Cualquier aumento del salario mínimo que es mínimamente generoso suele generar polémica, pero pocas veces asistimos a debates tan virulentos como el que tuvo lugar esta semana en Estados Unidos. El origen de la polémica es la publicación de un estudio que sugiere que las recientes subidas del salario mínimo en la ciudad de Seattle han causado una considerable pérdida de empleos poco remunerados. El estudio forma parte del proyecto “The Seattle Minimum Wage Study” (SMWS) patrocinado por las autoridades locales y su publicación estaba prevista para esta semana. Sin embargo, pocas días antes se publicó otro estudio por parte de un equipo de investigadores de Berkeley que niega la existencia de impactos adversos. La polémica estaba servida porque este segundo estudio también fue encargado por las autoridades de Seattle con posterioridad y publicado estratégicamente solo unos pocos días antes del informe de SMWS. Esta manera de actuar es inapropiada y dañina para la profesión porque genera muchas dudas, tanto sobre el verdadero impacto del salario mínimo como sobre la objetividad, por no hablar de la integridad profesional de los dos equipos de investigación.
El contexto
En junio de 2014 la cuidad de Seattle aprobó una ordenanza con una subida gradual del salario mínimo hasta los 15 dólares por hora. Los dos estudios evalúan el impacto de las dos primeras subidas que elevaron el salario mínimo en más de un 37%, desde un nivel inicial de 9,47$ hasta un nivel de 13$ en enero del 2016. El estudio del SMWS utiliza datos confidenciales con información sobre las ganancias y las horas trabajadas de cada persona con derecho a prestaciones por desempleo en el estado de Washington. La información sobre salarios permite identificar a todas las personas con salarios por debajo de determinados umbrales y la información sobre horas permite distinguir entre ajustes a lo largo del margen extensivo – número de puestos de trabajo – e intensivo – horas. La disponibilidad de datos de salarios es importante porque evita la necesidad de utilizar proxies para los trabajadores o puestos de trabajo poco remunerados como suele ser la práctica en esta literatura.
Pese a todo, la estimación de los impactos causales sigue planteando retos importantes. En el caso de Seattle la principal complicación es la coincidencia en el tiempo de la subida del salario mínimo con un fuerte boom económico a nivel local. Seattle es el centro de muchas empresas high-tech y en los últimos años la ciudad ha experimentado un fuerte crecimiento en los niveles de salario y empleo. En este contexto no resulta nada fácil aislar el impacto de la subida del salario mínimo. Para poder hacerlo hace falta un grupo de control de otra localidad que haya experimentado un boom similar, pero donde el salario mínimo no haya cambiado.
Los autores muestran que los condados adyacentes a Seattle no cumplen estas condiciones, invalidando de esta manera la metodología propuesta en el famoso estudio de Card y Krueger (1994). En su día estos autores analizaban el impacto de una subida del salario mínimo en el estado de Pensilvania, comparando la evolución del empleo en restaurantes de comida rápida en dos localidades adyacentes a distintos lados de la frontera. Para solucionar el problema, los autores del SMWS optan por un método alternativo basado en controles sintéticos – un procedimiento estadístico que les permite minimizar las diferencias en las tendencias previas a la subida en el salario mínimo entre la cuidad de Seattle y un grupo de control sintético compuesto de una media ponderada de otras localidades en el estado de Washington. El método tiene una sólida base estadística y ha sido utilizado en otros estudios sobre salarios mínimos.
Otra decisión menos estándar de los autores es la limitación del análisis a puestos de trabajo con salarios inferiores a 19$ por hora. Solo hay referencias a un estudio previo que utiliza un método similar y los procedimientos para establecer el umbral es menos formal que la construcción del grupo de control.
Resultados
Todo esto no hubiera atraído tanta atención si no fuera por los resultados encontrados en el estudio del SMWS . Según los autores, la segunda subida del salario mínimo causó un aumento en el salario medio del grupo de tratados (con salarios inferiores a 19$) de alrededor de 3.1%, causando a su vez una disminución en las horas agregadas para este grupo de más de 9% y en el número de empleos de 6.8%. Por tanto, según estos resultados el aumento en el salario mínimo hubiera causado una disminución de las ganancias totales para los trabajadores con salarios inferiores al 19$ por hora, reflejado en una elasticidad del empleo con respeto al aumento causal en los salarios de alrededor de (-)3. Es decir, medida en esta manera (con la subida causal en los salarios en vez del aumento del salario mínimo en el denominador) la elasticidad es casi 15 veces mayor que la mayor elasticidad convencional obtenida en los anteriores estudios!
