En los últimos años, ha crecido la preocupación por una crisis de salud mental entre adolescentes, marcada por un aumento de casos de depresión, ansiedad e ideas suicidas. Entre 2012 y 2019, las altas hospitalarias con diagnóstico de autolesiones o intentos de suicidio en jóvenes de entre 15 y 19 años se multiplicaron por cinco en chicas y por cuatro en chicos en España. Este patrón se ha observado también en otros países, con un aumento particularmente pronunciado entre las adolescentes, especialmente a partir del año 2010. Esta tendencia ha coincidido con la expansión de los medios digitales y el acceso a Internet de alta velocidad, alimentando intensos debates sobre cómo el mundo online puede estar afectando el bienestar de los jóvenes.
Aunque a menudo se culpa a las redes sociales de esta crisis en la salud mental entre jóvenes, la evidencia científica aún es limitada, especialmente en lo que respecta al impacto de la disponibilidad de Internet de alta velocidad. Entender qué está causando esta crisis desde edades tempranas es fundamental. Sus consecuencias se reflejan en la educación, el trabajo y la vida futura de estos jóvenes. Por tanto, nos preguntamos: ¿Ha contribuido la alta conectividad a este deterioro? Y si es así, ¿cómo?
Junto con Daniel Fernández-Kranz y Natalia Nollenberger, intentamos responder a estas preguntas analizando el impacto de la expansión de la fibra óptica (FTTH) sobre la salud mental de los adolescentes españoles entre 2011 y 2019, un periodo marcado por la expansión de nuevas plataformas online. En nuestro estudio abordamos algunas limitaciones importantes de las investigaciones anteriores en la literatura sobre medios digitales y salud mental juvenil. Hasta ahora, la mayoría de los estudios ha analizado los efectos del acceso a Internet en la salud mental de los adolescentes a través de encuestas (Braghieri et al 2022, Golin 2022), utilizando frecuentemente indicadores generales como la expansión de la banda ancha (Donati et al 2022, Golin 2022) o el uso de plataformas específicas como Facebook o la televisión (Braghieri et al 2022, Nieto, 2022)). Aunque algunos de estos estudios muestran efectos diferenciales por género (Golin 2022), se ven limitados en cuanto al análisis de los mecanismos por los que los medios digitales afectan al bienestar emocional. Nuestro trabajo utiliza registros hospitalarios y con ello aporta evidencia sobre los mecanismos implicados, el impacto en las relaciones familiares y la mayor vulnerabilidad de las chicas.
Para identificar el impacto del acceso a Internet de alta velocidad la salud mental de los jóvenes, usamos la expansión temporal y geográfica de la fibra óptica en España. De esta manera, primero observamos que la llegada de FTTH cambió la forma en que los jóvenes usan Internet: aumentaron los comportamientos adictivos y disminuyó el tiempo dedicado a actividades saludables como dormir o estudiar. Además, el uso de Internet como herramienta para lidiar con emociones negativas creció, especialmente entre las chicas. Estos cambios están directamente relacionados con el reemplazo de tecnologías más lentas como el ADSL.
Usando datos de altas hospitalarias de hospitales públicos y privados, detectamos que una mayor penetración de fibra óptica empeora la salud mental de los adolescentes, en especial entre los 15 y 19 años. Un aumento de una desviación estándar en el acceso a fibra incrementa los casos en un 2,94%, efecto impulsado completamente por las chicas (+4,24%).
Cuando desglosamos por tipo de diagnóstico, encontramos que la internet de alta velocidad se asocia con más casos de ansiedad, depresión, abuso de drogas entre las adolescentes. Quizá el dato más alarmante sea que las autolesiones y los intentos de suicidio aumentan en un 13,48% entre chicas de 15 a 19 años mientras que entre los chicos no se observan cambios significativos. Al analizar datos sobre causas de muerte, hallamos evidencia de que la expansión de FTTH también se asocia con un aumento en las muertes por estas dos causas, un aumento de nuevo más pronunciado entre las chicas. Esto sugiere que no estamos ante un simple aumento de diagnósticos. El problema es real y creciente.
Además, los patrones de uso de Internet que observamos refuerzan la idea de que los riesgos de salud mental provienen de comportamientos adictivos y del menor tiempo dedicado a actividades más saludables. También identificamos una consecuencia poco explorada de la expansión de Internet: su impacto negativo en la calidad de la relación entre padres e hijos adolescentes. Mostramos que la llegada de la fibra afectó negativamente la relación entre padres e hijas, mientras que en los varones no hubo cambios. Nuestro estudio es el primero en establecer este vínculo entre acceso a Internet y cambios en la dinámica familiar. Por ofrecer alguna noticia positive, no observamos un aumento en el acoso online durante el periodo de estudio.
En conclusión, nuestro trabajo aporta nueva evidencia al debate sobre el impacto de Internet en la salud mental juvenil: la transición a tecnologías más rápidas como la fibra óptica ha intensificado estos problemas, especialmente entre las chicas. A medida que la conectividad crece, también lo hacen los riesgos. Algunos países ya han empezado a actuar: Australia ha prohibido el acceso a redes sociales a menores de 16 años, y en España, el uso de móviles en centros educativos ha sido regulado en todas las comunidades. Estas medidas reflejan la urgencia de fomentar un uso más responsable de Internet, de fortalecer la educación digital y recuperar espacios de socialización fuera de las pantallas. Nuestros hallazgos refuerzan esta necesidad, al mostrar que la intervención debería comenzar temprano, entre los 10 y 14 años, franja de edad entre la que ya se comienzan a detectar efectos negativos.