Por Daniele Girardi.
Según una preocupación muy extendida, los profesores universitarios pueden ejercer una influencia poco positiva sobre las preferencias y opiniones de sus estudiantes. Para tu posible sorpresa, no me estoy refiriendo a adoctrinadores profesionales sino a meros profesores de economía, incluyendo (especialmente) los más convencionales.
En la investigación sobre el comportamiento humano se ha planteado la posibilidad de que estudiar economía podría tener el efecto no deseado de reducir la generosidad y el comportamiento prosocial y cooperativo entre los estudiantes. También, que el estudio de la economía podría mover al alumnado hacia posiciones políticas más conservadoras.
De hecho, hay buenas razones, tanto teóricas como empíricas, para considerar seriamente estas hipótesis.
Empecemos por el "egoísmo”. Los estudiantes universitarios que asisten a un curso básico de economía se encuentran con un tipo de ser humano extraño y bastante desagradable que sólo se preocupa de su propio interés y es completamente indiferente a la suerte de los demás. No, no me refiero al profesor. Me refiero al Homo Economicus: el tipo que puebla los libros de texto sobre economía.
El Homo economicus no es una persona real sino una abreviatura, un conjunto de supuestos que los economistas hacemos sobre el comportamiento humano. El Homo economicus es totalmente racional y completamente egoísta, sólo quiere maximizar su beneficio individual (sea lo que sea lo que eso signifique en el contexto específico), sin preocuparse por nadie más. Aunque toda una rama de la investigación en economía adopte una visión mucho más rica de las motivaciones humanas, los modelos que el alumnado universitario estudia en la mayoría de libros de texto siguen basándose en el postulado del comportamiento egoísta; algo que, probablemente, no es una buena pedagogía y merece una revisión, y que se debe sobre todo a la inercia (pero ese es otro debate).
La consecuencia es que los estudiantes de economía a los que se les presenta el postulado de la búsqueda exclusiva del interés propio como norma del comportamiento humano podrían ser más propensos a adoptarlo ellos mismos. Después de todo, en Psicología se han documentado fuertes “efectos de exposición” en el aprendizaje social; es decir, que los individuos tienden a adoptar los rasgos culturales a los que están más expuestos y que perciben como comunes. La exposición repetida al Homo economicus podría por tanto fomentar el comportamiento egoísta y reducir la generosidad y la cooperación entre el alumnado.
Pasemos ahora a la otra hipótesis, la de que la economía te hace más conservador (lo que, que quede claro, no está necesariamente relacionado con el egoísmo; alguien conservador puede ser generoso y cooperativo).
Los modelos más simplificados que se enseñan en los cursos de economía hacen hincapié en cómo la interacción de muchos Homo economicus en mercados perfectamente competitivos da lugar a resultados eficientes. Es posible que los alumnos no aprecien plenamente el poco realismo del supuesto de la competencia perfecta y adopten una visión demasiado entusiasta de los mercados sin regular.
Hay evidencia de que los estudiantes de economía son más egoístas y políticamente conservadores que sus compañeros en otras disciplinas. Pero estas comparaciones tan sencillas no dicen nada sobre si estas diferencias son consecuencia de estudiar economía, o son simplemente fruto de la autoselección, es decir, de que las personas más egoístas o conservadoras tienen más probabilidades de estudiar economía.
En un nuevo estudio, junto con Sai Madhurika, Simon Halliday y Samuel Bowles, ideamos una estrategia para testar empíricamente la hipótesis de que estudiar economía te hace más egoísta y conservador. Lo que observamos es que, aunque la hipótesis es plausible en teoría, las preferencias y opiniones políticas de los estudiantes en la muestra que analizamos no parecen verse afectadas significativamente por la enseñanza en economía. Puede que, después de todo, la economía no te haga egoísta ni conservador.
Esto es lo que hicimos. Utilizamos como muestra a un grupo de estudiantes de la Universidad de Massachusetts Amherst que incluía cuatro grupos de Microeconomía Intermedia (el grupo “tratado”), y uno (muy grande) de Nutrición (el grupo "de control"). El curso de Microeconomía Intermedia expone muy intensamente a los estudiantes a modelos basados en el supuesto del Homo economicus.
Del total de 295 matriculados en estos cursos, conseguimos que 207 de ellos completaran una encuesta en línea. En ella se incluían juegos con apuestas monetarias reales diseñados para medir si el comportamiento de un jugador es coherente con el postulado de la búsqueda del interés propio o si, por el contrario, se desvía de él. También pedimos a los participantes que adivinaran lo que haría el resto (incentivado con dinero en caso de acierto). Esto nos permitió medir hasta qué punto estos estudiantes esperaban que otras personas se ajustaran al supuesto del interés propio.
Por último, formulamos preguntas sobre las preferencias políticas de los estudiantes en temas como la regulación económica y medioambiental, la confianza en el gobierno, la eficiencia del mercado y la inmigración.
