Se está convirtiendo en una tradición del blog que Cabrales use una recomendación de lectura para hablar de otra cosa que le apetece. Y como uno es un poco tradicionalista, pues no va a cambiarlo simplemente porque Hay Derecho sea un buen blog, y el correspondiente libro sea interesante. En este caso, la obsesión es que en España hay demasiadas reglas; y se cumplen según conviene a los que mandan. Y este derroche normativo está muy relacionado con una deprimente falta de capital social en nuestro país.
El libro habla de más cosas, claro. Es una historia de la captura y degradación del estado de derecho en España por parte de las élites económicas y partitocráticas. De reguladores independientes que no lo son, y de justicia ciega para los ciudadanos de a pie, pero no tanto para los poderosos (César Alierta, Alfredo Sáenz). Como ya he dicho, mucho más, y espero que lo disfruten. Aunque la verdad sea dicha, lo de disfrutar es como decirles que disfruten viendo El Exorcista.
Pero también he dicho que mi comentario se iba a centrar en otra cosa, que también es un punto central a todo el libro: España tiene cien mil leyes, dice Sansón Carrasco (el seudónimo colectivo de los autores), pero no son bastantes porque cada organismo público genera toneladas de normativa. Y a la que nos descuidamos hasta los departamentos universitarios tienen reglamentos que regulan desde mecanismos de control interno para que un doctorando puede hacer los trámites oficiales para defender su tesis, hasta las reglas de promoción interna de sus profesores, que se suman a las acreditaciones nacionales y procedimientos propios de la universidad.
El ejemplo universitario es útil porque me permite ilustrar algo que después mostraré de manera más general. Estos reglamentos internos no se generan por maldad ni por inquina. Son necesarios porque no nos fiamos de los filtros que pone la administración. Sus formalismos no nos parecen suficientes para que los doctores o aspirantes a profesor tengan los méritos que creemos necesarios en un doctor o profesor de nuestra institución. De la misma manera, las acreditaciones nacionales a profesorado parecen necesarias a la administración para evitar que los departamentos tomen decisiones que no se basen en criterios constitucionales de mérito y capacidad.
Por contraste, en la mayoría de los departamentos americanos que conozco, de universidades públicas o privadas, las decisiones sobre quién es doctor, y a quién se contrata o se promociona, o son puramente internas, o hay controles relativamente laxos de la universidad, y nunca por parte de una administración central. Y la razón es que allí la administración y las universidades gozan de una confianza recíproca. Y en nuestros lares esa confianza, por desgracia, no existe.
En realidad, es un problema general de España. Tenemos uno de los niveles más bajos de confianza en los otros de la OCDE, como muestra la siguiente figura obtenida (del World Value Survey vía Morrone et al. 2009) En Europa occidental solamente están peor Francia (un caso especial que explica de manera muy interesante el libro de Algan, Cahuc y Zylberberg del que también hablaré algún día) y Portugal.
¿Y qué tiene que ver la desconfianza hacia los otros con la hipertrofia regulatoria de nuestro país? Pues todo, usamos las leyes porque no nos fiamos de que las normas sociales nos vayan a proteger. Normas que son costosas, y a menudo protegen poco, pero quizá impiden los peores abusos. Esto lo entendemos todos intuitivamente, no hay más que ver la reacción el blog a alguna propuesta de reforma de las oposiciones (aquí y aquí) o de autonomía escolar.
Muchos lectores dicen básicamente: "quizá eso funcione en USA o UK, pero aquí, ni de coña, para algo que más o menos va, no lo toquemos." Para que no me acusen de elevar un par de anécdotas a categoría, les comento brevemente los resultados de un estudio de Aghion, Algan, Cahuc y Shleifer, sobre cuya pista me puso Víctor Lapuente , y que lleva el expresivo título de regulación y desconfianza (dados los datos anteriores no les sorprenderá que tres autores sean franceses, y dos de ellos coautores del libro que les cité anteriormente). El artículo señala acertadamente que el nivel de confianza y las instituciones muy probablemente co-evolucionan. En el modelo que usan para ilustrar después los datos, los individuos deciden invertir o no en capital social, y convertirse en funcionarios o empresarios. Los empresarios y funcionarios sin capital social son deshonestos y generan externalidades (empresarios) o corrupción (funcionarios). La comunidad regula la actividad empresarial para evitar las externalidades.
