Por Carolina Arteaga
Millones de niños en el mundo se ven afectados por el encarcelamiento de sus padres. Cerca de tres millones de niños en Estados Unidos y más de un millón en los países de la Unión Europea tienen un padre en prisión (Sykes y Pettit, 2014). Esta situación es preocupante dado que el entorno familiar durante la infancia, es uno de los principales determinantes en el proceso de formación de una persona (Heckman, 2013 y Almond et al., 2018). Una amplia literatura documenta la relación negativa entre el tener un padre en prisión e indicadores importantes del bienestar de los niños como la salud mental, el logro educativo y la delincuencia en la adolescencia (Wakefield, 2014). Sin embargo, establecer el impacto causal del encarcelamiento de los padres plantea una serie de desafíos. Los hogares con padres en prisión suelen estar en desventaja en muchas dimensiones —por ejemplo, es más probable que tengan peores condiciones socio-económicas y experimenten violencia doméstica, incluso antes de ir a prisión (Arditti et al., 2005; Arditti, 2012). Por esta razón comparar los hijos de padres en la cárcel con hijos de padres que nunca han pasado por ella, puede reflejar las diferencias inherentes entre estos dos tipos de hogares y no necesariamente el efecto de separar a padre o madre del hogar por una condena de prisión.
Aun así, múltiples mecanismos podrían explicar un efecto causal negativo. El encarcelamiento de un padre es típicamente una experiencia impactante para un niño (Parke y Clarke-Stewart, 2003) y está documentado que crecer sin un padre está relacionado con efectos adversos para los niños (McLanahan et al., 2013). Adicionalmente, es común que este episodio vaya seguido de dificultades económicas, interrupciones en la vida diaria de los niños, como mudanzas, cambios de colegio e inestabilidad en el cuidado de los niños.
Por otro lado, también hay razones para pensar que el encarcelamiento de los padres podría tener efectos positivos para algunos niños. Los padres en prisión tienen tasas altas de abuso de drogas y alcohol, tienen más probabilidades de sufrir de trastornos de salud mental, de haber experimentado un trauma en la infancia y tienen probabilidades más altas de ejercer violencia al interior del hogar. Como resultado, para algunas familias, separar a un padre violento o a un padre que es una mala influencia en el hogar puede crear un ambiente más seguro para un niño. Además, una amplia literatura documenta la transmisión intergeneracional de violencia, abuso de sustancias y delincuencia (Hjalmarsson y Lindquist, 2012), y el encarcelamiento puede ayudar a limitar o interrumpir dicha transmisión.
El caso colombiano
En mi artículo "Parental Incarceration and Children's Educational Attainment", próximamente en el Review of Economics and Statistics, estimo el efecto causal del encarcelamiento de los padres sobre el nivel educativo de los niños en Colombia. Para esto cuento con datos de todos los hogares del censo nacional de población de bajos ingresos (SISBEN), que cruzo con los antecedentes penales de aproximadamente 90.000 padres condenados durante los años 2005 a 2016, con matrícula en colegios públicos para los hijos de estos padres.
Para identificar el efecto causal del encarcelamiento de los padres, exploto la variación exógena que resulta de la asignación aleatoria de casos a jueces con diferentes propensiones a condenar y encarcelar a los acusados. Esto me permite comparar hogares que son idénticos entre ellos pero que por razones ajenas al hogar, un hogar experimenta el encarcelamiento de uno de los padres y el otro no.
En el sistema judicial colombiano, así como en muchos otros países del mundo, los casos judiciales se asignan aleatoriamente entre los jueces de la jurisdicción pertinente. Sin embargo, está ampliamente documentado que los jueces tienden a diferir considerablemente y de manera sistemática en sus decisiones sobre encarcelamiento, aun cuando deciden sobre la misma evidencia. Es decir, hay jueces que son sistemáticamente más estrictos y otros que son más laxos a la hora de decidir si una persona culpable de un delito debe ir a la cárcel o no.
