Por Abel Lucena, Stephen Roper y Óscar Vicente-Chirivella
El paso de un modelo de innovación cerrado, en el que las empresas generaban, desarrollaban y comercializaban internamente sus propias ideas, hacia un modelo abierto, donde la innovación se nutre de inputs externos provenientes de empresas rivales, clientes, proveedores o universidades, ha otorgado un papel central a los mercados de tecnología. En estos mercados, las universidades destacan como proveedores clave de servicios de investigación y desarrollo (I+D). Esto sucede porque, además de formar talento, las universidades también tienen como misión generar y transferir conocimientos nuevos hacia el tejido empresarial. Es lo que en la literatura se conoce como la tercera misión de las universidades, y que éstas consiguen mediante la solicitud de patentes, la creación de “spin-offs” o la firma de acuerdos de colaboración o contratos de servicios de I+D con empresas. El Gráfico 1 muestra la importancia que otorgan las empresas a los distintos socios con los que colaboran durante el proceso innovador. Como se puede observar, las empresas otorgan un papel central a las universidades, siendo el tercer socio más importante, únicamente superado por los clientes y los trabajadores de la empresa. A pesar de que la transferencia de conocimientos es la misión menos conocida de las universidades, el algoritmo de Google, Siri, la pantalla táctil, los airbags o la vacuna contra el Covid de AstraZeneca son ejemplos de éxito en los que, de una manera u otra, la universidad ha estado implicada.
Gráfico 1: Importancia de los distintos agentes en el proceso de innovación

Tradicionalmente vistas como instituciones dedicadas a la investigación básica y aplicada, lo cierto es que las universidades también proveen servicios de desarrollo tecnológico. Por ejemplo, permiten a las empresas acceder a equipos e infraestructuras especializadas para realizar ensayos clínicos o crear prototipos, actividades cuyo coste suele ser elevado, por lo que resulta más eficiente externalizarlas. En el caso de España, destaca el papel de las universidades politécnicas, las cuales ponen a la disposición de las pequeñas y medianas empresas (PYMES) laboratorios y equipo especializado para el desarrollo tecnológico. Esta versatilidad convierte a las universidades en proveedoras idóneas tanto de servicios de investigación como de desarrollo. A esto hay que añadir que las universidades cuentan con las Oficinas de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI), cuya principal misión es facilitar el acceso de las empresas a los servicios de I+D que ofrecen las universidades. Es decir, cuentan con el apoyo de un intermediario que facilita la transferencia de conocimiento a terceros, lo que las dota de una ventaja comparativa con respecto a otros proveedores de servicios de I+D que también participan en los mercados de tecnología.
Por todo lo anterior, el papel de las universidades en los mercados de tecnología tiene implicaciones estratégicas importantes para las empresas. Por un lado, acceder a servicios de I+D provenientes de universidades permite a las empresas aprovechar las ventajas de la especialización, aumentando así los retornos de sus actividades innovadoras. Sin embargo, también podría producirse un efecto negativo si existe un solapamiento o duplicidad entre el conocimiento tecnológico de la empresa y aquel que provee la universidad. En este caso, las empresas no se beneficiarían de las ventajas de la especialización. Una manera de analizar cuál de estos dos efectos domina consiste en estudiar si existen complementariedades entre las actividades de I+D de las empresas y la transferencia de conocimiento proveniente de las universidades.
Habitualmente, los estudios sobre complementariedades en innovación han evaluado los beneficios de integrar la I+D de la empresa y la I+D externa (proveniente de socios) sin desentrañar cómo se ven afectados los rendimientos diferenciales de la investigación y el desarrollo separadamente. Es decir, se ha tratado a la I+D como una única actividad. Sin embargo, la investigación y el desarrollo son dos actividades que en realidad difieren significativamente en multitud de aspectos (aquí o aquí). En nuestro trabajo (aquí), analizamos cómo las transferencias tecnológicas desde las universidades (UTT) afectan a los retornos de la innovación empresarial derivados de las actividades de investigación y de las actividades de desarrollo. Para ello, evaluamos la presencia de complementariedades en innovación cuando la adopción de cada componente del binomio I+D, se combina con las UTT. Además, analizamos bajo qué condiciones es más probable que se produzcan complementariedades. Primero, dependiendo de si las empresas se especializan en sólo una de las dos actividades (investigación o desarrollo). Segundo, dependiendo de la modalidad contractual utilizada para llevar a cabo la UTT (cooperación con la universidad o contrato de externalización de servicios de I+D).
