Hoy segunda entrada de nuestra serie sobre las contribuciones de los galardonados al premio Nobel de Economía 2024. Tras la entrada de Agustín Casas (CUNEF) ayer, repasando algunos de los artículos más destacados de los premiados, hoy damos la bienvenida a nuestro colaborador habitual y anterior editor del Blog, José Luis Ferreira (UC3M), que nos ilustra sobre las vías de transmisión del conocimiento científico de los galardonados al gran público.
El Premio Nobel de Economía de este año ha sido otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson «por sus estudios sobre cómo las instituciones se forman y afectan a la prosperidad». A diferencia de otros casos, los trabajos de estos economistas son bastante conocidos más allá de los círculos académicos. Tres libros de divulgación recogen buena parte de los resultados de sus investigaciones: Por qué fracasan los países (2012) y El pasillo estrecho (2019) de Acemoglu y Robinson, y Poder y progreso (2023) de Acemoglu y Johnson. Me centraré en los dos primeros. El lector de Nada es Gratis puede encontrar en este blog numerosos artículos sobre las aportaciones de estos autores, incluido el de ayer mismo (aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y aquí). Algunos contienen aplicaciones a España.
Muchos economistas han estudiado la interacción entre las instituciones y la economía. Lo que distingue a estos tres galardonados es el uso del análisis económico para sus investigaciones, haciendo hincapié en los incentivos individuales a la hora de formular hipótesis y modelos, y la búsqueda de validación estadística. Esto es distinto a lo que, por ejemplo, hacía J.K. Galbraith, representante de la escuela de economía institucional, cuando proponía que las relaciones entre grandes empresas y gobierno obedece a dinámicas propias ajenas al mercado.
Partir de la premisa «las relaciones de poder importan» no es formular una teoría, sino abrir una línea de investigación que puede dar lugar a teorías muy distintas. Lo relevante es el poder explicativo de cada una de ellas. Así, se puede desarrollar una teoría en términos de lucha de clases, de grupos de presión, de coaliciones de interés, de clanes o de castas, por poner unos ejemplos. Cada una de ellas deberá mostrar un mecanismo causal explicativo y su alcance, es decir, el conjunto de sociedades cuya evolución económica explica. De esta manera podremos evaluar los méritos de cada una. Por poner un ejemplo, Acemoglu y Robinson proponen que lo que impulsó el final del régimen de apartheid en Sudáfrica no fue la oposición entre blancos y negros, ni entre burguesía y proletarios, sino entre quienes se beneficiaban del régimen y quienes se veían perjudicados. Los propietarios agrícolas y mineros se beneficiaban de una gran cantidad de mano de obra que no podía dedicarse a otras labores. Los propietarios industriales y de servicios, más necesitados de mano de obra especializada, no podían contratar para esos trabajos a trabajadores negros. Los trabajadores blancos especializados no tenían competencia, los no especializados tenían demasiada. Obviamente, la población negra era la gran perjudicada. El cambio de régimen fue debido a la coalición de todos los perjudicados, la alianza arcoíris.
Por qué fracasan los países
En este libro se recogen investigaciones como la anterior para sostener la tesis principal: las instituciones explican el progreso de las sociedades y sus cambios requieren coaliciones ganadoras que los promuevan. En estas luchas, los ganadores podrán imponer instituciones extractivas o inclusivas. Si las mafias, el estado, el colonizador o los funcionarios corruptos se apoderan de gran parte de los ingresos de trabajadores y empresarios ajenos al poder, los incentivos para invertir en mejoras económicas serán muy pequeños. Las élites extractivas tampoco tendrán incentivos en mejorar. Por una parte, encuentran lucrativa la situación actual. Por otra, un cambio a otro tipo de instituciones más inclusivas no garantiza su continuidad como parte de las élites dominantes. No es fácil convencer a un grupo de familias que dominan la economía de un país de que seguirán teniendo garantizadas sus rentas en una economía más abierta.
