Abracemos lo inevitable estos días: el análisis de las consecuencias de la reelección de Trump, hoy en particular en lo que concierne a las políticas de sostenibilidad y responsabilidad de las empresas. Sobresalen en el debate dos acrónimos: DEI (‘diversity, equity and inclusion’; diversidad, equidad e inclusión) y ESG (‘environmental, social and governance’; ambiental, social y gobernanza), ambos bajo el ataque de la nueva administración estadounidense.
Las políticas DEI pretenden favorecer el acceso de minorías a puestos de gobierno en las empresas y en organismos gubernamentales y universidades, en estos casos también en relación a sus políticas de admisión de alumnado. Por su parte, los factores ESG pretenden ofrecer métricas que permitan evaluar el desempeño de una empresa más allá de los resultados financieros, considerando aspectos como su impacto ambiental, las condiciones laborales que ofrece, la diversidad en sus órganos de gobierno o su nivel de transparencia, entre otras. Su lógica y conveniencia, así como su uso en la práctica, ha sido desde el principio objeto de debate.
La administración Trump ha atacado tanto a las políticas DEI como a ESG por ser parte del ideario ‘woke’, por ejemplo haciendo más fácil para las empresas rechazar propuestas de resolución de accionistas en temáticas sociales y medioambientales. No es un fenómeno nuevo: desde hace años, sectores del Partido Republicano han criticado los criterios ESG, considerándolos una amenaza a la responsabilidad fiduciaria de las empresas hacia sus accionistas. Algunos estados gobernados por republicanos incluso han prohibido que se tengan en cuenta en la gestión de los fondos de inversión.
Toda esta controversia ha llevado a muchas empresas y fondos de inversión a renunciar al uso del término ESG, tanto antes como después de la segunda victoria de Trump. Como ejemplo, la mayor gestora de activos financieros del mundo, Black Rock, anunció en Junio de 2023 que ya no usaría el término ESG, aunque no modificaría sus prácticas; asimismo, después de la victoria de Trump ha abandonado el Net Zero Asset Managers Initiative, un grupo internacional de gestores de activos comprometidos con el objetivo de luchar contra el cambio climático. Aportando una visión más amplia, el siguiente gráfico nos muestra el auge y la caída en el uso del término ESG por parte de las empresas del Standard & Poor’s 500 en sus ‘earnings calls’ a lo largo de los recientes años.
Ahora bien, ¿significa esto que las empresas han dejado de lado sus compromisos en sostenibilidad? No necesariamente. Así como en su día se denunció el greenwashing (aparentar ser sostenibles sin serlo), hoy se habla del greenhushing: empresas que siguen aplicando políticas responsables, pero que evitan referirse a ellas por temor a la polémica, tal y como apuntaba BlackRock en 2023. Aun así, también es probable que algunas organizaciones hayan aprovechado el clima político actual para abandonar efectivamente sus tal vez tenues compromisos en materia de sostenibilidad o diversidad.
¿Oportunidad ante la crisis del ESG?
Sobra decir que la postura de la administración Trump al respecto de los factores ESG es un sinsentido. Ahora bien, eso no significa que los criterios ESG estén exentos de críticas con fundamento. Una de las voces más interesantes en este debate es la del profesor de la London Business School, Alex Edmans, quien ha sabido combinar una mirada crítica con una firme defensa del potencial de los principios ESG. Desde 2023, Edmans (uno de cuyos trabajos ya ha sido objeto de reseña en Nada es Gratis) ha publicado tres artículos en los que revisa el papel de los factores ESG, cuáles son sus limitaciones actuales y hacia dónde deberían evolucionar.
En uno de estos textos, titulado precisamente “The end of ESG”, indica que “ESG es al mismo tiempo extremadamente importante y nada especial”. No se trata de anunciar su desaparición, sino de constatar su normalización: había pasado de ser una idea de nicho a convertirse en parte del discurso empresarial dominante (Antonio Vives parece ir en la misma línea). La tesis central de Edmans es que considerar los factores ESG debe de tener un papel relevante en la creación de valor a largo plazo, tanto para las empresas como para los mercados financieros. El valor de una empresa no depende solo de sus cifras financieras o rendimiento operativo, sino también de aspectos intangibles como sus relaciones con los grupos de interés, su cultura organizativa o su capacidad de innovar.
