Este sábado participo en un panel de los European Winter Meetings of the Econometric Society sobre “enseñanza efectiva y eficiente, consejos para un académico joven” y he pensado que igual valía la pena compartir algunas de las cosas que contaré allá con nuestros lectores. Será una intervención corta, porque lo interesante en estos casos son las dudas que tenga la audiencia, y somos tres ponentes, pero resumo mis conclusiones en dos líneas. Por un lado, hay que saber lo que la institución espera de ti y no apresurarse a hacer todo a la vez. Vale la pena tomar una perspectiva de largo plazo. Y lo segundo es que puede ser eficiente, y mejor para el estudiante, que aprovechemos nuestra ventaja comparativa como investigadores.
Empecemos por “el feo y el malo” y luego ya acabamos con “el bueno” que siempre es más agradable. Si estás comenzando una carrera tienes un gran número de preocupaciones. Con mucha probabilidad vives en un lugar nuevo y quizá ni es tu país. Es importante priorizar lo que tienes que hacer para no tropezar y darte de bruces. Recuerda, esto es un trabajo. Sí, para muchos además es una vocación y nos gusta mucho lo que hacemos, pero no se trata de poner en peligro nuestra salud porque querer abarcar demasiado. Ya sé que esto es más fácil de decir que de hacer. Pero si no puedes tú solo, como me pasó y pasa a mí, busca ayuda. Pueden ser tu pareja, tu familia o tus amigos. Y, si hace falta, consigue ayuda profesional.
En la mayor parte de departamentos serios te embarcas en un “tenure track” en el cual después de unos años se va a evaluar tu investigación, y tu docencia, antes de poder estabilizarte. Esto incluye, por cierto, a departamentos españoles tradicionales. Conviene mantener en mente que conseguir los objetivos necesarios de investigación para estabilizarse laboralmente no es trivial. Por tanto, es importante saber cuáles son los objetivos necesarios en docencia y optimizar el esfuerzo que se dedica a cada área.
La mala noticia es que en la mayor parte de los lugares la docencia se evalúa mal. El indicador casi único para medir la calidad son las evaluaciones docentes. Primero, las evaluaciones docentes no miden la calidad. Y lo que es peor, están sesgadas contra los profesores jóvenes y contra las mujeres. Y entonces, ¿qué hacemos? No vamos a cambiar nuestro sexo por esto, y nuestra edad es difícil de cambiar. Dos resúmenes recientes de literatura, uno de Carpenter y Witherby, y otro de Stroebe sugieren algunas ideas. Stroebe muestra que las evaluaciones “recompensan la calificación indulgente y a los instructores que requieren poco trabajo y castigan a los que calificación estrictamente.” Carpenter y Witherby muestran que “las experiencias de aprendizaje que minimizan el esfuerzo y aumentan la apariencia de fluidez, compromiso y entusiasmo a menudo inflan las estimaciones de los estudiantes sobre su propio aprendizaje.” Y en consecuencia mejoran las evaluaciones.
Espero no haber dado un disgusto a nadie, pero me temo que esto es así. Lógicamente no voy a sugerir en estas páginas que pongamos exámenes muy fáciles y exijamos poco sólo para pasar las evaluaciones. Sería un fraude y no creo que la conciencia de mis lectores lo permita. Pero sí creo que es importante que tengan una apreciación realista de lo que pueden conseguir sus estudiantes. Es probable que el doctorando se esté formando en una universidad con mejores estudiantes de los que va a formar ahora. Y es seguro que sus compañeros de doctorado y sus profesores tienen una capacidad académica mejor que los estudiantes a los que se enfrenta. Hay que ajustar expectativas sobre la capacidad a la hora de enseñar. Si hace falta, recomiendo practicar un poco con alguien del entorno cercano una clase o dos, que no sea economista, para ajustar el nivel. Y también es importante recordar que un estudiante de grado mediano probablemente no tiene la capacidad de trabajo y la motivación que un estudiante de doctorado o sus profesores. Medir las expectativas nos evitará frustraciones y también a los estudiantes.
