Las consecuencias de la industrialización en perspectiva histórica

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De Daniel Gallardo-Albarrán

Nota: Ancoats, Manchester. McConnel & Company's mills, about 1820

Un gran número de estudios en economía e historia económica señalan que los orígenes de la desigualdad económica global se atribuyen a la difusión de tecnologías procedentes de la primera revolución industrial (aquí, aquí o aquí). Aunque hay cierta discusión sobre su impacto agregado en el producto interior bruto (aquí) o sus determinantes (aquí), la mayoría de las disciplinas mencionadas no cuestionan que, en aquellos países donde se adoptaron, los nuevos procesos de producción industrial propiciaron un dinamismo económico que resultó en niveles crecientes y sostenidos de rápido crecimiento económico en el largo plazo. Este consenso, sin embargo, no existe cuando se habla de las consecuencias de la revolución industrial en el corto o medio plazo.

El caso inglés, durante los años comprendidos entre 1760 y 1850, ilustra claramente los retos existentes a la hora de analizar el impacto de la industrialización sobre el nivel de vida. Por un lado, diferentes autores – comúnmente llamados pesimistas – argumentan que cualquier mejora de la productividad se vio eclipsada por un auge en la desigualdad (aquí), las horas de trabajo (aquí) y las malas condiciones de salud (aquí). Por otro lado, los optimistas defienden que los niveles de salarios crecientes compensaron los aspectos más negativos del trabajo industrial, como fueron el hacinamiento urbano y el deterioro medioambiental (aquí o aquí). Inferir el bienestar general de la población inglesa basándonos en esta evidencia es complejo, ya que la gran disparidad en los indicadores nos podría llevar a múltiples conclusiones dependiendo de la perspectiva adoptada.

Una de mis líneas de investigación aborda este tema mediante el uso de un indicador de utilidad. Este indicador mide el bienestar desde una perspectiva multidimensional, y surge a partir del análisis de diversas investigaciones en el campo de la economía (aquí o aquí). Al contrario que otras medidas ampliamente usadas, como el Índice de Desarrollo Humano (aquí), mi indicador está basado en varias ramas de la teoría económica convencional (aquí) que considera cómo las preferencias de los individuos cambian con el nivel de ingreso. De esta forma, por ejemplo, este indicador considera que la importancia relativa de la salud en el pasado era bastante menor que la que tenían los salarios y el empleo (aquí).

En un artículo reciente escrito en coautoría (aquí), aplicamos el indicador de utilidad al caso inglés empleando datos sobre salarios, esperanza de vida, horas trabajadas y niveles de desigualdad. Esta medida agrega los diferentes flujos de utilidad – que nosotros interpretamos como bienestar – que un individuo medio obtiene de su ingreso, expectativa de vivir y de disfrutar un mayor tiempo de ocio. Los resultados de este ejercicio (ver tabla más abajo) tienen dos implicaciones importantes a la hora de entender las consecuencias de la revolución industrial inglesa. La primera es que el bienestar mejoró entre 1760 y 1850 (Columna I) y que, por lo tanto, nuestros cálculos no apoyan algunas representaciones excesivamente pesimistas que se hacen sobre la evolución del nivel de vida de la población inglesa. ¿Nos convierte esto en optimistas? No, ya que obtenemos unas tasas de crecimiento mucho más bajas de lo que otros autores sugieren. De hecho, algunas investigaciones que usan el Índice de Desarrollo Humano apuntan a una tendencia creciente e ininterrumpida en la calidad de vida de la población (aquí). Nuestras estimaciones muestran lo contrario: los niveles de bienestar empeoraron notablemente entre 1760 y 1800 debido a la pérdida de poder adquisitivo, creciente desigualdad e incremento de horas trabajadas. La segunda implicación de nuestros resultados para la literatura tiene que ver con el uso del producto interior bruto (PIB) por persona, que aumentó casi un 50 por ciento durante el período considerado. Esta cifra contrasta con la visión más pesimista que ofrece nuestro indicador, el cual muestra un aumento de poco más del 20 por ciento debido al empeoramiento de la desigualdad y de las horas trabajadas.

Fuente: Gallardo-Albarrán y de Jong (2021)

Bienestar y desarrollo económico en España

¿Se pueden extrapolar las tendencias del caso inglés a otras regiones como España? Para responder a esta pregunta, en un artículo escrito recientemente aplicamos el indicador a Alcoy entre 1860 y 1910 (aquí), una ciudad industrial modelo de la modernización económica en España. Poner el foco en una ciudad concreta no solo nos ayuda a proporcionar un análisis más representativo de las condiciones de vida locales de la población, sino que nos permite usar unos datos más precisos y desagregados que los que suelen estar disponibles a nivel nacional.

