Por Carlos Sunyer, Lucía Cobreros, y Judit Vall
En las últimas semanas, la calidad de las universidades privadas —y en particular de sus grados en Medicina— ha vuelto a estar en el foco del debate público. Entre las críticas vertidas, destacan dos: que los médicos formados en ellas “no ofrecen garantías” porque compran sus títulos, y que dichas universidades suponen una amenaza para la “clase trabajadora”. Dado que los arriba firmantes estamos actualmente trabajando con los microdatos del MIR para un artículo (que esperamos resumir próximamente en este blog), creemos oportuno utilizar dichos datos para responder las siguientes preguntas. ¿Es cierto que las universidades privadas no ofrecen garantías? ¿Que “venden” sus títulos”? ¿Suponen una amenaza para los estudiantes con menos recursos económicos?
En primer lugar, conviene recordar cómo funciona el sistema de acceso a una especialidad médica en España. Todos los graduados, procedan de universidades públicas o privadas, deben finalizar el grado de Medicina y realizar la misma prueba: el examen MIR. Con la idea de incorporar un filtro que garantice unos estándares mínimos de calidad entre los médicos especialistas que ejercen su profesión en España, la asignación de plazas de residencia depende en un 90% de la nota obtenida en dicha prueba. Así, y siguiendo la línea argumental de diversas asociaciones médicas que han entrado en este debate, cuesta creer que los médicos formados en universidades privadas ofrezcan menos garantías. Parece lógico pensar que la existencia de una prueba única, uniforme y objetiva minimiza el margen que tienen las universidades para introducir profesionales sin la preparación necesaria a nuestro sistema sanitario.
Por otro lado, la evidencia disponible demuestra que las calificaciones en pruebas estandarizadas tienden a ser un buen predictor del rendimiento futuro (ver aquí y aquí). De ahí que las notas obtenidas en este tipo de pruebas se utilicen frecuentemente como proxy de capital humano en la literatura económica (ver aquí). En consecuencia, si el objetivo del MIR es permitir que el alumnado con “más talento” elija antes la especialidad, el MIR parece estar cumpliendo razonablemente bien su función. Dicho esto, parece importante destacar que la evidencia científica también documenta que este tipo de pruebas (conocidas en la literatura como high stakes) penalizan a ciertos perfiles de candidatos por motivos ajenos a la prueba (ver aquí); más concretamente, el formato de examen MIR, con preguntas de respuesta múltiple con penalización por respuestas incorrectas, perjudica a las mujeres, tal y como ya se ha explicado anteriormente en este blog (aquí y aquí).
Para dar respuesta a la cuestión de si las universidades privadas ofrecen garantías similares a las públicas, recurrimos a los microdatos del MIR 2024, facilitados por Transparencia. Como primera aproximación descriptiva, construimos la Figura 1 dividiendo a los candidatos en deciles según su nota en el examen MIR y su expediente académico. Observamos que las universidades privadas están infrarrepresentadas en los deciles superiores del examen MIR, así como en la nota media del grado; por el contrario, existe una mayor concentración de alumnado procedente de universidades privadas en la parte baja de la distribución de notas. En cualquier caso, se aprecia que, sin tener en cuenta otros factores, el alumnado procedente de universidades públicas está distribuido de forma más equitativa a lo largo de la distribución de calificaciones, tanto en las notas internas como externas.
A continuación, en la Figura 2 presentamos las estimaciones de los coeficientes asociados a cuatro modelos, donde la variable dependiente es siempre la nota del examen MIR y la variable independiente de interés es una variable categórica de la tipología de universidad (pública o privada). Todos los modelos toman como base las universidades públicas. La primera estimación muestra que, sin controlar por ningún factor, los estudiantes formados en universidades privadas obtienen, en promedio, 3,1 puntos menos en el examen MIR que sus pares de universidades públicas, lo que equivale a una calificación un 4.3% inferior.
En el segundo modelo incluimos, en un modelo jerárquico, efectos aleatorios de universidad, teniendo así en cuenta que los estudiantes de una misma universidad podrían parecerse entre sí. Sin embargo, al controlar por ello, observamos que únicamente el 5,5% de las diferencias en las notas MIR se explica por la universidad de origen y el coeficiente de interés se mantiene estable respecto al modelo anterior. En otras palabras, la mayor parte de la variación en las calificaciones MIR se explica por factores individuales a nivel de alumno y no por la universidad concreta de origen.
