Viviendo los Nuevos Felices Veinte

por José Ignacio Castillo.

Cuando a principios de 2024 empecé a plantear la hipótesis de que podíamos estar viviendo los Nuevos Felices Veinte solía cosechar más caras de dudas, por no decir de asombro, que, de aquiescencia entre el público, y no pocos reproches por parte de interlocutores, generalmente compañeros bien documentados, que señalaban todo tipo desdichas actuales, y sin duda reales, para refutarme. En resumen, se consideró más la última boutade de otro economista que, para variar, pretendía ser disruptivo. De hecho, me costó casi tres meses poder publicar esta idea en el medio nacional con el que habitualmente colaboro, frente al plazo habitual, que suele ser inferior al mes. Eso sí, una vez publicado estuvo entre las noticias más leídas en Cincodías en esa semana.

Las similitudes entre ambas décadas de Felices Veinte partirían incluso de su origen, ya que, lo que a día de hoy es incuestionable, es que ambas sucederían a una pandemia previa, la del siglo pasado fue la conocida como Gripe Española (1918-1920), en los estertores de la I Guerra Mundial, mientras que nosotros hemos tenido la COVID-19.

Pero el primer semestre del año pasado no era todavía un tiempo propicio para predicar optimismo, dado que en la conversación económica se seguían empleando términos como policrisis o permacrisis, de hecho esta última fue palabra del año en 2022, y no eran pocos los compañeros que habían pronosticado, no hacia tanto, recesiones que siguen sin llegar. El mismo The Economist, en enero de 2024, definió nuestra época como “permavucalution”, fruto de mezclar la palabra permacrisis con el acrónimo VUCA, que en inglés recoge volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad.

Lo cierto es que hace un año, y desde 2021, los sentimientos económicos aparecían anclados en un pesimismo no respaldado por unos buenos, y cada vez mejores, datos reales. Probablemente, la prosperidad del periodo pre-pandémico sesgó nuestras proyecciones de forma positiva, lo que nos llevó a infravalorar la probabilidad real de los escenarios adversos que sufrimos en el trienio inicial de esta década, retrasando nuestras respuestas a una pandemia global, la inflación o la invasión rusa. Por ello, ese pesimismo aparecería como una corrección natural a estos errores, incluyendo consciente o inconscientemente un sesgo negativo sistemático en nuestras previsiones, que, generalmente, han ido siendo después refutadas por datos que proyectaban una realidad más boyante de la esperada. Pesimismo que también estuvo alimentado, desde 2021 hasta 2024, por un sesgo de negatividad en las noticias económicas de los medios de comunicación, como muestra el Daily News Sentiment Index de la Reserva Federal de San Francisco que han infravalorado, con demasiada frecuencia, la capacidad de recuperación de los mercados financieros y las criptomonedas, ante los crashs de 2022, o el plus de eficacia, por credibilidad, de contar con unos Bancos Centrales independientes en la exitosa desinflación inmaculada. 

Cerca de un año después, los Nuevos Felices Veinte, aunque no son una certeza, se han convertido en un escenario probable, incluso empiezan a aparecer analogías similares en otros artículos de opinión.

Este escenario estaría, a día de hoy, robustamente sustentado en múltiples datos macro que encontramos en gran parte del mundo desarrollado. Entre los que destacan, en estos Nuevos Felices Veinte, los siguientes: bajas tasas de desempleo, cerca de los mínimos históricos de los últimos cincuenta años; crecimiento económico, liderado en este último año por España; disminuciones, aunque leves, de la desigualdad, debidas a las significativas subidas, en términos reales, de los salarios mínimos en los últimos años, y a las ayudas sociales que se han dado tanto por la COVID, como para proteger a las economías domésticas de la pasada espiral inflacionista; tipos de interés decrecientes, aunque todavía claramente por encima de la media de las dos últimas décadas  o records  de ingresos en todos los sectores del ocio. Ya que en los Nuevos Felices Veinte, como en los antiguos, una ciudadanía más hedonista, que rápido olvida su supuesto pesimismo, desea celebrar la vida y el triunfo sobre la calamidad pasada, sea una peste o guerra. En los entones pujantes cines, durante los primeros veinte, y, ahora, en ocio digital, pero, en ambos veintes, incrementando la demanda de los espectáculos en vivo, especialmente de música y baile. Solo ha cambiado la escala para dar respuesta a una población que se ha multiplicado en los últimos cien años. Si en los primeros veinte fueron los clubs de bailes y cabarets, ahora son los conciertos y festivales de música multitudinarios, que viven su edad dorada, posiblemente también influido por un cambio del modelo de negocio, que en la economía digital merma los ingresos por venta de discos o canciones.

