Por Juan Antolin-Diaz y Paolo Surico
Las recientes tensiones geopolíticas han llevado a propuestas de aumentos significativos en los presupuestos de defensa en Europa, planteando preguntas clave sobre cómo debería gestionarse dicho gasto para maximizar su impacto económico, equilibrar las necesidades inmediatas con objetivos estratégicos a largo plazo, y decidir sobre la conveniencia de producción doméstica frente a importaciones, así como sobre la financiación más adecuada.
Es bien sabido que en el siglo XX, la investigación y desarrollo (I+D) militar ha sido asociada a grandes avances tecnológicos. Por ejemplo, el proyecto Manhattan durante la Segunda Guerra Mundial llevó al desarrollo de la energía nuclear; la creación de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) a finales de los años 50 está ligada al surgimiento de internet, y el programa de aterrizaje lunar de la NASA en los años 60 impulsó numerosos avances en aeronáutica y tecnología satelital, como el GPS. El reciente ejemplo de Anduril, una startup tecnológica californiana que ha desarrollado drones militares de última generación, aprovechando innovaciones civiles, y con la ayuda de un programa gubernamental estadounidense de apoyo a la innovación, ilustra cómo la inversión en defensa, unida a una estrategia de colaboración público-privada, puede reforzar la capacidad para hacer frente a amenazas geopolíticas, y al mismo tiempo acelerar la innovación en ámbitos tanto militares como civiles. ¿Es posible que podamos hacer de necesidad virtud y aprovechar el aumento del gasto en defensa para reforzar al mismo tiempo el crecimiento económico?
En esta entrada nos basamos en nuestro reciente artículo, «Los Efectos a Largo Plazo del Gasto Público», de próxima publicación en American Economic Review, donde analizamos cómo la composición y duración del gasto público influyen significativamente en el crecimiento económico, la productividad y el nivel de vida a medio y largo plazo, y proponemos una estrategia para maximizar los beneficios colaterales del gasto en defensa.
Efectos macroeconómicos
Una métrica comúnmente utilizada para resumir los efectos económicos del gasto gubernamental es el multiplicador fiscal, es decir, por cuántos dólares aumenta el PIB por cada dólar adicional gastado por el gobierno. En nuestra investigación sobre 125 años de gasto en defensa en EE. UU., destacamos que el multiplicador fiscal no es una cifra estática, sino que se entiende mejor como un concepto dinámico que depende de muchos factores y, especialmente, del horizonte temporal considerado (Figura 1). En concreto, mostramos que, a corto plazo, el multiplicador del gasto en defensa se sitúa algo por debajo de uno, ya que la expansión fiscal tiende a desplazar el consumo y la inversión privados. Sin embargo, alrededor de cuatro años después del aumento del presupuesto militar, el gasto público estimula la inversión privada, impulsa la innovación y mejora la productividad a medio plazo; esto hace que el multiplicador fiscal alcance valores considerablemente más altos, llegando a un pico y estabilizándose en torno a un valor de 1,6 aproximadamente diez años después del impacto.
Figura 1: El Multiplicador Fiscal a lo largo del horizonte de previsión (intervalos de credibilidad del 68% y del 90%)
Nota: el multiplicador fiscal mide en cuántos dólares aumenta el PIB durante un periodo determinado por cada dólar adicional gastado por el gobierno en ese mismo periodo. Fuente: Antolin-Diaz y Surico (2025), utilizando la serie de noticias sobre gasto militar recopilada por Ramey y Zubairy (2018) como instrumento para identificar cambios exógenos en el gasto del gobierno estadounidense durante el periodo 1890q1-2015q4.
La composición del gasto en defensa importa
Las recientes tensiones geopolíticas parecen exigir medidas rápidas para reforzar la capacidad de defensa europea, incluyendo adquirir equipamiento militar importado. Sin embargo, la historia demuestra que equilibrar esta urgencia con inversiones estratégicas a largo plazo en industria e I+D trae mayores y más duraderos beneficios, tanto políticos como económicos.
Los resultados de nuestro trabajo apuntan a que el gasto orientado al consumo público (en el caso de la defensa incluiría los salarios de los soldados) genera un impacto breve e inflacionario sin mejoras sostenibles del nivel de vida. En cambio, si el gasto se dirige hacia la I+D pública (desarrollo tecnológico propio), los efectos inmediatos son menores, pero a medio plazo estimulan significativamente la inversión privada, la innovación, la productividad y elevan el nivel de vida de forma duradera (Figura 2).
Figura 2: Los efectos de la I+D pública sobre la productividad (izquierda) y la innovación (derecha)
Nota: respuesta a un incremento de la I+D pública equivalente al 1% del PIB. Fuente: Antolin-Diaz y Surico (2025).