¿Cuánto difieren los jueces a la hora de tomar decisiones sobre prisión? Substancialmente. Aun cuando los casos sobre los que deciden los jueces son estadísticamente idénticos, los más laxos condenan a prisión al 22% de los acusados, mientras que los más estrictos envían al 51,8%. Esto quiere decir que para aproximadamente un tercio de los acusados, ir a la cárcel o no depende de la lotería de la asignación a un juez. Esto provee un escenario ideal para la estimación del efecto causal de tener un padre que va a la cárcel.
Los resultados
Con esta estrategia empírica estimo que, en promedio, el encarcelamiento de los padres aumenta la educación de sus hijos en 0,78 años. Con un promedio escolaridad para esta población de 7,7 años, este efecto corresponde a un aumento del 10 por ciento. La Figura 1 resume estos resultados. En el eje x se encuentra la proporción de acusados que van a prisión para cada juez. El eje y de la derecha muestra la distribución de cada uno de estos niveles entre los jueces y el eje y de la izquierda muestra el nivel escolar de los niños para cada nivel de probabilidad de que su padre vaya a la cárcel. En la gráfica se observa que a medida que se incrementa exógenamente la probabilidad de ir a la cárcel, los años de educación de los hijos aumentan. Estos beneficios son más altos para los niños que para las niñas, cuando el encarcelamiento es por un crimen violento y cuando el encarcelado es el padre y no la madre.
Figura 1: Histograma de las tendencias de encarcelamiento de los jueces y el efecto sobre el logro escolar de los niños
El efecto sobre el hogar
¿Como cambia el hogar cuando uno de los padres va a la cárcel? De acuerdo con los datos, existe evidencia de que el encarcelamiento está asociado con un aumento en la participación de la fuerza laboral (LFP) del cónyuge, un deterioro en los ingresos del hogar, una disminución de la probabilidad de un hombre como jefe de hogar, y un aumento en la educación del jefe de familia, principalmente porque la mayoría de padres que van a la cárcel son hombres y las madres tienen más educación que los padres. También encuentro que aumenta la probabilidad de vivir con los abuelos. Estos cambios sugieren que durante un corto período de tiempo después de que un padre va a la cárcel, el entorno del niño atraviesa una gran transformación en términos de con quién vive el niño, en donde y cuáles son los ingresos en ese hogar. Este cambio, puede ser una oportunidad para los miembros del hogar de replantear qué es lo óptimo y hacer una transición hacia ese nuevo equilibrio que es de acuerdo con los resultados de mi estudio, en términos netos, beneficioso para los niños.
Implicaciones de política
Es importante resaltar que el resultado de este trabajo no implica una recomendación para aumentar o cambiar la tasa de encarcelamiento. Primero, el encarcelamiento de una persona es una herramienta de política pública costosa, y un análisis de costo-beneficio completo está más allá del alcance de mi artículo. En segundo lugar, incluso cuando el efecto promedio es positivo, el análisis de efectos marginales y de heterogeneidad sugieren que para una parte importante de la población los efectos son cero o negativos, y ex-ante es imposible distinguir cual sería el efecto para un hogar.
Lo que sí sugieren estos resultados es que existen niños creciendo en entornos familiares que están limitando su desarrollo y que, aunque existen herramientas estatales para apoyar a estos niños, estas no están llegando a muchos de ellos. Más atención y recursos se deben dedicar para identificar niños en estas situaciones de vulnerabilidad y mitigar estos riesgos.
Para concluir, los efectos del encarcelamiento de los padres dependen de forma sistemática de factores que varíen según el contexto. Por ejemplo, el nivel de criminalidad y la tasa de encarcelamiento definen qué tan negativamente seleccionados son esos padres. El tipo de experiencia en prisión en términos de su duración, así como del énfasis en rehabilitación determinan cómo reacciona el hogar ante este choque. Por último, el efecto depende del nivel de vulnerabilidad de los niños ante esta situación y de que tanto dependen de su red de apoyo y no de recursos públicos que garanticen sus derechos a la educación, la salud y la vivienda.