Y qué decir del turismo, otro gran beneficiado en esta carrera por el placer inmediato de los Nuevos Felices Veinte, y que en los países desarrollados ya ha mejorado los niveles de pre pandemia. Por ejemplo, en el caso de España, nos llevará pronto a más de 100 millones de turistas internacionales, después de haber superado los 300 millones de pasajeros en nuestros aeropuertos y los 94 millones de turistas internacionales en 2024. De hecho, esta creciente demanda social por la diversión y la fiesta explicaría que las previsiones apunten a que España se puede convertir en el principal destino turístico del mundo más pronto que tarde. No en vano según la casi centenaria publicación United States News, que cada año publica 81 rankings de países, España sería el país más divertido del mundo (fun ranking), único ranking que España lidera, junto  al de poseer la cultura más accesible (culturally accesible). Lo que también nos lleva a la exuberancia, calidad y diversión de nuestro folclore, que probablemente viva su momento más glorioso. En Sevilla, por ejemplo, hemos podido disfrutar el pasado diciembre de pasos de Semana Santa, junto a las luces de los árboles de navidad.

Además, vivimos en el momento la historia de la humanidad en la que los bienes de consumo duraderos, muchos de los cuales ya existían en los Felices Veinte del siglo pasado (como el televisor, la lavadora, el frigorífico o el lavavajillas), son relativamente mucho más baratos en relación al salario. Por lo que mientras que en los veinte del siglo pasado estos electrodomésticos se compraban generalmente a crédito, ahora, en los Nuevos Felices, se compran mayoritariamente al contado. Lo mismo pasa con la ropa, vivimos en lo que la ensayista Viriginia Postrel llama la era de la “abundancia textil”, elevada a la enésima potencia con las plataformas ultra low-cost como Shein o Temu, hijas precisamente de esta década de los Nuevos Felices Veinte. Por lo que las familias no sólo cuentan con las despensas más llenas, sino también los armarios. Todo ello gracias al éxito de una globalización económica ya que, según Dani Rodrick, este tipo de manufacturas son las únicas en las que los países pobres han mejorado su productividad a un ritmo más rápido que los países ricos, permitiendo la deslocalización de las mismas para reducir muy significativamente los costes de producción y venta.

Este mayor consumo en general y de ocio y suntuario en particular, estaría sustentado no sólo por las bajas tasas de desempleo antes descritas, sino por un efecto riqueza proveniente de los records de cotización de todo tipo de activos financieros, como en los Felices Veinte del siglo pasado, especialmente ahora los tecnológicos, desde las cotizaciones de las empresas a las criptomonedas, cuyas altas valoraciones han mejorado la riqueza de las generaciones más jóvenes. Incluso el IBEX35, el garbanzo negro de las bolsas de las economías desarrolladas desde la Gran Recesión, vive una época de esplendor. Además, la universalización de vehículos de inversión financiera con bajas comisiones en plataformas digitales de inversión, especialmente los basados en la gestión pasiva mediante ETFs, permite que la mayoría de la población, no sólo las clases más adineradas, se pueden beneficiar de este boom financiero.

