Ilusiones con las pensiones

Recientemente he escrito dos artículos sobre el sistema español de pensiones. Uno ha aparecido en un libro coordinado por José Antonio Herce y recoge los puntos de vista de numerosos investigadores y expertos. Otro será publicado, también junto con otras contribuciones muy variadas, en el próximo número de Papeles de Economía Española, coordinado por Eduardo Bandrés, gran conocedor de las políticas públicas en España.

Aunque este tipo de artículos no dan puntos en los curriculum vitae académicos (ridiculum vitae los llamaba el muy añorado Eduardo Ley, DEP), tienen un valor añadido importante para sus autores: la necesidad de reflexionar sobre cómo transmitir a un público amplio, no necesariamente conocedor del tema en cuestión, las principales cuestiones sobre las que la investigación ha alcanzado (o no) un cierto consenso y las que han de ser investigadas para contribuir a mejorar las políticas económicas y sociales.

En este caso, la escritura de esos dos artículos y discusiones posteriores con colegas (y, sin embargo, amigos) me han servido para confirmar que hay ilusiones con las pensiones que se resisten a desaparecer. Describiré cinco que me parecen evidentes, pero seguramente persisten algunas más.

La ilusión de la sustitución de rentas

El dividendo demográfico (crecimiento de la población en edad de trabajar superior al de la población jubilada) se ha evaporado. A pesar de ello, se sigue contemplando la posibilidad de que las pensiones públicas contributivas de jubilación sean aproximadamente iguales a los salarios percibidos durante la vida laboral. Tras la reforma de 2011 y con la de 2013 en suspenso, España sigue teniendo, normativa y efectivamente, tasas de sustitución muy elevadas en comparación con otros países de nuestro entorno. Y las cuentas no salen: una simple identidad muestra que la máxima tasa de beneficio (la ratio pensión media/salario medio) que se puede ofrecer es el cociente de dos factores. El numerador es el producto del tipo efectivo de las cotizaciones sociales y la tasa de empleo; el denominador, la tasa de dependencia (la ratio entre la población que recibe la pensión y la población en edad de trabajar). Pongan números: incluso con una tasa de empleo del 70% y un tipo efectivo de las cotizaciones sociales del 25% (ambos muy superiores a los valores actualmente vigentes), si la tasa de dependencia alcanzara el 50% (lo que según todas las previsiones demográficas sucederá con toda probabilidad pronto), la tasa de beneficio debería ser del 35% (en la actualidad está cerca del 50%). Reducir dicha tasa para restaurar la sostenibilidad financiera pasa por disminuir las tasas de sustitución de las pensiones contributivas (la ratio entre pensión y último salario percibido, que, en media, es del 80% aproximadamente en la actualidad) o por retrasar la edad de jubilación (más allá del incremento gradual previsto hasta los 67 años). En otras palabras, no podemos seguir aspirando a que las pensiones de jubilación públicas cubran una parte tan elevada de nuestras rentas laborales durante periodos de jubilación cada vez más largos.

La ilusión de la financiación mediante impuestos generales

Ante las dificultades financieras, se apela al uso de impuestos generales para financiar las pensiones contributivas. Creo que esto también es una ilusión, por dos motivos. Uno es que el margen disponible para utilizar impuestos generales o deuda pública (impuestos generales futuros) para financiar las pensiones es escaso. El déficit estructural todavía es significativo (posiblemente, superior al 2,5% del PIB), la ratio de endeudamiento puede superar (por mucho y muy pronto) el 100% del PIB si la ralentización económica en ciernes acaba materializándose (y, en algún momento, lo hará y cuando lo haga se producirá más rápidamente que lo esperado), y no parece haber apetito por una reforma fiscal que restaure la eficiencia y la suficiencia del sistema tributario.

