Maria Hernandez-de-Benito (@MariaHdzdB)
Premiada en el III Premio Nada es Gratis a Job Market Papers.
La convivencia con violencia comunitaria es todavía uno de los mayores retos en muchas partes del mundo. Según las últimas estimaciones del Banco Mundial, más de 200 millones de personas viven a menos de 60 km de conflictos armados (Corral et al. 2020). Pero la amenaza va más allá de vivir en países sumergidos en guerra. Millones de personas viven diariamente en comunidades con altas tasas de criminalidad en forma de homicidios, violaciones o secuestros. Amenazas globales como las recesiones económicas, el cambio climático o la desigualdad económica, pueden provocar nuevas olas de violencia.
La evidencia empírica sugiere que la exposición al crimen tiene numerosos y complejos efectos socio-económicos. Además, las mujeres tienden a padecer mayores efectos negativos en, por ejemplo, el miedo a la victimización, la participación laboral o la salud mental. Un incremento en crimen tiene por tanto el potencial de afectar diferencialmente a las mujeres en su capacidad de contribuir económicamente en sus hogares, o en sus opciones en caso de separación. Hay una extensa literatura documentando cómo este tipo de choques afectan al poder de negociación dentro del hogar con sus consecuentes impactos en la distribución del consumo y otras medidas de bienestar (p.ej. salud, violencia doméstica, nutrición y educación de los hijos).
Mi job market paper estudia los efectos de la exposición al crimen en los patrones de consumo y en la distribución del poder de negociación dentro de los hogares. El contexto es el gran incremento de crimen en México debido a la guerra contra el narcotráfico.
La guerra del narco en México
Figura 1 – Tasa anual de homicidios por cada 100,000 habitantes en México
México experimentó una repentina, inesperada, y enorme subida en las tasas de criminalidad a partir del 2007. La tasa de homicidios a nivel nacional casi se triplicó en un lustro (Figura 1). Pero la subida no se limitó a asesinatos. La población mexicana ha sido afectada por una enorme ola de crímenes que incluyen extorsiones, robos, secuestros, agresiones sexuales o trata de blancas. La hipótesis más aceptada entre los investigadores es que fue una consecuencia inintencionada de la guerra contra el narcotráfico lanzada por Felipe Calderón, electo en diciembre del 2006 (Dell 2015, Calderon et al. 2015, Lindo and Romo 2018). A pocas semanas de su elección, el gobierno federal desplegó miles de tropas militares para luchar contra las organizaciones criminales. La estrategia militar se combinó con una de “descabezamiento” arrestando a los líderes de los carteles principales. El número de organizaciones criminales se disparó y la violencia escaló y se extendió geográficamente, mientras los miembros de los carteles luchaban por el control de sus propias organizaciones y por el territorio geográfico del país.
El efecto en el consumo de los hogares
¿Tuvo el incremento en crimen un efecto negativo en el control de las mujeres sobre el presupuesto familiar? Para explorar esta pregunta, primero estimo un sistema de ecuaciones de demanda donde las variables dependientes son la proporción del presupuesto asignado a cada bien de consumo.
La estrategia de identificación consiste en observar a los mismos hogares antes y después del incremento imprevisto en violencia. Los datos del hogar provienen de las olas recogidas en 2005-2006 y 2009-2012 en el Mexican Family Life Survey (MxFLS). La muestra analítica incluye solo a hogares ya formados en 2005-2006 y, además, controlo por la posibilidad de migración selectiva con respecto al incremento en crimen asignando la municipalidad de residencia en 2005-2006 a ambos periodos.
Los resultados sugieren que una mayor exposición a la violencia local afectó a la composición de gasto de los hogares (aunque no hubo un efecto en el gasto total). En particular, los hogares dedican una menor proporción del gasto a la comida y a otros bienes básicos del hogar. Mientras que redistribuyen un mayor gasto a la ropa de los hombres adultos, juegos de apuestas, y gastos de transporte (proveniente de gasto escolar).
La mayor amenaza a la identificación sería que la drástica variación temporal y geográficamente heterogénea en homicidios reportada en México hubiera sido de hecho anticipada, o estuviera correlacionada con la trayectoria de otras variables relacionadas con el consumo del hogar. En el paper demuestro que los resultados son robustos a múltiples ejercicios incluyendo la inclusión semi-paramétrica de un gran número de variables económicas a nivel municipalidad o un ejercicio placebo utilizando una ola anterior del MxFLS.
Un deterioro en el poder de negociación de las mujeres
Una extensa investigación en México y en otros países en desarrollo ha documentado como un mayor control de las mujeres en el control sobre el presupuesto familiar redistribuye el gasto hacia la comida y bienes femeninos, mientras baja el consumo de bienes masculinos como el alcohol y el tabaco. Esta investigación normalmente analiza choques exógenos que se presuponen tan solo afectan al poder de negociación y no a las preferencias de consumo. Sin embargo, en un contexto en el que puede haber importantes cambios sociales inducidos por el deterioro en la seguridad, no se podrían descartar efectos en los gustos de los miembros del hogar. Por ello, amplio mi análisis estimando directamente el efecto en el poder de negociación con dos estrategias empíricas: una identificación de parámetros estructurales y un análisis de medidas de decisión auto reportadas por las mujeres y sus maridos.
En la estimación estructural calculo el efecto de la violencia en la fracción del presupuesto familiar que cada individuo consume (intra-household resource shares). La especificación permite que el crimen afecte tanto los parámetros de negociación como a los de preferencias de consumo adaptando la metodología propuesta por Dunbar et al. (2013) con datos de panel. Los resultados sugieren que en los hogares que experimentaron la subida media en violencia el poder de negociación de las mujeres decreció en unos 5 puntos porcentuales.
Finalmente, los mismos miembros del hogar reportan diferencias en los procesos de decisión a consecuencia del crimen. Las mujeres son menos probables de decir que son ellas quienes deciden cuánto gastar en la comida, la ropa de su marido, su propia ropa, y los grandes gastos familiares. En cambio, es más probable que reporten que es el marido quien toma estas decisiones. Así mismo, los hombres están de acuerdo en que han ganado poder de decisión con respecto a cuánto gastar en su propia ropa.
Estos resultados son importantes en sí mismos dados los posibles efectos en el bienestar. Pero también es fundamental pensar en los mecanismos. Los resultados sugieren que el miedo a la victimización juega un rol importante. El incremento de homicidios está fuertemente correlacionado con el miedo reportado por las mujeres a una posible victimización, pero no en los hombres. Y, es en esos hogares donde las mujeres están más asustadas que se encuentran los mayores efectos en el gasto, incluyendo aumentos en bebidas y tabaco. El miedo a la victimización puede operar a través de diferentes canales: la participación laboral (hay heterogeneidad consistente), las horas fuera del hogar (p.e.j. quien va al mercado, redes sociales), o efectos psicológicos que pueden afectar la agencia y la autonomía en la toma de decisiones.
Entender las implicaciones de la exposición al crimen requiere no solo comparar entre hogares, sino también mirar dentro de las familias. Esta investigación sugiere que puede afectar negativamente al control de las mujeres sobre los recursos de sus hogares. Además, los resultados de otro paper sugieren que las mujeres mexicanas también están entrando en peores matrimonios a consecuencia de la creciente inseguridad, con importantes implicaciones en su bienestar y en el de sus hijos.