Por Milena Almagro y Tomás Domínguez-Iino
El volumen de turismo ha crecido de manera sin precedente a nivel global. En el caso español, el número de visitantes anuales ha subido más de un 60% en el periodo de 2010 a 2023, alcanzando más de 85 millones de visitantes en este último año. Barcelona y las zonas de costa se han visto particularmente afectadas por estas tendencias. Sólo la ciudad condal recibió casi 26 millones de personas en 2023.
Estas dinámicas al alza en el número de visitantes no siempre han sido bien recibidas por los habitantes locales. Una de las principales quejas es el crecimiento exponencial de los alquileres vacacionales, a los cuales se les ha culpado de aumentar los precios de la vivienda y desplazar a los residentes. Barcelona y Nueva York se encuentran entre las ciudades que han tomado medidas para restringir el uso de las plataformas de este tipo alquiler a empresas como Airbnb y VRBO. Estas dinámicas han atraído el interés de diversas investigaciones sobre su efecto sobre el precio de la vivienda o alquiler (ver aquí o aquí).
En nuestro estudio sobre los efectos del turismo en Ámsterdam, “Location Sorting and Endogenous Amenities: Evidence from Amsterdam”, encontramos que el impacto de la turistificación masiva no sólo se limita a la subida de precios de la vivienda. Concretamente, los resultados enfatizan que la oferta comercial de un barrio también responde a la llegada de turistas. Por ejemplo, si una carnicería de toda la vida es reemplazada por una tienda de souvenirs, la pérdida de bienestar para los residentes locales vas más allá de los efectos del mercado inmobiliario. El estudio subraya que estas dinámicas son de vital importancia para entender de manera más general los efectos del turismo sobre el bienestar de la población local.
La investigación basa su análisis en el concepto de “endogenous amenities’’ o características endógenas. En economía urbana, el concepto de características endógenas refleja como la calidad de un barrio o una ciudad responde a cambios en su composición demográfica. Un ejemplo es como el nivel de crimen suele estar negativamente relacionado con el ingreso medio del barrio. Otro ejemplo clásico es el caso de las escuelas públicas en Estados Unidos, que se financian localmente a través de los impuestos de propiedad de su barrio, y por lo tanto su calidad se determina por los niveles de ingreso de sus residentes.
Recientemente, la literatura en economía urbana ha mostrado que estas características endógenas son fundamentales para responder preguntas sobre las dinámicas de la desigualdad espacial en lo que se refiere a una ciudad particular o a un país en su totalidad. Por ejemplo, Guerrieri, Hartley y Hurst (2013) usan este concepto para entender los efectos de la gentrificación sobre la evolución de la desigualdad entre distintos barrios. Mientras que los estudios previos han considerado a las características endógenas como una cualidad del barrio a nivel abstracto, este estudio da paso más allá al especificar que parte de éstas surgen por fuerzas de mercado, concretamente a través de la oferta local de servicios y de cómo estos responden a la composición demográfica de los barrios. En otras palabras, nuestro estudio enfatiza el rol de los servicios endógenos.
La investigación señala que reconocer la heterogeneidad en las preferencias sobre estos servicios es esencial para entender sus efectos sobre la desigualdad. Cada grupo demográfico demanda servicios distintos, y simultáneamente, cada tipo de comercio ajusta su oferta en función de la demanda que enfrenta. Por ejemplo, un barrio con una amplia oferta de guarderías será mejor valorado por hogares con niños, y atraerá a éstos a residir en él. Por otro lado, un barrio con una docena de bares abiertos hasta altas horas de la mañana atraerá a residentes de un grupo demográfico muy distinto.
Ahora bien, ¿qué es lo que tiene que ver la oferta de servicios con la turistificación? ¿Por qué importan éstos para medir los efectos de los alquileres temporales? La respuesta es simple: a medida que los turistas llegan, la oferta comercial local empieza a responder más a la demanda de este grupo y menos a la de los residentes locales. Concretamente, para el caso de Ámsterdam, el estudio se centra en seis categorías de servicios (restaurantes, bares, tiendas de alimentos, tiendas no alimentarias, guarderías y "servicios turísticos") y los incluye en su análisis de cómo el turismo a gran escala ha afectado a los residentes tanto a través del mercado inmobiliario como el de consumo local de servicios.