Por último, la inversión en equipamiento e infraestructuras militares (importadas y nacionales), genera efectos iniciales moderados en la economía—menores que el consumo público, pero mayores que la I+D pública—y beneficios duraderos importantes, aunque menores que los obtenidos mediante la I+D pública. Una mezcla equilibrada que priorice significativamente la inversión y especialmente la I+D pública permitiría revertir la desaceleración de la productividad experimentada por los países europeos, fortaleciendo a la vez rápidamente la capacidad militar.
Cómo financiar el gasto en defensa
La experiencia de EE.UU. indica que el gasto militar financiado mediante deuda genera inicialmente déficits fiscales breves (hasta cuatro años), pero posteriormente impulsa la inversión y el consumo privado, transformando los déficits en superávits y reduciendo la deuda sin necesidad de aumentar impuestos. Financiar este gasto mediante impuestos más altos o austeridad posterior es más perjudicial económicamente, siendo preferible reducir el consumo público (Figura 3).
Figura 3: El ajuste fiscal durante una expansión del gasto militar
Nota: respuesta a un aumento del gasto en defensa equivalente al 1% del PIB. Fuente: Antolin-Diaz y Surico (2025).
Finalmente, la magnitud de los efectos económicos del gasto público sobre el PIB, la inflación y la productividad también depende de la política monetaria. Como ya se mencionó, cuanto más se desvíe el gasto en defensa del consumo público hacia la inversión y la I+D pública, menores serán sus efectos inflacionarios. El Banco Central Europeo podría considerar apoyar las inversiones en defensa acomodando temporalmente, al menos en parte, la expansión fiscal, especialmente cuando esta esté orientada hacia la I+D.
El argumento en favor de la inversión en I+D (público militar)
La literatura académica sobre innovación, especialmente en el ámbito del gasto en defensa, respalda la inversión pública en I+D por varias razones (Mowery, 2010). Primero, las ideas son bienes no rivales: su valor social supera ampliamente el privado, lo que hace que el mercado produzca de menos respecto a su nivel socialmente óptimo. Aunque las patentes incentivan la innovación, no internalizan completamente esta externalidad positiva. Segundo, la creación de conocimiento implica riesgos elevados y dificultades de financiación, limitando la realización de ideas potencialmente revolucionarias. Tercero, históricamente, las innovaciones militares han producido importantes aplicaciones civiles derivadas (Janeway, 2012; Mazzucato, 2021; Moretti, Steinwender y Van Reenen, 2021). Cuarto, las inversiones militares necesitan mercados amplios para lograr economías de escala e incentivar la innovación. Finalmente, el gasto en defensa fortalece también la infraestructura investigadora académica y no gubernamental.
La producción de ideas
Existen dos estrategias principales para involucrar al sector privado en iniciativas públicas: la «top-down» (orientada a misiones, como llegar a Marte o desarrollar una vacuna), que busca grandes avances tecnológicos con metas claras pero de alto riesgo y largo plazo, generando potencialmente importantes innovaciones civiles derivadas; y la «bottom-up», donde el sector privado propone tecnologías militares basadas en innovaciones civiles existentes, logrando resultados más rápidos y dinámicos, aunque posiblemente con menos impacto en productividad. Una combinación equilibrada entre ambos enfoques podría aprovechar las ventajas relativas de cada uno, optimizando tanto la rapidez de las innovaciones militares como el potencial económico a largo plazo, contando con la colaboración conjunta de innovadores civiles y militares.
La necesidad de cooperación a nivel europeo
Un enfoque supranacional para financiar y gestionar el gasto en defensa tendría cuatro ventajas clave respecto al nacional: primero, permitiría compartir riesgos tecnológicos derivados de innovaciones avanzadas y riesgos fiscales ligados a las diferentes capacidades económicas de los países europeos (por ejemplo, mediante un programa de préstamos del Banco Europeo de Inversiones ampliado al Reino Unido); segundo, favorecería una gobernanza conjunta que facilite la libre competencia de empresas líderes y nuevos actores sin restricciones políticas ni geográficas, aprovechando así los mejores talentos del continente; tercero, facilitaría cubrir los elevados costes fijos y alcanzar economías de escala que ningún país europeo podría lograr individualmente; cuarto, como indican Nakamura y Steinsson (2018), el multiplicador del gasto en defensa es mayor bajo una política monetaria común, como ocurre en una unión monetaria, y sería aún más elevado con políticas fiscales uniformes entre países.
Conclusiones
La necesidad impulsa la innovación, como lo demuestra la historia en grandes crisis globales. Frente a desafíos extraordinarios, la cooperación entre gobiernos y sector privado ha sido clave para encontrar soluciones efectivas. Basándose en esta experiencia histórica, se propone una estrategia doble para Europa: (i) fijar objetivos militares claros a nivel europeo, priorizando la inversión en I+D, y (ii) financiar nacionalmente la adaptación de innovaciones civiles al ámbito militar. Este enfoque permitiría equilibrar adecuadamente la mejora inmediata de las capacidades defensivas con un aumento sostenible del nivel de vida a largo plazo.