En el último año hemos asistido a un ejemplo más de cómo la acción política no atiende, por lo general, ni a la teoría económica ni a las evidencias empíricas. Es la política del “hacer por hacer” y confundir (a propósito) objetivos con resultados.
Como ya expusimos en este blog, las políticas públicas deben siempre ser evaluadas, aún más en pandemia. Pero antes de evaluarlas hay que decidir cuáles aplicar y de qué forma, siendo el criterio mínimo exigido el sentido común (ojo, ¡el sentido común!).
La crisis mundial derivada de la pandemia ha sido más relevante en España por la dependencia del sector turístico y para tratar de incentivar la demanda y recuperar niveles anteriores, varios gobiernos regionales de España han implementado una política similar: el bono turístico.
No es una idea originaria de España. De hecho, The Economist se planteó hace un año si es esta la mejor manera de que los contribuyentes apuntalen los puntos de interés turístico.
Ante la proliferación de estos mecanismos en España, y aunque lo discutimos sucintamente hace unos meses, por actualidad los traemos a debate: ¿son los bonos turísticos una buena medida?
¿Qué son los bonos y quiénes lo han aplicado en España?
Los bonos turísticos suponen usar dinero público para incentivar la demanda de servicios turísticos. Este se configura generalmente en forma de descuentos aplicados a residentes de la región, nacionales o turistas en general, con cuantías de subvención máximas.
En España lo han aplicado al menos 12 regiones y sus principales características se resumen en la tabla siguiente:
Bonos turísticos en España. 2020-2021
Fuente: Elaboración propia a partir de Tourinews y El Mundo. (*) No es definitivo.
Las cuantías utilizadas por las regiones (no disponemos de toda la información, por aquello de los problemas de transparencia de las Administraciones) van de los 9 millones de € de Andalucía, a los 5 de Madrid o los 16,5 que estima utilizar Canarias.
¿Por qué un bono turístico es un mal uso del dinero público?
Contextualicemos: España se encuentra sumido en una importante crisis económica en la que, a diferencia de las anteriores, no ha habido shock de oferta o demanda endógeno (salvo que consideremos la pandemia como fruto del sistema…).
De hecho, aunque en 2020 la renta bruta disponible de las familias cayó un 3,3%, la tasa de ahorro aumentó un 14,7%, elevando la capacidad de financiación de las familias al 6,5% del PIB, el mayor valor de la serie (aquí los datos). Es decir, quienes han mantenido su empleo (importante matiz), es muy probable que dispongan de más dinero ahorrado que en 2019.
En este marco, la secuencia de preguntas es la siguiente: ¿debe intervenir el sector público para incentivar la demanda turística, principal sector de la economía nacional? La respuesta es sí, para tratar de acelerar el proceso de recuperación. La siguiente cuestión es: ¿debemos financiar con dinero público los gastos turísticos? La respuesta es, desde mi humilde opinión, no.
Los motivos para esta respuesta negativa son los siguientes:
1. En primer lugar, porque todas las políticas de bono turístico se han hecho (o se van a hacer, en el caso de Canarias), independientemente del nivel de renta del individuo. Es decir, se paga lo mismo seas rico o menos rico, y no conozco definición de medida regresiva mejor que esta.
2. Los datos previos a la pandemia muestran que solo pueden viajar las personas de mayor renta. Del trabajo de David Boto, para hábitos de turismo en España, se puede derivar que los individuos de baja renta y poca formación serán los que más reduzcan su probabilidad de viajar, ya que su menor hábito viajero les hace más propensos a dejar de consumir ese bien. Por ejemplo, como explicaba Dani Cela, casi la mitad de los andaluces no pudieron permitirse viajar antes de la pandemia por su bajo nivel de renta.
3. En la situación actual de pandemia la decisión de viajar no está necesariamente condicionada por la renta (recuerde, quienes no han perdido el trabajo es muy probable que hayan ahorrado más), sino por el miedo al contagio durante el viaje. Esto hecho es lo que habría que mejorar para que los individuos decidan viajar.
4. Con todo lo anterior, el sector público interviene en los mercados ante la existencia de fallos en el mismo y/o para corregir o incentivar externalidades. En otras palabras: las medidas que se establezcan deben modificar comportamientos o crear incentivos. Si no es así, ¿para qué aplicarlas? ¿qué efectos generarán? Piénselo de otra forma: ¿cuántos consumidores cambiarán su decisión de no viajar por la de viajar al verse reducido el coste del alojamiento en un porcentaje determinado (sabiendo que quienes viajan son los de mayor renta)? Es decir, ¿incentiva nueva demanda la medida o simplemente reduce el coste de quienes ya habían decidido viajar? Dado que la política afecta a los más ricos, su decisión de viajar no se modificará sustancialmente por abaratar el alojamiento (todo ello suponiendo que, efectivamente, se abarate), por lo que la política no es efectiva.
5. Genera una negativa competencia (entiéndase el oxímoron) entre regiones que creen que gastando más dinero público en bonos turísticos evitarán que sus consumidores locales no viajen a otras regiones.
Me atrevo a afirmar que ninguna región evaluará los resultados de estas políticas, más allá de afirmar “el bono ha sido un éxito porque se han gastado los fondos disponibles para ello”. ¡Pues claro que se gastan, porque los individuos iban a viajar igualmente!
