Entre las múltiples noticias que pueden haber pasado desapercibidas en un verano cargado de eventos deportivos y otras serpientes de mayor o menor interés informativo, hay una que los economistas interesados en el análisis del funcionamiento de los mercados no deberíamos ignorar. A principios del pasado mes de agosto, un juez federal de EE.UU. dictaminó que Google era “(…) un monopolio y había actuado como tal para mantener dicha posición”. El fallo, que obviamente ha sido recurrido por la compañía actualmente dirigida por Sundar Pichai, era el resultado de una denuncia de la Federal Trade Commision (FTC) y varios Estados con relación a las prácticas abusivas asociadas al buscador omnipresente en la mayoría de nuestros dispositivos. Su relevancia radica en que es la primera vez en muchos años que una sentencia concluye con tanta rotundidad que otro de los grandes gigantes tecnológicos es un monopolio; no ocurría algo así desde las batallas judiciales contra Microsoft hace dos décadas, las cuales ayudaron tanto a los economistas a entender que un mercado podía estar monopolizado incluso aunque en él coexistiesen varios competidores. En Nada es Gratis ya hemos abordado esta cuestión en el pasado (véase aquí o aquí), pero este caso contiene algunos elementos novedosos que pueden resultar de interés.
El origen del malvado Google
Es probable que la historia de Google sea conocida por la mayoría de los lectores, por lo que no es este el momento ni el lugar para desarrollarla con detalle. Hace apenas treinta años, dos veinteañeros – Sergey Brin y Larry Page – coincidieron en la Universidad de Stanford. Ambos compartían un mismo objetivo: querían extraer y ordenar información relevante de lo que entonces era una “relativamente desordenada” internet. En 1995 empezaron a trabajar juntos y crearon un primer algoritmo de búsquedas. En 1997 este buscador era capaz de correr sobre varias máquinas y nació Google. Según parece, el nombre proviene de un juego de palabras en inglés entre gafas de protección (goggles) y el término googol, usado para referirse al número representado por un 1 seguido de 100 ceros. Esto reflejaba la idea de la compañía de bucear en la inmensa cantidad de información disponible en la web. Igualmente, el eslogan corporativo informal de la empresa (Don’t be evil) mostraba su intención de no utilizar los datos con fines maliciosos y mantener un código de conducta ético, algo que, últimamente, está siendo objeto de gran controversia (véase aquí o aquí).
En 1999 Sergei y Larry consiguieron 25 millones de dólares de nuevos inversores, lo que marcó el inicio de un proceso de crecimiento imparable que los ha llevado a expandirse a nivel global a través de la adquisición de empresas o productos rivales (como YouTube, Android o Motorola) y a eliminar prácticamente a todos sus competidores en los mercados en los que opera. Desde 2015, Google está integrado en Alphabet, Inc., una de las cuatro grandes empresas tecnológicas norteamericanas (denominadas GAFA, junto con Apple, Facebook y Amazon) cuyos productos y servicios dominan nuestra vida diaria.
Es justamente ese dominio la cuestión de fondo en todo este asunto. Es probable que cualquiera de nosotros se pregunte cómo puede ser Google un monopolio si el buscador y los otros servicios que ofrece (correo electrónico, almacenamiento en la nube, vídeos, mapas, etc.) son gratuitos y además, tienen alternativas ofertadas por otros proveedores. La respuesta radica en que, como ya hemos discutido en otras ocasiones, el precio no lo es todo: el negocio de Google es la publicidad digital personalizada, un sector basado en lograr la máxima cantidad de datos de los usuarios y que – solo con respecto a los buscadores de internet – mueve anualmente más de 150.000 millones de dólares.
¿Cómo puede ser Google un monopolio?