En el modelo, cuando la gente espera vivir rodeada de ciudadanos honestos, todos esperan bajos niveles de corrupción y regulación, e invierten en capital social. Sus creencias están justificadas, y la inversión conduce a un entorno honesto, baja regulación y altos niveles de actividad empresarial. Cuando por el contrario la gente espera vivir en una comunidad deshonesta, se esperan altos niveles de regulación y corrupción, y no se invierte en capital social. Sus creencias están de nuevo justificadas, y la falta de inversión conduce a alta regulación, alta corrupción, y bajos niveles de actividad empresarial. Parafraseando a Luis: una historia de Dinamarca y Venezuela.
Esta co-evolución de instituciones y capital social hacen difícil tener una comprobación empírica muy limpia, porque es muy difícil encontrar una variable instrumental, pero les dejo con un par de gráficos de correlaciones muy ilustrativos. El primero trata de la relación de la desconfianza con un problema del que hemos hablado aquí a menudo (aquí y aquí): Desconfianza (horizontal) y número de procedimientos para abrir una empresa (vertical).
El segundo de como la desconfianza se relaciona con otro problema que ha sido casi una obsesión de este blog, la disfuncional regulación laboral y su relación con la desconfianza:
Y el tercero, algo más directamente relacionado con Hay Derecho, el formalismo judicial.
Dado que la desconfianza no es algo que se cambie de un día para otro, y que probablemente estamos en un mal equilibrio me temo que hoy no hay soluciones fáciles. Pero darse cuenta del problema es una precondición para cambiar de equilibrio. Así que el libro de Hay Derecho nos enfrenta a otra faceta del dilema de España, pero con una consecuencia parecida, ¿quieren que seamos como Dinamarca o Venezuela?
Hay 33 comentarios
Buena recomendación de lectura. Creo que el problema de la desconfianza se podría analizar en términos del dilema del prisionero. La desconfianza es una reacción ante el convencimiento de que el otro no va a cooperar. Una de las razones es que las relaciones muchas veces tienen "fecha de caducidad", un ejemplo claro es la gran cantidad de contratos temporales sin expectativa de renovación que existen en este país; otro puede ser el incremento de la emigración con fecha prefijada de regreso, cuando antes la mayoría marchaba sin saber para cuanto tiempo. Otro problema que veo es la dificultad de saber quién tiene comportamientos deshonestos, y una administración cada día más compleja no creo que ayude mucho. Tampoco ayuda la progresiva disminución de la severidad de las penas, aunque creo que ello ha sido enormemente positivo en la medida en que se necesitaba para garantizar los derechos humanos. Quizá la disminución de los tipos de interés que se ha vivido en los últimos años ha podido ejercer de contrapeso, facilitando la confianza, al tener más valor los frutos futuros de la cooperación.
Un cordial saludo.
Muchas gracias Antonio por la referencia a ¿Hay Derecho? La relación entre confianza y regulación es evidente, pero me temo que es un problema de nuestro tiempo absolutamente generalizado y además de imposible solución. Puede que las universidades americanas tengan poca regulación, gracias a un marco regulatorio general que establece un adecuado conjunto de incentivos egoístas que generan confianza en que todo el mundo actuará en correspondencia. Por eso no necesitan entrar en minucias. Pero lo cierto es que en otros sectores en donde ese marco es mucho más difícil de establecer la regulación es terrorífica. Pensemos simplemente en la Ley Dodd-Frank, promulgada con la finalidad de prevenir futuras crisis financieras. Tiene 848 páginas y cada una demanda desarrollo regulatorio que ocupa a su vez cientos de páginas. Su objetivo es anticiparse y prohibir cada sucio truco que los financieros puedan imaginar (me temo que con poco éxito).
http://www.economist.com/node/21547789#sthash.LFODLu0Z.dpbs
El problema que subyace a todo esto es una cuestión filosófica de enorme calado y de dificilísima solución. Unos buenos incentivos (egoístas) pueden generar confianza y hacer innecesaria la regulación en determinados ámbitos y con determinado alcance, pero el egoísmo tiende a pervertir las referencias morales (y religiosas) imprescindibles en otros ámbitos en donde ese marco general es complicado de diseñar. A medida que fomentamos el egoísmo en un lugar, agravamos la situación en otros, por lo que se echa mano del Derecho para rellenar ese vacío y buscar un nuevo punto de equilibrio, en una carrera incesante sin final....
