La desaceleración de la productividad en España: una visión de largo plazo

admin 2 comentarios

De Leandro Prados de la Escosura (UC3M y CEPR) y Joan R. Rosés (LSE y CEPR). Esta entrada es una traducción de la columna aparecida en VoxEU el 21 de noviembre de 2020.

La actual desaceleración de la productividad en las economías avanzadas ha suscitado un estimulante debate sobre sus causas y soluciones (aquí; aquí; o aquí). La larga fase de crecimiento acelerado tras la Segunda Guerra Mundial, que permitió un progreso sin precedentes de los niveles de vida, ha dado paso a una nueva fase de desaceleración de la producción por hora trabajada y a un lento crecimiento de la productividad total de los factores (PTF). En un estudio reciente, analizamos qué impulsó la expansión y el estancamiento de la productividad en España durante los 170 últimos años, a fin de arrojar alguna luz sobre las causas de sus malos resultados actuales.

La economía española en el largo plazo

España es un caso histórico interesante. Era un país atrasado hasta la década de 1950 que logró acortar distancias con las economías más avanzadas durante la época dorada del crecimiento europeo (1950-1973). En los últimos 170 años, el país ha sido capaz de adoptar tecnologías extranjeras, a veces con un considerable retraso, pero nunca ha figurado entre los líderes tecnológicos mundiales.

Una consideración más detallada del desarrollo económico español revela fases con diferentes pautas de crecimiento. Entre mediados de los siglos XIX y XX, el PIB creció a un ritmo medio anual del 1,5%, al que el producto por hora trabajada contribuyó 3/5 partes. Posteriormente, la Edad Dorada (1954-75) fue testigo de una impresionante aceleración del crecimiento del PIB, atribuible casi exclusivamente a la productividad laboral (5,8% de crecimiento del PIB del 6,2%).

A partir de 1975 surgió un nuevo patrón en el que la economía española no ha sido capaz de combinar la creación de empleo y el crecimiento de la productividad laboral. Durante el período de la Transición (1975-1985), el crecimiento del PIB per cápita fue reducido (1,5%). Sin embargo, el crecimiento de la productividad laboral compensó con creces el fuerte descenso de las horas trabajadas provocado por el cierre de industrias ineficientes que hasta entonces se encontraban protegidas de la competencia.

Desde la adhesión de España a la UE (1985) hasta la Crisis Financiera Global (2008), el crecimiento del PIB se aceleró de nuevo (3,7% anual). Casi la mitad de ese crecimiento fue el resultado de un aumento de las horas trabajadas por persona, mientras que la productividad laboral sólo contribuyó con un tercio. Durante la Gran Recesión (2008-13), se registró un ritmo de destrucción de empleo comparable al experimentado en la Transición, pero sin la fuerte respuesta de la productividad laboral en esos años. En la recuperación posterior (2014-19), el crecimiento del PIB fue debido principalmente al aumento de las horas trabajadas por persona (2,0% de una tasa de crecimiento del PIB del 2,6%).

Contabilidad del crecimiento

En el período comprendido entre 1850 y 2019, la profundización del capital (capital por trabajador) contribuyó con cerca de la mitad del crecimiento de la productividad laboral, los aumentos de la eficiencia (PTF) en alrededor de un tercio, mientras que el resto es atribuible a la calidad de la mano de obra (figura 1). La tasa anual de crecimiento a largo plazo de la PTF es, sin embargo, bastante modesta (entre el 0,5 y el 0,6% anual). Las grandes explosiones en el crecimiento de la PTF coincidieron con la adopción de innovaciones (tecnologías de uso general), el cambio estructural y la reasignación de la mano de obra hacia los sectores más avanzados.

Gráfico 1. El crecimiento de la productividad laboral y sus fuentes, 1850-2019 (%)

Nota: PTF obtenida con calidad del trabajo derivada a partir de la educación

Una mirada más atenta a la evolución de la PTF permite distinguir diversas fases, con ciclos de expansión seguidos de períodos donde experimenta tasas de crecimiento lentas o negativas. La PTF aportó cerca de la mitad del crecimiento de la productividad laboral, pero con tasas de variación relativamente modestas, entre 1850 y 1892. Esta fue una fase inicial de apertura internacional y modernización con la introducción de los ferrocarriles y otras tecnologías industriales extranjeras. A este ciclo siguió un período de crecimiento más lento de la productividad laboral, con tasas de variación negativas de la PTF, que duró hasta el final de la Primera Guerra Mundial. En la década de 1920 se registró una fuerte expansión de la productividad laboral a la que la PTF contribuyó entre la mitad y dos tercios. Durante este ciclo, la tasa de crecimiento de la PTF fue superior al 2% anual. El sector manufacturero se expandió vigorosamente gracias a la adopción de la electricidad y otras innovaciones extranjeras. Este ciclo expansivo concluyó abruptamente con la Gran Depresión y la Guerra Civil. En los primeros años de la dictadura de Franco se produjo un lento retorno a los niveles anteriores, aunque la recuperación de la postguerra en España duró más que en otros países europeos que habían experimentado mayor destrucción y mortandad como resultado de la Segunda Guerra Mundial. Durante todos estos años, el capital humano contribuyó sólo marginalmente al aumento de la productividad laboral.

