Productividad y competitividad: Dos grandes desconocidas

Productividad y competitividad son conceptos que se utilizan recurrentemente en los debates sobre cuestiones económicas. Y por buenas razones: como dijo Paul Krugman, “la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo es casi todo”.  Competitividad se asocia con productividad, si bien hay confusión acerca de si uno es competitivo por ser productivo o si, por el contrario, es productivo por ser competitivo. En cualquier caso, parece evidente que las soluciones a muchos de los retos y problemas económicos a los que nos enfrentamos (como, por ejemplo, la sostenibilidad de la deuda y del Estado del Bienestar o la lucha contra el cambio climático) son más fáciles con mayores aumentos de la productividad. En las recomendaciones de organismos internacionales y en los programas de política económica de muchos países, productividad y competitividad cada vez aparecen más como protagonistas principales que como estrellas invitadas. Nos sobran los motivos para llamar la atención sobre la importancia que deben tener como objetivos de las políticas económicas (y repetidamente lo hemos hecho en este blog).

De qué (no) hablamos cuando hablamos de productividad y competitividad

La productividad es una ratio entre lo que se obtiene y los recursos empleados. La competitividad se suele aproximar con índices de precios o de cantidades relativas (cuotas de mercado, saldo de balanzas comerciales o por cuenta corriente) entre las unidades económicas a comparar.

Existen numerosos indicadores de productividad y de competitividad en función de cómo se midan los componentes de dichas ratios.  Cuando se trata de realizar comparaciones en el tiempo y en el espacio hay que poner especial cuidado en la homogeneidad de las mediciones. Por ejemplo, cuanto mayor sea la agregación con la que se calcula (conjunto de la economía frente a sectores, empresas o trabajadores concretos) mayores son los efectos composición que se originan porque la combinación de outputs e inputs que componen la ratio de productividad cambia en el tiempo y en el espacio. Y lo mismo ocurre con la cesta de bienes representada por los índices de precios o de cantidades a comparar cuando se trata de analizar la competitividad. Además, también en ambos casos, los ajustes por calidad (tanto de outputs como e inputs) se han de hacer con especial cuidado para garantizar la homogeneidad. En consecuencia, los indicadores habituales, tales como el crecimiento de la productividad aparente del trabajo o de la productividad total de los factores o las ratios de precios a niveles agregados deberían ser solo los puntos de partida (ni siquiera los primeros pasos) en cualquier análisis de la productividad y de la competitividad.

Desmontando la productividad y la competitividad

Un buen ejemplo de cómo debería abordarse este análisis para apoyar a la política económica es un reciente informe del Consejo Nacional de Productividad (CNP) francés (aquí un excelente resumen de sus propios autores). El informe comienza confirmando que, aunque Francia tiene una productividad elevada (similar a la de Alemania), su crecimiento se ha reducido considerablemente desde 1990, según cualquiera de los indicadores que se utilice. Atribuye dicha desaceleración a factores comunes que han afectado, en mayor o menor medida, a todos los países desarrollados: El desplazamiento de la producción hacia sectores con niveles de productividad más bajos (de la industria a los servicios), la disminución de la contribución al crecimiento de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), el aumento de la dispersión de la productividad entre las empresas, posiblemente causado por el  debilitamiento de la difusión tecnológica, y con carácter más especulativo, la disminución estructural de las tasas de interés que hace que las empresas o inversiones menos productivas sean más rentables que antes, y el aumento de la concentración de poder de mercado que puede haber reducido los incentivos para innovar o invertir.

Adicionalmente, el informe señala que hay factores específicos que explican “el mal de la productividad” en el caso francés:  La capacitación profesional de los trabajadores franceses, inferior a la del promedio de la OCDE y sin apenas signos de mejora, la mejorable calidad de la gestión y las prácticas organizativas dentro de las empresas, la pronunciada brecha entre las empresas en la frontera tecnológica y el resto, el rezago en la adopción y difusión de las TICs, una elevada rigidez en el mercado laboral y la mayor prevalencia de barreras regulatorias en el mercado de productos, y una reducida contribución de la I+D, lastrada por un menor inversión, especialmente en el sector privado, y una eficiencia de dicha inversión perjudicada por la falta de interacciones entre la investigación pública y privada. La elevada imposición sobre la producción, que podría haber influido en las decisiones de localización de las multinacionales francesas, también podría haber socavado los aumentos de productividad medidos en el territorio nacional.

