Un recuerdo breve de Gary Becker

Llegué a Chicago en Agosto del año 1991 para realizar mis estudios de doctorado, sabiendo lo justo de economía. La primera clase era por supuesto la suya de Price Theory. Para todos nosotros aquella clase era simplemente una experiencia aterradora, como comenta Luis, fascinante y sobre todo reveladora. Como economista había un antes y un después de su clase. Hasta entonces la economía había sido para mi una serie algo desconectada de modelos que ilustraban esta o aquella situación. En su clase, la experiencia más fascinante que he tenido como estudiante, uno quedaba simplemente impresionado del enorme poder de la lógica económica para entender la realidad social; estupefacto de la enorme convicción con la que Gary Becker utilizaba los fundamentos básicos de la economía para entender problemas que afectaban cada rincón de dicha realidad social. Era un antes y un después porque una vez absorbidas el raudal de ideas que era su curso uno quedaba contagiado del entusiasmo de Becker por la economía como herramienta y preparado para el enorme viaje intelectual que es la investigación; lo que había empezado como una aventura acotada se había convertido en una sin limites donde todo lo concerniente a lo social era sujeto de investigación económica. Esa convicción en el poder de la lógica económica, “tan de Chicago”, se la debó en gran medida a él.

Cuando él y Jose Scheinkman me pidieron a mi y a Giorgio Topa que fuésemos sus ayudantes en sus cursos de Price Theory tuve la oportunidad de conocerlo mejor y apreciar su enorme humanidad y sentido del humor. Fue una experiencia exigente pero increíble.

La anécdota que recuerdo sin embargo de Becker no viene de mis años de estudiante sino de cuando ya era profesor en la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago, ahora Booth. Recuerdo una comida en el “faculty club” en la mesa de Merton Miller, siempre llena de gente. A mi lado había un sitio vacío que tomó Becker, uniéndose inmediatamente a la conversación que iba sobre temas de finanzas. En un momento de la conversación, y en un aparte, le hice un comentario sobre un tema de regulación financiera, si no recuerdo mal. Apareció esa media sonrisa suya que surgía cuando no estaba del todo de acuerdo con su interlocutor. Empezamos a debatir y a debatir y a debatir. El resto de los comensales se marchaban de uno en uno pero no él, que no cejaba en su intento de llegar al fondo de la cuestión. Nos quedamos solos en la mesa. No me iba a dejar irme sin que cerrásemos el tema que sinceramente no recuerdo bien, ni la conclusión, pero sí la impresión que me dejó su enorme seriedad y dedicación: la economía era una cosa seria y las ideas más todavía. También la admiración que me producía su inagotable curiosidad por entenderlo todo, por agotar los argumentos y ver hasta donde nos pueden llevar; y lo divertido que era hablar con él. Fue una clase más.

 

Hay 1 comentarios
  • Me ha gustado mucho este post. Qué importante es en la vida cruzarse con gente que inspira y aporta. Muchas gracias.

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