Mujeres a las urnas: España, 1933

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Por Carlos Aller e Iñigo Iturbe-Ormaetxe

En junio de 1931, pocos meses después de la proclamación de la Segunda República española, se celebró la primera vuelta de las elecciones generales. En estos comicios, las mujeres no pudieron votar, pero sí presentarse como candidatas. Las candidaturas republicano-socialistas obtuvieron una clara victoria. Ese mismo año, las cortes constituyentes aprobaron una constitución que otorgaba el voto a las mujeres en igualdad de condiciones con los hombres (a partir de los 23 años). España se unía así a países como Finlandia (1906), Noruega (1910), Dinamarca (1915) o Reino Unido (1918), y se adelantaba a otros como Francia (1944), Bélgica (1948) o Suiza (1971).

El debate sobre el derecho a voto femenino no siguió un eje “izquierda-derecha”: mientras Clara Campoamor (del Partido Radical, a la derecha en la imagen de cabecera) defendía la igualdad de género como base de la democracia, Victoria Kent (Partido Republicano Radical Socialista, a la izquierda) temía que la falta de educación de las mujeres y la influencia de la Iglesia Católica orientarían el voto femenino hacia posiciones conservadoras.

Las mujeres votaron por primera vez en las elecciones municipales parciales de abril de 1933 en casi 2.500 municipios donde no hubo comicios en 1931 y, en el País Vasco, en el referéndum del Estatuto de Autonomía a primeros de noviembre. Dos semanas después, tuvieron lugar las primeras elecciones generales en las que las mujeres pudieron votar. El resultado fue una clara victoria de las candidaturas de derechas. El debate sobre la influencia del sufragio femenino en este resultado persiste hasta hoy.

La incorporación de nuevos votantes al electorado ha sido ampliamente estudiada en la ciencia política (Hanlon, 2022) y economía (como se explicó en este mismo blog). Respecto a la introducción del sufragio femenino, las explicaciones varían: Acemoglu y Robinson (2000) lo atribuyen a cambios en las actitudes sociales hacia las mujeres, mientras que Przeworski (2008) sostiene que los partidos amplían el derecho al voto principalmente a aquellos grupos que esperan que les apoyen.

Existe consenso sobre las bajas tasas iniciales de participación femenina (Tingsten, 1937; Corder y Woldbrecht, 2016; Skorge, 2023; Teele, 2023; Morgan-Collins, 2024) y la orientación conservadora de su voto (Ogburn y Oltra, 1919; Duverger, 1955; Lipset, 1963; De Vaus y McAllister, 1989), en especial hasta finales del siglo XX, cuando empezó a volverse más progresista (Edlund y Pande, 2002; Abdenschön y Steinmetz, 2014). En España, este cambio fue más tardío (Giger, 2009; Gethin et al., 2022). Hoy, las mujeres se posicionan más a la izquierda que los hombres en la mayoría de los países occidentales.

La historiografía tradicional atribuye el giro a la derecha en las elecciones de 1933 a factores como la abstención anarquista, la fragmentación de la izquierda o su desgaste tras dos años en el poder, relegando la influencia del voto femenino a un segundo plano. Sin embargo, los estudios en España se han limitado a análisis parciales, enfocados en municipios o provincias específicas, sin datos representativos a nivel nacional.

En un trabajo reciente, hemos elaborado una base de datos con los resultados de la primera vuelta de las elecciones generales de junio de 1931, noviembre de 1933 y febrero de 1936. Incluimos datos de municipios de tantas provincias como ha sido posible y seguimos ampliando la muestra, por lo que agradecemos cualquier colaboración. El siguiente mapa muestra las provincias incluidas hasta ahora y el número de municipios analizados.

Figura 1: Provincias con datos.

El sistema electoral de la Segunda República (explicado en detalle aquí) establecía que cada provincia era un distrito electoral, excepto en las grandes capitales, que se dividían en dos: el de la capital y el del resto de la provincia. Para cada distrito, clasificamos a los candidatos según su adscripción política (derecha o no-derecha) y, para cada municipio, calculamos el porcentaje de votos a candidatos de derecha en cada elección. Finalmente, estimamos el cambio en este porcentaje entre 1931 y 1933, así como entre 1931 y 1936. Cabe recordar que en 1931 solo votaron los hombres.

Nuestro objetivo es estimar si la variación en el voto a la derecha estuvo relacionada con la proporción de mujeres votantes en 1933. Aunque no contamos con esta información (Muñoz et al., 2024 la tienen, pero solo para el distrito electoral de Girona), la aproximamos utilizando la proporción de mujeres (de iure) en cada municipio según el Censo de Población de 1930.

Figura 2: Proporción de mujeres y cambio en el voto a la derecha.