La segunda parte del informe se refiere a la competitividad y, en particular, a su papel como mecanismo de ajuste en una unión monetaria (una vieja obsesión de uno de sus autores, Olivier Blanchard). Como indicador de competitividad se utiliza la variación del saldo de la balanza por cuenta corriente que, en Francia, ha empeorado desde principios de este siglo. Tras tres puntualizaciones pertinentes ( i) hay razones para que el signo de dicho saldo sea negativo,  ii) no cabe atribuir su evolución a diferencias de costes de producción en la Euro-zona, y iii) en la UE hay una debilidad persistente de la demanda que explica el saldo positivo de su balanza por cuenta corriente), el informe concluye con algunas recomendaciones de política económica para resolver los desequilibrios externos entre sus países miembros.

Sobre consejos (quién los da y cómo pagarlos)

El CNP francés existe por recomendación del Consejo Europeo de septiembre de 2016. Se trata de una institución independiente que ayuda a analizar la productividad y los desarrollos y desafíos de competitividad con análisis económicos y estadísticos de alta calidad de dominio público. Hasta ahora, diez estados miembros de la zona del euro han creado su propio CNP (Bélgica, Chipre, Finlandia, Francia, Irlanda, Lituania, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal y Eslovenia), mientras que los restantes han confirmado su intención de hacerlo y algunos de ellos ya se encuentran en una etapa avanzada del proceso (Grecia, Malta y Eslovaquia). Además, tres Estados miembros no pertenecientes a la zona del euro han identificado o creado instituciones similares (Dinamarca, Hungría y Rumanía).

Un proverbio dice que solo los sabios deberían dar consejos y solo los necios deberían aceptarlos. En estas cuestiones, los sabios escasean y los Gobiernos serían necios si tuvieran solo en cuenta la productividad y la competitividad en sus decisiones de política económica. ¿Cuál puede ser entonces el papel de un CNP y por qué crearlo? ¿No se corre el riesgo de acabar con una institución cuyo ratio de productividad-utilidad sea elevado por las mismas razones equivocadas que las del personaje de la viñeta que aparece al inicio de esta entrada (o como muchos otros ejemplos cuya enumeración dejaré para los lectores que estimen conveniente hacerla)?

La respuesta es simple. No se trata de que el CNP encuentre la panacea que resuelva el bajo crecimiento de la productividad. Se trata de que contribuya al debate político alentando reformas destinadas a lograr un crecimiento económico sostenible y la convergencia entre países de la UE (algo que, dada la fragmentación parlamentaria y la debilidad de los Gobiernos a lo largo y ancho de nuestro continente, es muy necesario). Por otra parte, la constitución de un CNP requiere de muy pocos recursos públicos. Por ejemplo, en el caso francés, se ha hecho juntando expertos que trabajan en Administraciones Públicas con académicos independientes de reconocido prestigio bajo el paraguas de un “think tank” público que existe desde 2013 (France Strategie). Y a poco éxito que tenga el CNP (un incremento permanente en el crecimiento de la productividad, por magro que sea), produce rendimientos económicos y sociales que muy pocas otras inversiones públicas pueden ni siquiera aspirar a alcanzar.

Hay 22 comentarios
  • Juan Francisco, usted dice
    "Nos sobran los motivos para llamar la atención sobre la importancia que deben tener como objetivos de las políticas económicas (y repetidamente lo hemos hecho en este blog)."

    Ni la productividad ni la competitividad son "objetivos" de las políticas económicas, como tampoco lo son la felicidad y el paraíso terrenal o celestial. Con suerte las políticas económicas (yo prefiero decir la gestión de cualquier gobierno) tiene como propósito satisfacer algunas demandas de los residentes de la jurisdicción política en cuestión, y el punto importante en satisfacer demandas --sea por gobiernos o por oferentes privados-- es hacerlo de la mejor manera posible (máximo valor al menor costo).