Otro es que, conceptual y jurídicamente, es un grave error financiar pensiones contributivas (que ofrecen prestaciones diferentes en función del historial laboral) con impuestos generales (a los que, en principio, todos aportamos bajo las mismas reglas). Como medida temporal, para financiar déficits transitorios, puede recurrirse a los impuestos generales para complementar a las cotizaciones sociales en la financiación de las prestaciones contributivas, tal y como se está haciendo en la actualidad con los créditos del Tesoro a la Seguridad Social. Pero ni las dificultades financieras del sistema de pensiones son transitorias, ni cabe pensar que tal medida pueda y deba ser permanente ni definitiva.

La ilusión de la productividad

Otra solución a la que se suele apelar es el crecimiento de la productividad. Apoyándose en los posibles desarrollos de la robótica y de la inteligencia artificial, se llega a plantear, incluso, un escenario en el cual “los robots pagarán nuestras pensiones”. También esto es una ilusión por, al menos, tres motivos: i) el crecimiento de la productividad durante los últimos años no ha hecho otra cosa que disminuir (como hemos discutido recientemente), ii) la Revolución Industrial 4.0 no garantiza crecimientos más elevados de la productividad en el largo plazo (por las razones apuntadas aquí y aquí) si el efecto negativo del envejecimiento de la población sobre la innovación tecnológica no se compensa con medidas que aumenten la magnitud y la eficacia de las inversiones en I+D (algo sobre lo que he recibido otro encargo de articulo que tendré que atender en las próximas semanas) y, finalmente, iii) incluso si la productividad aumentara no sería posible que las pensiones contributivas de jubilación mantuvieran tasas de sustitución de las pensiones similares a las actuales, entre otras razones porque dichos aumentos se trasladarían a aumentos de salarios que, consecuentemente, generarían derechos más elevados (algo que se olvida con frecuencia pero que ya en este blog se avisó hace casi una década).

Conviene, no obstante, hacer una aclaración. El mundo es mejor si la productividad aumenta. La suficiencia de las pensiones se puede garantizar con crecimientos de la productividad, aun reduciendo su tasa de beneficio. Dicha suficiencia se alcanza con prestaciones asistenciales para erradicar la pobreza y con complementos de mínimos a las pensiones contributivas que, en este caso, sí deben financiarse con impuestos generales.

La ilusión de la capitalización

Finalmente, se apunta que el mantenimiento de la renta durante la vejez puede conseguirse con la acumulación de ahorro para la jubilación, mediante los tradicionales planes individuales o colectivos de jubilación o, bajo iniciativas más novedosas, con aportaciones voluntarias asociadas a transacciones comerciales de distinta índole.

Incluso dejando de lado el problema de la “generación perdida” (la que tendría que financiar las pensiones de la generación anterior por el sistema de reparto y al mismo tiempo ahorrar para financiar su propia jubilación), aspirar a acumular un capital suficiente para complementar sustancialmente las pensiones públicas de jubilación es una quimera. Primero, en un contexto de bajos tipos de interés, que parece que durará, el volumen de ahorro necesario está fuera del alcance de la mayoría de las familias (sobre todo con comisiones en los planes de pensiones ridículamente elevadas). En segundo lugar, resulta muy difícil diseñar medidas que incentiven dicho ahorro (y, desde luego, las desgravaciones fiscales por aportaciones a fondos de pensiones no son, ni de lejos, la mejor de las alternativas disponibles). Y, en tercer lugar, aun cuando se constituyera ese capital, se habría resuelto solo la mitad del problema. La conversión de ese capital en rentas vitalicias (la “desacumulación”) en un contexto de bajos tipos de interés y longevidad creciente plantea, incluso, dificultades mayores que las asociadas a la constitución del capital necesario para la jubilación.

El Pacto de Toledo

 Ante estas cuestiones fundamentales se sigue recurriendo a la Comisión Parlamentaria del Pacto de Toledo como la vía más adecuada para avanzar en la reforma del sistema de pensiones. La experiencia demuestra que, hasta la fecha, no lo ha sido. Y en un contexto en el que la duración de los Gobiernos es cada vez más corta, la fragmentación parlamentaria más acusada, la frecuencia de las elecciones más alta y, por tanto, la preocupación por el corto plazo mucho mayor que por el largo plazo, no parece que sean posibles acuerdos sobre la reforma de las pensiones entre las fuerzas políticas con representación parlamentaria.