En nuestro análisis, utilizamos datos del Panel de Innovación Tecnológica (PITEC) para el período 2004-2016. Esta base de datos proporciona información detallada sobre las actividades de innovación de las empresas españolas, incluyendo tanto los inputs utilizados como los resultados generados a lo largo del proceso de innovación. En nuestro estudio empírico, definimos las complementariedades en innovación de la siguiente manera: consideremos el caso de una empresa que combina la adopción de (i) desarrollo interno y (ii) transferencias de conocimiento desde universidades. Estas actividades se consideran complementarias si su adopción conjunta genera un rendimiento innovador superior al que se obtendría de manera independiente al adoptar cada una por separado. En nuestro análisis, medimos el rendimiento innovador a través de las ventas empresariales de productos innovadores.
Los resultados que obtenemos muestran lo siguiente. Primero, encontramos que la transferencia de conocimiento desde universidades genera complementariedades tanto para las empresas que llevan a cabo actividades de investigación como para aquellas que adoptan actividades de desarrollo. Esto pone de manifiesto el impacto positivo que la transferencia de conocimiento desde las universidades tiene sobre la I+D empresarial. Segundo, estas complementariedades emergen cuando las empresas se especializan en una sola de estas actividades, ya sea investigación o desarrollo. Es decir, el mayor beneficio se obtiene cuando las empresas combinan su propia especialización en “I” o “D” con el acceso a conocimiento desde universidades. Estos resultados respaldan la idea de que las empresas deberían aprovechar los mercados tecnológicos para adquirir los recursos que no poseen y complementar aquellos con los que ya cuentan internamente.
Por último, nuestros resultados indican que las complementariedades aparecen para empresas especializadas que contratan servicios de I+D a las universidades, y no para aquellas que firman acuerdos de colaboración en I+D. Pensamos que este resultado está en consonancia con la especialización. Mediante la subcontratación de servicios de I+D, las empresas acceden directamente a conocimiento que ha sido estandarizado, lo que implica que no existe necesidad de desarrollar internamente competencias en las áreas relacionadas con dicho conocimiento. Ello facilita la especialización, la generación de sus beneficios, todo ello sin tener que incurrir en costes adicionales de aprendizaje. Aquí, el papel de las OTRIs codificando y empaquetando las invenciones y servicios de I+D ofrecidos por las universidades para facilitar su transferencia es esencial. Por su parte, en los acuerdos de colaboración, tanto las empresas como las universidades adquieren conocimientos a través de la participación conjunta en actividades de I+D. Muchas veces, ello supone que las empresas tienen que aprender conocimiento que se produce a lo largo de la interacción con el equipo de transferencia de la universidad. Esto requiere que ambas partes tengan un conocimiento amplio de las actividades que desarrollarán conjuntamente, por lo que existen muchas menos oportunidades para la especialización.