    El problema de los gobiernos es que además se dedican a redistribuir ingreso (flujo) y riqueza (stock) tanto a favor de algunos residentes como a favor propio (para beneficio personal de los gobernantes y sus cortes de cómplices). Y esta redistribución es difícil hacerla a bajo costo por la resistencia de las víctimas. Cuanto mayor es la dedicación de los gobiernos a la redistribución en relación a satisfacer demandas, se puede apostar que mayor es el impacto negativo sobre la satisfacción de todas las demandas de los residentes.

    • Enrique,
      Gracias por sus comentarios. Cuando yo era estudiante en las asignaturas de política económica nos enseñaban que había que distinguir entre objetivos intermedios y objetivos finales. Ciertamente, productividad y competitividad pertenecerían al primer grupo, no al segundo.
      En cuanto a qué es a lo que se dedícan los Gobiernos, ese no es el tema de hoy. Hay vamos de por qué deberían preocuparse por la productividad y la competitividad, la contribución del CNP francés, y por qué sería conveniente que en España hubiera un organismo similar. Publicaré encantado cualquier otro comentario sobre estas cuestiones.

  • Juan Francisco, como continuación del comentario anterior (todavía no publicado) recién leo

    https:// www. bloomberg. com /news/articles/2019-09-12/piketty-is-back-with-1-200-page-guide-to-abolishing-billionaires?srnd=premium

    y verá usted que Piketty (a igual que otros pocos economistas) se proponen como asesores de los políticos en la gran "revolución" de redistribuir ingreso y riqueza como motivación principal de la gestión de gobierno. No lo dice explícitamente pero es la conclusión obvia de cualquiera que haya trabajado más de 50 años como ingeniero social asesorando gobiernos. La pregunta relevante entonces es qué consecuencias tendrá esa "revolución" en la producción y el comercio para satisfacer demandas de la mejor manera posible.

  • A la espera de que publique mis dos comentarios anteriores, le agrego que la gestión de los gobiernos en la satisfacción de las demandas por bienes y servicios de los residentes de sus jurisdicciones políticas ha cambiado mucho en los últimos 50 años. En los años 60, el énfasis estaba en la producción directa por agencias de gobierno --hoy, los ejemplos principales son educación escolar y universitaria y sanidad pero antes lo fueron manufacturas, electricidad, comunicaciones, transporte. Hoy el énfases está en la regulación de la producción privada de bienes y servicios y de su comercio y a veces de su consumo.

    Por eso, este corto artículo publicado ayer es muy relevante

    https://www.realclearpolicy.com/articles/2019/09/11/is_donald_trump_the_cost-benefit_president_111271.html

  • Estoy muy de acuerdo con todo lo expuesto por el autor. Me recuerda esta propuesta a la instauración de la AIREF. A mi personalmente cuando las instituciones Europeas exigieron crear la AIREF me pareció una tontería y una pérdida de tiempo y dinero.

    Creo que el tiempo ha demostrado que los que pensábamos así estábamos muy equivocados. Viendo la cantidad y calidad de la información que proporciona y realmente su muy reducida estructura y coste, seguramente es un gasto rentabilísimo.

    Yo al menos doy por aprendida la lección, y rectificando me tendencia al escepticismo con las propuestas europeas, lo apoyaría completamente.

  • Con la edad uno cada vez valora menos los consejos de los "sabios sin skin in the game". Los incentivos lo son todo y es difícil ver como están ligados los "incentivos" de los sabios de los CNP de turno, con las mejoras "reales" (vs las "mejoras de lilbro") de la productividad.

    El "accountability" de los "sabios" de los CNPs es nulo. Es prácticamente imposible decidir "ex-post" si tenían o no razón dados los multiples inputs de difícil medición y la dificultad de medir outputs o establecer horizontes temporales de "responsabilidad". Esta situación permite múltipes "víás de escape", vías, además, que los "sabios" están formados para argumentar de forma convincente.

