Productividad: el Plan (II)*

Tras los apuntes sobre el Informe Draghi del pasado viernes 20, escribo sobre lo que me parece relevante de ese informe para España y qué se está haciendo al respecto.

Repaso y antecedentes

En la primera parte de esta entrada, el pasado viernes, revisé algunos puntos del Informe Draghi sobre el futuro de la competitividad en la Unión Europea. Mi primer destacado fue el impulso público. Mi impresión es que el apartado se refiere más al impulso de la política industrial europea que al recurso a los fondos públicos. No debería sorprender porque muchos estados miembros presentan ya un margen fiscal bastante estrecho, y apelar a la deuda mutualizada no cambia sustancialmente el diagnóstico sobre capacidad fiscal. Draghi lo sabe, puesto que algunas actuaciones del BCE, el MEDE o el BEI ya sirven como un remedo de eurobonos. Por tanto, cualquier esfuerzo entre los estados miembros para reducir la brecha fiscal (el fiscal gap en el sentido de Auerbach y Kotlikoff, que incluye compromisos de gasto presentes y futuros), podría favorecer el vigor del impulso público necesario en este momento tecnológico. El caso del gasto de pensiones en España puede ser paradigmático de lo que un creciente fiscal gap podría acabar limitando nuestra capacidad para endeudarnos y realizar inversiones productivas. Veremos.

Mi segundo destacado del Informe es la crítica de Draghí a la combinación de fragmentación y sobreregulación en Europa. Estos dos elementos constituyen las mayores barreras al progreso del mercado único europeo (de nuevo: Informe Letta), del que, como dije, parte existe: libre movimiento de personas, capitales, y bienes y servicios; y parte queda pendiente: financiero, electrónico y energético. ¿Qué decir de la fragmentación en España? Las buenas noticias son seguramente que la unidad de mercado interior goza de mejor salud que la gobernanza, posiblemente gracias a la solvencia de las grandes corporaciones españolas por comparación a la de nuestras instituciones. ¿Y por el lado de la regulación? Pues todo apunta a que, al menos, la libertad de movimientos de personas parece más teórica que real, dado el inmenso problema de la vivienda que tenemos en España. Además, como escribía Rafa Domenech el pasado domingo, cierta regulación puede estar limitando sustancialmente el crecimiento empresarial, lo que complica la adopción de las nuevas tecnologías, para las que la escala es importante. Por último, ni los reguladores en los ámbitos financiero, electrónico y energético, ni los tribunales en la esfera de los asuntos económicos (¿ni en general?), parecen encontrarse precisamente en su mejor momento en nuestro país.

El tercer destacado: la cuestión sectorial, nos deja en una posición ventajosa en el terreno energético, de nuevo por la relevancia de los operadores, y razonable en el aeroespacial. Por ejemplo, es alentador escuchar que las empresas españolas están participando activamente en los proyectos europeos más innovadores en movilidad aérea urbana (una tecnología para la que existe una carrera a nivel mundial), y frente a los más avanzados en China, o en EE.UU., donde, por cierto, los distintos ejércitos adquieren prototipos y el DARPA dependiente del Department of Defense ayuda activamente en la financiación (me pinchas y ...).  Por otro lado, el Informe Draghi (parte B) destaca muy especialmente los hitos del sector energético en España  (B.1 Ch. 1 y 5), desde el liderazgo en tecnología solar y eólica a partir de los años 2000 hasta nuestra capacidad reciente de mantener precios energéticos moderados gracias al mix, a la red y a algunas acciones de política, y pese a la insistencia de algunos por seguir quemando gas por encima de nuestras posibilidades. A esto se añaden algunos destacados en High Performance Computing, en España (Mare Nostrum), junto a Italia (Leonardo) y Finlandia (Lumi), la I+D aeroespacial (varios países a través de la ESA), y otros activos intangibles (B.1 Ch. 8). En definitiva, no es que haya que elegir “ganadores”, es que la escala y las redes input-output (otra vez Buera, Hopenhayn y coautores, aquí o aquí), hacen que lo eficiente sea identificar los sectores prioritarios.

Con estos breves antecedentes conviene pensar en cómo avanzar a la luz del Informe Draghi. Propongo algunas sencillas reflexiones al respecto a continuación.

¿Y dónde estamos en España?

