Paro juvenil en España: Un gravísimo problema, perenne y estructural

Por Samuel Bentolila, Florentino Felgueroso, Marcel Jansen y Juan F. Jimeno

Con la sucesión muy rápida de dos profundas crisis económicas –la Gran Recesión de 2008-2013 y la crisis de la Covid-19– las tasas de paro juvenil han subido en muchos países. Por ello, ha surgido la preocupación por el deterioro que esta secuencia pueda haber causado en las perspectivas laborales a largo plazo de los jóvenes que entraron en el mercado de trabajo en momentos de crisis; es decir, si les ha dejado una cicatriz.

La tasa de paro juvenil es mayor que la de los adultos en todas partes. Por un lado, los nuevos entrantes al mercado de trabajo son, por su falta de experiencia, menos eficaces a la hora de encontrar empleo. Por otro, los jóvenes con menor experiencia y estabilidad laboral pierden el empleo con mayor frecuencia que otros grupos siempre que sobreviene una recesión.

No obstante, el caso español es extremo en dos sentidos: la brecha entre las tasas de paro de los jóvenes y los adultos es mucho mayor que en otros países de nuestro entorno, y los aumentos de la tasa de paro juvenil durante las recesiones son también mucho mayores, como se aprecia en el siguiente gráfico (fuente: OECD Statistics):

Gráfico 1. Tasas de paro por grupos de edad en España y la Unión Europea, 1983-2019 (%)

Esta situación puede ser simplemente resultado del mal funcionamiento de nuestro mercado de trabajo –que produce altas tasas de paro para todos– y de que haya habido dos profundas recesiones muy seguidas. Por el contrario, puede haber algún factor estructural que explique el alto nivel del paro juvenil y su volatilidad. Intentamos resolver esta cuestión en “Lost in Recessions: Youth Employment and Earnings in Spain” (de próxima publicación en SERIEs Journal of the Spanish Economic Association).

La abordamos estimando el impacto que tiene la tasa de paro existente en el año de entrada en el mercado de trabajo de cada nueva cohorte de graduados universitarios sobre su renta salarial y su empleo a medio plazo, durante 1980-2019. Investigaciones recientes indican que estos efectos de cicatriz son grandes, por ejemplo, en Canadá (Oreopoulos, von Wachter y Heisz), Estados Unidos (Altonji, Kahn y Speer) y España (Fernández-Kranz y Rodríguez-Planas y Gorjón, Osés, de la Rica y Villar).

Nuestra aportación radica en tener en cuenta el gran deterioro tendencial habido en la situación laboral de los jóvenes. Medimos los salarios a través de la mediana del máximo salario real mensual y el empleo mediante los días de trabajo anuales (equivalentes a tiempo completo) para cada persona, con datos de la Muestra Continua de Vidas Laborales. El siguiente gráfico muestra estas dos variables:

Gráfico 2. Salario real mensual mediano (en logaritmos) y días de trabajo anuales (equivalentes a tiempo completo) por grupos de edad, 1980-2019

 

Las caídas son enormes y generalizadas. Por ejemplo, el salario real mensual del grupo de 25 a 29 años cayó de 609 euros en 1980 a 574 euros en 2019 (en poder de compra de 2019), es decir el 5,7%, y sus días de trabajo anuales cayeron de 322 a 230, es decir, el 29%. Para el grupo de 21 a 24 años, el salario cayó un 6,2% y los días de trabajo un 46%. Son unas cifras escalofriantes, debidas principalmente a las caídas de los niveles salariales y a las subidas de las tasas de empleo temporal y a tiempo parcial, que han reducido mucho la duración de los contratos y la jornada­, respectivamente.

El siguiente paso es estimar el impacto que tiene un aumento de un punto porcentual en la tasa de paro de la provincia donde vive la persona, en el año de graduación, sobre su salario real mensual y sus días de trabajo anuales en los siguientes diez años, en el periodo 1987-2019. Tenemos en cuenta las características medias de cada cohorte anual de graduados y de la provincia, los perfiles de experiencia y la tasa de  paro nacional. En un primer paso excluimos del análisis las tendencias para cada nivel de experiencia laboral y después las introducimos (modelos 1 y 3, respectivamente). El siguiente gráfico muestra los impactos estimados:

Gráfico 3. Impacto de la tasa de paro provincial del año de graduación, desde el primer año de experiencia laboral (0) hasta el décimo (9) sobre los salarios (%) y días de trabajo, para personas con estudios de diplomatura, grado y posgrado

Si se ignoran las tendencias citadas, la tasa de paro en el año de graduación tiene un efecto grande y persistente sobre los salarios y los días de trabajo de los entrantes (líneas discontinuas). Sin embargo, al tener en cuenta las tendencias el impacto de la tasa de paro es pequeño y no muy significativo (líneas continuas). [1]

Por el contrario, la caída tendencial es considerable. Por ejemplo, una persona con un grado universitario que se graduase diez años más tarde que otra de similares características ganaría un 16% menos en su mejor mes del primer año y trabajaría tres semanas menos ese año. El impacto acumulado en los primeros diez años de experiencia laboral es igual al 5,6% del salario real mensual y en 3,4 días menos de trabajo para cada nueva cohorte.