    Cabría entonces pensar:

    1.- ¿quien tiene "skin in the game" cuando hablamos de mejoras de productividad?. Por qué a ellos deberían escuchar los encargados de hacer política

    2.- qué "skin in the game" tienen los políticos encargados de implementar las medidas. También es fácil ver que sus carreras no dependen de las políticas de productividad que implementen.

    Esperar que un sistema donde profesionales que no se juegan nada por "acertar" con políticas de productividad eficientes "ex-post" (pero si por dar consejos "aparentemente útiles" cuando son evaluados "ex-ante" por sus colegas mainstream) aconsejen a profesionales que no se juegan nada por implementar las políticas de productividad acertadas, es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia y de una inocencia conmovedora.

    • Me parece que no ha leído bien. Dice (en el último párrafo):

      "No se trata de que el CNP encuentre la panacea que resuelva el bajo crecimiento de la productividad. Se trata de que contribuya al debate político alentando reformas destinadas a lograr un crecimiento económico sostenible y la convergencia entre países de la UE (algo que, dada la fragmentación parlamentaria y la debilidad de los Gobiernos a lo largo y ancho de nuestro continente, es muy necesario)."

      • Ese párrafo no altera mi argumento: la "contribución al debate político" creo que sería más positiva si la realizasen personas con más "skin in the game" que los "académicos independientes" (una reflexión más abajo sobre este "unicórnio") y las "reformas destinadas a lograr un crecimiento" sería mejor que no las implementasen políticos cuyos incentivos están profundamente "desalineados" con las políticas requeridas.

        De hecho, en el sistema capitalista, ya existen los incentivos para qué se persigan mejoras de la productividad (por eso es substancialmente más alta que en otros sistemas). Se puede argumentar que es mejor dejar que las "inteligencias distribuidas" persigan esos incentivos.

        Mi argumento es que en ese esquema, el poner al binomio "expertos sin skin in the game + politicos con incentivos perversos" a "interferir" solo puede llevar a desvirtuar los incentivos básicos de mejora de la productividad y a un escenario de menor productividad que sin esa "interferencia".

        Alguno de los ejemplos los cita usted en la entrada como conclusiones del CNP francés y es un argumento plausible el decir que la "brutal" tasa de temporalidad en España tiene una influencia muy negativa sobre la productividad y es consecuencia de la implementación de políticas, en este caso la "protección" (teórica) del trabajo indefinido (¿?)

        Sobre el "unicornio" de los "académicos independientes":

        https://fivethirtyeight.com/features/economists-arent-as-nonpartisan-as-we-think/

        • Sigue leyendo mal. El CNP francés no es el binomio "expertos sin skin in the game + politicos con incentivos perversos" es "académicos independientes (que se juegan su reputación y que se preocupan por el uso que se hace de sus recomendaciones) + expertos en cuestiones de productividad y competitividad que trabaja en el sector público".
          También ha leído mal el articulo que vincula sobre "académicos independientes". Ahora confunde independencia (que, además, siempre se define con relación a algo y a alguien) con ideología.

          • Si "indepedencia", en el contexto de la entrada, no significa "ausencia de ideología política" efectivamente no sé que quiere decir.

            ¿Significa que "ni les va ni les viene nada en que sus recomendaciones resulten en crecimientos de la productividad o no"?. Esa forma de ser "independiente", dificilmente puede ser algo positivo: nunca contribuimos con más atención y esfuerzo que cuando los resultados de nuestras acciones nos afectan directamente. Es decir, cuando no somos "independientes" (¿no se llama a eso "tener los incentivos adecuados"?)

            No estoy de acuerdo que "se jueguen su reputación". Los errores, de bulto, de Malthus no afectaron a su reputación (al menos mientras esta le servía de algo), muy al contrario. Existe un consenso amplio que las políticas de la reserva federal durante la gran depresion agravaron significativamente el daño económico. Esos errores no afectaron a la reputación de los expertos economistas de la reserva federal, al menos mientras estaban vivos. Tampoco los errores de bulto en las predicciones de Marx sobre el capitalismo afectaron a su reputación (ni vivo ni muerto).

