Entendiendo a Alemania

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Artículo de Óscar Fanjul publicado originalmente en El País y que reproducimos aquí por su interés.

No todos los alemanes creen en Dios…, pero todos creen en el Bundesbank

Jaques Delors

Al iniciarse la Gran Recesión, Estados Unidos no dudó en incurrir en fuertes déficits fiscales. Gastó de inmediato un 7% de su PIB en el saneamiento de su sistema bancario, y llevó los tipos de interés prácticamente a cero. La Reserva Federal pidió al Gobierno que para consolidar la recuperación redujera el déficit lentamente y se comprometió a apoyar la política fiscal expansiva a través de la compra de deuda pública. Hace ya seis años que Estados Unidos ha recuperado la senda del crecimiento, su producción y empleo superan los niveles anteriores a la crisis, y el déficit representa ya menos del 3% del PIB.

¿Por qué no ha practicado Europa este tipo de política económica? ¿Qué ocurrió tras la conferencia de Londres en 2009 donde ingleses y americanos trataron de convencer al resto de países sobre la necesidad de practicar políticas expansivas?

El camino europeo. El camino seguido por Europa ha sido el marcado por Alemania, un país donde prácticamente no existen economistas keynesianos, y cuyo sustento intelectual desde la posguerra es el ordoliberalismo. Esta doctrina, desarrollada por un grupo de académicos opuestos al nazismo, constituye el fundamento de su economía social de mercado. Son los padres intelectuales de la reforma monetaria alemana de 1948 y de la ley de creación del Bundesbank en 1957. El ordoliberalismo defiende el papel activo del Estado en la economía promoviendo la competencia y la estabilidad monetaria y comparten con Hayek, y con los economistas de la escuela austriaca, su oposición a las políticas activas de estabilización de la demanda y el carecer de un esquema articulado para combatir recesiones y depresiones. Las políticas fiscal y monetaria no impulsan el crecimiento, sino que este depende de la asignación eficaz de los recursos económicos, por tanto de la oferta y no de la expansión exógena de la demanda.

Con estas premisas, antes de que la economía alcanzara una velocidad de escape, se impusieron en Europa políticas de contracción fiscal y monetaria que hicieron que las economías del euro recayeran en la recesión. La obsesión por el riesgo inflacionista y la necesidad de practicar políticas de austeridad convirtieron la deflación no ya en un peligro, sino incluso en la fórmula recomendada para que los países periféricos recuperaran su competitividad.

El enfoque alemán y las reformas estructurales. Ahora bien, ¿cómo justifica Alemania su posición a favor de una austeridad generalizada, de superávits fiscales en épocas de recesión y de oposición a las políticas monetarias no convencionales?

Para Alemania el origen de la actual crisis estaría no solo en un exceso de endeudamiento para financiar gasto en consumo sino, sobre todo, para acometer inversiones ineficientes y, por tanto, incapaces de pagar esa deuda. El caso español es suficientemente ilustrativo de cómo una notable falta de disciplina en los procesos de inversión —solo en el campo energético y en el de las infraestructuras hay una buena cosecha de disparates— ha conducido a que tengamos un exceso de capital improductivo y, simultáneamente, una escasez del tipo de capital necesario para emplear la oferta existente de mano de obra.

Para Alemania, por tanto, la recuperación económica solo puede venir por reformas estructurales que aumenten el crecimiento potencial de la economía, y no por aumentar la cantidad de dinero, el gasto público o por mantener bajos tipos de interés. Por el contrario, los tipos de interés excesivamente bajos durante largo periodo de tiempo solo sirven para que empresas, bancos y particulares se desendeuden más lentamente, para que sobrevivan empresas ineficientes, para incentivar inversiones poco rentables y, en definitiva, para retrasar ajustes y reformas. La política monetaria debe limitarse prácticamente al control de la inflación.

Pero Alemania tampoco confía en el gasto público como motor de la recuperación pues, entre otras cosas, duda de la capacidad de los Gobiernos para gastar eficazmente. El caso español es también ilustrativo. Cuando podíamos gastar porque nuestra deuda pública en relación al PIB era incluso inferior a la alemana, el llamado Plan E se dedicó a superfluas obras públicas, precisamente en el sector donde más claros excesos había, en vez de proporcionar recursos al Banco de España para capitalizar el sector bancario. ¿Error de juicio, diferente capacidad de lobby de los sectores afectados, o las dos cosas a la vez?