Algo que ayuda mucho es entrenar la empatía. Escuchar a los estudiantes, no enfadarse porque algunos no prestan atención, o no entienden a la primera. Tomad su perspectiva, por favor. No todo el mundo fue el mejor de su clase en el bachillerato, y no necesariamente aman la econometría o la teoría de juegos.
Siendo más positivos, es posible que el departamento al que vayas esté más avanzado en términos de evaluación docente. En ese caso es probable que utilicen técnicas como la de enviar a algún colega para “inspeccionar” la clase y/o los materiales. O que tengan un servicio de orientación docente que revise todo el “paquete docente” de un profesor. Una primera recomendación en ese caso es que documentemos todo lo que hacemos. Si tenemos tutorías especiales, si introducimos sistema de respuesta automática en las clases, si hacemos experimentos, si los estudiantes hacen un proyecto guiado, si hemos “flipped the classroom” (dado la vuelta a la clase). Todas estas estrategias, y más, que revelen un esfuerzo extra tienen que estar planificadas y, a ser posibles, registradas de alguna manera (el Moodle que suelen tener todas las universidades es un buen sitio).
¿Y qué hacer para que los estudiantes aprendan, tanto si tienes motivación intrínseca para hacerlo como si el departamento es más avanzado y pueden medirlo? Tengo dos recomendaciones concretas. Y van en la misma dirección. Todo consiste en apalancar tu ventaja comparativa. A veces tenemos una buena intuición pedagógica y a veces no, pero sabemos de nuestro tema, y sabemos cómo aprender más, porque somos investigadores. Pues aprovechémoslo.
La investigación reciente muestra que el aprendizaje activo (Freeman y otros 2014) o el aprendizaje basado en problemas (Walker y Leary 2009) mejoran el aprendizaje. El aprendizaje activo requiere que los estudiantes estén haciendo algo mientras aprenden para que su tiempo sea efectivo. No es lo mismo ir a un seminario, que tomar un artículo de investigación e intentar replicar el teorema, o la simulación/regresión correspondiente. En clase se pueden utilizar sistemas de respuesta rápida, como Kahoot o Mentimeter, con el que se pueden hacer pequeños ejercicios para comprobar si los estudiantes van siguiendo la clase y añadir preguntas para discusión. Además los resultados son inmediatos. Se pueden usar experimentos, y con ayuda del Experiencing Economics del Core Project esto es fácil. Hay además varias plataformas para hacer experimentos, como Classex y otras que se pueden ver aquí. También pueden hacer pequeños proyectos empíricos, adecuados al tipo de clase que dan, como estos del Doing Economics también del Core Project, donde se dan proyectos que se pueden seguir paso a paso, como si fuera un juego de Lego.
El aprendizaje basado en problemas es un paso más. Los estudiantes deben utilizar de manera concreta sus conocimientos en un proyecto. El problema que resolver debe ser auténtico, mal estructurado y requerir habilidades diversas. Vaya, como un proyecto de investigación. Puede ser pequeño y adaptado al curso que den. Y es justo lo que sabemos hacer mejor, investigar, y ayudar a otros a hacerlo. Aparte de que en el mundo que viene es lo que se les va a pedir también en las empresas. Yo veo el futuro de la docencia universitaria así, como un lugar donde los estudiantes son todos pequeños doctorandos que buscan resolver un misterio y les vamos proporcionando herramientas para conseguirlo. Porque replicar cosas rutinarias que han aprendido de memoria es algo para lo que van a ser remplazados por la inteligencia artificial rápidamente.
