Dado que las mujeres suelen desempeñar un papel principal en las tareas del hogar y el cuidado de los hijos, su salud es un pilar fundamental en el funcionamiento de las dinámicas familiares: estas se benefician cuando la salud es buena y se ven perjudicadas cuando no lo es. Siendo la salud materna una pieza clave en el rompecabezas familiar, ¿te has preguntado alguna vez cómo el nacimiento de un bebé afecta a la salud de las madres? ¿Y hasta qué punto las políticas públicas de conciliación familiar pueden contribuir a mejorarla… o incluso dificultarla?
A partir de datos administrativos de salud que abarcan al universo de madres en Alemania y mediante el uso de técnicas de inferencia causal, nuestro estudio (ver aquí) busca responder estas preguntas de salud pública.
El shock de tener un bebé: más allá de la biología
Para entender cómo influye la maternidad en la salud de las mujeres, empleamos un modelo de diferencia-en-diferencias que compara a madres primerizas de distintas edades con mujeres de esas mismas edades que aún no han sido madres, pero que lo serán poco después. Con un enfoque a corto y medio plazo, podemos observar el efecto de la maternidad sobre la salud materna, tanto por los cambios biológicos derivados del embarazo y el parto como por los efectos físicos y psicológicos de invertir tiempo en la crianza de los hijos.
¿Qué papel juegan las políticas de conciliación familiar en la salud materna?
A mediados de los 2000, Alemania financió y garantizó una plaza en guarderías públicas para niños menores de tres años mediante una expansión a gran escala de estos centros. Esta expansión generó una variación exógena, tanto temporal como geográfica, en las tasas de cobertura de la escolarización infantil, la cual utilizamos en un modelo de efectos fijos.
Si bien el gobierno alemán no diseñó esta política explícitamente para mejorar la salud materna, existen varios canales a través de los cuales podría influir en ella. Estos incluyen efectos monetarios (por ejemplo, al incentivar el empleo materno) y no monetarios (por ejemplo, la realización de las aspiraciones profesionales de las mujeres o la ansiedad por separación de los hijos), así como efectos intergeneracionales en salud (por ejemplo, la transmisión de enfermedades infecciosas de los hijos a las madres).
Y los resultados, ¿Qué nos muestran?
Para empezar, los resultados muestran un aumento en la mayoría de los diagnósticos y visitas médicas durante el embarazo y el parto, en línea con la evidencia previa (ver aquí y aquí). Este incremento podría deberse a los cambios fisiológicos, hormonales y psicológicos que experimenta el cuerpo de la mujer durante el embarazo y el posparto, así como a un mayor número de consultas ambulatorias propias de estas etapas.
Nuestros resultados también apuntan a una transmisión de enfermedades contagiosas de los hijos a las madres tras el parto, efecto que se intensifica con la disponibilidad de cuidado infantil en guarderías. En concreto, una mayor disponibilidad de guarderías aumenta los diagnósticos de infecciones en un 3,9–8% en madres cuyos hijos tienen entre uno y dos años (Figura 1, panel (a)). Se observan resultados similares para las enfermedades respiratorias. Mientras que en los niños este tipo de enfermedades tiende a adelantarse de los años de escuela primaria a los primeros años de guardería (ver evidencia aquí), en las madres estos efectos tienden a desaparecer conforme el niño crece.
Aunque la obesidad materna aumenta durante los años de crianza, los datos muestran que, a largo plazo, hay reducciones en los diagnósticos de hipertensión, dolor de espalda, deficiencias nutricionales y trastornos de salud mental. Además, encontramos que la disponibilidad de guarderías es un instrumento eficaz para mejorar la salud materna en estas dimensiones. Las madres incluidas en nuestro estudio experimentan una reducción de entre el 4,4 y el 10,9% en los niveles de obesidad (Figura 1, panel (b)), una disminución de entre el 5 y el 10% en los diagnósticos de hipertensión y una caída de entre el 3,3 y el 5,6% en el dolor de espalda desde edades tempranas. Detrás de estos efectos positivos se encuentran mecanismos relacionados con una mayor inserción laboral y con cambios hacia conductas más saludables.
Aunque los efectos de la disponibilidad de guarderías sobre la salud mental son nulos, el análisis de heterogeneidad revela una menor prevalencia de trastornos relacionados con la depresión y la ansiedad en familias con más de un hijo y en madres de mayor edad.
Por último, observamos que tras el parto las madres hacen menor uso del sistema sanitario. Si esto refleja una reticencia a buscar atención médica, esta menor utilización podría tener consecuencias negativas a largo plazo, como el agravamiento de diagnósticos. Sin embargo, esta tendencia se revierte cuando la escolarización infantil para menores de tres años se vuelve accesible, ya que la mayor exposición a enfermedades infecciosas puede llevar a una mayor frecuencia de visitas al médico (Figura 1, panel (c)).
Figura 1 – Efecto de la maternidad (izquierda) y la expansión de guarderías (derecha)
(a) Infecciones
(b) Obesidad
(c) Visitas al médico
Notas: Los gráficos de la izquierda presentan el efecto de la maternidad en la salud materna, estimado desde tres años antes del parto hasta cuatro años después del parto, utilizando el modelo de diferencia-en-diferencias. Los efectos se expresan en porcentajes con respecto al nivel de salud materna observado el año previo al embarazo junto los intervalos de confianza al 95%. Los gráficos de la derecha muestran el efecto de la expansión de guarderías en la salud materna, desde que el hijo tiene un año hasta los ocho años, así como el efecto agregado para todas las edades, utilizando el modelo de efectos fijos. Los efectos están expresados como el impacto de un aumento de 10 puntos porcentuales en la tasa de cobertura de escolarización infantil, e incluyen los intervalos de confianza al 95 %.
¿Qué implicaciones de política pública tienen estos resultados?
Nuestros resultados sirven de guía para repensar y diseñar políticas públicas que fomenten la fertilidad y mejoren la salud materna, contribuyendo así al bienestar de las familias. Una primera implicación surge del aumento en enfermedades contagiosas tras el parto, un fenómeno que representa un desafío importante para la productividad materna. Esta realidad sugiere la necesidad de adaptar las políticas de conciliación entre trabajo y maternidad al contexto de mayor exposición a enfermedades. En este sentido, podrían implementarse bajas por enfermedad más generosas, adaptadas a familias con niños pequeños en guarderías, así como ofrecer mayor flexibilidad laboral. Además, campañas específicas para promover la higiene en el hogar y en las guarderías, junto con el diseño de entornos más saludables (por ejemplo, mediante la reducción del tamaño de los grupos), pueden ser efectivas para prevenir la transmisión de enfermedades contagiosas.
Por otro lado, los efectos positivos de la maternidad sobre la salud materna a largo plazo, en forma de reducciones en enfermedades no transmisibles, podrían impulsar políticas públicas que reduzcan los costos asociados a la maternidad y respalden a las mujeres que desean ser madres. Las mejoras en la salud materna asociadas a la disponibilidad de guarderías, junto con otros efectos positivos de su expansión, como más participación laboral femenina (ver aquí y aquí), mayores tasas de fertilidad (ver aquí) y una menor incidencia de maltrato infantil (ver aquí), subrayan su impacto social, alentando a los gobiernos a invertir tanto en la mejora de la calidad como en la ampliación de la oferta de plazas en las guarderías.