La figura muestra la relación entre la proporción de mujeres (eje horizontal) y la variación en el voto a la derecha de 1931 a 1933 (panel izquierdo) y de 1931 a 1936 (panel derecho). El análisis de regresión confirma una correlación positiva entre la proporción de mujeres en un municipio y el aumento del voto a la derecha de 1931 a 1933. Curiosamente, esta correlación persiste y se intensifica al analizar el cambio de 1931 a 1936, a pesar de la victoria general de la izquierda en 1936, destacando el impacto duradero del sufragio femenino en las dinámicas electorales.

Observamos que esta correlación se da únicamente en municipios pequeños, de menos de 1000 habitantes, que representan la mayoría del total. Esto podría deberse a la influencia de normas sociales tradicionales y al papel predominante de la Iglesia en estas comunidades. En contraste, en municipios mayores, donde vivía la mayor parte de la población, no encontramos un impacto significativo de la proporción femenina en el voto. En estas áreas, factores como la organización partidista, la abstención anarquista y las divisiones internas de la izquierda parecen haber sido más determinantes. Así, aunque el sufragio femenino tuvo un impacto duradero en la dinámica electoral de España, su efecto nacional estuvo limitado por la concentración demográfica en áreas urbanas.

La proporción de mujeres en el censo presenta varias limitaciones como medida de participación. La ideal sería la proporción de mujeres que votaron en 1933 y 1936 sobre el total del censo electoral. Además, existen problemas evidentes de endogeneidad. Para abordarlos, utilizamos un enfoque de variables instrumentales. La altitud, como medida del aislamiento de los municipios en los años 30, funciona bien como instrumento. En municipios de mayor altitud, más alejados de los grandes núcleos de población, la proporción femenina era menor debido a la predominancia de trabajos masculinos, que limitaban las opciones laborales de las mujeres. Este enfoque permite estimar con mayor precisión el efecto del voto femenino, mostrando un impacto aún más fuerte que el obtenido mediante mínimos cuadrados ordinarios.

Finalmente, exploramos un nivel más desagregado a nivel de distrito electoral. Sin embargo, la altitud no es un buen instrumento en todos los casos. Por ejemplo, en el distrito electoral de Bilbao, que incluye los municipios de su partido judicial, la altitud presenta muy poca variación. Al centrarnos en los distritos donde la altitud funciona como un instrumento válido, es posible estimar cómo cambió el voto masculino entre 1931 y 1933 y determinar si las mujeres votaron más a las derechas que los hombres en 1933.

Figura 3: Cambio en el voto de los hombres de 1931 a 1933 y diferencias mujeres-hombres en 1933

El panel izquierdo muestra el cambio en el voto a la derecha de los hombres entre 1931 y 1933, mientras que el panel derecho refleja la diferencia entre mujeres y hombres en el voto a la derecha en 1933. Según las estimaciones por VI, el apoyo masculino a los partidos de derecha aumentó en nueve de los diez distritos, con excepción de Valladolid, donde no hubo cambios. Las diferencias de género en 1933 indican que las mujeres votaron significativamente más a la derecha que los hombres en cinco distritos: Barcelona (+8,2 puntos), Cuenca (+10,6), Huesca (+13,3), Tarragona (+4) y Valladolid (+12,8). En los demás distritos, los coeficientes son positivos pero no significativos, excepto en Lérida, donde el coeficiente es negativo y tampoco significativo.

Nuestros resultados aportan al debate histórico y ofrecen lecciones actuales. El caso español destaca la influencia de factores sociales y culturales en las reformas democráticas, especialmente en comunidades rurales donde las estructuras tradicionales moldearon resultados electorales. Subraya también el papel clave de la movilización femenina en 1933, cuando partidos como la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) invocaron los valores tradicionales para captar el voto femenino. Mientras, la izquierda no prestó suficiente atención a las mujeres, limitando así su impacto electoral.

Este análisis conecta con debates actuales sobre género y política, mostrando cómo las desigualdades de género influyen en la participación y las estrategias partidarias, y cómo los efectos de las reformas democráticas dependen de las estructuras sociales y políticas.

Hay 1 comentarios
  • El peso del voto femenino inclinado hacia la derecha, aunque es difícil de cuantificar hasta los años 60 o 70 del siglo pasado, parece claro en casi todos los países desarrollados durante todo el siglo XX.

    Pasando el testigo al siglo XXI, en cambio, la realidad parece haber cambiado mucho. Ahora sí tenemos múltiples datos, y todos ellos confirman que en los países de la OCDE, ya desde los primeros 2000, pero sobre todo a partir de 2010-2015, el voto femenino se está escorando notablemente hacia la izquierda mientras el masculino lo hace hacia la derecha. Parecida brecha se da entre el voto joven y el maduro.

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