Por Eduardo A. Cavallo, Asesor Económico Sectorial de Infraestructura y Energía, Banco Interamericano de Desarrollo.
Tras los terribles acontecimientos del 29 de octubre en València, estamos de luto y desde Nada es Gratis queremos contribuir con distintas visiones de la catástrofe. Hoy, Eduardo Cavallo del Banco Interamericano de Desarrollo, comparte su reflexión.
El reciente fenómeno de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que ha azotado Valencia, España, ha dejado un saldo trágico de más de 222 muertos y cuantiosos daños materiales. Este evento nos recuerda la vulnerabilidad de nuestras sociedades ante los eventos climáticos extremos y la necesidad urgente de implementar medidas efectivas para mitigar sus impactos.
Los efectos de la DANA en Valencia no solo se limitan a la pérdida de vidas humanas y la destrucción de infraestructuras. Las consecuencias económicas y sociales pueden ser profundas y duraderas, por lo cual es importante el buen manejo de estas emergencias. En términos económicos, la destrucción de viviendas, negocios y servicios públicos puede llevar a una recesión local, afectando el empleo y el bienestar de la población. Además, la interrupción de servicios básicos como el agua potable y la electricidad puede agravar la situación, aumentando el sufrimiento de los afectados.
En publicado hace algunos años, hemos estudiado los impactos económicos de los desastres naturales. Cuando un país sufre un desastre de gran magnitud, definido como uno de tal gravedad que se puede incluir en el 1% más alto de todos los desastres naturales del mundo, medidos en términos de muertes por millón de personas, el resultado no es solo un crecimiento más lento en el corto plazo, sino un crecimiento menor durante los diez años siguientes. En promedio, el PIB per cápita de un país afectado disminuye a un nivel de 10% por debajo del que tenía cuando ocurrió el desastre, y al cabo de 10 años queda 28 puntos porcentuales por debajo de donde hubiera quedado sin el desastre. El PIB real contrafáctico (el que cabría esperar si la catástrofe no hubiese tenido lugar) medido a través de una metodología de control sintético, hubiera sido 18% más elevado sin mediar la catástrofe. Por lo tanto, el diferencial entre el PIB observado y el PIB contrafáctico diez años después del desastre asciende a 28 puntos porcentuales del PIB.
Estos resultados no son para preocuparse. Son para ocuparse. Lo sorprendente es que los resultados negativos están determinados por eventos que fueron seguidos por una revolución política en contextos de gran agitación social post desastre natural. Este es el caso, por ejemplo, de la revolución islámica iraní en 1979. Otros eventos que no fueron seguidos por crisis sociales y políticas similares registraron impactos que se disiparon rápidamente.
Es por ende que, en esta etapa crítica, es fundamental no errar en la atención de la emergencia. Un manejo ineficaz puede aumentar el descontento social y el sufrimiento de los afectados. Una idea es que los políticos pueden usar el Big Data y la tecnología para que la ayuda llegue donde más se necesita rápidamente y sin intermediarios. La utilización de datos en tiempo real puede mejorar la distribución de recursos y la coordinación de los esfuerzos de rescate como mostramos en otro trabajo. Los datos de comercios minoristas online pueden proporcionar información objetiva y útil sobre cuáles son los productos disponibles y cuáles no, y dónde se están produciendo las perturbaciones en el suministro. Esto puede contribuir a solucionar un problema recurrente cuando se trata de ayuda en casos de desastre: cómo asignar de la mejor manera posible los escasos recursos disponibles para la ayuda. Los economistas se ven tentados a buscar la información que se puede derivar de los precios. Si, por ejemplo, los precios del agua embotellada, los pañales y las linternas se disparan en los días que siguen a un desastre natural, los responsables de las políticas podrían racionalmente suponer que los productores de esos bienes han sido golpeados con dureza y que la intervención del gobierno es necesaria para restablecer el suministro. Desde luego, las transacciones online todavía son solo una pequeña parte de las ventas minoristas. Sin embargo, dado que existe evidencia de que las ventas online son representativas de las ventas en general, confiamos en que al analizar las páginas web de los comercios minoristas sabremos en tiempo real qué productos están escaseando y qué sectores de la economía se ven probablemente afectados, de modo que pueda proporcionarse una ayuda efectiva.
Una buena noticia en este dramático contexto es que España, como país desarrollado, tiene la capacidad para generar las transferencias necesarias que apoyen la rápida recuperación de las zonas afectadas. Esto es un factor de resiliencia. Estas transferencias de recursos permiten a las comunidades reconstruir sus vidas y sus medios de subsistencia de manera eficiente. El tamaño del país también importa. Por ejemplo, a Sri Lanka le resulta más difícil enfrentar las consecuencias de un ciclón que a la India, ya que no puede movilizar recursos con rapidez desde zonas lejanas que no se vieron afectadas, o trasladar a otras zonas a personas desplazadas como lo puede hacer un país de mayores dimensiones. Los países en desarrollo de menor tamaño también suelen tener economías menos diversificadas. En general, no tienen sectores que puedan hacer frente a la situación o incluso expandirse para compensar la menor actividad de los sectores que se han visto afectados o devastados. Eso sucede especialmente en países que dependen de la agricultura y tienen pocas opciones cuando los principales cultivos se ven afectados.
La tragedia en Valencia es un recordatorio de la necesidad de estar preparados para enfrentar desastres naturales. A través de la implementación de políticas efectivas, el uso de tecnología avanzada y la inversión en infraestructura resiliente, podemos mitigar los impactos de estos eventos y proteger mejor a nuestras comunidades.