En la segunda década del siglo XIX, Alcoy adoptó el nuevo sistema de producción fabril procedente de Inglaterra y se especializó en la industria textil, metalúrgica y del papel. Los crecientes niveles de ingresos derivados del dinamismo económico de la ciudad a finales del siglo XIX contrastan con un empeoramiento de la esperanza de vida y de las condiciones de trabajo. A partir de 1900, sin embargo, el encarecimiento de los alquileres disminuyó de forma considerable el poder adquisitivo de los trabajadores, mientras que la salud de la población mejoró con la inversión en infraestructura sanitaria.

¿Cómo afectaron estas tendencias al bienestar general de la población? La tabla más abajo presenta nuestros resultados para la ciudad en su conjunto (columna I), por sector económico (columnas II a IV) y por género (el panel A se refiere a hombres y el Panel B a mujeres). Debido a la ausencia de datos sobre salarios femeninos en el sector primario, no presentamos niveles agregados de bienestar para mujeres. Nuestras estimaciones muestran que la vida de los trabajadores mejoró de forma notable entre 1860 y 1877 debido al aumento de la esperanza de vida. Sin embargo, a partir de este año se produce una clara ralentización de este crecimiento, que viene dada por problemas de salud pública y caídas de ingresos. Este patrón se asimila bastante al de Inglaterra, aunque en Alcoy no detectamos una clara caída en la evolución agregada del nivel de vida, con excepción de las series femeninas y masculinas en el sector primario y terciario, que experimentan una importante caída a partir de 1900.

Fuente: Gallardo-Albarrán y García-Gómez (2022)

Conclusiones

¿Qué conclusiones podemos extraer de estos análisis? En primer lugar, las medidas de bienestar económico, como el PIB o los índices de salarios, son insuficientes para analizar el impacto de la industrialización y el crecimiento económico sobre la calidad de vida de los ciudadanos. En Inglaterra, el PIB no recoge los efectos negativos de un entorno urbano caracterizado por largas horas trabajo y hacinamiento en viviendas de poca calidad. Por lo tanto, para entender las consecuencias del desarrollo nos hace falta una perspectiva multidimensional que, además, tenga una base teórica capaz de incorporar las preferencias de los individuos y su evolución a lo largo del tiempo. Además, los análisis nacionales esconden un gran nivel de variación regional que podrían generar narrativas de crecimiento económico muy distintas. Profundizar en dichas medias nacionales es imperativo para entender cómo diferentes sectores de la sociedad interactuaron y se vieron afectados por los rápidos cambios económicos, tecnológicos y demográficos que tuvieron lugar a partir del siglo XIX. Por último, los caminos a seguir para alcanzar un desarrollo inclusivo y sostenible son múltiples y, sobre todo, no lineales. Las experiencias de Inglaterra y España durante la primera revolución industrial no deberían considerarse como algo inevitable y característico del desarrollo a corto o medio plazo. Por el contrario, las consecuencias de la revolución industrial podrían haber sido más benignas, dado el entorno económico, político y demográfico de la época, si hubiera existido la suficiente voluntad política y social.

Hay 2 comentarios
  • ‘’el impacto económico del progreso tecnológico, fue bastante modesto y de aceleración lenta durante la Primera Revolución Industrial, a pesar de los famosos inventos de la época’’.
    ‘’También ha quedado claro que el impacto de las nuevas tecnologías de uso general en el crecimiento de la productividad laboral suele tardar bastante tiempo en materializarse, como se ejemplifica en los casos de la electricidad y el vapor.’’
    En uno de los enlaces del articulo ( el artículo de Nicolas artesanias y Pieter Woltjer) se observan en las conclusiones estos dos párrafos con la misma idea general: la nuevas tecnologías (el progreso tecnológico) no generan un crecimiento económico general ni tampoco de la productividad laboral a corto plazo y sus efectos son más a largo plazo. Esta idea es coincidente con la mía y es contraria a la tesis generalmente admitida de que la tecnología (especialmente en el caso de Revoluciones Industriales) generan automáticamente crecimientos en los países afectados. En el mismo articulo enlazado se habla de que como causas del crecimiento habría que buscarlas más en ‘’profundizaciones y acumulaciones del capital’’. Lo cual vuelve a ser coincidente con mi opinión. ¿Podrías dar tu opinión al respecto, y quizás alguna referencia de literatura económica, en este tema tan vital tal como lo es el de la causas del crecimiento?.
    Un saludo

  • Un punto que sugiero considerar es el surgimiento de la clase media. En las sociedades pre industriales era poco numerosa, y es precisamente con la Revolución industrial que por primera vez se convierte en una clase más extendida, en clara contradicción con la visión tradicional de ricos -y-pobres dicotómica clásica. Si había tanta desigualdad...se debería explicar cómo surgió por primera vez en la historia de las sociedades una clase media numerosa.

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