El verdadero problema, según Edmans, radica en la manera superficial y excesivamente cuantitativa con la que se ha tratado de medir el desempeño ESG. Como ocurre con otros intangibles, es imposible reducir la sostenibilidad empresarial a un conjunto cerrado de indicadores o métricas estándar. No tiene sentido exigir a todas las compañías que reporten sobre los mismos factores, ya que puede haber un desacuerdo razonable sobre cuáles son los más relevantes según el sector, el contexto o la propia estrategia de la empresa.
Además, Edmans insiste en que la evaluación de los factores ESG debería de hacerse con criterios económicos sólidos. Es decir, reconociendo por ejemplo que existen rendimientos decrecientes y costes de oportunidad: apostar por ciertos objetivos sociales o ambientales implica en general el tener que renunciar a otros. A diferencia del discurso más entusiasta —que afirma que, por ejemplo, es posible maximizar simultáneamente el impacto positivo y la rentabilidad financiera—, Edmans advierte que no siempre hay un beneficio claro y directo de apostar por cualquier métrica ESG. En otras palabras: como bien dice el blog que acoge esta reflexión, Nada Es Gratis.
Frente a esta situación, Edmans propone superar la etiqueta ESG y adoptar un nuevo enfoque que él denomina “sostenibilidad racional”. Ésta se basa en dos pilares fundamentales: por un lado, la sostenibilidad como objetivo, es decir, la creación de valor a largo plazo; por otro lado, la racionalidad como enfoque, lo que implica tomar decisiones basadas en evidencia y análisis riguroso, evitando actuar por moda o presión social. A diferencia del ESG, que muchas veces se utiliza como una etiqueta o una herramienta de marketing, la sostenibilidad racional pone el foco en los resultados reales y no en etiquetas.
En la sostenibilidad racional, las acciones sostenibles se realizan porque forman parte del núcleo de una estrategia empresarial coherente, no por su etiquetaje ESG o su simple efecto en la imagen corporativa de la empresa. Así, la sostenibilidad racional no se trata como un elemento periférico o añadido, sino como un componente central del negocio. No es responsabilidad exclusiva de un departamento ESG, sino que debe integrarse en todas las áreas de la organización.
La sostenibilidad racional también se caracteriza por su compromiso con el pensamiento crítico. Frente al seguidismo ciego de tendencias o la adopción de compromisos sin análisis, promueve el cuestionamiento constante. ¿Qué problema estamos resolviendo? ¿Hay otra forma más eficiente de hacerlo? ¿Qué costes y beneficios reales tiene esta decisión? Así, este enfoque reconoce que la sostenibilidad tiene límites: no todos los factores ambientales o sociales son relevantes para todas las empresas, y ‘más sostenibilidad’ (por ejemplo, más certificaciones) no siempre significa mejor sostenibilidad. Es fundamental priorizar lo que realmente importa para crear valor.
Hay 1 comentarios
Interesante entrada, gracias.
Una cultura de empresa tóxica, que no cuida a los trabajadores, no innova lo suficiente y realiza una labor a medio gas en relación a clientes y accionistas, añadiendo el desdén hacia otras áreas de sensibilización social, como la financiación, la inclusión y el medio ambiente, es sin duda un foco de desestabilización social.
Todos esos vectores de desestabilización que apuntan en varias direcciones se multiplican cuanto más laxas son las normativas y el arbitraje o las políticas de estímulo necesarias. Pero tampoco se trata de burocratizar o intervenir el flujo natural de toda actividad empresarial, o de colocar etiquetas blanqueadoras para conductas ilícitas, predatorias o criminales.
La ESG y la Sostenibilidad Racional son eufemismos para edulcorar una realidad inquietante que afecta a sectores estratégicos de nuestro tejido productivo. Es la cultura empresarial caduca la que requiere un florecimiento hacía un nuevo paradigma integral.
Un saludo.