El Gran Agotamiento – Los efectos de la pandemia en el empleo de las madres (II)

Por Cristina Lafuente, Ludo Visschers, Raul Santaeulalia-Llopis y Astrid Ruland.

En el post anterior, mostrábamos cómo hay movimientos interesantes en la antigüedad media de las parejas con hijos. En particular, el cierre de la brecha de género durante la gran recesión (resultado del incremento de la antigüedad de las mujeres) y la re-apertura de éste después del COVID. Unido a la observación de que cae el empleo fijo de las madres cae en 2020 y no se recupera, la pregunta es ¿quién está perdiendo (ganando) empleo, las mujeres con empleos más estables (o menos)?

Tratamos de responder a esta pregunta con regresiones cuantílicas. Al contrario que las regresiones lineares tradicionales, que estiman la media, las regresiones de cuantiles tratan de predecir otros puntos de la distribución de la variable de interés: en nuestro caso, la mediana, el 25% más bajo y el 75% más alto. Esto nos permite por una parte controlar por la composición en términos de educación o sector y centrarnos en el efecto agregado del tiempo en cada punto de la distribución. También controlamos por la antigüedad de la pareja, punto al que volvemos luego. Nos centramos aquí en trabajadores con contrato fijo entre 30 y 35 años que conviven con una pareja (casados o no) del sexo opuesto. Esto nos quita los efectos de la edad (que son notables). Nuestros coeficientes están presentados en el gráfico 4.

Gráfico 4: Coeficientes de las variables temporales de las regresiones cuantílicas

(a) Parejas con hijos menores de 10 años
(b) Parejas sin hijos

Cada coeficiente (con sus intervalos de confianza) muestra el efecto agregado que recuperamos tras las regresiones. Se aprecia una ola que empieza en el percentil 25 y luego pasa por el 50 y el 75. Esta ola representa el efecto de la Gran Recesión: tanto por el efecto “last in first out” (los despidos se concentran en los trabajadores que menos llevan en la empresa) como por la caía de las contrataciones, el percentil 25 sube – faltan novatos. Cuando vuelven las contrataciones, a partir de 2014, el percentil 25 cae de vuelta al valor de antes de la crisis. Las trabajadoras que un año eran las novatas (percentil 25) se convierten en veteranas (percentil 50) a medida que pasan los años, lo cual explica la ola con retraso que se ve en el percentil 50 y más tarde en el 75. Esta ola es más pronunciada para las madres que los padres, con diferencias significativas de los coeficientes de 2013 a 2017.

El covid acelera la tendencia a la baja, pero en el caso del percentil 75 lo hace de manera abrupta. Esto contrasta con los que pasa en los hombres, cuya antigüedad sube a todos los niveles. La caída entre las mujeres con mayor antigüedad sólo se puede explicar si las de más antigüedad desaparecen en el año 2021. Esto nos dice que la caída del empleo fijo entre las madres viene en gran parte de mujeres con trabajos más estables.

¿Es esto el efecto de los hijos o del sexo? El panel b del gráfico 4 nos muestra los mismos coeficientes para parejas heterosexuales de la misma edad, pero sin hijos. No se aprecian grandes diferencias entre los dos grupos, por lo que podemos decir que son los hijos, y las demandas de cuidados asociados, lo que marca la diferencia para las mujeres.

Si agregamos el coeficiente de la antigüedad de la pareja a los coeficientes temporales, el gráfico 5 nos dice que esta pérdida de antigüedades altas está dominada por aquellas mujeres que tienen parejas de antigüedad mayores. Es decir, mujeres cuyas parejas tienen también empleos muy estables. Esto sugiere que son las parejas donde el padre se puede permitir seguir empleado en las que la madre pierde o deja el trabajo. Esto es consistente con la subida de antigüedad de los hombres con hijos en el percentil 75: algunos hombres que habrían cambiado de trabajo se quedan mientras sus parejas cambian de trabajo o se van. Exploramos esta idea un poco más al final. El panel (b) del gráfico 5 no muestra que haya un efecto de la antigüedad de la pareja en la propia de las mujeres. Es un fenómeno específico de las mujeres con hijos.

