Leyendo las hojas de té del mercado de trabajo

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La información de la Encuesta de Población Activa de ayer sobre la evolución del mercado de trabajo en el tercer trimestre de este año es tan mala como cabía esperar. Una destrucción de casi cien mil empleos (836 mil en el último año) y un aumento de 85 mil parados (800 mil en un año). Como mostraba la entrada de Luis Garicano de ayer, estamos en terra incognita: desde que tenemos datos fiables de empleo, nunca habíamos visto una caída tan rápida durante tanto tiempo ni tan profunda. Además de estos grandes números podemos mencionar un par de aspectos: la evolución de la población activa y el reparto de la caída del empleo entre los sectores público y privado. Y podemos empezar a discutir la evolución del mercado de trabajo tras la aprobación de la reforma laboral en febrero pasado.

Por una parte, la población activa ha empezado a caer de forma sostenida aunque aún en una magnitud reducida (0.2% con respecto a hace un año), reduciendo así el aumento del paro. Esta caída de la población activa se debe en primer lugar a la emigración al extranjero que discutía J. Ignacio Conde-Ruiz en su entrada de hace dos días, sobre todo de la población extranjera (hay 104 mil activos menos que hace un año) pero también de los españoles. De hecho la respuesta de la emigración ha sido relativamente lenta hasta ahora y no sería extraño que se acelerase en el futuro. En segundo lugar, la caída de la población activa se debe en parte al "efecto desánimo", es decir, al efecto negativo de la mala situación económica sobre la búsqueda de empleo (después de crecer durante muchos años, la tasa de actividad está estancada alrededor del 60% desde principios de 2009 y probablemente caiga a partir de ahora).

Por otra parte, es muy llamativo que la caída del empleo de este trimestre se reparta por igual entre empleo privado y público. Durante el último año el empleo asalariado del sector privado ha caído un 6% (pero "solo" un 0.6% en los últimos dos trimestres), mientras que en el sector público la caída interanual es del 7.1%. Y si durante los últimos doce meses el empleo temporal privado cayó el 11.2%, el temporal público cayó un 22%. Es decir, a la vez que el empleo privado se está estabilizando, el público se está desplomando, sobre todo, como indicaba en esta entrada, entre los temporales.

En cuanto a la reforma laboral de febrero, creo que es demasiado pronto para evaluarla. Primero, porque ha pasado muy poco tiempo para ver sus efectos incluso de corto plazo, cuando además se están intensificando las perturbaciones negativas derivadas del ajuste presupuestario y de la situación europea. Y segundo, y más importante, porque una reforma laboral debe juzgarse principalmente por sus efectos sobre variables estructurales, como la tasa de paro estructural, cuya reacción es necesariamente lenta, no empezando a materializarse hasta que pasan varios años.

Sea como fuere, podemos observar algunas variables para detectar si ha habido cambios importantes entre el periodo post-reforma que se inicia en marzo de este año y el mismo periodo de 2011. Por una parte, la proporción de los contratos temporales en el total se mantiene bastante estable: es del 92.2% entre marzo y septiembre de 2012 y era del 92.6% hace un año. La tasa de temporalidad se mantiene alrededor del 24%. No parece que el contrato estrella de la reforma, el indefinido de apoyo a los emprendedores (con un año de periodo de prueba sin coste de despido) haya despegado. Digo "parece" porque el Ministerio de Empleo no ha dado los datos (o yo no los he encontrado), lo que no es buena señal.

En segundo lugar, como señalaba la entrada de Sara de la Rica, han aumentado mucho más los expedientes de regulación de empleo (ERE) de suspensión temporal de contratos --fomentada por la reforma-- que los de extinción. Sin embargo, los ERE de extinción no han crecido mucho como proporción del total de despidos: entre marzo y agosto de 2012 han supuesto el 12.3% de los despidos (el resto son despidos individuales), frente al 10.8% en el mismo periodo de 2011. Son proporciones muy reducidas para unos despidos que tienen su principal origen en insuficiencia de la demanda (es decir, claramente basados en causas económicas objetivas). ¿Qué podría explicar que esa proporción siga siendo tan baja? Una explicación puede ser que ha transcurrido poco tiempo desde la aprobación de la reforma laboral y que por tanto la proporción va a seguir subiendo. Es verdad, pero una explicación parcial alternativa provendría del impacto de la propia reforma en los tribunales.

La reforma facilitó los despidos colectivos al suprimir la autorización administrativa. Sin embargo, sometió a las empresas a una mayor probabilidad de ser llevadas a juicio por el despido, al no haberse pactado el ERE. En efecto, en el año previo a la reforma el 90% de los ERE de extinción se pactaban pero en marzo de 2012 esta proporción bajó al 78%. Sin embargo, desde entonces ha vuelto a subir al 88% de media. Una interpretación posible es que las decisiones judiciales sobre despidos colectivos están siendo muy desfavorables a los empresarios, como indica esta noticia, lo que está reconduciendo la situación a la original, con despidos colectivos casi siempre pactados. Este podría ser el resultado de un posible nuevo bloqueo judicial de los despidos, discutido en esta entrada de hace algunos meses. De ahí se puede deducir que no se daría una caída del coste del despido tan significativa como cabría esperar de la letra de la reforma (ver aquí), que no caería de los 45 días de salario por año de servicio habituales antes de la reforma a los 20 días del despido por causas económicas. Hasta aquí la lectura de las hojas de té, habrá que esperar algo más para detectar patrones más firmes.