Razón de más para estar vigilantes y examinar en detalle si nuestras universidades en particular funcionan.

El artículo tiene otra extensa sección sobre cómo conseguir una buena universidad de investigación. Pero creo que ya he abusado mucho de su paciencia y además ese tema creo que mejor lo trataré cuando les hable del magnífico libro del profesor Urquiola.

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Hay 2 comentarios
  • Buen día Antonio,

    Una vez, hablando con un profe X de la uni Y éste se jactaba de haber recibido un galardón de prestigio nacional ( junto con la cuantía económica para el departamento) cuyo mayor virtud consistía en la incomprensión y el hermetismo de su contenido. Era un trabajo de investigación sobre metafísica.

    En este y en otros casos (aunque no en todos), el producto de la investigación se traduce en estudios de escaso o nulo impacto en el tejido social y económico de la región. Aunque parece lógico que sea un riesgo calculado o asumido si queremos que un tanto por cierto se convierta en inversión real y no en créditos a fondo perdido.

    Mi pregunta a raíz de la de la entrada es si no estaríamos en España ante una situación de researh inflation, generando una “burbuja” investigadora en clara desconexión con las demandas reales y correctamente calibradas en relación a los fondos o recursos escasos disponibles.

    Saludos

    • Pues es muy difícil de saber, pero diría que no. Por un lado está lo que decía el publicista Wanamaker, a finales del siglo XiX, y que sigue siendo verdad «Sé que la mitad de mi publicidad es un despilfarro, pero no sé cuál mitad»
      Y sobre todo, esta anécdota de Aumann que cuento aquí y que muestra que los milagros que está haciendo la IA AlphaFold para encontrar nuevas proteínas que pueden curar casi de todo nace de la tesis de un matemático como Aumann investigando lo que le parecía más puro y más inútil. O si prefieres, una cita del Eclesiastés: "Los caminos de Dios son misteriosos como la senda del viento, o como la forma en que el espíritu humano se infunde en el cuerpo del niño aún en el vientre de su madre. Persevera en la siembra, pues no sabes cuál semilla germinará; quizá germinen todas." Pues eso.

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