Aunque pueda parecer que Ámsterdam está muy lejos de la realidad de las ciudades españolas, el estudio apunta que esta ciudad tiene una proporción más alta de turistas con respecto a residentes que Florencia, con un número de pernoctaciones que alcanzó casi 16 millones en 2017, desde los 8 millones registrados en 2008. Mientras tanto, el mercado de alquiler temporal—80 por ciento de él en la plataforma Airbnb—era inexistente en 2008, pero en 2017 suponía más de una de cada 20 unidades de alquiler en toda la ciudad. En algunos vecindarios céntricos la misma proporción era del 20%, o de uno a cinco.
Para estudiar los efectos de cómo esta duplicación del turismo y la expansión de los alquileres vacacionales afectó el bienestar y la desigualdad de los residentes locales, construimos un modelo que permite explorar la interacción del turismo, las preferencias de individuos en diferentes grupos demográficos y la oferta endógena de servicios locales. En términos de medición, usamos microdatos del censo holandés entre 2008 y 2018 sobre precios de alquiler, demografía de hogares e historiales residenciales, junto con información a nivel de vecindario de tasas de turismo y oferta de servicios locales.
El estudio calcula que a medida que aumentó el turismo y la oferta de alquileres temporales, también lo hicieron los costos de vivienda. Sin embargo, algunos residentes obtuvieron un beneficio positivo neto gracias a los servicios locales que llegan al barrio en respuesta a la entrada de turistas. Por ejemplo, las personas solteras y jóvenes valoran los nuevos servicios que los turistas traen al barrio, como bares o restaurantes, y por lo tanto son compensados por el aumento en los precios de la vivienda. Sin embargo, las familias con niños pierden por dos motivos: primero, por pagar precios más altos de alquiler y segundo, porque no valoran los servicios que aparecen para satisfacer la demanda de los turistas.[1] ¿Cuál es la intuición de estos resultados dispares entre jóvenes sin hijos y familias? La clave está en cómo las preferencias de consumo de estos grupos se correlacionan con las preferencias de los turistas.
De esta manera, la presencia mutuamente reforzante del turismo y la oferta de servicios puede servir como un impuesto progresivo en el caso de Ámsterdam, escriben los investigadores. En nuestro modelo, las familias más adineradas muestran una pérdida promedio de bienestar equivalente a un impuesto sobre la renta del 5 por ciento. Los alquileres suben, y las dimensiones comerciales del vecindario les satisfacen menos. Por otro lado, las personas solteras y jóvenes, de menor ingreso, muestran ganancias de bienestar equivalentes a 1-3 por ciento de sus ingresos.
Esta evaluación más matizada de los efectos del turismo lleva un enfoque diferente a la hora de pensar en su regulación. En el estudio consideramos la diferencia entre un impuesto a los alquileres temporales y un impuesto a los servicios turísticos. En el primer caso, el impuesto beneficia a todos los residentes—familias con niños, individuos sin hijos—ya que los costos de vivienda no suben tan rápidamente cuando hay más oferta inmobiliaria para locales. En el segundo caso, los impuestos sobre servicios turísticos tienden a perjudicar a los jóvenes y hogares sin hijos, dos grupos que se benefician de la entrada de estos servicios en un vecindario—no necesariamente porque valoran los servicios turísticos en sí, sino porque donde hay servicios turísticos también suelen aparecer los que servicios que sí valoran (bares, restaurantes, etcétera).
Finalmente, el estudio concluye que esta heterogeneidad en las preferencias sobre el consumo de servicios es un ingrediente clave para entender cómo la gentrificación u otros procesos de cambio dentro de las ciudades pueden afectar la desigualdad. Este proceso simultáneo de cómo los residentes y servicios se distribuyen a través de los barrios puede reducir la desigualdad urbana, ya que los hogares que migran a vecindarios con servicios que valoran disminuye la presión sobre el inventario de viviendas y los precios de alquiler de otros barrios. El estudio termina concluyendo que es importante incluir los efectos de estos procesos endógenos a la hora de evaluar posibles efectos indirectos de políticas públicas sobre mercados inmobiliarios u otras políticas de planificación urbana.
[1] La ganancia total de la población dependerá de la composición de la ciudad y de cuanto pesan las ganancias o pérdidas de cada grupo a la hora de agregarlas.