Es importante destacar que cada estudiante rellenó la encuesta dos veces: al principio del semestre (antes de ser expuestos a los materiales del curso) y de nuevo al final. De este modo pudimos comparar cómo cambiaron las preferencias durante el semestre en el grupo de estudiantes que recibió el tratamiento de "Microeconomía Intermedia" y en el grupo de control. Esto nos permitió evaluar y tener en cuenta las diferencias preexistentes entre los dos grupos (el efecto de autoselección antes mencionado) y aislar el impacto causal de la enseñanza en economía sobre preferencias y opiniones.
Como decía, nuestros resultados dan poco apoyo a la hipótesis de que la economía te hace más egoísta o conservador. Más bien parece que el efecto principal es un efecto de selección. El alumnado en economía empezó el semestre con una opinión mucho más favorable de los mercados, estaba ligeramente más a la derecha políticamente y mostraba una generosidad ligeramente menor que los estudiantes de Nutrición. Pero los cambios en las preferencias y opiniones políticas durante el semestre en el grupo de estudiantes "tratados" con los cursos de Microeconomía Intermedia fueron comparables a los experimentados por los estudiantes en el grupo de control.
Sólo observamos una posible excepción: Los estudiantes de economía mostraron un mayor apoyo a políticas de inmigración más restrictivas. Esto apunta a un efecto de estudiar economía distinto a los que se consideran tradicionalmente; un efecto también sorprendente dado el consenso que existe entre los economistas académicos sobre las consecuencias positivas de la inmigración. Sin embargo, nuestros resultados al respecto no son concluyentes. Antes de afirmar que "la economía te hace más antiinmigración" necesitamos investigar más.
Es importante subrayar que ningún estudio por sí solo puede resolver esta cuestión (ni ninguna otra en las ciencias sociales). Nuestra investigación aporta una observación valiosa, pero se necesitan muchos más experimentos que exploren diferentes escenarios y desplieguen diversas estrategias para formarse una imagen más clara.
Aun así, nuestro estudio pone en duda la opinión generalizada de que la economía te hace más egoísta o conservador. ¿Por qué podrían no materializarse los mecanismos descritos al principio de esta entrada? Quizá un curso en la universidad no tenga una influencia suficientemente profunda. O podría ser que los alumnos, incluso cuando estudian modelos simplificados, entienden que la economía no trata solamente sobre el egoísmo. Como Montesquieu, Voltaire, Adam Smith y otros pensadores del siglo XVIII argumentaron enérgicamente, los mercados también pueden promover la honestidad y la cooperación. Estos son factores tan importantes como el interés propio para el buen funcionamiento de los mercados. Adam Smith, por ejemplo, contrastó la probidad de los mercaderes con la poca fiabilidad de los embajadores, y expuso las posibles razones de esta diferencia. El alumnado en nuestros cursos de economía puede maravillarse de que, en los mercados, incluso cuando se interactúa con completos desconocidos, la adhesión a las normas sociales de respeto por los demás y la buena voluntad recíproca (por ejemplo, no robar los bienes de otros) son la base de los intercambios mutuamente ventajosos.
Hay 3 comentarios
Mi experiencia personal y con las personas que conozco es que estudiar temas económicos no te hace más egoísta sino más consciente. Políticamente hablando, creo que su efecto, más que volver a la persona más conservadora, lo que hace es volverla más "centrada". Quien conoce estos temas es más consciente de las virtudes del mercado y, a la vez, de sus limitaciones. En cambio, quienes no los han estudiado, caen más a menudo en las redes del "todo es blanco" o "todo es negro". En ese sentido, estudiar economía disminuye, algo, la desviación típica de las opiniones, mientras que estudiar sociología, sospecho, puede tener el efecto opuesto: extremar tus opiniones según a qué corriente de pensamiento te adhieras. Quizás sería interesante, por ello, "ampliar" el análisis y no centrarse en los estudiantes de economía sino en un grupo mayor que incluya varias disciplinas muy diferentes. Y no centrarse en un semestre, sino en un período mayor, con más impacto en la opinión personal: digamos todo un grado universitario, para comparar cómo se pensaba antes de iniciarlo y cómo después de terminarlo.
Como estudiante de economía, no creo que los economistas sean egoístas y conservadores, sino que no son conscientes de a quién benefician sus errores.
Aún a riesgo de parecer honesto o solidario, creo que los valores sociales que vertebran una sociedad son tributarios del paradigma económico que ésta adopta.
En EEUU el despido libre, el ser un ganador o un perdedor, tiene su justificación ideológica. Aunque como ideología dominante, no lo llaman ideología, claro.
El darwinismo social en todo su apogeo sirve ante todo como justificación teórica. Impidiendo al bisoño estudiante cuestionar aquello que aprende, reforzando así su creencia de que el ser humano es egoísta por naturaleza.
La fragilidad del individuo es la fuerza que lleva a estrechar lazos y colaborar, y el fruto de esa colaboración es el motor del progreso humano.
La afirmación de que estudiar economía te hace egoísta y conservador es un estereotipo que no captura la diversidad de perspectivas y enfoques en esta disciplina
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