Hay otras teorías sobre por qué unas sociedades son más ricas que otras. Por ejemplo, Jared Diamond, en su libro, Armas, gérmenes y acero (1997), sostiene que las diferencias geográficas, con su influencia en el clima, la biodiversidad y las comunicaciones, son la causa. Frente a ello, Acemoglu y Robinson presentan numerosos casos en los que esa no puede ser la explicación. Estos incluyen las diferencias entre las dos Coreas y las dos Alemanias, entre los mexicanos que quedaron a uno y otro lado de la frontera entre México y EE. UU., entre las regiones peruanas del altiplano con diferentes instituciones coloniales en el pasado y entre países vecinos como Botsuana y Zimbabue, por nombrar unos casos. Otras teorías, como la diferencia cultural o religiosa son igualmente rebatidas con este tipo de ejemplos y con otros en los que se muestran sociedades que, sin cambiar cultura ni religión —ni, claro está, geografía—, pero sí cambiando las instituciones, progresan o se estancan según las nuevas que adopten.
El pasillo estrecho
Aquí, los autores desarrollan su teoría sobre las dinámicas que subyacen a los cambios institucionales en una sociedad. Una sociedad con un estado demasiado fuerte —una monarquía del antiguo régimen o un país de la antigua Europa comunista— carecerá de un contrapeso en la sociedad que presione para la adopción de instituciones inclusivas. En el caso opuesto, un estado demasiado débil —una sociedad feudal o una tribal— no podrá oponerse a los grupos de poder en la sociedad (clanes, mafias o grandes propietarios, entre otros) ni proporcionar a la sociedad los bienes públicos necesarios para su desarrollo. El pasillo estrecho se refiere al equilibrio que debe haber entre el poder del estado y el de la sociedad civil. Un país en el que las instituciones civiles como medios de comunicación, centros de enseñanza, agrupaciones culturales, sindicatos, etc., están al servicio del gobierno y su causa, no tendrá una sociedad civil que controle mínimamente al estado. De ser cierta esta teoría, comités de defensa de la república, de la revolución o grupos paramilitares serían contrarios a este necesario equilibrio en el estado que defenderían.
Acemoglu y Robinson repasan numerosos ejemplos históricos para validar su teoría: países en que ha habido una revolución y países aparentemente semejantes en los que ha habido cambios más graduales, y también países a uno y otro lado del pasillo. Reconocen, sin embargo, que un caso moderno podría refutar su teoría: China. Según ellos, al carecer de una sociedad civil fuerte e independiente del estado, China terminará estancándose. Su periodo de expansión tiene su analogía en el desarrollo de la industria soviética tras la guerra. En este caso, el progreso duró mientras extendía y adaptaba las tecnologías existentes, pero terminó al ser incapaz de adoptar las nuevas de una manera eficiente. Está por ver cómo será el caso chino, aunque de momento parece no seguir claramente las predicciones de la teoría. Podemos ver que China lidera en los sectores de baterías, vehículos eléctricos, drones comerciales, robots industriales y de construcción, y telecomunicaciones. Está atrás en farmacéutica, biología, semiconductores, inteligencia artificial e informática. ¿Es esto suficiente para decantarse de un lado o de otro? En la pandemia, este país ofreció un ejemplo interesante. Por una parte, fue capaz de construir grandes hospitales en muy poco tiempo, pero, por otra, tuvo problemas para desarrollar una vacuna eficaz contra el Covid-19, en comparación con las conseguidas por otros países.
Cómo valorar estas aportaciones
Juzgar si un trabajo particular de estos autores está mejor o peor sustentado por la evidencia es la discusión normal en ciencia. Por ejemplo, si para medir una diferencia en la protección de los derechos de propiedad entre países se usa un índice imperfecto, el resultado que se obtenga deberá ser leído con cautela y, en cualquier caso, mejorado en cuanto se tengan datos más precisos. La polémica más importante, sin embargo, se refiere al alcance de todos los trabajos acumulados para sostener la tesis principal de la influencia de las instituciones en el desarrollo, y en contraposición a otras influencias. Igual que estos autores descartan la geografía como explicación, otros autores encuentran casos de países con instituciones semejantes con desarrollo desigual, o países en los que la geografía ha precedido y condicionado las instituciones.