Daria para otro post, pero me parece que una diferencia importante entre el ejemplo universitario anglosajon y el nuestro no es tanto que en uno haya reglas y en otro no, sino en que en uno estan "escritas" y su cumplimiento se hace encarga a un tercero, y en otro no estan escritas y ese "enforcement" es comunitario. Y deriva en buena parte de que la gente comparte una cultura y conoce esas reglas y le asusta ese castigo comunitario. Es la razon por la que las sentencias del tribunal de las aguas, que segun creo no tienen validez legal formal son respetadas. Simplemente la comunidad veria con malos ojos que no se cumplieran sus dictados. O por que funciona la omerta, si no hay codigos escritos ni agentes de "enforcement" formal.
Rodrigo,
No he podido entender a qué se refiere cuando habla de incentivos egoístas. En el análisis económico de las decisiones individuales, el estímulo o impulso viene tanto de las preferencias internas del individuo como de los incentivos externos que enfrenta y la distinción es importante porque los procesos psicológicos de formación de preferencias se suponen diferentes de los procesos sociales de estructuración de incentivos. Mi preferencia por ayudar o no a alguien es algo muy distinto del incentivo para ayudar o no a alguien (recuerde el episodio final de Seinfeld). Quizás usted se quiera referir a lo que algunos llaman incentivos morales para diferenciarlos de los materiales, pero en el concepto de incentivos morales no hay nada que presuma de egoísmo y por el contrario su uso está comúnmente referido a la imposición de un sentimiento de lealtad hacia un grupo, sea pequeño (la empresa japonesa) o grande (la China de Mao). O quizás se refiera al lamento de Sandel por la falta de límites a los mercados (What Money Can't Buy, capítulo 2), algo que yo rechazo porque Sandel debería lamentar el fracaso de los predicadores en cambiar preferencias individuales en lugar de condenar propuestas de incentivos materiales para lograr resultados socialmente deseables. Por lo anterior, le agradeceré me explique los términos del dilema que le preocupa.
Perdón por el retraso en responder pero estos días he estado muy liado. Mi tesis es muy sencilla: en determinados marcos regulatorios la persecución del interés individual produce bienestar colectivo, por lo que la regulación jurídica (usos fuertes) es innecesaria (ejemplo de las universidades americanas). Puesto que se sabe que los rectores, por su propio interés, no contratan amigos incompetentes, no se necesita una regulacion que exija que los aspirantes cumplan requisitos objetivos. En otros marcos, sin embargo, eso es mucho más difícil de conseguir. Los incentivos individuales no producen bienestar colectivo. Los vendedores de las subprime o los empaquetadores de hipotecas basura tenían incentivos particulares contrarios a los intereses generales. En estos casos necesitan regulación jurídica que restrinja o encauce estos comportamientos, salvo que dispongas de restricciones morales que te hagan pensar que vender una hipoteca a un parado o empaquetar basura y venderla a precio de oro no te satisface personalmente por no coincidir con el modelo de persona al que aspiras, o restricciones sociales (usos débiles, casi siempre derivados de restricciones morales) que hagan que esté mal visto comportarse de esa manera. Sobra decir que estas restricciones cada vez son menos frecuentes.
Rodrigo,
Todos y cada uno de nosotros perseguimos nuestro interés individual, que puede ser egoísta o altruista. Esa idea reconoce primero que un estímulo importante de nuestras decisiones son nuestras preferencias, motivación interna. El otro estímulo importante se relaciona con incentivos, motivación externa. En economía ambas motivaciones se suponen independientes pero se podría alegar que en el largo plazo no lo son. Por otra parte, se distingue entre normas sociales y normas jurídicas por diferencias en motivación para actuar conforme a ellas (ver C. Bicchieri, The Grammar of Society; E. Posner, Law and Social Norms; Benabou y Tirole, Laws and Norms, NBER WP 17579), diferencias que a su vez podrían implicar que las primeras actúan más sobre las preferencias (¿y quizás las creencias? ¿o quizás las expectativas sobre la conducta de los otros?) que sobre los incentivos. En todo caso, existe una amplia investigación sobre las relaciones de complementariedad y sustitución entre ambos tipos de normas como motivación de las decisiones (ver Acemoglu & Jackson, Social Norms and the Enforcement of Laws, NBER WP 20369). A pesar de la persistencia de dudas e inconsistencias en esa investigación, el análisis supone siempre que el sistema de normas jurídicas (incluyendo las llamadas regulaciones en cuanto normas jurídicas preventivas) condiciona la conducta humana a través de incentivos. Le recuerdo además que en el análisis económico el interés general no es algo distinto a una agregación o consolidación de intereses individuales y el bienestar social siempre es resultado de acciones individuales o colectivas.