Gráfico 5: Coeficientes de las variables temporales de las regresiones cuantílicas, añadiendo la interacción con la antigüedad de la pareja

(a) Mujeres con hijos pequeños
(b) Mujeres sin hijos pequeños

En estas regresiones sólo incluíamos a parejas donde los dos están empleados. En el artículo tenemos también regresiones sin controlar por el estado de la pareja y vemos resultados similares – no es sorprendente ya que hay muy pocos hombres de esta edad que no estén trabajando. También investigamos el impacto en nuestros resultados de la educación y el tipo de ocupación, en la escala tares abstractas, rutinarias y manuales. Los resultados confirman que son las mujeres más formadas y con trabajos abstractos (más fáciles de realizar a distancia) las que abandonan o pierden el empleo.

¿A dónde van estas mujeres? Nuestras respuestas preliminares son: a trabajos con menos horas, al paro y al autoempleo. No apreciamos que se vayan a trabajos a jornada completa, sí que vemos que hay un pico de las que responden (estando empleadas) que quieren cambiar de trabajo) en 2021. Presumiendo que lo hagan, vemos que las horas efectivas semanales también caen y no se recuperan (mientras en que en las parejas sin hijos se ha cerrado la brecha de género). Vimos también que sin condicionar por la edad subía el autoempleo. Y eso nos encontramos de nuevo, aunque la subida es modesta. También el paro es un poco más elevado – pero el paro, no la inactivad: estas mujeres no están saliendo del mercado laboral, lo que tiene sentido ya que hablamos de mujeres muy activas laboralmente. Sin embargo, perder empleo estable tendrá un coste mayor para ellas.

En nuestro estudio comparamos España con otros países europeos (Francia, Italia, Portugal, Holanda, Austria, y Grecia de momento) usando la EPA europea (EU-LFS). A primera vista, no encontramos este efecto en otros países europeos. Pero desagregando por educación, encontramos mujeres con educación superior y con mucha antigüedad perdiendo empleo en el sur de Europa: Italia y Grecia (menos en Portugal) pero no en el resto, donde la similitud entre las trayectorias entre hombres y mujeres se mantiene. Esto nos lleva a plantearnos que lo que está detrás de los resultados, sin datos más micro para avalarnos, son las normas de género y la carga que imponen a las mujeres en los cuidados y el trabajo doméstico.

Si las normas de género resultan ser la causa de las pérdidas de empleo de las madres, la mala noticia es que desde un punto de vista político es muy difícil intervenir. Dejando a un lado la (probablemente virulenta) oposición de los que considerar el Estado se meta en los asuntos privados de las parejas, podemos pedir más medidas de conciliación, como piden desde MalasMadres. Sin embargo, el covid nos ha enseñado que la conciliación forzada (y extrema) del teletrabajo puede acabar en sobrecargo de las mujeres. La solución es acabar con la brecha de tiempo en los cuidados y el trabajo doméstico no remunerado. Las bajas por maternidad/paternidad intransferibles van en este sentido, pero como ya han señalado algunas voces críticas, la ley no puede controlar cómo los padres usan el tiempo de la baja. Si una vez pasado este periodo la pareja revierte a los roles tradiciones, la mayoría de los cuidados recaerán otra vez en las mujeres. Algunas elegirán trabajar menos horas remuneradas para poder “llegar a todo”.

¿Qué podemos hacer entonces? En los temas de género los economistas tendemos a intentar racionalizar todas las decisiones de los individuos y llevarlas al terreno de los incentivos económicos. En este ámbito, las normas de género son muy difíciles de abordar. Es muy probable que un profundo cambio en las normas sociales, el feminismo, tenga una mayor influencia que cualquier incentivo económico en cómo se toman las decisiones dentro de las parejas. Un posible mecanismo: la amplia discusión de ideas feministas como la crianza compartida en la esfera pública ponen el foco en la fuente del problema. Hacer a los individuos conscientes de sus perjuicios puede hacerles cambiar de conducta (ver aquí). Protestas más drásticas para dar aún más visibilidad al problema también podrían funcionar. Aquí quizá nuestra mejor contribución como economistas es seguir documentando con rigor las brechas de género y divulgando todo lo que podamos.