Los investigadores de Berkeley critican varios aspectos del informe en una carta dirigida al alcalde de Seattle, como la exclusión de las empresas con plantas en múltiples localidades que no ofrecen información a nivel de planta sino al nivel de empresa, y en su proprio estudio los autores llegan a conclusiones muy distintas. En particular, para el sector de restaurantes y otros servicios alimentarios los autores no encuentran ningún impacto negativo en el empleo y un impacto muy moderado en salarios en línea con la mayoría de las estimaciones existentes. Los autores optan por esta estrategia convencional de identificación por falta de datos sobre salarios pero su grupo de control sintético se nutre de localidades en todo el territorio de los EE.UU. y no solo en el Estado de Washington.
A primera vista, estos dos conjuntos de resultados parecen completamente irreconciliables. Sin embargo, en uno de los ejercicios empíricos los autores del SMWS reproducen los resultados presentados en el informe de Berkeley. En particular, limitando el análisis al sector de servicios alimentarios, los autores obtienen resultados adversos de una magnitud similar como en su benchmark (columnas 4 y 5), aunque solo para los primeros dos trimestres de 2016. Al contrario, cuando extienden el análisis a todos los salarios en el sector los efectos son mucho más pequeños e insignificantes en linea con los resultados de los investigadores de Berkeley.
En algunos comentarios se interpreta este resultado como evidencia de que la subida del salario mínimo no ha causado una pérdida neta de empleo por la aparente compensación de la pérdida de empleos de bajos salarios con un aumento relativamente fuerte en los empleos con salarios por encima del umbral de 19$. Sin embargo, esta interpretación no parece (del todo) correcta. La eliminación del umbral de salario incluye a muchas personas con salarios relativamente altos y potencialmente no afectadas en el grupo de tratamiento. En consecuencia, el impacto medio es menor y las estimaciones son menos precisas como indica la comparación de los errores estándar, lo que ayuda a entender la ausencia de efectos significativos al nivel de sector. Por tanto, en vez de desacreditar los resultados del SMWS, estos resultados son más bien una crítica a la literatura existente que utiliza proxies en vez de grupos de control basados en datos de salarios.
Me atrevo a ir un paso más allá. Aunque fuera cierto que el salario mínimo no produce efectos adversos sobre el nivel de empleo agregado, todavía pueden existir importantes efectos redistributivos que hagan que no debemos ignorar los resultados del SMWS. La razón es que las personas que ocupan estos nuevos puestos de trabajo con altos salarios probablemente no coinciden con las personas que hayan perdido sus puestos de trabajo poco remunerados.
Muchas de las dudas suscitadas por el estudio del SMWS se podrán resolver con más análisis. Los propios autores han expresado su intención de cruzar sus datos con otra base de datos con información detallada sobre las características de los individuos. Además, en vez de utilizar una secuencia de secciones cruzados los autores podrían utilizar datos longitudinales para seguir a los mismos trabajadores en el tiempo. Si es cierto que la subida del salario mínimo ha perjudicado a los trabajadores con salarios bajos, entonces deberíamos observar un aumento considerable en la probabilidad de transición del empleo al desempleo y poca o ninguna movilidad hacia salarios más altos para personas cuyos salarios iniciales estaban por debajo o ligeramente por encima de 13$. Por último, en los próximos años se podrán replicar los resultados para otras regiones y ciudades que también han anunciado subidas generosas de su salario mínimo, pero que parten de niveles inferiores que Seattle. De esta manera se podrá verificar en que medida el nivel previo del salario mínimo y la reducida escala geográfica de la subida del salario mínimo en Seattle han influido en los resultados.
