En la mayoría de los países las fórmulas tradicionales de votos matrimoniales suelen recoger alguna expresión del tipo ‘en la riqueza y en la pobreza’ para indicar que los contrayentes se comprometen a seguir juntos con independencia de las circunstancias económicas que atraviese la pareja. A pesar de ello, en no pocas ocasiones la causa del divorcio de muchas parejas es la mala situación económica.
Gary S. Becker (cuya figura se recuerda en entradas anteriores, como esta y esta) fue un pionero en aplicar el análisis microeconómico a otras interacciones que exceden de los mercados ‘tradicionales’ (mercados de productos y factores). Su forma de analizar las relaciones humanas, incluso las familiares, ha dado lugar a un nuevo campo, family economics, ampliamente desarrollado en la actualidad. Dentro de este campo de investigación, algunos autores plantean que el matrimonio es una institución que actúa como un seguro frente a los shocks económicos. Explicado de una manera simple, los individuos casados tienen una renta del hogar que es superior a la renta individual, de forma que en periodos de crisis económica con alto riesgo de desempleo si uno de los miembros de la pareja pierde su empleo todavía tiene acceso a la renta de su cónyuge, reduciendo así el impacto negativo del desempleo. Bajo esta perspectiva, en épocas de crisis económica, los matrimonios deberían aumentar, mientras que los divorcios deberían disminuir.
No obstante, existen otras teorías que predicen efectos distintos. La teoría del estrés psicosocial afirma que el desempleo y las dificultades económicas generan estrés en los individuos, exacerbando la discordia y las diferencias entre los cónyuges. Por lo tanto, los divorcios serían contra-cíclicos, a mayor tasa de desempleo aumentaría también el número de divorcios. Sin embargo, la perspectiva del coste del divorcio plantea que un divorcio tiene unos costes económicos que pueden ser muy elevados y que son más difíciles de asumir si uno o ambos cónyuges están desempleados. La predicción de esta teoría es que los divorcios son pro-cíclicos, a mayor tasa de desempleo disminuye el número de divorcios. Por último, existe una postura mixta que sostiene que ambas teorías son ciertas desde un punto de vista dinámico; el estrés psicosocial se acumula a lo largo del tiempo, por lo que el desempleo de periodos anteriores tiene un efecto positivo en los divorcios, mientras que el desempleo contemporáneo tiene un efecto negativo debido al coste del divorcio.
Si nos centramos en la evolución reciente de la economía española, si bien los datos más recientes indican una recuperación, los últimos años hemos vivido una situación con unas tasas de desempleo muy elevadas y crecimiento negativo de la producción. ¿Generó esta mala coyuntura económica algún tipo de efecto sobre los matrimonios o divorcios de los españoles? Aparentemente sí. El siguiente gráfico muestra la relación entre la tasa de desempleo agregada de España y las tasas de matrimonio y divorcio (definidas como el número de matrimonios o divorcios por cada mil habitantes):
Matrimonios, Divorcios y Desempleo en España
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE)
La evolución de la tasa de divorcio aumentó ligeramente entre 1998 y 2004. Después de eso, se observa un aumento pronunciado de esta tasa hasta el año 2006 coincidiendo con la introducción de la llamada ‘ley del divorcio exprés' en 2005. Esta reforma de la ley redujo e incluso eliminó algunos de los requisitos legales necesarios para obtener un divorcio (como el periodo de separación previa) e introdujo el divorcio unilateral en España. Bajo este nuevo régimen legal, el divorcio puede concederse a petición de cualquiera de los cónyuges, si ambos cónyuges han estado casados durante al menos 3 meses. El efecto del cambio legislativo no es único de España, ya que diversos estudios (principalmente para el caso de Estados Unidos) comprueban que cambios en las leyes que regulan el divorcio tienen influencia (aunque temporal) en el número de divorcios. A partir de 2006 la tasa de divorcio comienza a descender hasta mantenerse relativamente estable alrededor de 2,1 divorcios por cada mil personas desde 2008 hasta el final de la muestra en 2013. Dicho descenso de la tasa de divorcios coincide en el tiempo con un fuerte incremento de la tasa de desempleo, consecuencia de la crisis económica, aunque también puede ser debido a la desaparición del shock temporal que supuso el cambio en la ley. Respecto a la tasa de matrimonio, durante todo el periodo muestra una tendencia decreciente, aunque esta tendencia también se agudiza los últimos años coincidiendo con la crisis económica. Así pues, sí que parece haber algún tipo de relación entre estas variables. De hecho, este brusco descenso en los divorcios no pasó inadvertido a algunos medios extranjeros; tanto The New York Times como The Guardian resaltaron estas inesperadas consecuencias sociales de la crisis económica en España.
Recientemente he tenido la oportunidad de realizar junto con Miriam Marcén un estudio sobre la relación entre matrimonio, divorcio y desempleo en España. Esta investigación ha sido financiada por la Fundación BBVA (convocatoria 2015 de Ayudas a Investigadores, Innovadores y Creadores Culturales). Utilizando datos del INE a nivel provincial para estudiar el periodo de 1998 a 2013 planteamos diferentes modelos para explicar la relación entre los patrones maritales de los españoles y el ciclo económico, que se aproxima con la tasa de desempleo. La variable endógena es una medida relativa del número de divorcios o matrimonios por provincia (el número de divorcios o matrimonios por cada mil habitantes) y la principal variable explicativa es la tasa de desempleo provincial, aunque se incluyen otras variables para controlar el cambio en la ley de divorcio y algunas características provinciales.