Fenomenal, bastante de acuerdo, ¿pero qué tiene que ver esto con lo que yo he dicho? Solo intento explicar por qué motivo en un determinado país (por lo tanto con el mismo índice general de confianza) en ciertos sectores hay poca regulación normativa (usos fuertes en terminología de Ortega), como ocurre en las universidades americanas, y en otros muchísima regulación, como en el sector financiero (en donde los usos débiles y las restricciones morales no funcionan para contrarrestar la búsqueda del interés material a corto plazo).
Es decir, utilizando su terminología: en las universidades americanas la motivación interna produce bienestar general (buena educación), por lo que no procede introducir motivación externa. En el sector financiero la motivación interna no produce bienestar general (crisis financieras), por lo que resulta necesario introducir motivación externa. Es cierto que puede haber motivación interna de muchos tipos, pero la dominante hoy tiene que ver principalmente con el dinero y el prestigio social.
Por eso mi tesis es que la regulación no tiene que ver tanto con la confianza como con si las motivaciones internas están o no debidamente coordinadas con el interés social.
La desconfianza está alimentada por un carácter individualista y la experiencia de siglos (en la que no voy a entrar). Tanto si se elimina la montaña regulatoria como si se intenta "afinar" no hay que esperar resultados espectaculares en el "corto plazo".
Además hay que tener en cuenta que el secular desinterés por lo "público", con hondas raíces en el XIX, y las peculiaridades de nuestro modelo frentista de modernización no ha ayudado mucho. El carácter opaco de la gestión pública y la tradición "vendemotos" de todas las formas y colores, tan enraizada en la psique colectiva es un "pasivo" con el que hay que contar.
El mencionado desinterés general por lo público (con buen sentido y razón se entiende) y las peculiares líneas de división política, han atraído a la política a multitud de zánganos y ordeñadores de lo público con piquitos de oro que no han contribuido precisamente a reforzar los mecanismos de confianza, generando un bucle continuo de decepciones cuyo final no se vislumbra.
Por último, en época de vacas flacas esos mecanismos se refuerzan como es lógico, ya que cada uno va a lo suyo y a los suyos (refuerzo de la tradición en la adversidad). Se puede intentar regular, pero la quiebra de la confianza interpersonal que observo es espectacular. El remedio es un proceso educativo a largo plazo. Las condiciones que se deben dar para lograrlo... bueno, eso lo dejo para cuando esté inspirado 🙂 .
Efectivamente, parte de mi intervencion es para senyalar que estos problemas culturales tienen un arreglo muy complicado a corto plazo, porque una cultura mas homogenea de codigos compartidos no se genera en tres tardes.
Discrepo, las culturas se cambian con los incentivos correctos. Vid el carné por puntos, la prohibición de fumar o el matrimonio gay... cambiaron la mentalidad y el comportamiento en un tiempo record. En tres días y medio...con los incentivos (económicos) adecuados se podría cambiar más de lo que creemos.
Estimada Violeta.
No sé si me atrevería a comparar el carnet por puntos y las actitudes al volante con la transformación de una cultura política y económica. Hay muchos grados de diferencia. Lo simple no es equiparable a lo complejo.
No creo que Locke, Spencer, Hobbes, Montesquieu, Durkheim, Weber et al. perdieran su tiempo analizando problemas que se solucionan en tres días y medio. De hecho los problemas persisten, y hace tiempo que la tierra les acogió en su seno.
Deberíamos hablar más de esto, porque tienes razón en que no todo es imposible de cambiar. Yo diría que cuando las reglas de evaluación se pueden automatizas (como en el carné por puntos) la cosa es efectivamente más fácil. Pero si el juicio humano tiene que entrar a jugar en algo, ya vamos peor. Pero esto mejor lo dejamos para un post completo, que el asunto lo merece.
Estimado Antonio:
Que los problemas persistan no quiere decir que no haya cambiado nada, cosa imposible por otra parte.