Es difícil saber dónde estamos exactamente en España en estos asuntos. El pasado 30 de julio el ministro Cuerpo anunció la creación del Consejo de la Productividad. El ministro se refería al Consejo como “un paso para la modernización del tejido empresarial, apoyando su productividad y capacidad de competir […]”. Nuestro muy destacado colaborador y ex-editor del Blog, Juan Francisco Jimeno, será el presidente de dicha institución durante los próximos cinco años. Se trata, sin duda, de un economista de destacadísima trayectoria y solvencia en estos temas, y sin duda al más alto nivel para contribuir junto a otros expertos al impulso coherente de las mejoras de productividad en España. Se sabe que en este momento el Consejo se está poniendo en marcha, aún en fase de completar su composición. Y lo que desde luego se sabe es lo que debería ser la función de dicho Consejo, tal y como indica el BOE de 30 de julio, 2024: Informar a los poderes públicos mediante el análisis económico riguroso de las medidas que fomenten la productividad en España. Con ello, supongo que informarnos a todos de las medidas efectivamente adoptadas y su evaluación. Quizá el Consejo sea un buen punto de partida para saber dónde estamos (mirando sólo a un sitio), con todo el camino por recorrer.

Seguro que al empezar la andadura del Consejo será importante tener presente, no sólo el Informe Draghi (y Letta), sino también, buena parte de la experiencia reciente respecto a de dónde venimos. Para no remontarnos demasiado hacia el pasado diría que venimos sobre todo del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR) del año 2021. El pasado mes de enero la Comisión Europea aprobó el cuarto desembolso de fondos para España que ascendió a una cuantía de 10.000 millones de euros. Este desembolso se justificó tras declarar haber alcanzado 60 de los 61 objetivos marcados para ello. Con ello se completaba prácticamente el total de lo presupuestado en el Plan para España hasta la cifra de 48.000 millones de euros en forma de subsidios y préstamos, y con una participación empresarial muy activa. No estuvo mal.

Este importante esfuerzo inversor será evaluado ex-post a partir del año 2028, así que en este momento estamos aún escasos de evaluaciones de lo que ha supuesto el MRR, pero si hay un cluster en España que venía con los deberes hechos a la recepción de los fondos Next Generation EU es el del entramado vasco. La iniciativa SPRI (Sociedad para la Promoción y Reconversión Industrial) de principios de los 80s (¿quién lo iba a decir? como respuesta a la durísima reconversión industrial que nos impuso Europa para incorporarnos a su club), ha resultado ser un instrumento decisivo para definir la relación entre el Gobierno Vasco y su entramado industrial a lo largo de todos estos años. El dossier del Plan Vasco impresiona. Euskadi aspiraba a 6.400 millones del MRR (algo mas del 10% de lo recibido por España), en el marco de un proyecto para movilizar una inversión total de más de 18.000 millones de fondos públicos y privados en el periodo 2021-2026.

La duda en el caso de EuskadiNext no era la viabilidad. La duda es más profunda. Se trata de averiguar ahora cuánto del proyecto que se presentó ha podido venir forzado por las directrices del plan, es decir, cuánto se ha hablado de cosas que en última instancia no son, y sólo han sido para encajar en las líneas de actuación fijadas desde Bruselas. Todos los analistas coinciden que Francia y Alemania lo tenían más o menos claro. Por ejemplo, en el caso francés, la apuesta de los planes de recuperación ha sido por la automoción y el ferroviario, a la vez que por la aviación. Quizá porque iban tarde con el motor eléctrico. Alemania parecía ir un poco mejor, aunque MAHLE, una startup como quien dice, dio un pequeño repaso a los ingenieros de Volkswagen con su propuesta tecnológica eléctrica. En definitiva, quién sabe, pero se deberían evaluar cuanto antes las experiencias que mejor se puedan prestar a dicha evaluación, y con ello informar las acciones del Plan Draghi. Decíamos, por ejemplo, que como Francia parece ir tarde con el motor eléctrico, apuestan por el hidrógeno. Pero sabemos que la propulsión con hidrógeno tiene aún un montón de condicionantes en términos de motor, o sistemas de producción y almacenaje, entre otros. Es decir, mucha incertidumbre, y de nuevo, seguro que muchas lecciones que extraer de aquí también, tanto como de las políticas industriales de otros.

Se podría pensar que la creación del Consejo de la Productividad viene a dar continuidad al logro de todos aquellos objetivos de inversión, y quizá el plan Draghi pueda contribuir a empezar a marcar parte del camino. Hasta aquí, el Plan. Veremos los hechos.

(*) Agradezco los comentarios de Antonia Díaz, Juan Francisco Jimeno y Pablo Martínez a una versión anterior de esta entrada.