Gasto público en educación, productividad y crecimiento económico

Por Vicente J. Coronel y Carmen Díaz-Roldán

En un contexto donde los debates sobre aranceles acaparan la atención, conviene recordar que el crecimiento económico sostenible se apoya en fundamentos más estables. La inversión en educación, en I+D y el impulso del empleo en sectores tecnológicos resultan cruciales para una economía resiliente. Analizamos así cómo estos factores refuerzan la base del conocimiento y la innovación, esenciales para afrontar con éxito los retos globales. Una población bien formada es, además, un recurso clave para adaptarse a escenarios adversos y acompañar procesos de transformación productiva.

En este estudio reciente, hemos analizado cómo el gasto público en educación afecta a la productividad, los salarios y el crecimiento económico en los países de la Unión Europea. A través de tres ecuaciones explicativas, buscamos entender cómo el gasto en educación y el capital humano contribuyen a mejorar la productividad laboral, los ingresos y el nivel de vida medido por el crecimiento del PIB per cápita.

Metodología

La primera ecuación se centra en la productividad laboral como variable endógena, que depende del gasto público en educación, el gasto en I+D dentro del sector educativo y el empleo en sectores de alta tecnología. Estos factores se consideran determinantes del capital humano, ya que el empleo en sectores STEM (Science, Technology, Engineering y Mathematics) suele estar asociado con una mayor cualificación y, por ende, una mayor productividad. La segunda ecuación vincula los salarios promedio con la productividad laboral, el nivel educativo de la población y la experiencia laboral. Aquí, la experiencia se considera complementaria de la educación formal, por lo que contribuye también a la adquisición de capital humano y, en consecuencia, a los salarios (en otras palabras, tener tablas te hace más productivo). Por último, la tercera ecuación examina cómo la productividad y el nivel educativo afectan al crecimiento del PIB per cápita, lo que refleja la mejora en el bienestar económico de la población. El análisis se realiza utilizando un panel de datos obtenidos de Eurostat, abarcando el periodo de 2009 a 2020.

El estudio se centra en relaciones a largo plazo, utilizando métodos para estimar relaciones de cointegración. Concretamente se usan Mínimos Cuadrados Ordinarios Dinámicos y Mínimos Cuadrados Ordinarios Completamente Modificados (DOLS y FMOLS). Ambos enfoques son adecuados para resolver problemas de endogeneidad, autocorrelación y sesgo por muestras pequeñas en series cointegradas.

Resultados: La productividad

La teoría económica establece que una fuerza laboral más cualificada, producto de una mayor inversión en educación, es esencial para aumentar la productividad y, por tanto, el crecimiento económico a largo plazo. Por otro lado, uno de los grandes debates en economía es entender qué tipo de inversión resulta más efectiva para impulsar la productividad y el crecimiento económico. A partir de nuestras estimaciones, se observan algunos patrones interesantes que, aunque tomados con cautela, pueden ayudar a orientar este debate.

En primer lugar, el gasto público en educación no muestra un efecto uniforme. En algunas de nuestras estimaciones, se asocia con una contribución positiva a la productividad, mientras que en otras aparece con signo negativo y también significativo. Esta falta de consistencia podría estar reflejando que el efecto de estas inversiones tarda en materializarse o que, durante el periodo analizado (2009-2020), marcado por las secuelas de la crisis económica, los beneficios esperados no llegaron a consolidarse del todo. No parece descartable que factores como la eficiencia en el uso de los recursos o la orientación del gasto influyan en estos resultados. O bien, cabría pensar, como ya se ha hecho en este blog, si realmente la educación nos hace más productivos

Por otro lado, el gasto en I+D en el sector educativo presenta un patrón mixto. En la mayoría de las estimaciones, este tipo de gasto se asocia de forma significativa con mejoras en la productividad (aunque hay estudios que muestran que la inversión en I+D ha de ser cada vez mayor para mantener las mejoras en la productividad). Esto es coherente con lo que muestra la literatura, que ha subrayado repetidamente el papel de la innovación como uno de los determinantes clave del crecimiento a largo plazo.

Otro resultado relevante tiene que ver con el empleo en sectores de alta tecnología. Esta variable presenta un efecto positivo en casi todas las estimaciones y resulta significativa especialmente en los modelos ponderados.

Este hallazgo sugiere que la concentración de capital humano cualificado en industrias tecnológicamente avanzadas podría estar actuando como un motor del crecimiento, al combinar conocimiento especializado con innovación aplicada. Es por ello que, existe evidencia de que la expansión de programas STEM a las universidades contribuiría al aumento del capital humano, en un mundo inmerso en una revolución tecnológica que exigirá grandes capacidades.

Gráfico 1: Empleo en sectores de alta tecnología (% sobre el empleo total).

Fuente: Elaboración propia

 

Como se observa en el gráfico 1, el empleo en sectores de alta tecnología muestra una tendencia de crecimiento moderado en los países de la UE durante la última década, destacando las fluctuaciones tanto a nivel comunitario como nacional. En 2009, la media de la UE fue del 3,8%, con España ligeramente por debajo (3,3%) y Alemania liderando con un 4,3%. A lo largo de los años, se observa un leve incremento en el conjunto europeo, alcanzando un 4,8% en 2020. En comparación, España mostró una evolución más contenida, variando entre un 3,3% y un 3,9%, lo que refleja un crecimiento estable pero moderado. Países como Francia y Alemania, sin embargo, mantuvieron niveles más elevados a lo largo de este período, con Alemania cerrando 2020 con un destacado 5.4%. Italia y Portugal, por su parte, exhibieron un comportamiento más oscilante, con fluctuaciones en torno a un 3% y un 2%, respectivamente.

Por otro lado, la experiencia laboral y la educación superior destacan como factores clave para entender la evolución salarial: más años de trabajo implican más habilidades, y una formación universitaria sólida refuerza esa trayectoria ascendente. En contraste, contar solo con educación secundaria no parece bastar para impulsar los ingresos, lo que apunta a una creciente demanda de perfiles altamente cualificados en un mercado cada vez más vinculado a la tecnología y el conocimiento.

Otro hallazgo llamativo es que, en varias de las estimaciones realizadas, la productividad no siempre aparece como un factor determinante del aumento de los salarios; en algunas ocasiones incluso presenta un signo negativo. Esto puede parecer contraintuitivo, pero podría deberse a que los aumentos de productividad no siempre se trasladan automáticamente a mejoras salariales, especialmente si hay rigideces o ineficiencias en el mercado laboral o una distribución desigual de los beneficios. En este sentido, aquí se propone que se debe facilitar la traslación de capital humano entre el sector educativo, el sector privado y las administraciones públicas.

Resultados: Crecimiento económico

Sin embargo, cuando se trata de explicar el crecimiento económico en términos agregados —ya sea midiendo el PIB total o el PIB per cápita—, la historia es distinta. En este caso, tanto la productividad como la población con estudios superiores sí muestran efectos positivos y consistentes sobre el crecimiento. Es decir, se revelan como los motores clave del desarrollo económico sostenido, algo que también confirma buena parte de la literatura económica.

Conclusiones

En definitiva, los hallazgos refuerzan la relevancia del capital humano desarrollado tanto para mejorar los ingresos como para dinamizar el crecimiento económico. Más que ofrecer respuestas cerradas, el análisis invita a repensar el enfoque de las políticas públicas: no se trata solo de cuánto se invierte, sino de cómo y hacia dónde. Apostar por la calidad, la conexión con el tejido productivo y la innovación resulta clave para un crecimiento económico sostenible.