En suma, aunque hallamos evidencia de que las recesiones tienen ciertos efectos duraderos, de cuantía menor, lo más importante es el deterioro secular del empleo, los salarios y el acceso a puestos de trabajo estables de los jóvenes españoles durante las últimas cuatro décadas. Dicho de otra manera, las recesiones no solo afectan negativamente a las cohortes que se gradúan durante la recesión. También afectan a las cohortes posteriores, porque se consolida parte del deterioro de los resultados laborales de los jóvenes.

En principio, se nos ocurren dos posibles explicaciones. Una es que el sistema educativo español no proporciona los conocimientos y las aptitudes profesionales necesarios para desarrollar carreras laborales más exitosas en un mundo en que los cambios tecnológicos y la globalización han ido alterando sustancialmente la composición sectorial y ocupacional de la demanda de trabajo. La otra explicación se centra en la regulación del mercado de trabajo, con numerosas reformas laborales que han favorecido la flexibilidad en el margen (la dualidad contractual) y la mayor protección de los empleados con contrato indefinido (insiders) en la negociación colectiva, con la colaboración de las grandes empresas. Este tipo de reformas laborales ha ocurrido en España en el pasado siempre durante periodos de crisis. El resultado ha sido una creciente barrera de entrada que dificulta la consecución por los jóvenes de puestos de trabajo estables y de alta productividad.

La investigación futura podrá aportar luz sobre la importancia relativa de estas explicaciones o aportar otras. En cualquier caso, como dice nuestro querido amigo Juanjo Dolado, a quien está dedicado nuestro artículo, España “no es país para jóvenes”.

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[1] El gráfico muestra, aparte de las dos variables mencionadas (paneles a y d), la mediana del salario real diario (panel b) y la mediana de los días de trabajo anuales por contrato y persona, ambos equivalentes a tiempo completo.

Hay 3 comentarios
  • Lo más impactante es que el problema del paro juvenil en España se ha asumido como un problema estructural. ¿Para algún gobierno (en el presente o en el pasado) este ha sido un problema prioritario? Hablamos mucho más de pensiones obviando que su sostenibilidad sería mucho mayor si abordásemos el tema del desempleo (y sobre todo del juvenil). Ni siquiera en el ámbito universitario asumimos el problema y tratamos de luchar para que la brecha cada vez mas evidente entre nuestros grados y las demandas del mercado laboral se reduzca. No solo no es país para jóvenes sino que, como demuestran vuestros resultados, cada vez lo será menos. ¿o acaso ha mejorado algo en España desde que en 2015, hace ya 6 años, Juanjo Dolado publicase su libro? El diagnostico es clarísimo, pero ni el gobierno, ni las empresas, ni la universidad hacen nada para cambiarlo.

  • Tuve el placer de tener de profesor a Juanjo y fue de las mejores experiencias de mi vida universitaria, era didáctico y nos enseñaba a pensar como economistas.

    Al problema estructural del mercado laboral de los jóvenes añadiría la falta tanto de políticas públicas como una evaluación seria acerca de las mismas. A modo de ejemplo, desde hace unos años se implantó el "Sistema de Garantía Juvenil" y no queda claro que ventajas tiene y si está fucionando de manera adecuada. También añadira la carencia del SEPE a la hora de ofrecer cursos específicos destinados a jóvenes y la falta de un itinerario personalizado para cada desempleado. Uno de los problemas de paro que observo es que la Administración/Estado se coloca como mero intermediario o implanta bonificaciones a las empresas pero no participa de manera activa en la búsqueda de empleo. Al final se delegan a agencias de colocación y ETTs.

    Muchas gracias por el artículo.

  • Una excelente síntesis panorámica y evolutiva, que bien podria complementarse con el hecho de la emigración de jóvenes, que ha alcanzado proporciones de alguna significación (el 0,6% de los nacionales el año 2015, por ejemplo) y que en el periodo 2008-2020 suma más de 280.000 jóvenes (20-34).
    Como hipòtesi quizá hayan marchado los que vieran mejores oportunidades fuera, lo cual podria contribuir a la tendencia de disminución del salario real relativo.

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