            En sentido contrario, la reputación de Scholes y Merton sí se vio muy afectada por el fiasco de LTCM porque sí tenían "skin in the game"

            Lo que afecta a la reputación de los "académicos independientes" es su capacidad para formular teorías que el resto de los "académicos independientes" consideren interesantes y citen, a su vez, en sus teorías. Qué es distinto.

            • Veo que insiste en no querer entender lo que está escrito.
              Aquí se acaba esta conversación.
              No escribí esta entrada para discutir sobre la reputación de Malthus, Marx o cualquier otro economista difunto.

  • Hola Juan Francisco.

    Un beneficio inmediato de tener un nuevo organismo independiente más es que ya tenemos otro cargo que ofrecer a nuestros "socios" en la siguiente negociación de investidura. 😉

    Ahora más en serio: si es una recomendación del Consejo Europeo, es barato, y puede tener algo de retorno en el largo plazo (aunque sea magro), hágase. Pero el artículo no da la sensación de que podamos esperar de ese CEP* grandes alegrías, y en esto de la productividad necesitaríamos alguna. Vamos, que me lo veo bien, pero le cuesta a uno sentir entusiasmo por la idea 🙂

    Gracias por hacerlo notar, de todos modos.

    *Si se hiciera aquí, sería "Estatal", no "Nacional"...

  • El CNP francés considera seriamente que el desplazamiento de la producción hacia el sector de los servicios podría ser el causante del estancamiento de la productividad y, al mismo tiempo, desdeña otras explicaciones más verosímiles (a saber: que estamos midiendo mal la productividad) por el mero hecho de que escapan al paradigma vigente.

    No se me ocurre un ejemplo más claro de actitud acientífica.

    ¿Se acuerdan de cuando hacían falta ejércitos de secretarias para mecanografiar la documentación de las empresas? ¿De cuando cualquier información, incluso la de dominio público, era de obtención costosa porque no existían Google ni la Wikipedia? ¿De cuando había que concertar con toda precisión el lugar y la hora de entrega de una mercancía porque no existían los teléfonos móviles? ¿De cuando había que estudiar mapas antes de ir a los sitios? ¿De cuando para organizar un periplo uno necesitaba acudir a esos negocios llamados agencias de viajes? ¿De cuando había que hacer una gestión bipersonal en una sucursal para obtener 1000 pesetas en metálico? ¿De cuando se necesitaba adquirir en tiendas objetos voluminosos para poder escuchar música?

    ¿Cómo se puede asegurar sin empacho que la productividad se ha estancado, en lugar de rendirse a la evidencia de que estamos midiendo mal?

    En particular, medimos mal el denominador del cociente. Quiten todas las horas trabajadas inútiles (pista: lean “Bullshit jobs” de David Graeber) y verán qué sucede.

    • La desaceleración de la productividad no se puede explicar por problemas de medición. Este asunto ha sido largamente investigado (también por algunos autores del informe del CNP francés) y ha quedado zanjado.
      Una lectura recomendable para iniciarse en esa literatura es:
      https://voxeu.org/article/productivity-slowdown-even-more-puzzling-you-think
      (…y leer lo que se ha investigado sobre el tema es mucho más productivo que recurrir a intuiciones y malos ejemplos para lanzar acusaciones de carencias científicas )

      • No, Sr. Jimeno. El asunto no ha quedado ni mucho menos zanjado.

        Basta leer el artículo que usted enlaza (Byrne, Sichel) para comprobar que se ha intentado analizar con finura el numerador (creación de "índices alternativos de precios") pero se da por bueno, de forma acrítica, todo el recuento convencional del denominador (cantidad de horas trabajadas).

        Habría que crear "índices alternativos de horas trabajadas" que las ponderasen por su grado de utilidad, de manera que 40 horas de un trabajo 'bullshit' contaran menos que 40 horas de un trabajo útil.

        • Las estadísticas sobre horas de trabajo miden distintos conceptos, entre ellos horas normales de trabajo, horas remuneradas y horas efectivamente trabajadas. Y para calcular la productividad se tienen en cuenta también muchos otros ajustes por calidad de los inputs.
          Creo que opina alegremente con poco conocimiento de la materia.