¿Qué debemos hacer?
Si se desea incentivar nueva demanda (no hacer más barato a quienes ya iban a viajar), que debería ser el fin de la política, habría que:
1. Hacerlo dependiente de la renta, para así incentivar a las personas de menor nivel de renta y no usarlo para quienes no lo necesitan y no van a modificar su consumo por ello.
2. Generar confianza a los consumidores para que puedan viajar. Y la confianza ahora mismo se gana con la vacunación.
3. Evaluar la medida para conocer si se debe, o no, aplicar. Para ello es necesario invertir en análisis económico que sea capaz de analizar efectos causales. Y en España deberíamos haber, al menos, diseñado un esquema de incentivos que permitiese alcanzar mejor los objetivos planteados.
¿Recuerdan el cheque-bebé de 2007, por el que se pagaron 2500€ por cada niño nacido, independientemente de la renta? Pues las diferencias con el bono turístico son reducidas.
Y si no se entiende con esta comparación, nada más tengo que aportar. Recuerden: nada es gratis.
Hay 8 comentarios
Un análisis muy desacertado, en mi opinión.
1. La alternativa al "cheque-regalo" es la transferencia directa a los hoteles (como existe en muchos otros países de la unión). El cheque regalo tiene la ventaja de dirigir la subvención a aquellas empresas que tienen mayor potencial de supervivencia tras la crisis, y, por tanto, es más eficiente.
2. La mayoría de las políticas requiere que uno vaya a un hotel en su propia CA. Dudo mucho que "personas de renta alta" utilicen ese servicio. Lo más probable es que se afecte a pensionistas y jóvenes.
3. Precisamente por el punto 2., es improbable que haya muchos consumidores "inframarginales", que tanto le preocupan.
Finalmente, una transferencia independiente de la renta no es regresiva, sino neutra. Para ser regresiva, requeriría que el importe del cheque fuera mayor para los más ricos. Que un profesor de economía escriba semejante barbaridad da que pensar.
Estimado Daniel,
gracias por sus comentarios. Le respondo ordenadamente:
1. La alternativa al bono turístico no tiene porqué ser una transferencia directa. Puede ser no utilizar dinero público para tales menesteres o, al menos, aplicar otra que tenga alguna incidencia sobre las decisiones de empresas o consumidores. En cuanto a que se destina a las empresas supervivientes, estoy de acuerdo con Vd. pero un matiz: algunos programas excluyen a determinadas empresas (alojamientos como Airbnb no están contemplados) o establecen restricciones de acceso al mismo.
2. No disponemos de información previa para poder evaluar la política. Ambos partimos de supuestos y, como le expongo a partir de la evidencia empírica, los que viajan pertenecen a rentas altas en España. Y hablo de turismo interior (vea el trabajo de David Boto que cito). Además, la tasa de ahorro ha aumentado (para las rentas más altas, probable). Todo ello me lleva a suponer que la ventaja será para las rentas más altas que ya iban a viajar.
3. En mi humilde opinión, podrán ser más los "inframarginales" que los totales, por el punto 2. que he ccomentado
4. El uso del concepto de regresividad no es acertado por mi parte. Debí expresarlo como lo planteo en el texto: beneficia a los ricos. Y eso es lo que quise transmitir. Lamento que este matiz le haga pensar tan mal sobre mi trabajo.
Espero haberle respondido.
Un saludo
Juan Luis Jiménez
Un efecto positivo del "cheque-regalo" es que fomenta el empleo, pues se garantiza un servicio por parte del establecimiento hotelero. Y creo que es éste el principal objetivo de esta política.
Un sinsentido (como en tantísimos ámbitos) el limitar la ayuda a los residentes en una determinada comunidad autónoma. Pero son los reinos de Taifas que por desgracia nos hemos dado.
Estimado/a,
precisamente las dudas surgen porque no espero que ello suceda. La razón está en el post: si se está subsidiando a turistas que iban a viajar igualmente (con subsidio y sin subsidio), no habrá el efecto sobre el empleo que Vd. comenta. Solo le estamos ahorrando dinero al turista.
Por otra parte, la competencia de las CCAA por subsidiar es aún más dañina para todos si, finalmente, estas ayudas no tienen efectos.
En cualquier caso, es necesario realizar evaluaciones de estas políticas para poder evitarlas o corregirlas en el futuro.
Un saludo
Juan Luis Jiménez
Buen artículo!
Desconozco el resto de CCAA, pero en Andalucia si tienen en cuenta el nivel de renta, para un descuento del 50% o del 25%
Estimado Pablo,
gracias por la información. Debía matizar ese detalle ya que, creo, es el único caso donde al menos se realiza tal distinción. En cualquier caso, mejora el diseño pero no invalida el argumento utilizado: es un subsidio a las rentas altas que ya iban a realizar vacaciones.
Un saludo
Juan Luis Jiménez
Mi primera reacción es que financiar vacaciones es financiar productos de lujo o mejor dicho no de primera necesidad. Me suena a populismo político fácil. En mi medio social nos movemos a diferentes tipos de vacaciones ( insulares, nacionales otros y cruceros otras aparte de internacional) y solo estamos esperando que se den las circunstancias posibles de viajar seguro y sin restricciones. No estamos esperando por subvenciones ni bonos turísticos. En resumen no me parece más que llover sobre mojado
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