En 2020 el Congreso de Estados Unidos publicó el resultado de una comisión de investigación en la que se calificaba a los GAFA de “(…) monopolios, como los que no se habían visto desde los tiempos de los magnates de los ferrocarriles y el petróleo”. Además de motivar la comparecencia de los CEOS correspondientes – Sundar Pichai, Jeff Bezos, Tim Cook y Mark Zuckerberg – ante los congresistas y senadores de EE.UU., la principal consecuencia de este informe fue derribar definitivamente la idea de que las grandes corporaciones tecnológicas eran siempre beneficiosas para la sociedad por su papel en la innovación y el desarrollo de nuevos productos y servicios. A partir de ese momento los legisladores fueron conscientes de que estas empresas tenían tanto poder de mercado y tanta fortaleza financiera que, cuando surgía un rival real o potencial, podían fagocitarlo fácilmente tirando de talonario o, si se negaba, simplemente clonar su producto o servicio y aprovechar su cuota privilegiada para atraer a la mayoría de los clientes del nuevo competidor. A pesar de que lo abusivo de estas conductas está evidenciado a través de millones de archivos, documentos y argumentaciones en diferentes procesos legales contra los GAFA, resulta difícil que los usuarios comunes perciban su maldad, ya que nos ciega la gratuidad de los servicios y la velocidad con la que las innovaciones llegan al mercado.
La cuestión no es otra que reconocer que los monopolios ya no son lo que eran. Debemos olvidar la definición estructural basada en el número de empresas competidoras en un mercado y centrarnos en su conducta y el potencial de daño que pueden hacer a medio y largo plazo. Los economistas lo tenemos claro desde hace tiempo y esta es claramente la postura de una de las figuras clave de toda esta guerra: Lina Khan, quien preside la FTC desde 2021. En los tres últimos años ha liderado diversas investigaciones sobre varios gigantes tecnológicos, y en Nada es Gratis ya hablamos de ella aquí, cuando intentó detener la adquisición de Activision Blizzard por parte de Microsoft. A pesar de su formación académica como jurista, sus conocimientos de economía son notables. Cuando trabajaba en la Universidad de Columbia escribió un documento titulado La paradoja anticompetitiva de Amazon (disponible aquí), que tuvo una gran repercusión como entre los partidarios de limitar las conductas abusivas aunque estas vinieran de las empresas más importantes del mercado. Aquel trabajo abogaba por erradicar el concepto tradicional de monopolio al menos del sector de servicios basados en la tecnología, donde los precios bajos y las ofertas continuas de nuevos productos son habituales y, por eso, el usuario no tiene la percepción del daño que se le está haciendo para “capturarlo”. Según Khan, empresas como Google, Amazon, Facebook o Apple hacen valer su posición dominante en el terreno invisible de los usuarios individuales, donde actúan en desventaja miles de proveedores y empresas potenciales que quieren acceder a competir en este negocio y que no pueden hacerlo porque son bloqueadas por el poder de los GAFA.
Y ahora, ¿qué va a pasar?
Volviendo al dictamen con el que se iniciaba esta entrada (y al que habría que añadir los problemas de Google en otras jurisdicciones), lo cierto es que tarde o temprano habrá que tomar una decisión. La sentencia no impone ningún tipo de remedio u obligación específico y será objeto de un largo proceso de apelación. Las posibilidades que se abren ahora son diversas y sus efectos sobre el mercado pueden diferir. El castigo más contundente sería exigir a Google que separase su motor de búsqueda de otros productos, pero es improbable que se lleve a cabo por lo extremo de esta medida y porque existen sanciones alternativas, como obligarla a deshacer los acuerdos de exclusividad y otras restricciones que impone a sus socios y clientes. De hecho, Google paga a diferentes empresas para que su buscador sea el predeterminado. La que más recibe es Apple, que cobra anualmente 20.000 millones de dólares por este concepto, pero la lista incluye entre otros a Samsung, la fundación Mozilla u Opera (quienes también proporcionan equipos y navegadores web). Esas partidas ahora podrían destinarse ahora a otros fines y es probable que la compañía no se vea tan afectada como pueda parecer en un primer momento.
De hecho, en la Unión Europea, como ya analizamos en este post, Google solo ha tenido que pagar multas y acatar a la Ley de Mercados Digitales (DMA), cuyos objetivos explícitos son hacer que el sector sea más equitativo y competitivo. Para adaptarse a las exigencias de Bruselas, hace mucho tiempo que la empresa puso una pantalla de selección de buscador al iniciar la configuración de su sistema operativo Android. ¿Cuál fue el resultado? Ninguno; no hubo apenas trasvase hacia otras opciones, porque los usuarios estamos acostumbrados a lo conocido y no queremos afrontar costes de cambio. Según StatCounter, la cuota de mercado de Google en Europa se seguía manteniendo por encima del 90% en 2023, por lo que la cuestión es que si en Estados Unidos se aplican remedios similares, el resultado podría ser el mismo. Esto resultaría relativamente beneficioso para una empresa cuya capacidad para afrontar las sanciones pecuniarias es elevada siempre y cuando no se le cambie su modelo de negocio.