Con el fin de considerar dichos factores, en el tercer modelo controlamos por el rendimiento académico durante los estudios universitarios incorporando en la regresión la nota media durante el grado. Como vemos en el gráfico, cuando hacemos esto la brecha de resultados entre la pública y la privada disminuye a prácticamente la mitad y deja de ser estadísticamente significativa. Esto sugiere que una parte sustancial de la diferencia de resultados en el MIR entre estudiantes de la pública y la privada se explica por el rendimiento académico del alumnado durante el grado y no por la universidad en sí. Esto pueda estar reflejando tanto su capacidad académica, como su trayectoria académica, y/o los criterios de admisión de las universidades.
Por último, el cuarto modelo incorpora información individual de los estudiantes (género y nacionalidad), confirmando los resultados anteriores: una vez considerado el rendimiento académico durante el grado y las características sociodemográficos del alumnado, no se observa una penalización significativa de estudiar en una universidad privada frente a una pública.
A la luz de estos resultados, si estamos de acuerdo en que el MIR es una prueba que evalúa de forma razonablemente objetiva los conocimientos médicos, no parece existir evidencia empírica que sustente la idea de que, en promedio, las universidades privadas ofrezcan menos garantías de calidad que las universidades públicas en Medicina. No obstante, dado que este mecanismo de selección, el MIR, es exclusivo del ámbito médico, no es evidente que estos resultados puedan extrapolarse a otras áreas académicas. Por ello, conviene ser cautos y entender estas conclusiones como específicas de este caso de estudio.
Dicho esto, la brecha en la nota MIR entre estudiantes de la pública y la privada que se observa sin controlar por la nota media de la carrera resulta informativa por sí misma. Que el rendimiento académico del estudiante promedio de una universidad privada sea inferior al de sus pares de universidades públicas puede relacionarse, al menos en parte, con el menor nivel de exigencia en la nota de corte para acceder al grado de Medicina, uno de los más competitivos del sistema universitario. Desde una perspectiva de equidad, cabe preguntarse si es “justo” que estudiantes con expedientes académicos más discretos, pero con mayor capacidad económica, accedan a estudiar Medicina mientras que otros con mejores o iguales notas, pero con menos recursos, se queden fuera. Esta situación refleja una tensión inherente a los sistemas educativos donde la oferta pública es limitada y altamente selectiva, y donde la provisión privada actúa como una válvula de escape... para quienes pueden permitírsela.
A modo de conclusión, los resultados sugieren que, en el ámbito de la Medicina, los egresados de las universidades privadas obtienen, en media, una calificación ligeramente inferior en el examen MIR que sus pares de universidades privadas debido a las diferencias en el rendimiento académico durante el grado (potencialmente relacionado con un rendimiento inferior en las pruebas de acceso a la universidad, lo cual no puede medirse con los datos de los que se dispone). Así, el sistema parece estar garantizando que, al final del recorrido, quien accede a una especialidad médica lo hace en función del mérito. Sin embargo, esto no elimina la pregunta de fondo: ¿cuánto talento se está quedando fuera por no llegar a la nota de corte de la universidad pública y no poder financiar los costes de la privada?
Hay 1 comentarios
El artículo me parece bastante defíciente, una especie de ‘donde dije digo digo diego’, debería de explicitar con más claridad y contundencia lo que en él subyace, que coincide, en todo caso, con el testimonio que pretende aclarar y, sin embargo, trata sutilmente de obscurecer; ¿motivos?.
En resumen: el ‘corte’ de los alumnos de las Universidades Públicas, para el acceso al MIR, es superior al de las Privadas, pues dígase sin rodeos; otra cosa es que alumnos de las Privadas -‘dinero mediante’- tambien accedan al MIR, pero en especialidades que requieren una puntuación menor.
En última instancia: la enseñanza pública en medicina es de superior calidad a la privada, pese a todos los ‘handicaps’ que supone, más aún de un tiempo hasta ahora, una financiación insuficiente de aquella que es imprescindible, y urgente, corregir si queremos seguir manteniendo nuestro sistema sanitario público (SNS) en los niveles de ¡excelencia! a nivel mundial que le caracterizan.
¡Dígase fuerte y claro!