Llegados a este punto, echo en falta una discusión más ordenada. Las distintas teorías que compiten para explicar las diferencias de desarrollo entre las sociedades no tienen por qué ser excluyentes. Un análisis empírico ideal nos diría, por ejemplo, qué parte de la riqueza se explica por cada una de las distintas causas. El que no tengamos datos para hacer este análisis no implica que debamos optar por una u otra. Si acaso, iremos acumulando casos que lleven a concluir que una de ellas es más importante en algunas circunstancias. Eso ya será mucho.
Permítanme concluir esta reseña con unas reflexiones acerca de cómo leer este tipo de libros que parecen explicarlo todo. Algo que debe evitarse hacer en todo momento es llegar a decir cosas del tipo: estoy de acuerdo con el libro X, pero no con el Y. O bien, del libro Z estoy de acuerdo con la aplicación de la tesis al caso A, pero no al B. Y debe evitarse porque uno no es la vara de medir la verosimilitud de una hipótesis. Las explicaciones que se dan en cada libro serán buenas en la medida que los datos disponibles casen mejor con esas teorías que con otras y, para eso, solo el contraste científico tendrá algo que decir. Yo puedo leer el libro X y dejarme impresionar por su discurso, además de encontrar lógicos y adecuados sus argumentos, pero mi opinión no aportará un ápice de prueba a la evidencia científica. Por la misma razón, el que yo concuerde en un primer momento con el libro tampoco debería ser motivo para que yo mismo lo encuentre veraz, sino para alertarme sobre posibles sesgos de confirmación. A no ser que yo sea un experto en la materia, no es en la valoración de la teoría en donde debo usar mi conocimiento, sino en la manera en que se ha desarrollado esta. ¿Son los datos presentados todos los relevantes? ¿Hay sesgos? ¿Qué teorías alternativas se han descartado? Las explicaciones que yo veo lógicas, ¿lo son en verdad? Para contestar a estas preguntas uno debe saber qué filtros han pasado esas teorías. Después de leer a Acemoglu y Robinson tendré que estar atento a confirmar si todos los episodios relevantes en la historia económica de las naciones están recogidos en el libro o si acaso se han dejado de lado algunos que no encajan en su teoría.
Hay 11 comentarios
Gracias, José Luis. Se te echaba mucho de menos, esa firmeza y claridad con la que explicas lo que debe ser el pensamiento crítico y científico.
Aparte de la estupenda reseña, el último párrafo me parece absolutamente importante. Y qué difícil ser capaz de actuar así...
Gracias por tus amables palabras, Ender.
Siempre es una delicia leer a Ferreira.
Suponiendo nuestro objeto de estudio como el agente físico económico, y entendiendo este como sujeto a influencias decisorias sobre su psique o programación mental que a su vez determinará de forma parcial su conducta final, yo enfocaría la cuestión de la siguiente manera.
Los datos son las huellas del delito. Lo cual nos aporta información en un contexto, que introducido en un modelo permite predecir los hechos futuros a partir de los hechos perpetrados. Pero al no conocer el móvil se nos escapa información relevante sobre la causa final y la tasa de error y las oscilaciones se tornan en ocasiones significativas.
Esa causa final, o primera en la cadena de inferencias del agente, nos da la clave explicativa más certera, y lo interesante es que ella misma es influenciable y por tanto mutable, con lo cual el resultado bajo determinadas condiciones ideológicas se vuelve voluble o volátil.
Bajo este marco, cualquier ambición de desarrollar una teoría estable en base a los hechos se torna una quimera, a no ser que el resultado final responda a una influencia clara de una estructura mental aprendida y consolidada en el agente, que reproduce unas huellas de forma regular e inequívoca.