Hay 6 comentarios
Antonio, gracias por sacar este tema tan importante, es una buena revisión del tema. La docencia es difícil, y absorbe mucho tiempo por parte de un profesor, mas cuando se tiene poca experiencia que es precisamente la época mas estresante dado el peso de la investigación en el proceso de tenure track. Aunque la edad no facilita las cosas, al menos con el tiempo uno termina acumulando material docente lo que facilita las cosas.
En este sentido, yo daría un consejo importante a los más jóvenes: en la medida de lo posible pensad bien que asignatura escogéis. Tratad de impartir clases (si es posible) en materias en las que el departamento tenga materiales didácticos preparados, todo estará guiado y resultará más difícil meter la pata, además de que ahorrareis tiempo. No es tan excitante como prepararse un curso propio, pero en la etapa inicial puede ser más sensato. Si no es así, tratad de repartir el esfuerzo de preparación con otros docentes, repartiendo los temas y compartiéndolos. Otros aspectos pueden hacer que uno lo reconsidere. Por ejemplo, la docencia de asignaturas optativas suele ser más gratificante, porque la escogen alumnos más vocacionales, mientras que las asignaturas mas cuantitativas (especialmente las obligatorias) suelen ser peor recibidas por la masa.
Por otro lado, si uno tiene que dar clases magistrales, la docencia es difícil porque los alumnos desconectan rápidamente, así que tratad de meted todo el componente práctico que podáis (si la universidad en la que estáis lo permite), ideas como flipping the classroom tratan de hacer esto. No se trata de ser un showman, pero si de hacer rupturas en el ritmo de la clase para que los más “zombies” despierten. Si impartir lectures, explotad el humor y la sorpresa dentro de lo posible, aunque inevitablemente la asistencia a estas clases tiende a bajar. Cuando se imparten tanto clases magistrales como clases prácticas a los mismos alumnos, es mas fácil organizarse y que estén satisfechos.
Como indica Antonio, los proyectos son una gran herramienta para clases prácticas. Trabajar en equipo ayuda mucho. En economía de la empresa, un tipo de herramientas que funcionan muy bien son los juegos de negocios, donde se pone a grupos de alumnos a tomar decisiones como si fueran directivos de empresas que compiten. En otros contextos pueden usarse ideas similares. También funcionan bien los trabajos “de investigación” por equipos durante varias semanas (tienen que conseguir datos, analizarlos, sacar conclusiones) esto permite a los alumnos aprender unos de otros, y el trabajo en clase del profesor se limita a circular entre los equipos dando consejos para mejorar el proyecto, escuchar presentaciones, y revisar los textos.
Esto último (proyectos que animen a investigar), son una herramienta importante porque podemos entroncarlos con la investigación mas seria, sobre todo en cursos mas avanzados, y conectarlo con los puntos fuertes del profesor. Con suerte, este tipo de experiencias pueden estimular algunas vocaciones académicas.
Esto es magnífico, de mucha utilidad. Un argumento adicional para el aprendizaje activo, a base de problemas que se deben resolver es que es infinitamente más divertido y gratificante para el docente.
Gran trabajo Antonio. Yo tengo una teoría no contrastada pero que me ronda la cabeza. A la generación de los estudiantes que llenan las universidades ahora les llaman la "generación de cristal". Como ocurre en todos los sitios, en el profesorado conviven diferentes generaciones que interpretan a su manera a estos estudiantes "cristalinos". En concreto creo que, además recibir evaluaciones en base a lo fácil o difícil que plantee la asignatura un profesor, hay factores que exigen o demandan los estudiantes como la cercanía con el profesor, entender cómo planteamos los métodos didácticos, mostrarles nuestras tripas, nuestro "MAKING OF", como ponemos los medios para llegar a un fin, que vean que el método por el que los evaluamos es el más justo. Que vean que se reconoce su esfuerzo. Algunos compañeros de asignatura me dicen que "a la universidad ya se viene llorado" pero creo que la madurez cognitiva y afectiva no tienen el mismo ritmo para esta generación de alumnos.
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