La reforma de las pensiones requiere tener en cuenta cuestiones técnicas y restricciones económicas. Pero, sobre todo, implica costes y beneficios que se han de repartir de forma diferente entre las distintas generaciones y entre los individuos de cada generación. Partidos políticos con posiciones ideológicas muy diferentes sobre la equidad intra e intergeneracional (y audiencias electorales distintas) difícilmente podrán ponerse de acuerdo sobre como proceder a dicha distribución, especialmente en ese contexto político.

 

Lo que cada vez es más evidente es que obviar estas cuestiones y seguir apelando a soluciones ilusorias es como esconder la basura bajo la alfombra. Algún día acaba rebosando y entonces es mucho más costoso recogerla.

Hay 19 comentarios
  • Muy buen resumen de la situación. Echo en falta mayor énfasis en el rol que puede jugar la demografía. Vienen años duros por la jubilación del baby boom pero ... Será un shock temporal (aunque largo)? Al fin y al cabo la demografía es crucial en este tema

    • Gracias. Es cierto que el efecto del baby boom será transitorio (aunque durará alrededor de tres décadas). Sin embargo, el shock demográfico no será temporal porque la tasa de dependencia no revertirá a los valores actuales (el aumento de la longevidad y la caída de la fecundidad parecen ser permanentes). Pensar que solo tenemos que preocuparnos de los efectos del baby boom y que podemos hacerlo sin problemas porque solo durarán tres décadas son otras dos ilusiones.

  • Hay que agradecer el resumen de los principales problemas del sistema de pensiones. Yo lo que echo en falta es que, además de la enumeración y explicación de dichos problemas, no haya alguna propuesta de solución.

    • Gracias por el agradecimiento. Propuestas de soluciones hay muchas. Pero para elegir una, primero hay que decidir qué objetivos se pretenden alcanzar con las pensiones (qué tipo de pensiones y qué coberturas son necesarias). Y esa es una decisión política (que no corresponde a los economistas). La entrada es, entre otras cosas, un aviso de que esa decisión se retrasa mientras los problemas crecen.

  • Sobre el segundo punto, la ilusión de pago mediante impuestos usted señala que es un error financiar pensiones contributivas con impuestos. El problema es que creo que vamos hacia un sistema de pensiones universales. El diferencial entre la pensión máxima y la mínima (garantizada) se reduce cada año. Personalmente cotizo con la base máxima y me penalizan en la pensión que me queda pero además veo que las pensiones mínimas siempre suben más que las máximas. No puede establecerse un limite a la solidaridad?

    • Esa deriva es lo que algunos llaman "reforma silenciosa". Mi opinion es que la solidaridad ha de hacerse garantizando pensiones mínimas suficientes (financiando complementos con impuestos generales). Para el resto, se deberían calcular en función de lo realmente cotizado a lo largo de toda la vida laboral y la esperanza de vida en el momento de la jubilación (sistema de cuentas nocionales de contribución definida). Incluso con los topes a la pensión máxima y su reducción relativa en los últimos años, sus perceptores siguen recibiendo más de lo que les correspondería.

  • Profesor Jimeno, cuál es el motivo por el que no se podrían mantener las pensiones con incrementos en los impuestos generales? Modificaría los incentivos de los agentes al perder contributividad?

    Gracias de antemano

    • Eso, además.
      En la entrada se aducen dos motivos. Uno es positivo: el agujero (déficit del sistema sin reformas) será demasiado grande. Otro es normativo: no es justo, ni transparente, ni equitativo pagar prestaciones contributivas (que dependen del historial laboral de cada uno) con impuestos generales (que también pagan personas que no reciben prestaciones contributivas por no acceder a ellas).

