En la primera entrada de esta serie discutí la teoría valor trabajo de Karl Marx. Argumenté que aunque esa teoría sólo funciona cuando hay rendimientos constantes a escala, un único producto y el trabajo es homogéneo (¿Cómo calcular la equivalencia de 90 minutos míos en el terreno de juego con 90 minutos de Griezman?), su mensaje es correcto en el sentido de que en un mundo sin imperfecciones informacionales o de acciones la propiedad no juega ningún papel. Sin embargo cuando consideramos esas imperfecciones, que agrupamos en términos como selección adversa, riesgo moral y costes de transacción, la propiedad es un garante seguro de que ciertas cosas funcionen al menos razonablemente. Por lo tanto la teoría del valor trabajo podría haber sido un buen punto de partida para discutir el papel de la propiedad pero no para negar su utilidad.
En esta segunda entrada me propongo discutir otro de los pilares del marxismo a saber la importancia de quitar el velo a las relaciones comerciales y analizar que hay detrás.
Detrás de lo aparente
Marx acusaba a muchos de sus contemporáneos economistas de contentarse con estudiar los intercambios y la producción pero negarse a ver qué había detrás de ellos. Así que él pergeñó una teoría de este más allá material. Las relaciones de producción engendran clases sociales que luchan por apropiarse del excedente. Como pasó con la teoría valor trabajo, Marx fue excesivamente estrecho al analizar tal lucha, que, sin embargo, para mí, es fundamental para comprender los fenómenos económicos.
Déjenme remarcar que no hay nada malo en estudiar el mercado, sus aciertos y sus fallos así como los sistemas de votación, etc. pero ahí no debería acabar la historia. Detrás de esas relaciones comerciales y políticas hay agentes que tienen intereses comunes y que pueden formar coaliciones para mejor alcanzar sus intereses que en una primera aproximación pueden identificarse como apropiarse de la máxima cantidad de excedente. Y hay también recursos naturales indispensables para la producción y la generación de energía, recursos que son poseídos por entidades. Tales posesiones han sido alcanzadas en muchos casos por luchas, a veces muy violentas. En palabras de Marx "en la historia real, es notorio que la conquista, esclavización, robo, asesinato, en breve, la fuerza, han jugado un gran papel" (Capital (1867), p. 507). Aquí cabe señalar que Marx no fue el primero en estudiar tales fenómenos, conocidos y analizados desde la antigüedad clásica y muy presentes en la obra de Maquiavelo. Pero sí fue el primer economista en ponerlos en el centro de su análisis.
En la actualidad no es difícil encontrar artículos y libros que analizan el conflicto de intereses desde una perspectiva moderna. El lector interesado en la economía política de los recursos naturales puede empezar con este survey de Frederick van der Ploeg (publicado en 2011 en el Journal of Economic Literature) e ir a su página web para seguir sus trabajos más recientes. Tambien se pueden consultar las páginas web de Dominic Rohner (autor de The Peace Formula, Cambridge University Press 2024), y de investigadores españoles como Antonio Cabrales, María Cubel, Santiago Sanchez-Pages, Dani Cardona, Antoni Rubí, Jenny de Freitas, Diego Moreno, Joan María Esteban Marquillas y de otros que trabajan en España como Mihail Drugov y Marco Serena entre otros (que me perdonen si se me ha escapado algún nombre). Respecto a los recursos naturales y la energía, en mi universidad tenemos un laboratorio dirigido por Natalia Fabra y centrado en cuestiones como la eficiencia energética, la regulación de las empresas productoras de energía, etc. Finalmente quiero señalar el auge que está tomado la geografía económica, una disciplina que por razones inconfesables fue eliminada de los primeros planes de estudio en nuestras facultades. Es importante saber que países tienen qué y cerca de quienes están para entender algo del mundo como muestran los acontecimientos recientes (tierras raras, etc.). En definitiva aunque el estudio de lo que hay detrás de los mercados todavía está desarrollándose, existe abundante literatura y hay la firme creencia de que nuestro trabajo traerá todavía más frutos. El último libro de Acemoglu y Johnson, Poder y Progreso, también va en esta dirección. Por lo tanto no puede tildarse a la economía moderna de ignorar lo que hay más allá de los mecanismos de asignación tradicionales.
