El Futuro Ya No Es lo que Era

Hoy vuelo a Madrid (me imagino que la popularidad del blog todavía no ha llegado al nivel donde me encuentre con docenas de groupies en Barajas) y como ando liado con las preparaciones del viaje, voy a colgar una columna que escribimos Juan y yo hace unos meses porque me parece que sigue siendo de actualidad (por ejemplo, esta columna de Martin Wolf en FT):

"Durante los últimos meses hemos ido acumulando más y más noticias que apuntan a que la actual recesión de las economías occidentales o bien ya ha finalizado, o está cercana a su conclusión. Y aunque 2010 se presenta altamente incierto y no podemos descartar una recaída, estos signos positivos nos invitan a pensar acerca de las lecciones aprendidas y de los retos que el futuro nos presenta.

Un tema unificador de estas dos cuestiones es la irrupción de nuevos países (fundamentalmente, Brasil y países asiáticos) en la economía mundial, y cómo podemos gestionar este profundo cambio en las relaciones internacionales.

INTEGRACIÓN ECONÓMICA

Las reformas económicas iniciadas por muchos de estos países en los años 80 y 90 del siglo pasado, la aparición de las nuevas tecnologías de la información y el abaratamiento de los costes de transporte experimentaron un crecimiento vertiginoso de la integración económica mundial que sólo fue apreciado por los observadores paulatinamente. Pero lo que quizá fue más sorprendente es que esta aparición no fue acompañada por flujos de capital hacia estos países en desarrollo (como hubiese sido lo más normal, por ser aún países relativamente pobres donde era de esperar una alta rentabilidad de las inversiones), sino por fuertes flujos de capital desde estos Estados hacia el resto del mundo (el superávit exportador de una economía es simplemente este país extendiendo crédito al resto del planeta). Eso sólo fue posible porque las nuevas naciones industriales ahorraron incluso más que la extraordinaria cantidad que invirtieron.

NUEVOS INSTRUMENTOS DE INVERSIÓN

Estos movimientos de capital desde Asia (y algunos otros países europeos como Alemania, aunque en cuantía más reducida), pronto se hicieron notar en los mercados financieros internacionales como una gran masa de liquidez que demandaba activos y bajaba los tipos de interés mundiales. Ello creó un fuerte incentivo para que las instituciones financieras occidentales, especialmente las americanas, desarrollaran un amplio abanico de nuevos instrumentos de inversión que, gracias a la innovación financiera, fueran capaces de mantener una alta calificación de riesgo por las agencias de valoración y una rentabilidad más elevada que la deuda pública, que estaba generando en ese momento retornos que los ahorradores consideraban demasiado bajos.

La mayor parte de esta actividad se concentró en empaquetar hipotecas individuales en fondos y revenderlas en trozos pequeñitos a inversores en el mundo entero. En tanto que los precios de la vivienda subían sin freno, empujados en buena parte por los bajos tipos de interés a los que nos referíamos, éste era un negocio boyante para todos los que se metían en él.

Las instituciones financieras fueron alentadas en esta vorágine por una regulación creada al amparo del Acuerdo de Basilea II (que establecía cuáles eran los requerimientos de capital de los bancos), que resultó tener fallos de concepción fundamentales. Los detalles son fascinantes, pero aquí no tenemos tiempo de explicarlos. El lector únicamente tiene que entender que se juntó el hambre con las ganas de comer: una amplia demanda de activos financieros creados por la liquidez internacional se encontraron con unas instituciones financieras que supieron explotar los fallos de Basilea II para ofrecer esos activos.

El resto de la historia es de sobras conocida: una vez que los precios de la vivienda se habían descolocado lo suficiente, la única alternativa era su caída. Y cuando esto ocurrió, a principios de 2007, sólo era cuestión de tiempo antes de que las instituciones financieras más centradas en este negocio se hundiesen; proceso que llegó a su culmen aquel septiembre negro de 2008 en el que Lehman y otras firmas históricas cayeron, una detrás de la otra.

Y aunque hubo problemas de incentivos incorrectos en los bancos, fallos de la supervisión financiera y errores en la respuesta de los bancos centrales, la verdadera causa de fondo de la recesión de 2007-2009 fue que ni supimos digerir el boom de las nuevas naciones industriales y de sus fortísimos flujos de capital hacia las economías occidentales, ni regular la creciente integración financiera internacional.

PRECEDENTES HISTÓRICOS

Esto nos hace ser cautos acerca del futuro: Asia sigue ahí (de hecho estuvo siempre, sólo que dormida por tres siglos) y su presencia no va sino a crecer más y más durante las próximas décadas. Nuestro bienestar futuro depende crucialmente de cómo sepamos manejar su integración.

El mundo se ha enfrentado a retos similares en el pasado. Estados Unidos y Alemania son los dos ejemplos más claros. Ambos países empezaron a crecer de manera extraordinariamente rápida a finales del siglo XIX, generando fuertes flujos de capital y convirtiéndose en los principales exportadores del mundo. Los países de Europa occidental, por una serie de motivos complejos que aquí no podemos analizar, no fueron capaces de digerir bien esta aparición repentina de dos nuevos potencias (y, si no, que nos lo cuenten a los españoles con la Guerra de Cuba), lo que llevó a conflictos y crisis que cicatrizaron muy recientemente.

Con los nuevos países desarrollados nos enfrentamos al mismo dilema: podemos conseguir que sean naciones centrales en siglo XXI que ayuden a solucionar los problemas comunes, como el calentamiento global o la supervisión financiera, o podemos resignarnos a que sean unas potencias desestabilizadoras, económica y políticamente. Ésta es la principal lección de la crisis: un serio aviso sobre los retos de un mundo que, en 2050, será muy distinto del actual."

Prometo contar mi viaje por Madrid con detalle en el blog...

Hay 1 comentarios
  • A veces caemos en la tentación de pensar que lo peor ha pasado y que esto es el final de la crisis.
    ¿En qué nos basamos y qué es final?
    Los países, los más consumidores, están fuertemente endeudados; el tercer mundo está como lo dejamos, aunque más pobre. -Ayer hablaba con mi socio senegalés y me contaba que todo seguía igual, con la salvedad que lo que antes valía 5 y nadie podía comprar, hoy vale 10 y sigue sin poder venderse- Y el país eminentemente emergente sigue reacio a revalorizar su moneda, que lo convertiría en más consumidor y menos exportador.
    Nos basamos en que el ciudadano se ha cansado de ahorrar y se ha acostumbrado a la crisis; por lo que el consumo se ha recuperado un pelín o ha dejado de caer en picado. Todo depende del país que hablemos o quien lo mire.
    La crisis aparentemente ha tocado fondo. Ahora depende de la pericia de los gobernantes para aprovechar la coyuntura y administrarla con sumo cuidado. De no ser así volveremos a bajar y se demostrará que el fondo no tiene medida.

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