  • Estimado Profesor:
    Alguna vez,he leído que comentaba la problemática de la «equidad intergeneracional». No piensa ¿que a nuestros jóvenes se les está "cargando, demasiado, su mochila? Me explico: el problema que señala derivado de la insostenibilidad financiera del sistema de pensiones. Por otro lado,los recursos financieros (bonos verdes y/o bonos sociales, para infraestructuras sostenibles y ayudas a catástrofes meteorológicas extremas). Y, por último, un sistema educativo que no cambia o, este cambio es muy lento, para prepararles para un "nuevo mundo", más competitivo y con algoritmos, por doquier.

    • Gracias, Asensio. Hay dos formas de traspasar cargas sobre las generaciones futuras. Una es con deuda o con sistemas de pensiones de reparto. Otra es no invirtiendo lo suficiente para que la productividad crezca en el futuro. La inversión en mejorar el medio ambiente me parece necesaria (aunque sería conveniente complementarla ya con impuestos más elevados a las emisiones de CO2). Pero estoy de acuerdo en que no invertir en mejoras de la educación en el contexto tecnológico que se vislumbra, es casi peor que la carga de la deuda.
      Saludos.

  • Hola buenos días profesor Jimeno, yo pertenezco a la generación del Baby Boom. Respecto de las pensiones cada día me asalta más un sentimiento de culpabilidad.Por una parte creo tener un derecho ganado a lo largo de toda una vida de trabajo y por otro lado observo , sin ir más lejos, a la generación de nuestros hijos, que van a heredar una mochila que no se si podrán con ella, desde luego los salarios que perciben hoy en día y hablamos de gente en la mayoría de los casos muy preparada, no les da para mantenerse y contribuir, no se puede soplar y absorber al mismo tiempo. Tampoco tengo una gran confianza en los políticos de hoy día también tengo una gran duda; no se si son unos ineptos o se lo hacen, me inclino por la segunda lo cual agrava todavía más el futuro.

    • Fernando,
      Gracias por el comentario. Compartimos generación y preocupación. Dos cosas:
      1. "Creo tener derecho ganado a lo largo de toda una vida de trabajo". Por supuesto que lo tiene y recibirá su pensión. La cuestión es quién determina la cuantía de ese derecho y qué restricciones existen para poderlo garantizar. Con la longevidad y la tasa de sustitución de las pensiones actuales, los jubilados están recibiendo (en media) mucho más de lo que le correspondería por criterios puramente actuariales. Esto no puede continuar y lo que no puede continuar algún día se detendrá.
      2. "Los políticos son unos ineptos o se lo hacen". También hay restricciones políticas. Como explico en la entrada el contexto no ayuda. Y tampoco es fácil para ellos (que, en la mayoría de los casos, entienden el problema y sus dificultades). Si la gente no entiende por qué y para qué se hacen, las reformas de las pensiones tienen costes electorales muy elevados. En otras palabras más cínicas, saben lo que hay que hacer pero no saben cómo ganarían las elecciones después de hacerlo. Sobre la necesidad y la finalidad de las reformas, hay mucho por explicar (bien) a la opinión pública. En eso estamos (al menos desde finales del siglo pasado).
      Saludos.

  • Hola Juan Francisco,

    Muchas gracias por la entrada. Una de esas que justifican en sí misma la existencia de NeG, de las que merece la pena guardar el enlace para usar en conversaciones en el futuro.

    Este tipo de razonamiento, por los motivos que tú mismo citas, falta en la discusión pública de los programas electorales (no lo oyes en boca de ningún líder político). ¿Crees que alguna iniciativa del tipo "manifiesto de 150 economistas" podría tener algún impacto positivo? ¿Sería viable?

    Muchas gracias de nuevo

  • ¿Por qué no tiene solución el problema de las pensiones en España y otros países? Solucionar el problema implica certeza en el pago oportuno y total de las pensiones prometidas hasta la muerte de todos los registrados.