En cuanto al juicio humano yo no soy tan negativo. Es lo que nos distingue de los animales, y si debe quedar anulado no tengo ningún interés en vivir en esa sociedad.
La educación en todos sus aspectos juega un papel clave en su formación, y eso hace difícil y lenta la transformación.
Si se renuncia a ella sólo queda el recurso a la coacción y al aumento exponencial de normativas y reglamentos; y ya mejor lo dejamos en un "sistema experto" automatizado de acceso restringido.
Para eso que nos sustituyan por Robots, es más práctico.
Sí, todos tenemos esa impresión (¡100.000 leyes!).En el ámbito de la universidad la aparición de agencias de acreditación no ha hecho sino incrementar las regulaciones (aunque en España estas agencias pueden haber tenido un efecto positivo). Pero lo que quería preguntar es si nos podría decir cómo se valora en las (buenas) universidades anglosajonas, la calidad de la docencia de los profesores (si es que se hace).
En los "teaching colleges" es casi lo unico que cuenta. En las escuelas de negocios alguien que no sea un docente brillante ni se lo miran, con independencia de que ademas tiene que ser un gran investigador. En otros lugares la cosa varia mas, pero un mal docente tiene que tener calidades redentorias extraordinarias para ser tolerado. Y no olvidemos que la habilidad docente es multidimensional, se puede ser un docente mediocre en un curso muy generalista y excepcional en algo mas especializado, o al reves.
En las ivies (he dado clases en 3 de ellas: Penn, Princeton y Yale), buenas evaluaciones de enseñanza son importantes para la tenure. Sin llegar a cierto nivel es muy dificil que el comite de personal apoye la promocion del candidato. Sin embargo ser un docente espectacular no va a suplir una lista corta de publicaciones (las ivies son, a fin de cuentas, research institutions).
En todo caso siempre he pensado que la dicotomia entre enseñanza e investigacion es falsa. Es posible (y hay muchos) excelentes investigadores que son malos docentes (por incapacidad o, mas comunmente, por falta de interes). Al reves, no conozco a ninguno. Hay gente que nunca ha publicado nada y que "parece" que dan buenas clases, pero lo que hacen es "show business". Podran muy graciosos y entretenidos pero en realidad solo venden humo.
Y mi experiencia en España es que a todos los que se les llenaba en la carrera la boca con la importancia de la enseñanza frente a la investigacion eran docentes horribles.
Dejando los showmen aparte y otros vendedores de humo que siempre son fáciles de identificar, si he de recibir clases, siempre preferiré a un profesor con buenas aptitudes para la docencia aunque sea un mal investigador; si este es el caso, le exigiré que, al menos, estudie para mantenerse al día de los que otros investigan.
Pero lo contrario, es decir, tener a un magnífico investigador con mediocres aptitudes para la docencia puede ser muy frustrante, tanto para él como para sus alumnos; porque, por más que le exija que me transmita con más claridad sus conocimientos, por lo general, esa habilidad para empatizar y comunicar está fuera de su alcance y, desde luego, no se adquiere con más investigación.
"si he de recibir clases, siempre preferiré a un profesor con buenas aptitudes para la docencia aunque sea un mal investigador"
Ya, puestos, que tal un unicornio rosa para dar clase? Lo digo porque los unicornios rosas y los "malos investigadores pero buenos docentes" pertenecen a la misma categoria de objetos imaginarios y ya puestos, el unicornio rosa es mas bonito.
Hombre Jesús, creo que no es así, habrá que matizar. Si me dices un buen docente de doctorado o master investigador, te lo compro 100%. No se puede ser un buen docente sin ser un gran investigador. Si me hablas de dar una clase de Undergraduate en plan primero/segundo, Bachillerato o escuela de negocios, te puedo poner ejemplos y nombres los que quieras de buenos docentes/mediocres investigadores (estudié en la Carlos III grado y master y soy profesor de academia en mis ratos libres, podríamos hablar largo y tendido al respecto si quieres). De hecho, me gustaría hablar del tema con gente de la universidad. Porque creo sinceramente que debería entrar por ejemplo Cabrales (que es un docente maravilloso debo decir) a comprobar la calidad de la docencia en la uni.
1) Estamos hablando de universidades con lo que yo nunca me he referido a bachillerato.
2) Estaria dispuesto a hacer, quizas, una excepcion partical para intro a economia y cosas asi, aunque dudo que ningun "gran docente mal investigador" lo haga nunca como Mankiw u otros investigadores famosos por sus clases de intro.