Conclusiones
Todos estos contrastes son imprescindibles y forman parte de la práctica normal en la investigación económica. El problema es que la actuación de todas las partes involucrados genera desconfianza en nuestra profesión. Por su parte, los autores del SMWS ofrecen una larga discusión de los posibles sesgos en los estudios previos, pero a la hora de describir posibles problemas de identificación causados por el fuerte aumento en el empleo y los salarios en Seattle los autores son mucho menos profusos. Parece que les ha podido el afán de llamar la atención con resultados alarmantes. Ante resultados tan llamativos en un asunto tan sensible como es el salario mínimo conviene adoptar una actitud más prudente, explorando todas las vías posibles para verificar la robustez de los resultados antes de su publicación.
Por otra parte, los investigadores de Berkeley incurren en un error todavía mayor, prestando su reputación como investigadores al alcalde de Seattle para desautorizar públicamente a los autores del SMWS previamente contratados por el mismo alcalde. Su carta al alcalde hace referencia a varios asuntos que merecen atención y que pueden alterar los resultados, pero lo normal habría sido que la carta hubiera servido como una especie de referee report, obligando a los autores del SMSW a abordar los asuntos polémicos antes de la publicación del informe. Y por último, si bien no menos importante, el alcalde de Seattle sale muy mal parado. Su afán de evaluar los efectos de la subida del salario mínimo es loable, pero no parece que el alcalde estuviese abierto a aceptar críticas.
En la era de la posverdad los ciudadanos tienen necesidad perenne de información objetiva acerca del impacto de las decisiones políticas adoptadas por sus gobernantes. La investigación económica se encuentra en una posición privilegiada para aportar este tipo de información pero solo tendrá credibilidad si ninguna de las partes involucradas hace un uso estratégico de los resultados y si los equipos de investigadores actúen con total independencia, transparencia y objetividad.
Hay 19 comentarios
Interesante articulo sobre un aspecto que me interesa mucho por dos motivos:
* Justificación económica del salario mínimo versus no limite al salario máximo
* Efectos económicos reales del salario mínimo.(su articulo)
Partiendo de que los factores deberían remunerarse según su productividad (¿Cómo se mide esta relación?), creo que los salarios elevados no se limitan por que son los propios remunerados los que deciden esos salarios (ultimo caso el CEO del B.Poular) mientras que los que reciben los bajos salarios no tienen poder (los sindicatos sirven?).
¿Debe el estado resolver esta posible externalidad del mercado, fijando los salarios ,mínimos? . La respuesta debería estar basada en los estudios empíricos como los mencionados en el árticulo
Un saludo
Buena pregunta y buena respuesta 🙂
Siempre me ha resultado extraño que para estudiar los efectos del salario mínimo se tienda a centrar la investigación en un sector cómo el de la restauración y en particular el de la comida rápida.
Mi impresión (basada únicamente en la intuición y en los conocimientos de economía de un ingeniero con curiosidad por el campo) siempre ha sido que esta clase de servicios que no pueden ser externalizados (nadie me puede servir una hamburguesa en Seattle desde Carolina del Norte) y son difíciles de automatizar no representan una buena aproximación a lo que puede estar sucediendo en el resto de la economía.
Me pregunto si hay formas de tratar estos datos para que los resultados puedan ser de mayor aplicabilidad.
Dada la enorme subida de empleo y salarios en Seattle en los últimos años, me parece que los autores deberían utilizar datos longitudinales para seguir a los mismos trabajadores potencialmente afectados por la subida en el tiempo.
La pregunta interesante no es si en algún rinconcito del mundo subió o bajó en un porcentaje difícilmente estimable el empleo bruto después de una subida del salario mínimo.
La pregunta más interesante es si la presión por subir el salario mínimo acabará acelerando el desarrollo de --y haciendo más atractivas las-- tecnologías que reemplacen cada vez más y más trabajos ahora realizados por personas cuyo producto por hora está muy por debajo de lo que las leyes obligan a pagarles. Al menos, en en corto plazo y en tanto que el mercado busca su reequilibrio.
Los efectos serán a más largo plazo y menos fáciles de localizar.
Estoy de acuerdo con que la cuestión es si la tecnología reemplazará a algunos trabajadores, pero, ¿no hay una contradicción en la afirmacion de que los salarios mínimos obligan al empresario a pagar al trabajador por encima de su productividad? Que yo sepa nadie obliga a los empresarios a contratar trabajadores (y menos en EEUU). Así que si los contratan es porque les sale a cuenta. Otra cosa distinta es que un determinado salario les parezca excesivo (o insuficiente) a unos u otros. O dicho de otro modo, cómo nos parece que debería repartirse el pastel.