Ello no implica que no haya países que lo estén pasando mal, pero suelen tener razones estructurales endógenas, ajenas al ciclo económico actual. Alemania sería un buen ejemplo, a la que se vuelve a denominar el enfermo de Europa, como se la llamó durante el cambio al siglo XXI. Cabe recordar que Alemania era precisamente el país de Europa occidental que peor lo pasó en los Felices Veinte del siglo pasado, aunque por razones muy distintas a las actuales, heredadas de su derrota en la Gran Guerra, que la llevaron a una hiperinflación que llegó al 29 525% en noviembre de 2023. Luego de nuevo una coincidencia, pero siendo claramente mejor la situación en los Nuevos Felices Veinte.

También hay problemas globales que están afectado seriamente a las economías domésticas. Destacando la inflación y el muy complicado acceso a la vivienda. Pero también en ambos hay noticias esperanzadoras. La inflación se encuentra ya por debajo del 3% y, en la vivienda, al menos en España, parece que las administraciones, tanto de uno como de otro signo, se han dado cuenta de la gravedad de la situación y empiezan a caminar en la dirección correcta, es decir, en procurar aumentar la oferta de vivienda social en alquiler, mientras se pretende disminuir el amplio gap que existe entre la mayor rentabilidad del alquiler de uso turísticos y el de larga duración, en favor del segundo. Es verdad que el acceso a la vivienda no era tan complicado en los Felices Veinte originales, ya que, hasta mediados del siglo pasado, las ciudades no tuvieron grandes complicaciones, urbanísticas, burocráticas y medioambientales, para construir vivienda según fuera aumentando su demanda, por lo que el nivel el precio de la vivienda se mantuvo estable, alcanzando, en bastantes países, mínimos históricos de los últimos doscientos cincuenta años, precisamente a principios de esa década del siglo pasado, para después ir creciendo durante la misma.

También en los Felices Veinte del siglo XX hubo espinas, de hecho, fueron disfrutados por un porcentaje de población inferior al que está disfrutando los actuales, ya que las tasas de desigualdad y pobreza eran muy superiores a las presentes. Además, fue una década en las que las democracias estuvieron cuestionadas, incluso peor que ahora, tanto por el fascismo, como por el comunismo. Viviéndose la toma de poder de dos de los mayores y crueles autócratas de nuestra historia, Mussolini y Stalin, que han podido quedar algo eclipsadas por la asociación de los años treinta con Hitler. Una vez más, por mucho que puedan asustar algunas amenazas actuales a la democracia, desde partidos insurgentes y nativistas, especialmente de extrema derecha, la situación de los Nuevos Felices Veinte parece mejor, a día de hoy que la de los originales.

En conclusión, con todos sus problemas, los Nuevos Felices Veinte, pueden acabar siendo mucho mejores que los del siglo XX. Pero, lo que ya no cabe duda, es que los Nuevos Felices Veinte son un escenario cada vez más probable. Más aún cuando la llegada al poder de Donald Trump, y sus medidas liberalizadoras y reducciones impositivas, a corto plazo pueden ayudar a seguir alargando la fase de expansión actual, al menos en Estados Unidos.

Incluso, abusando de los paralelismos con los Felices Veinte del siglo pasado, también aumenta la probabilidad, con la mezcla de anarcocapitalismo y de capitalismo de amiguetes (crony capitalism) que profesa, que, como los anteriores Felices Veinte, los nuevos se vean sacudidos por un crash de los activos financieros que marque su final. Especialmente si la Inteligencia Artificial tarda demasiado en proveer las maravillas que promete, y que han inflado la cotización de los precios de las acciones de sus empresas. De hecho, no tranquiliza que la prensa financiera empiece a señalar inquietantes coincidencias, como que, en Estados Unidos, el valor en bolsa del 10% de las mayores empresas, como porcentaje del total del mercado, nunca ha sido tan grande como justo antes del Crash del 29.

Pero, a día de hoy, nada hace pensar en ninguna gran crisis inminente, de hecho, las predicciones económicas sólo nos hablan de que parece que, en 2025, seguirá la fiesta económica de los Nuevos Felices Veinte. Intentemos disfrutarla, en la medida de las posibilidades de cada uno, más aún, cuando todavía no está claro quién y cuándo se pagará la factura.

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