3) En cuanto llegas a macro intermedia o econometria, dudo mucho que alguien sin una experiencia de investigador medianamente decente pueda enseñar las sutilezas de la materia.
Por dar un punto de vista desde otra disciplina: soy doctor en química y la norma que encontré en la universidad es que los mejores profesores eran además buenos investigadores. En algún caso me encontré a algún docente excepcional que no era ni muy buen investigador ni muy activo en investigación... pero que sí lo había sido antes de cumplir los 60!
Respecto al comentario de JFV de los que hacen “show business", no he podido evitar evocar la cara de un profesor que tuve y que se ajustaba perfectamente a la descripción.
Es posible encontrar algún profesor que, sin ser buen investigador, sea capaz de explicar los contenidos de la asignatura correctamente. Para los alumnos brillantes posiblemente no sea un problema. Sin embargo, no he conocido a ningún profesor bueno (y digo bueno) que no fuera además un buen investigador.
Demasiado drástico....
En todo caso son como las meigas. No existen pero haberlas haylas.
Le sugiero la lectura de este artículo del NY Times:
"A solution for bad teaching"
(http://www.nytimes.com/2014/02/06/opinion/a-solution-for-bad-teaching.html?_r=0)
Discrepo totalmente.
Según mi experiencia, los mejores docentes que he tenido (Ángel Rojo, Enrique Fuentes, Paulino Garagorri...)no publicaron en ninguna revista de primera fila internacional y sus publicaciones en español tampoco pueden considerarse de gran originalidad i que "abriesen " nuevos caminos. Eso si, estaban totalmente al dia en su campo y eran capaces de sintetizar, organizar y explicar de forma amena y clara. Además conocían perfectamente la realidad de la economía española. Finalmente intentaban que los alumnos cuestionasen los lugares comunes y las supuestas verdades establecidas.
Por eso, sus clases estaban llenas y de sus alumnos salieron magníficos economistas-cosa que otros recién llegados de los USA, con doctorados en Chicago y Minessota y publicaciones en revistas de primera línea no consiguieron-¿Que mas se puede pedir a un docente?.
Saludos.
Gracias a ambos por la información. Tuve un profesor que decía algo así como "Si no investigas ¿qué vas a enseñar?" He vuelto a recordar la frase al hilo de la contestación del profesor Fernández-Villaverde. Aunque siempre me pareció algo exagerada, supongo que la afirmación encierra parte de verdad, en especial en lo que se refiere a la enseñanza universitaria más avanzada.
En todo caso, infiero que la información fundamental para valorar la docencia de un profesor, se obtiene sobre todo de encuestas a los alumnos.
Excelente artículo Antonio, es de los de imprimir y reenviar, espero que sea leído por quien lo necesita. Efectivamente en los departamentos anglosajones (americanos y de UK, de momento UK ya veremos mañana...) alucinan en colores cuando les contamos lo de la Aneca y demás. Una de las claves es que ellos soportan directamente las consecuencias de contratar a alguien que no cumple las condiciones. Da igual la cantidad de normas que tengas si quien contrata no soporta directamente las consecuencias de contratar a un inútil. Si tu departamento, o tu indirectamente, recibes menos dinero por resultados ya espabilarás. Mientras se tire con pólvora del Rey las cosas no cambiarán. Yo tenía muchas esperanzas depositadas en la estabilidad presupuestaria, por ello de que a mayor escasez es más perentoria la necesidad de distribuir el gasto de forma eficiente (como exige el olvidado art. 31.2 de la Constitución), igual todo se andará.
Por último, algo hemos mejorado. No hace tantos años que se hacía Catedrático a un chaval de 29 años por tener tal apellido o ser amigo de tal. El problema es que esos mismos están ahora en las Anecas y demás, pero hoy -aunque lenta y torpemente- las cosas están infinitamente mejor que ayer, no se nos debería olvidar.
Perdón, quería enviar una última parte del mensaje. Un ejemplo de magnífico docente que estuvo en la Carlos y que en cierto momento se alejó de publicar en revistas top: Juan Urrutia. Para mí, el mejor.