Gracias Marcel por esta entrada tan interesante.
Gracias a tí Irene. Es cierto que nadie obliga a los empresarios a contratar. Pero también es cierto que un salario mínimo vinculante reduce la demanda de trabajo y de ahí viene la necesidad de prudencia a la hora de fijar el nivel del salario mínimo y la conveniencia de evaluar su impacto.
No hice referencia a España en la entrada, pero está claro que la toma de decisiones sobre el SMI es manifiestamente mejorable y todavía estamos a la espera a la primera evaluación por parte del gobierno, de sus efectos.
En cuanto a solicitar prudencia en la fijación de salarios mínimos (o todos los salarios) es la misma que se da en la fijación de precios de cualquier otro imput (materias primas, ptos. y servicios, etc...): ninguna. Si el proveedor del imput tiene la fuerza suficiente lo acaba imponiendo y eso no esta afectando a que los mercados y crecimiento se contraigan.Al revés, los mercados asumen los nuevos precios (continuamente a la largo de la historia) y SUBEN DE NiVEL productivo y en calidad del producto. También se puede decir que reclamamos prudencia en los salarios pero no se la exigimos igualmente a Inditex, Mercadona o Google etc. en sus precios. Otro factor distinto y si perjudicial que genera poco crecimiento, ineficiencias, improductividad y poca innovación , es el grado de M ONOPOLIZACION del ofertante del imput en los mercados. Creo que Mercadona tiene más de eso que la mayoría de trabajadores hoy. Y creciendo esa desigualdad, imparablemente. Un saludo
Antonio, hay una importante diferencia. El salario mínimo lo fija el estado, los precios y los salarios, al contrario, lo fijan los agentes económicos. Estos (idealmente) están expuestos a la presión competitivo que les hace moderar las subidas en sus respectivos precios. El estado al contrario se base en su poder legislativo y no necesariamente acierta en la fijación del salario mínimo.
Te agradezco la respuesta. Mi discrepancia en esto: El Estado, de todos, es un agente económico más (surgido en el XX, aunque ahora en retroceso) con si interés por la competencia en el mercado y mayor que el de los monopolistas dominantes hoy (Mercadona, Santander, etc. Ese carácter común es el que, precisamente, le salva de regulaciones o fijaciones de precios arbitraria, no consensuadas y desorbitadas que perjudiquen el interés de resto de agentes del mercado, dado que estos son lo que integran el mismo Estado. Con el Estado regulando no se han dado hasta la fecha, y menos en el SMI aunque este suba gradualmente hasta los 900 euros, incremento descomunales en el precio del petróleo (crack del 70), o en España, hoy, lo precios de la energía, comisiones bancaria, tarifas telefónicas en mercados viajando, sin parar, hacia el monopolio (perfecto).
Tu respuesta me parece algo incoherente. Si hay tanta poder de mercado es por la falta de buena regulación por parte del estado y lo que algunos llaman economía de amiguetes. Ciertamente el estado tiene un papel importante para corregir fallos de mercado, garantizar la competencia y proteger a los más débiles, pero definirlo como un agente económico más me parece un error.
Hola Carlos,
Gracias por tu comentario. En el fondo este asunto está presente en todas las evaluaciones de subidas en el salario mínimo. La pregunta clave es sí las empresas invierten en la formación de sus trabajadores para generar un aumento en la productividad laboral o si, por el contrario, optan por la inversión en capital y maquinaria que pueda sustituir a los trabajadores menos cualificados.
Darte cuente que estamos ante una subida de casi 40% en el salario mínimo y con varios estados que están o irán implementando subidas similares. Es un cambio político de primer orden y supongo que no tengo que recordar que el parlamento español ha aprobado una PNL para subir el SMI en España hasta un nivel de 900 euros en los próximos años, sin análisis previo, ni esfuerzos serios para primero corregir errores en el diseño del SMI.