Los resultados confirman que el cambio en la ley de divorcio nacional producido en 2005 tuvo un efecto significativo en los divorcios, que aumentaron, aunque este efecto es transitorio, como ha ocurrido en otros países. Además, se observa que anteriormente al cambio en la ley el desempleo no tenía ningún efecto en los divorcios, pero después del cambio legislativo el efecto es pro-cíclico: a mayor desempleo menor número de divorcios. Esta clase de efecto pro-cíclico es similar al que encuentran otros estudios que analizan otros países, muchos de ellos centrados en Estados Unidos.
Pero hay una característica especial del caso español que relaciona los patrones de los divorcios con la geografía. El siguiente mapa muestra la distribución de la tasa de divorcio (número de divorcios por cada mil habitantes) por provincia en el año 2010 (los demás años presentan un comportamiento similar):
Tasa de divorcio por provincia, año 2010
Resulta obvio que existen diferencias geográficas; en general, las provincias costeras tienen una tasa de divorcio por encima de la media, mientras que en las provincias interiores los valores de la tasa están por debajo de la media. Este curioso patrón espacial ya fue destacado en una noticia publicada en la edición digital de el País. Merece la pena resaltar que ni la tasa de matrimonio (que no exhibe patrón geográfico alguno) ni la tasa de desempleo (que presenta diferencias geográficas, pero con un patrón Norte-Sur) muestran un comportamiento similar. Cuando se estima el efecto del desempleo teniendo en cuenta este patrón geográfico, introduciendo una interacción entre la tasa de desempleo y una variable que mide si la provincia tiene acceso al mar o no, se obtiene que en las provincias costeras el efecto del desempleo es pro-cíclico, mientras que en las provincias interiores el efecto es exactamente el contrario, aumentando los divorcios con el desempleo. Dichas diferencias son estadísticamente significativas.
Respecto a los matrimonios, se obtiene un efecto negativo muy robusto, que indica que a mayor desempleo menor número de matrimonios, independientemente de cualquier otro factor. Incluso cuando se considera un periodo temporal más amplio (1985-2013) los resultados no varían. Finalmente, cuando se introducen retardos en la especificación no se encuentra ningún tipo de efecto dinámico significativo del desempleo ni en los divorcios ni en los matrimonios, lo que indica que la única tasa de desempleo que importa es la contemporánea, descartando por lo tanto cualquier efecto acumulativo con el tiempo del desempleo sobre los divorcios o matrimonios.
Estos resultados clarifican la relación que existe en España entre matrimonio, divorcio y desempleo a nivel agregado, pero abren nuevos interrogantes, como qué factores pueden explicar los diferentes comportamientos geográficos del divorcio, o qué papel juegan algunas circunstancias individuales como la renta del hogar o el número de hijos. Para resolver estas cuestiones actualmente estamos trabajando con información individual de encuestas (micro-datos) en lugar de tasas agregadas, lo que nos permitirá estimar la probabilidad de divorcio dependiendo de la situación geográfica y otras características individuales.
Hay 5 comentarios
Muy interesante el artículo. Gracias! No he tenido ocasión de leer vuestro trabajo todavía así que a lo mejor mi comentario no es relevante pero me pregunto si los datos os permiten controlar muy bien por edad. Cuando uno mira un mapa de envejecimiento de la población de España por provincias no es muy distinto de vuestro mapa con la tasa de divorcio siendo las provincias costeras la más “jóvenes” de España. Por otro lado, los últimos datos del INE informan que la edad media al primer matrimonio era de 33 años en 2014 y que los matrimonios disueltos por divorcio tienen una duración media de 15,4 años, por lo tanto, ceteris paribus, el divorcio es más probable en provincias relativamente más jóvenes, ¿verdad?. El control por edad también me parece muy importante por la distinta evolución que ha tenido la tasa de paro por grupo de edad a lo largo de la crisis.
Gracias de nuevo!
Sara Ayllón
Hola Sara
Me alegro de que te haya gustado el artículo, gracias. Efectivamente, se ha producido un cambio importante en la edad a la que las parejas se casan, que cada vez es mayor, tienes razón. Uno de los controles que introducimos en las estimaciones es la edad media por provincia, en algunos casos sale significativa y en otros no, pero los resultados son robustos a su inclusión. Actualmente estamos trabajando con los microdatos de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) que ofrecen un montón de información individual, como la edad y el estado civil, esperamos que con estas estimaciones con datos individuales el efecto de algunos factores (no solo la edad, la renta, el número de hijos, etc.) quede más claro.
El mapa de los divorcios casi es calcado al del porcentaje de matrimonios del mismo sexo sobre el total: http://elpais.com/especiales/2015/matrimonio-homosexual/ Así que creo que la explicación, más que económica, es sociológica, de valores sociales más tradicionalistas o más 'liberales' o como lo quieran llamar. También ambos mapas coinciden grosso modo con el peso de la población urbana.
Hola Rafa
Tienes razón, ambos mapas son similares, y una de las posibles explicaciones puede ser la que apuntas, diferencias sociológicas o culturales entre las regiones interiores y las costeras. Respecto a la naturaleza del fenómeno (cultural, sociológico o económico), todas las ciencias sociales tienen puntos comunes y a veces se interrelacionan. De hecho, hay un campo de investigación económica que estudia la relación entre los factores culturales y algunas variables económicas, como el crecimiento económico. Nosotros en las estimaciones intentamos aislar el efecto de la variable económica, el desempleo, controlando todos los demás factores de la mejor forma que se nos ocurre, pero obviamente el efecto de la cultura también está presente. Sobre el efecto de la población urbana, probamos a introducir como control el porcentaje de población urbana de la provincia, y los resultados no cambian.
No veo que se considere un comportamiento estratégico en relación a las ayudas sociales. Lo cierto es que una renta familiar afectaría a la ayuda a personas en situación de desempleo y precariedad. Entiendo que hay un incentivo para un divorcio simulado.
(Del que, te adelanto, no tengo datos. Es una suposición)
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