El apagón de España: lecciones para un futuro energético resiliente

Por Elisa Trujillo-Baute

Vaya susto nos llevamos hace unos días con ese apagón a nivel nacional, ¿verdad? Todavía resuenan las conversaciones sobre la fragilidad de nuestro suministro eléctrico. Un evento así nos obliga a reflexionar profundamente sobre la robustez de nuestro sistema energético y el papel crucial que juega la seguridad de suministro en nuestro día a día.

En este post, me gustaría compartir algunas reflexiones sobre lo que sabemos del apagón, las posibles causas (sin caer en el alarmismo, pero señalando lo que debemos investigar a fondo a la luz de la nueva información disponible), y sobre todo, cómo podemos usar este susto para construir un futuro energético más seguro y robusto. En este contexto es inevitable pensar en el papel clave que la inteligencia artificial y el almacenamiento de energía pueden jugar en todo esto.

¿Qué pasó? Un breve resumen de la oscuridad

Aún no tenemos el informe oficial con todos los detalles, pero ahora ya conocemos más detalles sobre lo ocurrido. Lo que sí sabemos es que una buena parte de España se quedó sin luz durante unas horas. Semáforos apagados, ordenadores mudos, la tortilla de patatas a medio cuajar... Un caos.

Por suerte, la cosa no fue a mayores. Los operadores de la red y las autoridades actuaron relativamente rápido y el suministro se fue restableciendo poco a poco. Pero, aunque se apuntan posibles causas (por ejemplo, Diego Rodríguez), la pregunta sigue ahí: ¿qué fue?

Las primeras hipótesis apuntan a un problema en la red de transporte de alta tensión. Podría ser una avería, un error humano, o incluso algo más complejo, como un fallo en cascada por la interconexión de la red. En estos sistemas tan intrincados, un pequeño fallo en un componente puede propagarse rápidamente y tumbar todo el sistema, como una pieza de dominó que derriba a las demás. Y, seamos realistas, en el mundo en el que vivimos, no podemos descartar un ciberataque. La creciente digitalización de la red la hace más eficiente, pero también potencialmente más vulnerable.

Gráfico 1: El pulso de la red: Consumo eléctrico durante el día X

Fuente: Datos preliminares de demanda peninsular, REE

La red es como una paella: compleja y delicada

Nuestro sistema eléctrico es una maravilla de la ingeniería, pero también es un poco como una paella: muchos ingredientes, mucho cuidado y un equilibrio delicado. La red interconecta muchas fuentes de energía (solar, eólica, hidráulica, nucleares, gas) y transporta la electricidad a miles de hogares y empresas. Es un organismo vivo, en constante cambio y adaptación. Esta complejidad tiene sus ventajas: podemos aprovechar la energía de diferentes regiones y fuentes, lo que aumenta la seguridad del suministro y reduce la dependencia de un único recurso.

Pero también tiene sus riesgos: un fallo en un punto puede desencadenar una reacción en cadena, como cuando se te quema el socarrat y se te estropea toda la paella. Además, la gestión de la red se vuelve mucho más difícil a medida que se incorporan nuevas tecnologías y fuentes de energía. Esta complejidad se extiende a las interconexiones internacionales, como la que tenemos con Francia, y la integración en mercados regionales como el MIBEL (Mercado Ibérico de Electricidad). Estos enlaces, aunque beneficiosos para el intercambio de energía y la estabilidad del sistema, también pueden actuar como vías de propagación de fallos. Un incidente en un país puede tener repercusiones en otros, como se pudo observar en este apagón, que afectó también a Portugal. La gestión coordinada y la comprensión de estas interdependencias son cruciales para la seguridad del suministro (Costa-Campi et al., 2018 y Batalla et al., 2019).

En este blog, como ya se ha comentado en artículos como "Transición energética con tipos altos", ya hemos hablado otras veces de los retos de la transición energética. Integrar las renovables, que son intermitentes por naturaleza, es como añadirle alcachofas a la paella: hay que saber cómo y cuándo para que quede rica. ¿Podría este apagón tener algo que ver con la gestión de las renovables? Es una pregunta que hay que investigar a fondo, analizando los flujos de energía, los algoritmos de control y la respuesta de la red ante las fluctuaciones.

Tabla 1: Renovables al poder: Evolución de la cuota de renovables en España

Año Cuota de renovables (%) Energía eólica (%) Energía solar (%) Hidráulica (%)
2015 36,9 % 19,0 % 5,2 % 12,7 %
2017 38,2 % 18,5 % 5,5 % 14,2 %
2019 39,6 % 20,8 % 7,5 % 11,3 %
2021 46,7 % 23,3 % 9,8 % 13,6 %
2023 50,2 % 24,0 % 13,1 % 13,1 %

Fuente: Elaboración propia con datos de REE

La IA y el Almacenamiento: dos pilares para el futuro

Y aquí es donde pueden entrar en juego dos elementos clave para el futuro de la red eléctrica: la inteligencia artificial y el almacenamiento de energía. Ambos tienen el potencial de contribuir a la transición energética, es decir, transformar radicalmente la forma en que generamos, distribuimos y consumimos electricidad, y de aumentar significativamente la seguridad del suministro.