Una limitación importante de nuestros datos es que no tenemos información sobre los servicios específicos de I+D que las universidades proporcionan en sus asociaciones con las empresas. A pesar de esta limitación, utilizamos los datos disponibles para explorar si las complementariedades surgen precisamente cuando las empresas especializadas buscan recursos de I+D, que les faltan internamente, y que las universidades podrían proveer. En primer lugar, analizamos cómo las universidades complementan la actividad innovadora de empresas especializadas en investigación. La idea es que estas empresas están limitadas en cuanto a recursos vinculados a actividades de desarrollo. Por ejemplo, dichas empresas pueden carecer del equipo y el software específico necesarios para probar y crear prototipos durante el proceso de desarrollo de nuevos productos. En este caso, las complementariedades en innovación surgirían porque las universidades proporcionan a estas empresas acceso a recursos necesarios para su proceso de desarrollo de productos. Para probar esta hipótesis, examinamos si las complementariedades son más significativas para aquellas empresas especializadas en investigación que carecen de equipos y software específico dedicado a actividades de innovación. Para ello, dividimos la muestra en dos grupos según el nivel de inversión en estos recursos, utilizando la media de estas inversiones en la muestra como referencia. Los resultados confirman que las complementariedades son más significativas cuando las empresas especializadas en investigación están por debajo de la media de inversión en equipos y software, indicando que las universidades podrían estar cubriendo esas carencias.
En segundo lugar, exploramos si las complementariedades para empresas especializadas en desarrollo surgen cuando recurren a las universidades para obtener recursos de investigación que no poseen internamente, como por ejemplo personal altamente cualificado. En este caso, dividimos la muestra en empresas con una proporción de empleados de I+D con nivel de doctorado por debajo y por encima de la media de la muestra de empresas especializadas en desarrollo. Comprobamos que las complementariedades son más fuertes cuando las empresas especializadas en desarrollo presentan una baja proporción de personal investigador altamente cualificado. Este resultado sugiere que las universidades proporcionan los recursos de investigación necesarios para potenciar el rendimiento innovador de estas empresas.
Pensamos que las conclusiones obtenidas en nuestro trabajo tienen importantes implicaciones estratégicas tanto para los gestores empresariales como para las políticas públicas de innovación. Desde el ámbito público, fomentar los vínculos universidad-empresa a través de contratos específicos de outsourcing se perfila como una estrategia particularmente efectiva para impulsar la innovación empresarial. Para las universidades, esto representa una oportunidad para diseñar ofertas adaptadas a las necesidades y especializaciones de las empresas con las que colaboran. Nuestros resultados también destacan la relevancia de las universidades como un instrumento clave para mejorar el rendimiento de las actividades de I+D empresarial. En este sentido, potenciar la financiación de las universidades públicas, especialmente en lo que respecta al desarrollo de sus OTRIs, podría complementar los programas de apoyo a la I+D empresarial, como los subsidios a la I+D y los incentivos fiscales. Por último, nuestros resultados tienen implicaciones directas para la gestión empresarial de la I+D. Si bien la I+D es una fuente fundamental de ventajas competitivas, la disponibilidad de servicios tecnológicos en el mercado puede redefinir su papel en la estrategia empresarial. La clave radica en especializarse en una actividad y complementarla con recursos externos, como los ofrecidos por las universidades, lo que permite maximizar el impacto de la inversión en innovación.
En definitiva, este estudio nos muestra que, en innovación empresarial, la clave no es intentar abarcarlo todo, sino especializarse en lo que mejor hacemos internamente, complementando esas actividades con los recursos disponibles en los mercados de tecnología. Ahí, las universidades juegan un papel crucial para llenar esos vacíos estratégicos que impulsan el crecimiento innovador.
Hay 2 comentarios
Las universidades no solo generan conocimiento, sino que también son aliadas clave para la innovación empresarial. Este estudio lo deja claro: especialización y colaboración son la clave para maximizar el impacto de la I+D. Aprovechar los recursos universitarios puede marcar la diferencia en el crecimiento de las empresas. ¡Interesante reflexión!
Muchas gracias por tu comentario, Juan Francisco. Simplificar los procedimientos administrativos para facilitar estos acuerdos sería clave. Además, creo que aún queda mucho trabajo por hacer en promoción, especialmente para que las PYMEs conozcan mejor todo lo que puede ofrecer la universidad. Finalmente, un buen sistema de incentivos que anime a los investigadores universitarios a involucrarse más activamente en la tercera misión ayudaría enormemente a que la colaboración universidad-empresa fuera aún más eficaz.
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