Por Pilar García Gómez, Paula González y Marcos Vera Hernández

Continuamos en esta entrada con el resumen de la ponencia magistral del prestigioso economista Pierre Dubois sobre “Impuestos, etiquetas y restricciones de publicidad: políticas públicas para una mejor nutrición”, presentada durante las XLIII Jornadas de Economía de la Salud en la Universidad de la Laguna el pasado mes de junio. En la primera parte del resumen (aquí) se abordaron las políticas de etiquetado frontal de los productos, y se discutió sobre los efectos de la introducción de impuestos a las bebidas azucaradas.
Para ayudar a refrescar la memoria, se mencionó un experimento en el que se probaron distintos tipos de etiquetas nutricionales y que concluyó con que las mejoras nutricionales de todas ellas fueron modestas, y que la etiqueta Nutri-score fue la mejor. De todas formas, hay que tener en cuenta que el experimento solo sirve para evaluar el efecto a corto plazo, porque no tiene en cuenta la reformulación que pudieran llevar a cabo las productoras en respuesta a las políticas de etiquetado. Sobre esta posibilidad hubo pertinentes comentarios de nuestros lectores en la entrada. En lo referente a los impuestos a las bebidas azucaradas, el estudio de Pierre y sus colaboradores concluye que esta medida reduce el consumo de bebidas azucaradas entre los individuos menores de 30 años y aquellos con un menor nivel socioeconómico. Sin embargo, el impuesto no resulta tan efectivo sobre los individuos que viven en hogares donde se consume mucho azúcar añadido (no solo de bebidas, sino en general), porque su demanda no es muy sensible al precio, lo que limita el impacto del impuesto en cambiar sus patrones de consumo.
En esta segunda entrada, resumimos lo que Pierre nos contó sobre la prohibición de anuncios de alimentos poco saludables, y los efectos dinámicos que tienen algunas de las políticas nutricionales (información más detallada en los estudios originales: este, y este otro).
Prohibición de anuncios de alimentos poco saludables
Seguramente, la prohibición de anuncios de alimentos poco saludables es una opción de política que se nos viene rápidamente a la mente. Usando un modelo muy sofisticado que incorpora tanto la demanda como la oferta de paquetes de patatas fritas, estimado con datos de anuncios y compras de patatas fritas en el Reino Unido, Pierre nos explicó los efectos de prohibir dichos anuncios. ¿Cuáles son su impactos en la función de demanda? Pues principalmente tres. Uno es que nos hacen valorar menos la salubridad del producto. Los consumidores están dispuestos a pagar por una mejora en la salubridad de las patatas fritas, pero la publicidad disminuye esta disposición a pagar. Lo segundo es que los anuncios hacen a los consumidores menos sensibles a los precios. Y lo tercero es que los anuncios aumentan la demanda de patatas fritas de casi todas las marcas, no solo de la marca que se anuncia.
Pero esto es solo lo que le ocurre a la demanda. La oferta también reacciona y los precios de equilibrio cambian. Al hacerse la demanda más sensible a los precios, aumenta la competencia entre marcas, y el precio de las patatas fritas baja. Respecto a la cantidad de patatas fritas compradas, hay dos fuerzas que actúan en sentido opuesto. Al no haber anuncios, la cantidad comprada disminuye, pero como los precios bajan, la cantidad comprada sube. Al final, el efecto de la prohibición de anuncios es más fuerte que la bajada en los precios, y se observa que la cantidad comprada de patatas fritas se reduce en un 9.7% tras la prohibición de la publicidad.
Otro efecto interesante es que la prohibición de los anuncios hace que aquellas personas que compran patatas fritas compren variedades más saludables. Y ello se debe a que las variedades más saludables son las que más reducen su precio.