Tampoco estoy diciendo que haya que ser Lars Hansen para dar clase de econometria. Juan Urrutia publico mas que de sobra para demostrar que sabia de lo que hablaba. La gente que suele decir lo de "gran docente" son agrafos
Algo parecido escribió hace unos años en El Mundo Juan Planes. ¿Podemos hacernos noruegos? http://www.juanplanes.com/2012/5/22/76989/podemos-hacernos-noruegos
Enhorabuena por el artículo y por el interesantísimo cuadro en el que aparece el ranking de confianza social.
Muy interesante igualmente el intercambio entre Rodrigo y Antonio sobre un asunto que en el fondo resulta espinoso: Las diferencias entre los grados de homogeneidad en valores de distintos países. La importancia de las creencias compartidas para que exista confianza social y no sea necesario el destructivo "coste de transacción" de la hiperregulación y el control obsesivo.
Todos recordarán "Trust: The Social Virtues and The Creation of Prosperity" de Fukuyama (1996) un libro sobre el que se ha corrido un tupido velo porque resalta algo que Braudel (otro olvidado) también tiene muy en cuenta, la evolución entrópica de civilizaciones y culturas y su profundo e ignorado efecto en el presente.
Buenos días
Quizá una explicación a esa escasa regulación inicial para el acceso a diferentes puestos de la universidad en países anglosajones se deba a la cultura de evaluación continua y exigencia de resultados y, en su caso responsabilidades. Esto es radicalmente distinto al modelo español en el que los criterios de acceso suelen ser duros y restrictivos, pero luego podemos "echarnos a dormir".
Tras algunos comentarios da la sensación de que subyace una idea restringida del ser humano.
Una especie de agente limitado a funciones "a definir por el sistema".
Un "monigote" que otros --menos "monigotes", supongo-- han de dirigir diseñando sus funciones y modelando sus actos con los incentivos y controles correctos. Cita Violeta, como ejemplos, lo sucedido con el carné por puntos o con la beatificación de la "gaycidad".
¿Qué ha sucedido además de que la mayoría de la población ha entendido más y mejor la base coercitiva de esta forma de estado y la repudia como se repudia todo lo Orwelliano? ¿No se comienza a ver electoralmente lo sucedido?
Pues dicen los veteranos de la demoscopia que la tendencia que acabamos de ver en toda Europa es de largo recorrido.
Démosle tiempo al tiempo. Este modelo está hoy en declive y no sólo económico.
Lo está por muchas causas, unas distantes, otras cercanas, pero todas interactuando entre si.
Una de ellas es que el modelo vigente carece de un arquetipo atractivo de ser humano. ¿Qué nos propone el sistema? ¿Ser agentes robotizables o manipulables? ¿Vale la pena ser sujeto tributario en este sistema?
Creo que no. Y este es uno de los factores de disolución de cualquier sociedad aunque solo sea porque si se pierde legitimidad otorgada solo queda aumentar la coacción. Lo cual tiene poco recorrido y bastante malo. Suele señalar el final de una época.
Saludos
Creo que la desconfianza tiene un papel clave en España, tanto en el exceso de regulación o formalismos como en la dificultad de hacer reformas o realizar diagnósticos y soluciones. Lo que no sé es qué lugar ocupa en la cadena de sucesos. En cierto sentido seguimos siendo un país de "santos inquisidores", lo cual eleva el coste de tener ideas propias o diferentes a las del púlpito. Pero el caso es que un día tendremos que plantearnos si ese continúo bloqueo defensivo nos compensa para prosperar.
En la encuesta de confianza de la OCDE referenciada aparece la pregunta:
“In the city or area where you live, imagine you lost your wallet or something holding your identification or address and it was found by someone else. Do you think your wallet (or your valuables) would be returned to you if it were found by a neighbor/the police/a stranger?”
Me ha recordado al experimento que hizo Reader Digest dejando en diversas ciudades 12 carteras en cada una. En Lisboa fue donde menos devoluciones hubo (1/12) seguida por Madrid (2/12). Finlandia fue la más confiable con 11/12. Tal prueba coincide más o menos con el primer gráfico, excepto Suiza, que aparece de las primeras pero solo se devolvieron 4/12 en Zurich.
Aquí en mapa el experimento de la cartera:
http://pbs.twimg.com/media/Bd8T8lFIUAALynK.jpg:large
La cuestión aqui, Antonio, es si podemos usar las insttutciones para saltar de un equilibrio a otro y dejar de legislar obsesionados con evitar que los malos hagan maldades para pasar a ayudar a los buenos.
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