Otra cosa muy diferente es lo que pasará a largo plazo. La sentencia sobre Google llega en un momento clave en el que la inteligencia artificial generativa amenaza con cambiar la forma en la que actualmente navegamos y creamos conocimiento en la web, lo que supone un ataque a la línea de flotación de los grandes gigantes tecnológicos. Sin duda alguna, volveremos a oír hablar de cómo se adaptan los GAFA a este entorno en los próximos meses. Estaremos atentos y esperemos que nuestra manera de entender esta revolución avance a la misma velocidad que la conducta de estas empresas y que los reguladores sean capaces – con ayuda del análisis económico – de dar respuesta a los cambios que se están produciendo en estos mercados para evitar perjuicios a la sociedad en su conjunto.
Hay 6 comentarios
Excelente entrada, Javier.
He echado en falta, como Sergei y Larry trataron de vender su tecnología al comienzo, de buscador de indexación por crawling o bots rastreadores que ordenaban los resultados en base a la relevancia de las búsquedas con el famoso algoritmo, frente al modelo inicial de indexación manual por portales web como por ejemplo Yahoo, que representaba el monopolio por aquel entonces.
Precisamente fue a Yahoo principalmente al que trataron de vender su producto, pero fueron ignorados y rechazados, lo que motivó que Sergei y Larry decidieron crear su propia empresa. Años más tarde, viendo la explosión de Google, Yahoo quiso en un último estertor comprar Google, pero ya era demasiado tarde.
De forma paradójica, Google con DeepMind ha sido el artífice o actor principal del desarrollo de la IA, una tecnología que en un principio ha denostado (comercialmente, tal vez porque podía atentar contra su modelo de negocio de publicidad online) siendo otros los que han aprovechado esa inacción para crear su propia empresa y tomar la delantera, como ha pasado con OpenAI y su servicio ChatGPT, aunque este nuevo campo si parte con suficientes competidores por el momento.
Continuando con mi comentario anterior, de lo que escribes en la entrada, a mi lo que me abruma es por un lado la tecnodependencia en una economía cada vez más digitalizada, y por otro la concentración del sector en estas grandes empresas localizadas en EEUU.
Pavor me da, que se alineen los intereses de líderes políticos que ambicionan el totalitarismo, como Trump en EEUU, con ese poder que ejerce la tecnodependencia, que continua in crescendo y que en Europa apenas sabemos contrarrestar.
China, parece que ha entendido que en el futuro quien domine la tecnología, conservará su autonomía e integridad frente a otros centros de decisión política y económica. Ya el informe Draghi alertaba sobre este punto, como se pudo leer en otra entrada de NeG.
En ese sentido, me gustaría conocer tu opinión al respecto.
Gracias por los comentarios, Jordi. El objetivo de la entrada era plantear que las conductas monopolísticas son peligrosas, vengan de donde vengan. Esto requiere mantener una actitud vigilante tanto con las grandes empresas de tecnología como con los países que pudieran acceder a alguna posición dominante en un sector o subsector específico. Ese es un trabajo para la opinión pública, a la cual va dirigido este blog. Saludos.
Gracias a ti, por una entrada tan interesante.
En cualquier caso, discúlpame si me disperso en ocasiones, o me salgo por la tangente en algunos comentarios. Trataré en adelante de ceñirme más al motivo central de lo propuesto en las entradas.
Un cordial saludo
El ptoblema de insistir en discutir monopolios es que los productos informáticos no pueden clasificarse tan fácilmente como los bienes. Y por tanto es difícil decidir cómo calcular la cuota de mercado.
Por eso pienso que debería insistirse en duscutir prácticas anti-competitivas, por ejemplo acuerdos de exclusividad, dumping, bundling y megafusiones.
En el fondo da igual si son bienes o servicios. En lo que nos debemos fijar - y ese es efectivamente el mensaje del post - es en la conducta de las empresas y no tanto en la estructura del mercado. Gracias por su comentario.
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