Como cabría esperar, los consumidores sustituyen las patatas fritas por otros productos, algunos mucho más saludables (frutas, frutos secos, etc.) y otros incluso menos saludables. La probabilidad de consumir otros productos saludables sube en 1.4 puntos porcentuales, y la de productos menos saludables sube en 2.7 puntos porcentuales. Gracias a este efecto de sustitución (y también a la bajada del precio de las patatas fritas), las mejoras nutricionales se reducen, aunque siguen siendo positivas. Claramente, una prohibición de los anuncios, no solo de patatas fritas sino de todos los alimentos poco saludables, generaría una mejora nutricional mayor porque se esperaría que los consumidores sustituyesen menos productos poco saludables por otros dentro de la misma categoría de alimentos. Esto reduciría el consumo de alimentos poco saludables en general, impulsando mejoras más significativas en la dieta de los consumidores.
Efectos dinámicos y consideraciones finales
Utilizando un modelo de equilibrio dinámico y datos detallados sobre el consumo de 21,000 hogares británicos durante seis años (2010-2016), Pierre nos explicó cómo los cambios en los impuestos y en la publicidad hoy afectan las decisiones futuras de consumo, no sólo del producto promocionado, sino también de otros relacionados. Para ello, se centró en el mercado de las colas, donde Coca-Cola y Pepsi tienen un papel dominante. Pierre nos explicó primero que los consumidores más sensibles al cambio de precios también lo son a los cambios en la publicidad (televisiva). En segundo lugar, tal y como ocurrió con las patatas fritas, identificó que hay externalidades positivas de la publicidad entre segmentos de una misma marca y entre marcas. Por ejemplo, mayor publicidad de Coca-Cola incrementa el consumo de Coca-Cola y Coca-Cola Light, pero también de Pepsi Max y (en menor medida) de Pepsi.
A continuación, Pierre nos contó como en ese mismo contexto las empresas responden a cambios impositivos. Tras la introducción de un impuesto a las bebidas azucaradas, las empresas reducen la inversión en publicidad, siendo la reducción mayor cuando el impuesto es ad valorem. Los impuestos sobre bebidas azucaradas tienen un efecto sobre el consumo de azúcar mucho mayor que las restricciones a su publicidad (16,5% vs 2,7%). Por último, Pierre nos aclaró que, si bien el impuesto parece regresivo, el hecho de que los hogares de menor renta reduzcan en mayor medida el consumo de azúcar compensa completamente.
Pierre concluyó su intervención resaltando la importancia de entender la interacción entre diversas políticas y cómo estas afectan a la oferta y al comportamiento del consumidor. También enfatizó la creciente influencia de las redes sociales en las generaciones más jóvenes, y planteó cómo la reciente expansión de los medicamentos antiobesidad podría cambiar las dinámicas de consumo, ya que las implicaciones de la dieta sobre la salud podrían ser diferentes.
Un tema novedoso sobre el que nos hemos quedado reflexionando es el de la publicidad de alimentos poco saludables en las redes sociales. ¿Cuál sería el efecto de prohibirla? ¿O sería suficiente con incluir ciertas reglas en los algoritmos para evitar que sea excesiva? La discusión sobre cómo controlar la publicidad en el entorno digital es clave, ya que las plataformas en línea tienen un alcance masivo y pueden influir considerablemente en los hábitos alimenticios, especialmente entre los jóvenes.
Despedida
Tras una ronda de aplausos y varias preguntas del público, Pierre cerró su intervención respondiendo a una pregunta de la audiencia y recomendando que los hombres cocinen más para ayudar a que los hogares puedan reducir el consumo excesivo de comidas precocinadas, que suelen ser menos saludables que las comidas cocinadas con alimentos frescos, lo que suscitó un segundo aplauso por parte de la audiencia.
Con esto, nos levantamos de nuestros asientos y salimos del Aula Magna directos al café e intentando no pensar en qué letra del Nutri-Score tendrían los rosquetitos de la Gomera que el comité organizador (presidido por Ignacio Abasolo Alesson) había elegido tan cuidadosamente.