La vía alemana de salida de la crisis es compleja y no es intuitiva ni es fácil de explicar. En efecto, no es fácilmente comprensible que ante una escasez de demanda privada, la solución pase por un menor gasto, lo contrario de los anglosajones, para quienes la “austeridad es para las épocas de boom, y no para las recesiones”. Comparar la dificultad de entender una y otra vía es como comparar el Fausto de Goethe con cualquier obra de Shakespeare. Por ello, hay pocos políticos europeos que hayan sido capaces de explicar convincentemente las bondades y la eficacia de la estrategia alemana de salida de la crisis.

¿Qué política necesita Alemania? Además de las diferencias intelectuales y de visión que de la economía tienen alemanes y anglosajones, existen también diferencias, entre lo que hoy le conviene a Alemania y lo que necesitan los países periféricos y el conjunto de la eurozona.

En efecto, la tasa de paro alemana es la más baja desde la reunificación, es inferior al 6% y sigue disminuyendo —la tasa de paro juvenil es inferior al 8%—, sufre incluso de escasez de cierto tipo de mano de obra, el país tiene equilibrio presupuestario y un fuerte superávit en sus cuentas exteriores. ¿Muchas razones para cambiar de política? ¿Necesitan para algo empobrecerse con un euro más débil? Y como su ahorro es superior a su inversión, se sienten perjudicados por los bajos tipos de interés que perciben como un caso de “eutanasia del rentista”, como un castigo a aquellos que ahorraron planificando su retiro.

El problema es que Europa, como área monetaria, necesita hoy, tal como está intentando Japón, precisamente aquello que el Bundesbank aborrece: generar más inflación, entre otras vías devaluando su moneda, para bajar los tipos de interés reales —los nominales menos la tasa de inflación— y la deuda en términos reales e impulsar la demanda de crédito y el gasto.

Lo que deberíamos hacer nosotros. Europa está poniendo finalmente en práctica, seis años después que Estados Unidos, y con poca o ninguna simpatía alemana, una política monetaria de “relajación cuantitativa” (quantitative easing). Muchos tienen la esperanza, además, de que finalmente también se relajará la política de austeridad.

Aunque la vía elegida por Europa para salir de la crisis no ha sido la mejor, y se han cometido serios errores de política económica, las alternativas para España en estos momentos son pocas. En la actual situación, la mejor política para nuestro país coincide con la política de reformas que prescribe Alemania, y no deberíamos confiar en exceso en la nueva política del BCE y, menos aún, en ideas como el plan Juncker.

Nuestro margen para expansiones exógenas de la demanda es limitado pues todavía necesitamos estabilizar el nivel de deuda pública, y somos el único país periférico con déficit público primario (antes de considerar los gastos en intereses). Necesitamos demostrar que podemos crecer sostenidamente generando simultáneamente los superávits exteriores necesarios para poder reducir el endeudamiento agregado. Por ello, aunque se relajara la política de austeridad europea, esto no debería ser un óbice para relajar la política de reformas, sino más bien un aliciente, dado que estas serían más fáciles de ejecutar en un contexto de mayor expansión de la demanda. En contra de lo que con frecuencia se alega, solo una política de reformas que mejoren el proceso de asignación de recursos puede permitir que a largo plazo se genere más empleo con salarios reales y condiciones laborales que nos aproximen a la Europa próspera y nos permita defender las prestaciones del Estado de bienestar.

Hay 5 comentarios
  • A mi lo que me repatea muchísimo de todo esto es mientras los Schäubles, Merkels y Rajoyes se llenan la boca de reformas estructurales la realidad es que al final solo hacen una cosa: recortar en el estado de bienestar, educación, sanidad y servicios sociales. E I+D claro. Pero reformas estructurales de verdad cuantas ha habido? Prácticamente ninguna. Es más, el clientelismo y capitalismo de amiguetes sigue en vogue, solo hace falta ver los planes de delegar mas funciones en los registradores diversos.

    Vivo en Alemania y es realmente desesperante que el establishment hable de fomentar reformas estructurales en España e incluso alabe la evolución del país cuando aquí, fuera del acoso al estado de bienestar no se ha movido casi nada.