Gracias, Jordi. Me alegro que encuentres mis artículos interesantes.
En cuanto a lo que dices sobre la imposibilidad (quimera) de desarrollar teorías basadas en hechos, todas las ciencias sociales te desdicen. Pese a tus argumentos, se han encontrado regularidades (leyes) y teorías explicativas en cada una de ellas, incluida la economía. Teorías, por otra parte, con mucho más poder de explicación que las basadas en otras cosas, como la pura especulación, la metafísica, la praxeología o la dialéctica, por poner unos ejemplos. Estas otras cosas sí son entelequias y solo dan lugar, en el mejor de los casos, a castillos en el aire o a formulación de alguna hipótesis de interés, que habrá que validar con… hechos.
Es mal epistemólogo el que dice: «no es posible el conocimiento (en general o en una ciencia en particular) porque no hay manera de sustentarlo objetivamente», dado que la realidad le contradice. Sus argumentos son como los enredos paradójicos de Zenón de Elea: no muestran que el movimiento sea imposible, sino que él no sabe cómo entenderlo y se lía con las palabras.
El buen epistemólogo querrá estudiar cómo es posible el conocimiento a pesar de las objeciones que se le ocurren. Es decir, su labor es, primero, deshacer de su mente todas las objeciones al modo que se deshacen las paradojas de Zenón de Elea y, luego, empezar a construir.
En cualquier caso, la ciencia (incluida la social) avanzará al margen de que el epistemólogo se ordene bien o mal la cabeza.
Estimado José Luis, te agradezco la aclaración y la dosis didáctica acerca de cómo obtener conocimiento de calidad. Sin duda, en eso estamos de acuerdo.
El fallo es mio, por no expresarme con la suficiente claridad. De hecho, lo que sugiero en la parte final de mi comentario anterior no es la negación absoluta de encontrar teorías útiles con perfil explicativo y perfectamente aplicables al mundo real.
El matiz, que yo trataba de introducir es sobre la universalidad de ese conocimiento. Por poner un ejemplo, me pregunto si es igual la conducta económica y sus predicciones en una tribu perdida del Amazonas, que una teoría acerca del consumo o la productividad en las sociedades capitalistas. O el comportamiento en una sociedad feudal, o comunista, o por regiones y regímenes jurídicos o culturales diversos, que se yo.
Esto es lo que me chirría de las teorías relativas a los premiados este año. Y ya de paso me atrevo a lanzar una pregunta al aire… ¿Es posible definir una “teoría del todo” (universal) en las ciencias sociales, a partir de la cual poder integrar los resultados de cada ámbito de estudio concreto?
Los comportamientos económicos observados serán muy distintos, porque están en sistemas económicos distintos. El análisis económico estudia eso: cómo varían nuestras decisiones económicas según los incentivos que induce el mecanismo en que estamos.
Tal vez te refieras a si, inmersos en el mismo mecanismo (institución), distintos grupos humanos tienen distintos comportamientos. Los autores sostienen que hay muchas regularidades y las muestran con multitud de ejemplos y análisis. No dicen que sea universal (restringido a la especie humana), pero sí lo suficientemente general como para importar mucho.
Muy interesante lo que comentas, José Luis. Yo estando en la uni desarrollé una especie de “modelo” con unos axiomas lógicos, que pretendían sustentar un llamado “principio de asociación”. Partía del axioma de la autoconservación, y después “soltaba” al sujeto en un contexto de escasez y competitividad por los recursos, con lo cual la estrategía más ventajosa era la asociación, que iba conformándose en distintos niveles o tamaños, según el ámbito competitivo o de valor de las transacciones. Años más tarde, quise codificar algo parecido en Python, pero es un proyecto que ha quedado en el cajón.
Por eso comentaba mi interés a raíz de los premiados, por indagar si se planteaba algo así, o bien se presupone una génesis fortuita o aleatoria de los contextos o instituciones, ajena a cualquier modelo explicativo primitivo y generalista.