La IA al rescate (o no)

La IA no es solo el futuro, es el presente. Puede analizar cantidades ingentes de datos en tiempo real para predecir la demanda con una precisión asombrosa, optimizar la producción y distribución para minimizar las pérdidas y los costes, y detectar anomalías que puedan indicar un fallo o un ataque antes de que se produzca un apagón. Es como tener un chef experto que sabe cuándo añadir cada ingrediente a la paella para que quede perfecta, anticipándose a cualquier problema.

Pero ojo, la IA no es la panacea. Si dependemos demasiado de sistemas opacos y complejos, podemos crear nuevas vulnerabilidades. La transparencia, la robustez y la ciberseguridad son cruciales. Necesitamos entender cómo funcionan estos sistemas, cómo toman decisiones y cómo podemos protegernos de posibles fallos o ataques. No queremos que la IA nos queme la paella. Además, es fundamental considerar las implicaciones éticas y sociales de la IA en el sector energético, como la privacidad de los datos y la equidad en el acceso a la energía.

El Almacenamiento: la clave para la flexibilidad

El almacenamiento de energía es otro pilar fundamental para la transición energética. Las baterías, las centrales hidroeléctricas reversibles y otras tecnologías de almacenamiento nos permiten desacoplar la producción del consumo de electricidad. Esto es crucial para integrar las renovables, cuya producción varía según el clima, y para garantizar la estabilidad de la red.

Imaginemos que tenemos una "batería gigante" que puede almacenar el exceso de energía solar durante el día y liberarla por la noche, cuando la demanda es alta. Esto no solo reduciría nuestra dependencia de los combustibles fósiles, sino que también haría la red más resiliente ante posibles fallos. Si una central falla o disminuye la inercia del sistema, el almacenamiento puede proporcionar un "colchón" de energía, ofreciendo tanto un soporte como una mayor firmeza al sistema, hasta que se resuelva el problema.

En California, por ejemplo, el almacenamiento en baterías se ha convertido en un recurso clave para gestionar los picos de demanda durante la tarde, demostrando su capacidad para proporcionar suministro en momentos críticos (Ketchman, 2024). Además, es fundamental analizar el valor económico del almacenamiento de energía en diferentes contextos y aplicaciones, así como las implicaciones de las políticas de apoyo a estas tecnologías (Waterson et al., 2022; Giulietti et. al., 2018).

Sin embargo, el almacenamiento también presenta desafíos. Los costes son todavía relativamente altos, y necesitamos desarrollar tecnologías más eficientes y sostenibles. Además, la ubicación estratégica de las instalaciones de almacenamiento es crucial para maximizar su impacto en la red.

Lecciones y el camino a seguir

Este apagón ha sido un toque de atención, un recordatorio de que la energía es un bien esencial y que la seguridad del suministro es fundamental. No podemos bajar la guardia.

Si queremos realizar una apuesta sólida en la lucha contra el cambio climático y dejar de depender de combustibles fósiles, debemos invertir en la modernización de la red, haciéndola más inteligente, más resiliente y más capaz de adaptarse a los retos del futuro. Esto implica una apuesta decidida por la digitalización, con la implementación de sensores y sistemas de monitorización avanzados que permitan una gestión en tiempo real de la red. También es crucial la automatización de subestaciones y líneas para minimizar los tiempos de respuesta ante fallos. La ciberseguridad se convierte en una prioridad, con la necesidad de invertir en sistemas de protección robustos para evitar ataques que puedan comprometer el suministro. Es como renovar la cocina entera para poder preparar paellas aún mejores, pero también para protegernos de posibles "incendios".

Además, la transición energética requiere inversiones significativas en la integración de las energías renovables, adaptando la red para gestionar la intermitencia de la solar y la eólica. El desarrollo y la implementación del almacenamiento de energía a gran escala es otro pilar fundamental, con proyectos de baterías, centrales hidroeléctricas reversibles y otras tecnologías que permitan desacoplar la producción del consumo. Y, por supuesto, la inteligencia artificial juega un papel cada vez más relevante, con sistemas que optimizan la gestión de la red, predicen la demanda y detectan posibles fallos.

Todo esto requiere un esfuerzo inversor importante, con decisiones políticas y empresariales que prioricen la seguridad de suministro y la sostenibilidad a largo plazo. Pero, sobre todo, necesitamos una investigación transparente y rigurosa para saber qué pasó exactamente y cómo evitar que se repita. Esta investigación debe incorporar los nuevos datos y análisis disponibles para llegar a conclusiones sólidas y evitar especulaciones infundadas. En este contexto, la ciencia económica puede aportar herramientas valiosas para analizar las implicaciones económicas del apagón, evaluar los costes y beneficios de las diferentes medidas de mitigación y prevención, y diseñar mecanismos de incentivos para promover la inversión en infraestructuras resilientes. El análisis económico también puede ayudar a mejorar el diseño de las redes y los mercados, a comprender el comportamiento de los agentes del mercado energético ante este tipo de eventos, y a diseñar políticas que minimicen el impacto negativo en los consumidores y las empresas.

En resumen, el apagón nos ha puesto a prueba, pero también nos da la oportunidad de construir un futuro energético más seguro, sostenible e inteligente. Y en ese futuro, la inteligencia artificial y el almacenamiento de energía serán dos herramientas muy poderosas, siempre que las usemos con cabeza, con responsabilidad y con una visión de largo plazo.

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