          • Se muy poco de los problemas para medir la productividad (aparte de que existen), pero creo que la pregunta de Jaime es pertinente. Si de los 10000 puestos de trabajo de una empresa hipotética 1000 existieran tan sólo para consolidar las estructuras de poder internas o para alimentar “ceremonias” en búsqueda de legitimidad (Meyer and Rowan, 1977, 30.000 citas en Google Scholar), ¿las medidas de productividad existentes podrían identificar esos 1000 trabajos que no sirven para nada (los bullshit jobs de David Graeber)? Si elimináramos esos 1000 bullshit jobs del “denominador”, las medidas de productividad cambiarían, no?

            • Pues sí. Con su comentario demuestra que no ha pensado mucho sobre el problema. Básicamente lo que está diciendo es que si solo calculáramos la productividad de los trabajos más productivos (excluyendo los menos improductivos por razones subjetivas), la productividad sería mayor.

            • A ver si entiendo.
              Si abro la puerta al jefe de la fábrica de cosméticos para subir su ego, mi productividad es cero, pero mis compis que fabrican maquillaje para subir el ego de la clientela sí son productivos, porque lo dicen usted, Jaime y Graeber.
              ¿Es así? Si no, ¿podría explicarme a priori cuáles son trabajos de caca de vaca o toro? Si discrepo de la definición que ojalá me dé, ¿puedo manifestarlo y si me da el intelecto proponer otra o negar su definibilidad?

            • La diferencia, Insu, es muy grande. Los que compran esos cosméticos lo están haciendo con su propio dinero. Sin embargo, el jefecito que contrata lacayos para sentirse importante lo hace con el dinero de otros.

              Graeber es muy cuidadoso a la hora de distinguir entre ambos casos y no intentar juzgar el valor "objetivo" de lo que compran los demás.

              Cualquiera que tenga una experiencia laboral mínima, repito, mínima en el mundo de las grandes organizaciones, sean públicas o privadas, ha podido observar una asombrosa abundancia de tareas por las que ningún consumidor final pagaría un céntimo si no fuera porque, de una forma o de otra, se le obliga a ello.

              Aprovecho para agradecer a Daría que me haya dado a conocer el trabajo de Meyer y Rowan. Es muy bueno.

            • Insu,
              Por interesante que parezca el concepto de "bullshit jobs", no lo es tanto y, además, es irrelevante como explicación de la desaceleración de la productividad (disminución de su tasa de crecimiento).
              El articulo de Meyer y Rowan (Institutionalized Organizations: Formal Structure as Myth) es de 1977 y se refiere a cómo organizaciones e instituciones replican ineficiencias por prevalencia de determinados valores sociales. O sea que, cualquiera que sea eso de "bullshit jobs", ya existían antes y hay muchas razones para pensar que, si acaso, su incidencia ha disminuido en el tiempo. En consecuencia, si esto fuera relevante, el crecimiento de la productividad debería haber aumentado, no disminuido.

  • Mmm lo que la gente pagaría es condicional, lo que requiere una serie de condiciones, conjeturas o modelo. La verdad es que la gente pagamos implícitamente eso, hasta que salga otra empresa o administración que ofrezca lo mismo más barato porque evita esos costes redundantes. ¿Por qué nadie las fundamos y nos quedamos con el mercado?
    Concurro con JFJ en que van a menos. Antes los ricos tenían servicio (¿Downtown Abbey?)... hace poco vi Érase una vez en Hollywood, y los ricos tenían electrodomésticos y no sirvientes. Se supone que los Césares tenían un palmero que les decía "memento moris" y ya.
    A bote pronto me parece desdeñar la importancia del rito, esto es obviar la antropología.
    Por cierto para mí el fútbol (y por desgracia estoy enganchado) es algo que si tuviéramos que pagar a lo que "vale" (lo que cobran sus "profesionales") no existiría tal como lo hace, y su aportación es emocional (mi terruño, aunque jueguen foráneos, es mejor que otro) o de ego.
    Como sea, gracias por contestar.

Los comentarios están cerrados.