Muy interesante el artículo , como todos los del profesro Ferreira.
Sobre este último Nobel todo lo que escribe Pseudoerasmus en X interesantísimo igualmente.
El problema es que si la distinción inclusivo/extractivo en la práctica no es disyuntiva ,sino alternativa, al aplicarse dentro de estos Grandes Relatos históricos - y no en plan " modelo de estática comparativa profit sequeers /rent seekers " - pues los problemas de confirmación empírica son serios , y casi - o sin casi- empezamos a funcionar con criterios "ad hoc".
En el Financial Times :
https://www.ft.com/content/1e2584d6-65ef-46de-bfb2-28811be65600?shareType=nongift
Traducción de la moraleja final:
" Este año el Riksbank ha concedido su premio a un tratamiento de las instituciones de la primera modernidad tan selectivo que funciona como un cuento para los capitalistas antes de dormir...
¡ ...Por favor! Pásate por el Departamento de Historia. Coge un libro. Pero asegúrate de leerlo entero ."
¡En el Financial Times....!
Gracias por tus palabras. Me alegro que te interesara el artículo.
He leído el artículo del FT y veo dos críticas. Primera, el uso sesgado de los casos históricos. Segunda, la imposibilidad de separar el desarrollo histórico de las instituciones extractivas e inclusivas.
La primera es buena crítica, en el sentido que, de ser cierta, debería reconducir las conclusiones. Yo no sé si lo es o no. En mi entrada ya he dicho que será la continuación de la investigación histórica la que nos dé la respuesta, en la medida de lo posible. Lo que defienden ARJ es que la búsqueda de causalidades en los hechos históricos debe hacerse con el análisis económico en la mano, entendiendo bien los incentivos que se generan en cada momento. Esa aportación, y su aplicación en muchos (acaso no todos, acaso de manera sesgada) es su mérito.
La segunda crítica es menos acertada. En el artículo del FT se da el caso del Reino Unido, en el que la etapa colonial desarrolló de manera integrada instituciones extractivas en la colonia e inclusivas en la metrópoli. Es un buen toque de atención histórico, pero dista de ser una crítica sustantiva a la tesis de ARJ. Eso no niega las consecuencias de cada tipo de instituciones. En el caso expuesto del Reino Unido, se desarrollaron unas con ayuda de las otras. Fue así en ese caso, pero la tesis es que si las instituciones inclusivas se hubieran desarrollado sin su ayuda (algo perfectamente posible, como muchos otros casos históricos lo muestran), el resultado habría sido también favorable.
Lo anterior no es un argumento a favor de las tesis de ARJ, sino acerca de cómo de atinadas son esas críticas en particular. IMHO.
Muchas gracias, José Luis. Creo que has explicado muy bien algunas de las principales contribuciones de estos autores. Me alegro de que te refieras a la excepción China porque cuestiona las teorías de los autores. Creo que en la actualidad hay al menos otra importante teoría que puede lidiar con la excepción China. La teoría es un directo rival de la teoría de Acemoglu, Robinson y Jhonson (ARJ). No es, por ejemplo, como la de Diamond, la cual puede ser vista como complementaria, sino alternativa. Y desde mi punto de vista es mejor. Me refiero a la teoría de Parente y Prescott (PP) recogida en su excepcional libro "Barriers to Rich". Muy brevemente, si ARJ nos dicen que las instituciones (política y económicas) importan, PP nos dicen la competencia (política y económica) importa. Agradecería tu opinión al respecto,
Gracias a ti, por leer, Swemdi.
No conozco los detalles de la teoría que proponen Parente y Prescott, así que no puedo opinar. A priori sí que parecería complementaria a la de Acemoglu y compañía. Unas instituciones extractivas difícilmente van a ser compatibles con una competencia política y económica. Unas inclusivas, por su parte, pueden ser más o menos atinadas en lo que toca a legislar adecuadamente la política económica. Algunas sociedades regularán mejor, otras peor. Pero no voy a poner la mano en el fuego.
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