    Primero, porque la población ha envejecido y los mayores de 50 años no han ahorrado ni podrán ahorrar lo suficiente para mantener un ingreso anual equivalente al 60% de su último ingreso anual después de los 65 años. Segundo, porque las finanzas públicas ya han agotado las fuentes de ingresos impositivos y los políticos siguen prometiendo mayores gastos para fines redistributivos; dicho de otra manera, nunca habrá una consolidación fiscal que permita acomodar el pago de las pensiones prometidas.

    Mientras tanto mis colegas economistas seguirán "evaluando" soluciones que en el mejor de los casos implicarían sistemas eficaces para beneficio de quienes todavía no han cumplido 40 años (cualquier sistema de ahorro forzoso o subsidiado en principio puede ser eficaz). Pero como los mayores de 40 tienen más peso político seguirán insistiendo en que los menores de 40 contribuyan a pagar las pensiones del sistema viejo. Y por supuesto no faltarán los sabios pikettianos que propongan confiscar "las grandes fortunas" para solucionar alegre y gratuitamente el problema.

    España y otros países ya están del otro lado de la curva de Laffer. Sus tasas de impuestos son demasiado altas y las bases de los impuestos vigentes difícilmente crezcan (ojalá que no disminuyan).

  • Entradas como esta son las que han hecho que NeG sea un blog de obligada lectura para alguien con mi profesión, corredor de seguros. Enhorabuena por el artículo.
    Solo dos apuntes y dos preguntas.
    1) La natalidad. Según el INE "La población de 65 y más años supondría el 25,2% del total
    en el año 2033" (https://www.ine.es/prensa/pp_2018_2068.pdf) mientras que nuestra tasa de natalidad sigue siendo la segunda mas baja del mundo. ¿No cree que el fomento de la natalidad podría ayudar a paliar el problema?
    2) La inmigración. Parece que aun fomentando la natalidad y aumentando la población activa para incrementar las cotizaciones a largo plazo, no habrá la suficiente población trabajadora y que la inmigración será fundamental para el crecimiento. ¿Que opina?
    Los partidos políticos actuales han obviado el primer asunto, el de natalidad (al contrario que en Francia), legislatura tras legislatura y el de la inmigración se ha convertido en un tema populista en vez de uno clave para la economía (al contrario que Alemania).
    Saludos

    • Muchas gracias. Que hacen falta políticas que reviertan la caída de la natalidad me parece incontestable. Pero incluso si la tasa de fecundidad aumentara mucho, la estructura por edades de la población de mediados de este siglo no cambiaría tanto. La principal razón es que la caída de fecundidad se inició en los años ochenta del siglo pasado y ahora el tamaño de las cohortes de población femenina en edad fértil es muy reducido (aunque también se puede aducir que el propio concepto de "edad fértil" está cambiando por avances médicos).
      En cuanto a la inmigración como solución a la financiación de las pensiones hay varios problemas. Uno, de nuevo, es que no salen los números: harían falta una cantidad ingente de inmigrantes para revertir el aumento de la tasa de dependencia. Otro es que solo sería una solución transitoria: los inmigrantes también generan derechos a pensiones a los que habrá que hacer frente en el futuro. Dicho esto, y por otras razones, creo, no obstante, que Europa necesitará más inmigrantes.
      Saludos.

  • En en reciente libro sobre pensiones editado por el Instituto Santalucia, mencionado y enlazado por el prof. Jimeno en su entrada, el prof. Herce contesta a la pregunta "¿No bastaría con que naciesen más niños para pagar las pensiones? del siguiente modo: “En principio, más niños (o inmigrantes) se convertirían en más trabajadores cuyas cotizaciones permitirían hacer frente a un mayor gasto en pensiones. Pero, con el tiempo, aquellos niños dejarían de ser trabajadores para pasar a ser pensionistas y necesitarían que un número mayor de trabajadores cotizase para sus pensiones (porque vivirían más que los anteriores pensionistas), y así sucesivamente. Por ello, confiar solamente en más nacimientos para resolver el problema de las pensiones podría llegar a crear un esquema piramidal de financiación”.

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