Gráfico 2. Productividad Total de los Factores obtenida con calidad del trabajo derivada a partir del ingreso y de la educación, respectivamente (2010=100) (logaritmos naturales)

La situación cambió drásticamente durante la Edad Dorada y la Transición (1954-85), cuando la producción por hora trabajada creció rápidamente (5,7%). Los aumentos de la eficiencia contribuyeron casi a la mitad de su crecimiento y el capital físico representó otras dos quintas partes (Figura 2). Las tasas de crecimiento de la PTF fueron excepcionales, superando el 3% anual. La industria manufacturera española adoptó la producción en masa y tuvo lugar una reasignación de mano de obra de la agricultura a la industria y los servicios. Entre la adhesión de España a la UE (1985) y la víspera de la Crisis Financiera Global (2007), el crecimiento de la productividad laboral se redujo mientras que el capital por persona contribuía con cuatro quintas partes de su crecimiento. Durante los años de la crisis (2008-2013), el capital impulsó la leve aceleración del crecimiento de la productividad laboral, mientras que el crecimiento de la PTF fue negativo. En la recuperación posterior a 2013, la PTF ha liderado un escaso crecimiento de la productividad laboral, ya que la contribución del capital se volvió negativa.

El estancamiento de la productividad total de los factores

¿Por qué se detuvo el crecimiento de la PTF a partir de 1985? Podría considerarse una benigna hipótesis de convergencia. A medida que España se acercaba a la frontera tecnológica, se hizo más difícil lograr aumentos de eficiencia. Además, ya se había producido el desplazamiento definitivo de recursos de sectores de baja productividad o de crecimiento lento (es decir, la agricultura) a los de alta productividad o de crecimiento rápido (es decir, la industria manufacturera). Por lo tanto, el potencial de España para acortar distancias se habría agotado y el crecimiento de la PTF se desaceleraría ajustando su ritmo al de las economías avanzadas. Sin embargo, esta hipótesis puede rechazarse fácilmente, ya que los países de la OCDE que en 1990 tenían niveles iniciales de producción por hora trabajada superiores a los de España muestran un crecimiento más intenso de la PTF a lo largo del período 1990-2019 (aquí).

Existen otras explicaciones de la desaceleración de la PTF. Así, se ha sugerido la hipótesis de que a medida que se reasignaban recursos hacia sectores que atraían menos innovación (de los sectores comercializados a los no comercializados, es decir, hacia los servicios de baja calificación y la construcción) la eficiencia agregada disminuía. Por ejemplo, la inversión privada se dirigió hacia las estructuras residenciales, estimulada por precios relativos y subsidios favorables, y una baja inversión en ISTC (investment-specific technical change) (aquí) y en intangibles (aquí). Además, la escasa capacidad técnica de los recursos humanos habría limitado la explotación de las nuevas tecnologías (aquí). El aumento de la participación de las estructuras (viviendas y otras construcciones) en el stock neto de capital y su contribución sustancial al valor total de los servicios de capital a principios del siglo XXI, junto con la desaceleración de la "calidad" del capital desde 1990, respaldan estas afirmaciones (aquí).

Pero, ¿cuáles son los determinantes últimos de este ciclo de baja productividad? La asignación ineficiente entre empresas, más que entre sectores, es el resultado de la regulación gubernamental (aquí). Las restricciones regulatorias a la competencia en los mercados de productos y factores ayudan a explicar el bajo gasto de las empresas en investigación y desarrollo y la escasa inversión en capital intangible (aquí). En concreto, la regulación del comercio minorista, los costos de creación de empresas, la falta de flexibilidad del mercado laboral, la legislación sobre quiebras y los procedimientos judiciales son factores que inciden en la competencia (aquí).

Se puede formular, pues, la hipótesis de que los obstáculos a la competencia en los mercados de productos y factores, los subsidios y el “amiguismo” condujeron a una mala asignación de capital y a una baja inversión en intangibles y en ISTC, lo que afectó negativamente a la profundización del capital y al crecimiento de la PTF. Esta interpretación es coherente con el hecho de que los sectores en expansión que crearon más empleos (construcción y servicios) tuvieron una menor productividad laboral que la industria y experimentaron un crecimiento más lento del producto por hora trabajada (aquí), lo que implicaría que tuvieran menos éxito en la atracción de inversiones e innovación tecnológica.

Hay 2 comentarios
  • Gracias, muy interesante artículo. Nuestra carencia de inversión en I+D da lugar a estos resultados. Aunque parece que existe cierta incongruencia al atribuir la menor productividad a la asignación ineficiente de recursos entre empresas más que sectores, cuando parece que los recursos se destinaron principalmente a construcción y servicios de poco valor añadido.

  • ¿No se ha investigado si el estancamiento de la productividad se debe a que se está midiendo mal esta variable? A la luz de lo que vemos a diario, no cabe otra explicación.

    El incremento de la productividad real en los últimos 30 años ha sido enorme, descomunal, gracias, por una parte, a las tecnologías de la información, y, por otra, al gran aumento de la formación media de los trabajadores.

    ¿A qué se puede deber la mala medición?

    En una economía muy madura, con poco margen para el crecimiento de la demanda, porque un porcentaje muy alto de la población ya tiene todas sus necesidades cubiertas, parece que ciertos bienes y servicios solo serán adquiridos si se ofrecen a un precio muy bajo (lo que dará lugar a salarios muy bajos), aunque para su producción se sigan necesitando 40 horas semanales por cada trabajador.

    Son mucho más representativos los cálculos de productividad por sectores. En todos aquellos que producen bienes no patentemente superfluos, el aumento de la productividad es espectacular, en acuerdo con lo observado.

    Si se impone una renta universal básica lo bastante generosa, mucha gente optará por no trabajar, porque podrá vivir dignamente sin hacerlo. En consecuencia, el número de horas trabajadas disminuirá y la productividad medida tomará, por fin, valores fidedignos.

Los comentarios están cerrados.