Aunque lo peor de la pandemia de COVID-19 ha quedado atrás, sus efectos a largo plazo siguen siendo objeto de estudio, especialmente porque hay evidencia que muestra efectos permanentes en las generaciones que estaban en edad escolar durante los cierres de escuelas. Más allá de la pregunta sobre si las secuelas de la pandemia requerirán intervenciones políticas cuando estos niños crezcan o se incorporen al mercado laboral, el COVID-19 nos ha brindado una oportunidad única para estudiar las consecuencias de un shock negativo generalizado en los resultados educativos en países desarrollados.
Los shocks negativos —como desastres naturales, conflictos, crisis sanitarias o económicas— han tenido un impacto significativo en la educación, especialmente en los países en desarrollo (ver aquí). Sin embargo, en las economías desarrolladas, donde la tecnología permite compensar la falta de asistencia presencial con el aprendizaje en línea, los efectos de estos shocks han sido menos estudiados. Dos excepciones notables son los trabajos de Joshua Goodman y Sarah Gust. Goodman encontró que cada día de ausencia escolar debido al clima severo reduce el rendimiento en matemáticas en 0.05 desviaciones estándar en Massachusetts. Por su parte, Gust estimó que los desastres naturales tienen un efecto negativo persistente en el rendimiento de los estudiantes, que puede durar hasta cinco años después del evento. Dado que la frecuencia de los desastres ha aumentado de 100 por año en la década de 1970 a aproximadamente 400 por año en las últimas dos décadas según datos de la FAO, entender cómo estos shocks afectan la educación es cada vez más urgente. Además de los shocks negativos, como los cierres escolares por COVID-19, también se ha demostrado que las vacaciones de verano implican una pérdida de capital humano, y esta pérdida a menudo varía según las características socioeconómicas de la familia del menor.
En este contexto, en un artículo reciente, publicado en el Journal of Population Economics, analizo cómo la capacidad de los padres para teletrabajar influyó en el aprendizaje de sus hijos durante los cierres escolares por COVID-19. Utilizando datos del Instituto Nacional para la Evaluación del Sistema Educativo (INVALSI) en Italia, comparo el rendimiento de los estudiantes en quinto grado, controlando por su rendimiento en segundo grado, y analizo si los padres que podían teletrabajar ayudaron a mitigar las pérdidas de aprendizaje.
Para identificar el efecto, me baso en las diferencias en la incidencia del COVID-19 entre las distintas regiones italianas, medida a través del número de días que permanecieron cerradas las escuelas, y en la coexistencia en la misma clase de estudiantes con padres que pueden teletrabajar y aquellos que no. Esto último me permite utilizar efectos fijos de clase para estimar la diferencia en el impacto de los días de cierre escolar entre estudiantes con padres que teletrabajan y aquellos que no, dentro de la misma clase. La Figura 1 muestra las diferencias en la proporción de padres que pueden teletrabajar en las distintas regiones italianas.

Resultados principales: el teletrabajo de los padres y el rendimiento en lengua
Los resultados muestran que los padres que podían teletrabajar ayudaron a reducir las pérdidas de aprendizaje en lengua, pero no en matemáticas. En concreto, experimentar 100 días de cierre escolar aumentó la brecha en el rendimiento en lengua entre los niños con padres que podían teletrabajar y aquellos que no en 0.02 desviaciones estándar. Este efecto es equivalente a la diferencia en el rendimiento entre niños cuyos padres tienen estudios universitarios y aquellos cuyos padres solo tienen educación primaria.
El resultado de mis estimaciones es coherente con la evolución agregada de los resultados escolares de los estudiantes, mostrada en la Figura 2. Para las cohortes no afectadas por los cierres escolares debido al COVID-19 (antes de 2020-2021), tanto los niños sin padres que pudieran teletrabajar como aquellos con al menos un padre que podía teletrabajar mejoraron su rendimiento. Sin embargo, tras los cierres escolares por COVID-19, el rendimiento de los niños sin padres que pudieran teletrabajar y aquellos con al menos un padre que podía teletrabajar divergió, ya que los niños sin padres que pudieran teletrabajar empeoraron su rendimiento en quinto grado en comparación con segundo grado por primera vez.

Curiosamente, no se observó un efecto significativo en matemáticas. Una posible explicación es que los padres italianos pueden estar mejor preparados para ayudar a sus hijos con tareas relacionadas con la lengua que con las matemáticas. De hecho, según el Programa para la Evaluación Internacional de las Competencias de los Adultos (PIAAC), solo el 24% de los adultos italianos tienen un nivel intermedio de habilidades matemáticas, lo que podría limitar su capacidad para apoyar a sus hijos en esta materia.
Implicaciones
Estos hallazgos tienen importantes implicaciones políticas. En primer lugar, sugieren que las autoridades educativas deberían proporcionar herramientas y recursos adicionales a los padres que no pueden teletrabajar, especialmente en áreas relacionadas con la lengua. Por ejemplo, podrían implementarse programas de tutorías o clases de refuerzo dirigidas a niños cuyos padres no tienen la flexibilidad laboral para apoyar su aprendizaje en casa.
Además, los resultados respaldan la idea de que la reapertura temprana de las escuelas durante crisis sanitarias es crucial para mitigar las desigualdades educativas. Estudios previos han demostrado que las escuelas pueden reabrir de manera segura con medidas de distanciamiento social, lo que podría ayudar a reducir las brechas de aprendizaje entre los estudiantes.
Conclusiones
La pandemia de COVID-19 nos ha dejado una lección clara: no todos los estudiantes tienen las mismas oportunidades de aprendizaje cuando las escuelas cierran. La capacidad de los padres para teletrabajar jugó un papel importante en la mitigación de las pérdidas de aprendizaje, especialmente en lengua. Sin embargo, para aquellos padres que no pudieron trabajar desde casa, el impacto fue más severo.
A medida que nos preparamos para futuras crisis, es fundamental diseñar políticas que reduzcan estas desigualdades y aseguren que todos los niños, independientemente de su entorno familiar, tengan acceso a una educación de calidad.