Un marco conceptual
La economía copia, o más bien intenta copiar muchas cosas de la física. Y así como existe una física que nos ayuda en problemas concretos existe otra que trata de poner todos los elementos juntos y ver si hay un marco conceptual que los haga compatibles. Y aunque la economía está lejos de tener algo parecido a las ecuaciones de Navier-Stokes.[1] que describen en un marco unificado los movimientos en un líquido viscoso, nos movemos en esa dirección.
Así que hace bastante tiempo los economistas se han preguntado si hay un marco conceptual detrás de situaciones en las que los agentes asignan los recursos a través de luchas, sean estas guerras entre grupos, conspiraciones, sobornos, corrupción, sabotaje, búsqueda de rentas, torneos (deportivos o no), etc. Y la respuesta es que detrás de todas estas situaciones hay una contienda, que es una situación en la que un grupo de agentes ponen esfuerzo en alcanzar uno o varios premios. Y hay una percepción ex ante de como tales premios son alcanzados a través de los esfuerzos de los contendientes. El estudio de las contiendas se ha ido desarrollando sotto voce en los últimos 40 años pero en la actualidad existe un corpus de doctrina teórica, experimental y aplicada que es capaz de arrojar luz sobre los fenómenos antes citados. Mi coautora Carmen Beviá y yo hemos dedicado buena parte de los años entre 2015 y 2024 a codificar todo lo que sabemos sobre esos temas en nuestro libro.
Resumiendo
La economía moderna tiene tres patas: la teoría basada en una formulación matemática (ya que nuestros sistemas son increíblemente complejos y no son analizables verbalmente), los experimentos, que nos ayudan a refinar la teoría y los datos y análisis econométricos que nos dan una idea de la magnitud de las fuerzas que la teoría ha supuesto. Detrás de todo ello hay mucha reflexión y mucha elaboración conceptual. En ese sentido, Marx no nos presentó algo que podamos hoy identificar como moderno a pesar de que usó ilustraciones numéricas y dio muchos ejemplos históricos de cómo sus teorías podrían ser aplicadas. Pero su insistencia en estudiar lo que hay detrás de las bambalinas fue acertada, aunque demasiado simple por lo que hoy seguimos cavando en el hoyo que él señaló. Con mejores instrumentos y dispuestos a aceptar nuestros errores.
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[1]Por cierto no se conoce una solución general a estas ecuaciones, como tampoco sabemos ¡¡¡por qué los aviones se sostienen en el aire!!!
Agradezco a Carmen Beviá, Antonio Cabrales, Santiago Sánchez-Pagés y Juan de Dios Moreno-Ternero sus comentarios a una versión preliminar de este trabajo. Todos los errores y omisiones son responsabilidad del autor.
Hay 1 comentarios
Interesante entrada. Como dijo Marx: - Yo no soy marxista - o también - Los filósofos sólo han intentado interpretar el mundo, de lo que se trata ahora es de transformarlo - . Yo expongo de forma breve mi punto de vista.
La brevísima y tortuosa historia de la economía de nuestra joven especie pivota en torno a una decisión fundamental ¿Qué hacer con nuestro riesgo existencial?
En este sentido, caben dos posibilidades. Una, mutualizar el riesgo, en una política de no dejar a nadie atrás (renta básica, redistribución, etc.) o dos, sálvese quién pueda, que cada cual asuma su cuota de riesgo (nada es gratis), y emplear esto como un incentivo individual que socave cualquier noción de solidaridad incondicionada.
Dependiendo de nuestra inclinación por el tipo de respuesta saldrá un modelo económico u otro (con escasas posibilidades de hibridación)
El problema de la economía no es una cuestión de márgenes y escasez, sino de gestión integral universal y mancomunada si aceptamos el primer modelo (todo es gratis).
Marx está superado, aunque parte de su diagnóstico, como filósofo de la sospecha fue fecundo y contribuyó a suturar las heridas aberrantes que nos infringió el palo de hockey.
Un saludo.
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