    Al final q uno solo le queda pensar que la receta germanoeuropea para el Sur es eso: la miseria. Y lo digo como medio alemán por parte de padre que soy, es decir siendo propenso a entender ese país en el que ademas vivo (y pa largo por lo que parece).

    Y obviamente cuando un Schäuble, Merkel o Rajoy cargan contra los "peligrosos populismos" me saltan las lagrimas (de risa, frustracion e ira): como si el discurso de la austeridad milagrosa tuviese mas rigor que las diatrabas de Podemos. Con estos últimos al menos da la sensación de que realmente quieren el bienestar de la gente. Porque Schäuble, Merkel y Rajoy...

  • Un valiente artículo que señala con decisión el camino a seguir, ¿Saltarán chispas? Si bien es cierto que está lleno de socavones que habrá que atravesar, no vendría mal ajustar los amortiguadores para no incomodar de más a los viejos viajeros que van a pagar el billete: aprovechando la baja cotización del euro y la caida de los precios del petroleo. ¿Por qué no ajustar el precio de la electricidad al consumo real y dar un respiro a los usuarios? ¿Y por qué no generalizar desgravaciones fiscales para que reflejen la realidad social de la nación, y eludan discriminaciones inconstitucionales, como les sucede a muchos pensionistas cuando alimentan y acogen hijos y nietos? Y puestos a ello ¿Por qué no segregar una parte de la banca nacionalizada o tutelada y dar servicios sin comisiones al pequeño ahorrador u ofrecer una SICAV coléctiva que invierta esos mínimos depósitos en deuda pública para reducir la financiación exterior? ¿ Y ya, soñando despierto que ponga créditos para los autónomos, hoy al 7%, con un diferencial de dos puntos sobre los bonos lo cual sería el 4%? De las prestaciones sociales que disfrutan en Alemania, gracias a la honradez generalizada y a la aversión hacía los escoltas y el coche oficial de los políticos, mejor no hablamos.

  • Días atrás cuando leí la columna en El País, me pareció mala. Ahora la vuelva a leer, y me parece horrible. La falta total de referencias que den evidencia de las miles de afirmaciones del autor impide siquiera entrar en una conversación sobre el significado de esas afirmaciones. Ni lo que dice sobre EEUU ni sobre Europa ni sobre Alemania en particular es aproximación razonable a lo que habría ocurrido o estaría ocurriendo. Las afirmaciones no pasa de exclamaciones infantiles de alguien que cree tener autoridad para dirigirse a la masa y explicarle la vida terrenal y celestial.

    El broche de oro es cuando habla de expansiones exógenas. Espero que los editores de NeG expliquen su naturaleza y existencia. En todo caso, por suerte, sus recomendaciones a toda España son tan generales que nada aportan a una discusión seria.

  • Realmente es un artículo de mucho interés, que describe muy bien distintas formas de ver las cosas en Alemania, el Reino Unido, la Europa periférica, EEUU y Japón.

    Creo que buscar como objetivo generar inflación en la zona euro es una tarea arriesgada. Se podría conseguir financiando gasto público directamente con nuevo dinero emitido por el BCE. Veo varios problemas:

    1)Se nos puede ir la mano generando inflación, lo que tampoco es deseable.
    2)Si ese gasto se realiza coyunturalmente no podría afectar a programas de gasto que se repiten año tras año, como una buena parte de los gastos en materia de bienestar, porque una vez pasada la coyuntura el ajuste podría ser muy complicado.
    3)Si ese gasto se realiza en inversión pública debemos ser muy cuidadosos con los "disparates" de los que habla el artículo.

    Un cordial saludo.

  • …" los tipos de interés excesivamente bajos durante largo periodo de tiempo solo sirven para que empresas, bancos y particulares se desendeuden más lentamente"
    Esta afirmación es simplemente falsa. La mayoría de los préstamos hipotecarios son a interés variable y con la misma cuota, los particulares se desendeudan más rápidamente con tipos bajos.
    Por otro lado las empresas están aprovechando para pedir nueva deuda a tipos muchos más bajos y cancelar las deudas antiguas, destinando muchos menos recursos a pagar intereses.
    La administración se endeuda a tipos más bajos y dedica mucho menos dinero de nuestros impuestos a pagar intereses…
    …y así sucesivamente…
    Si no nos gusta la política económica Alemana lo decimos y punto, pero con argumentos veraces por favor…

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