Por Marisa Hidalgo-Hidalgo e Iñigo Iturbe-Ormaetxe
La educación es un motor clave para el desarrollo individual y colectivo, y su capacidad para reducir desigualdades sociales ha sido ampliamente reconocida. Sin embargo, a pesar de los avances en el acceso a la educación en las últimas décadas en España, persisten desigualdades significativas que limitan las oportunidades de ciertos grupos. Este artículo es un resumen del capítulo que escribimos para el libro Economía de la Educación, que publicó recientemente la Fundación Ramón Areces. En él estudiamos la persistencia de la desigualdad educativa en España, poniendo especial atención en cómo los jóvenes de entornos socioeconómicos más desfavorecidos enfrentan mayores obstáculos para alcanzar buenos resultados educativos.
A primera vista, podría parecer que la situación ha mejorado considerablemente: la proporción de jóvenes que acceden a estudios superiores ha aumentado (del 34% en el año 2000 al 49% en el año 2021) y las tasas de abandono escolar han descendido (del 35% en 2011 al 28% en 2021). Sin embargo, al mirar más de cerca los datos, se revelan desigualdades profundas que afectan principalmente a los hombres, a los jóvenes de entornos socioeconómicos desfavorecidos y a ciertas regiones del país, lo que perpetúa un ciclo de desventaja intergeneracional.
Empecemos con una observación ya conocida pero quizá no suficientemente destacada: el problema del abandono escolar en España es principalmente una cuestión masculina. Las cifras recientes muestran que los hombres abandonan la educación secundaria con una frecuencia mucho mayor que las mujeres. Por ejemplo, en 2023, el 16% de los hombres abandonó sus estudios, frente a solo el 11,3% de las mujeres. Esta tendencia no es nueva y, de hecho, se ha mantenido constante en las últimas décadas. Aunque existe la percepción de que las mujeres enfrentan mayores barreras para acceder a la educación, la realidad es que son los hombres quienes se están quedando atrás. Hay varias hipótesis que pueden explicar este fenómeno: desde presiones culturales para incorporarse tempranamente al mercado laboral hasta una posible desconexión con el sistema educativo que no responde a sus intereses y expectativas.
Datos de EU-SILC
Usando los módulos intergeneracionales de 2011 y 2019 de la Encuesta de Condiciones de Vida Europea (European Union Statistics on Income and Living Conditions- EU-SILC) calculamos la proporción de individuos que declaran tener un nivel educativo inferior a la secundaria superior (Figura 1):
Figura 1: Proporción de individuos de cada cohorte que no completan estudios secundarios. Fuente: EU-SILC
La tasa de abandono se fue reduciendo paulatinamente para las generaciones nacidas en los cincuenta, sesenta y setenta, para después estabilizarse para los nacidos en los ochenta. La divergencia entre hombres y mujeres aumenta a partir de los sesenta, llegando a un máximo de más de quince puntos porcentuales en las cohortes más jóvenes de la encuesta, los nacidos en la segunda mitad de los ochenta.
¿Cómo influye el entorno familiar en el abandono escolar? Para analizarlo, clasificamos a los individuos según el nivel educativo de sus padres. Distinguimos entre familias “con estudios” y “sin estudios” dependiendo de si al menos uno de los progenitores (madre, padre o ambos) completó la educación secundaria superior. La proporción de familias con estudios en la muestra es un 21%, aunque aumenta con el tiempo, llegando en las últimas cohortes a más de un 40%. En la Figura 2 volvemos a calcular las tasas de abandono en función del tipo de familia y el año de nacimiento:
Figura 2: Proporción de individuos de cada cohorte que no completan estudios secundarios por tipo de familia. Fuente: EU-SILC
Observamos que los jóvenes de familias con bajo nivel educativo tienen una probabilidad mucho mayor de abandonar sus estudios. Para este grupo, la tasa de abandono alcanza casi el 50%, mientras que entre los jóvenes cuyos padres tienen estudios superiores, esta cifra cae por debajo del 10%. Esta marcada brecha pone de manifiesto la transmisión intergeneracional de la desigualdad: los hijos de padres con bajo nivel educativo enfrentan mayores obstáculos para avanzar, lo que a menudo limita sus oportunidades de superar las condiciones socioeconómicas de origen. Esta transmisión no es solo económica, sino también cultural (como se ha hablado ya aquí), ya que los padres con más educación suelen valorar más la escolarización y están en mejor posición para apoyar a sus hijos académicamente. También destacamos que, excepto para las mujeres de familias con estudios, la situación ha empeorado para el resto de los grupos en la parte final del periodo estudiado.
Datos de PISA
Los datos PISA permiten evaluar el rendimiento académico de los estudiantes en áreas fundamentales como matemáticas y lectura (fuertes predictores de resultados educativos y laborales futuros). Aquí también encontramos una brecha significativa entre los estudiantes de diferentes niveles socioeconómicos. Aquellos de entornos más favorecidos obtienen mejores puntuaciones de forma sistemática, mientras que los estudiantes de familias menos educadas y de menores ingresos se quedan atrás. Esta desigualdad en el rendimiento es preocupante porque no solo refleja el acceso desigual a recursos educativos, sino que también tiene implicaciones a largo plazo para las oportunidades laborales y el desarrollo económico de estos jóvenes.
En la figura siguiente vemos la evolución de las puntuaciones medias en Matemáticas, dividiendo a los estudiantes de nuevo en función de la educación de sus padres. En esta ocasión consideraremos familia educada aquella con madre o padre con estudios universitarios. En el total de la muestra un 58% de los estudiantes son de familias con estudios. Dado que la mayoría hacen la prueba con 15 años, esto nos permite enlazar con la última generación para la que estudiamos abandono escolar con datos de EU-SILC.
Figura 3: Puntuaciones en matemáticas por tipo de familia. Fuente: PISA
Por supuesto, lo más destacable en la figura es el empeoramiento general en los resultados desde 2006. Las diferencias entre ambos grupos son estables. En el último año para el que tenemos datos la diferencia es de 34.3, esto representa un 43% de una desviación estándar (lo que equivale a algo más de un curso escolar).
En cuanto a las posibles soluciones, en el capítulo hablamos de varias intervenciones que han mostrado resultados prometedores. Los programas de educación compensatoria, que ofrecen apoyo adicional a los estudiantes de entornos desfavorecidos, parecen ser una herramienta efectiva para reducir la brecha educativa (ver, por ejemplo, aquí, aquí, aquí o aquí). Estos programas incluyen desde clases de refuerzo hasta actividades extraescolares que buscan nivelar el terreno de juego para aquellos estudiantes que no cuentan con los mismos recursos en casa. Además, la inversión en educación infantil (analizada en otro capítulo del libro) y los programas de apoyo temprano pueden ser cruciales para mitigar las desigualdades antes de que estas se consoliden. Iniciativas como la educación preescolar universal y el apoyo a familias de bajo nivel educativo han demostrado ser efectivas para reducir las brechas desde una edad temprana.
En conclusión, en el capítulo vemos que, aunque se ha avanzado en mejorar el acceso a la educación y reducir las tasas de abandono escolar en España, las desigualdades persisten y son profundas. Los hombres, los jóvenes de familias con bajo nivel educativo y aquellos que viven en regiones desfavorecidas son los más afectados. La evidencia sugiere que se necesitan políticas públicas más dirigidas y específicas para abordar estas desigualdades, enfocándose en intervenciones tempranas y apoyo continuo a lo largo del ciclo educativo. Solo de esta manera se podrá garantizar que todos los estudiantes, independientemente de su origen socioeconómico, tengan las mismas oportunidades de éxito en el sistema educativo español.