(Off topic)
Que bien nos vendra para la ciencia economica y la creacion de politicas publicas cuando podamos disponer de big data a nivel de administracion!
Y lo peor, que pena que en Espanya ni se planteed este tipo de estudios
Hola Juan,
Datos no nos faltan en España. Lo que falta es la voluntad política para evaluar los impactos de importantes decisiones políticas como es la fijación de salarios mínimos. Dicho esto, en España la evaluación plantea otros retos. Siendo el SMI un salario mínimo universal es más difícil construir grupos de control que en los EE.UU. donde los estados y hasta las ciudades pueden regular aspectos del salario mínimo. La única opción es comparar las diferencias en resultados laborales antes y después de una subida de colectivos afectados (con salarios cerca del SMI) con otros colectivos no afectados. Pero claro puede haber muchos factores que generan a la vez cambios en la demanda relativa para ambos grupos, dificultando la identificación de efectos causales. Esto explica en parte porque no contamos con muchos estudios para España.
En principio, parece que no sería apropiada la equidistancia. Si un político encarga un estudio ad-hoc con menores recursos y tiempo de investigación que el que intenta desacreditar, en este caso el SMWS, parece obvio cuál es el que habría que colocar en cuarentena.
Por otra parte, creo que económicamente la polémica del salario mínimo carece de sentido real, aparte de la manipulación ideológica con la que se quieran utilizar las estadísticas. Las consecuencias de fijar precios mínimos por encima de los de equilibrio de mercado son de sobra conocidas. Y generalmente aceptadas para todos los mercados, excepto para el de trabajo, nada sorprendentemente, por lo anterior.
La entrada es muy interesante, sobre un asunto muy de actualidad en EE.UU. Pero lo llamativo es la situación contraria, de silencio general, en el análisis de un mercado laboral establecido de forma casi exclusiva sobre un sistema general de salarios mínimos, como son los convenios colectivos en España. Todo las sombras que se reflejan en el artículo sobre la neutralidad ideológica, o de corrección política, sobre la comunidad académica americana, se pueden perfectamente extrapolar muy ampliadas a la española.
Hola Antonio,
Gracias por tu comentario. Me quedo con tus últimas palabras. Claramente no tendría sentido hablar de salarios mínimos en Seattle y la falta de objetividad en la evaluación de sus efectos si no había problemas similares en España.
Lo dije en una respuesta a un comentario anterior, pero si buceas un poco en el blog verás que hemos escrito muchas veces sobre loa asuntos que mencionas.
En su día criticamos el apagón estadístico tras la reforma de 2012, pedimos un low pay comission para analizar el impacto del SMI y las medidas más eficaces para combatir la pobreza laboral. También hemos propuesta reformas del sistema de negociación colectiva y sobretodo, en todo nuestra labor sobresale la petición de evaluación de las políticas.
En esta materia España se ha quedado muy atrás, y aunque hay alguna excepción en el ámbito educativa, en general la evaluación brilla por su ausencia.
Muchas gracias por su respuesta, y mis disculpas por haberme quedado en el plano general y no haber puntualizado la existencia de honrosas excepciones que, como este blog, aportan una perspectiva fuera del consenso institucionalizado.
Estas perdonado 🙂
En mi opinión, en España el SMI ha sido tradicionalmente irrelevante porque la estructura de Convenios Colectivos de aplicación universal al sector, actuaba en la práctica como salario mínimo.
Caso diferente es el de EEUU y otros muchos países con diferente regulación de Convenios.
La reforma laboral de 2012 al permitir convenios de empresa con peores condiciones que el del sector, ha actuado en la práctica como una bajada del salario mínimo.
Ahora, curiosamente el SMI va siendo más relevante conforme el paraguas del Convenio Sectorial va diluyendose.
La realidad es que ahora se empieza a ver que el SMI en España es ridículamente bajo. Al ser tan bajo es como si no existiera.
Su aplicación va más ligada a casos de abuso empresarial, por la dura realidad que padecen algunas personas, que a supuestas bajas productividades.
Si es cierto que a un SMI más alto habría que hacer alguna excepción muy limitada, como jóvenes en prácticas y quizás Empleadas de Hogar, porque en esos casos si sabemos que esos trabajos desaparecerían o irían a economía sumergida.
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