En NeG hemos hablado recientemente de brechas de género en el mercado laboral. Libertad González nos recordaba algunas de las entradas del blog hablando del tema, Sara de la Rica nos explicaba unas propuestas muy interesantes para reducir la desigualdad de oportunidades de género en el ámbito laboral, y José Ignacio Conde-Ruiz nos presentaba datos de un estudio en el que analizan las brechas de género salariales en España, y en el que encuentran una brecha de género del 13% en media pero que podría ser mayor la posible auto-selección positiva de las mujeres en el mercado laboral.
Las causas de estas desigualdades, no sólo en salario sino también en oportunidades, por ejemplo, de acceder a puestos de mayor responsabilidad, merecen ser estudiadas. Una parte es claramente debida a restricciones de tipo familiar pero las expectativas en el mercado laboral pueden también explicar alguna parte de estas diferencias. Si las mujeres esperan ganar salarios más bajos que los hombres en el mercado laboral y en particular en algunas profesiones determinadas, esto va a afectar a sus decisiones sobre qué estudios cursar y el tipo de sector/puesto de trabajo a elegir. De hecho, hay toda una literatura bastante reciente que estudia cómo las expectativas tienden a predecir muy bien las decisiones de los individuos; ver, por ejemplo aquí. En un artículo reciente, Reuben y sus coautores utilizan una encuesta y datos de un experimento para analizar si detrás de estas diferencias de género en expectativas laborales, medidas por las ganancias esperadas, puede haber diferencias de género en preferencias por la competición, en exceso de confianza y en aversión al riesgo, en las que la literatura ya ha encontrado diferencias de género. Ver, por ejemplo aquí, aquí y aquí.
La muestra que utilizan para su encuesta son estudiantes de carrera de la New York University (NYU), que evidentemente es un grupo distinto al resto de la población, un grupo que ha obtenido muy buenas notas y ha sido admitido en una universidad de élite, pero que parece que se comportan como el resto de la población en Estados Unidos en lo que hace referencia a la elección de la carrera a cursar y que nos puede dar información sobre el fenómeno del techo de cristal.
En la encuesta que realizan a los estudiantes encuentran importantes diferencias de género en las ganancias esperadas a los 30 y a los 45 años, edades en que las mujeres esperan ganar un 31% y un 39% menos respectivamente. Estos resultados tienen en cuenta la carrera elegida, algo importante dado que los hombres de su muestra tienen un 82% más de probabilidad de elegir administración de empresas y economía, mientras las mujeres tienen un 62% más de probabilidad de elegir humanidades. Los resultados se pueden ver en la siguiente tabla, que también muestra que cuando les preguntan sobre las ganancias esperadas en general (no para ellos mismos, dada su elección de carrera), las diferencias se reducen un poco, pero se mantienen en un 19% y un 23%.
Con los datos del experimento miden la aversión al riesgo, el exceso de confianza y las preferencias por la competición. La tabla siguiente muestra los datos, desagregados por género. Para medir la competitividad, o las preferencias por la competición, utilizan el hecho que en el experimento dan a los estudiantes la posibilidad de entrar en un torneo de cálculo o de ser pagados según el número de operaciones realizadas correctamente. Las preferencias por el riesgo se miden enfrentando a los individuos a distintas loterías y calculando el coeficiente de aversión relativa al riesgo. El exceso de confianza (overconfidence), se refiere al hecho de sobreestimar las propias habilidades frente a las de los demás, y la miden utilizando el hecho que en el experimento obtienen información de la probabilidad subjetiva de que cada individuo quede primero en la competición, preguntándoles sobre cómo creen que han quedado en el torneo. Tal como muestran los resultados de otros estudios, los hombres tienden a ser menos aversos al riesgo que las mujeres, tienden a preferir más la competición y a mostrar un mayor exceso de confianza que las mujeres.
Después analizan la relación entre estas variables experimentales y las ganancias esperadas de los participantes en el experimento. Estiman una regresión en la que incluyen las tres medidas experimentales y características demográficas de los participantes. Los resultados de la tabla siguiente muestran una importante brecha de género en las ganancias esperadas que no se reduce después de controlar por variables como origen familiar o las notas obtenidas. Una vez incluyen las variables experimentales encuentran una correlación positiva entre las preferencias por la competición y las ganancias esperadas y entre el exceso de confianza y las ganancias esperadas, de hecho, al incluir estas variables en la regresión la brecha de género disminuye un 23% a los 30 años y un 25% a los 45 años. La aversión al riesgo no parece estar relacionada con las ganancias esperadas.
Los autores descartan explicaciones alternativas como que los estudiantes más competitivos y que muestran un mayor exceso de confianza también esperan que las ganancias en general sean mayores o esperen trabajar un mayor número de horas. Después analizan si estas variables experimentales explican las diferencias en las carreras elegidas por hombres y mujeres y no encuentran efectos significativos.
Estas diferencias en preferencias por la competición o en exceso de confianza es probable que vengan determinadas por el contexto social más que por diferencias de tipo biológico, ver por ejemplo aquí, e incluso me atrevería a decir que pueden estar afectadas por la educación recibida.
Sería interesante realizar el mismo tipo de estudio con estudiantes en España, aunque no creo que los resultados fueran muy distintos. Analizar temas de género puede, o no, resultar interesante, pero desde mi punto de vista cualquier tipo de situación en la que se produce una desigualdad de oportunidades entre distintos grupos de población merece ser analizada, y más en este caso, en el que a lo mejor tenemos la oportunidad de corregir algunos errores que cometemos en lo que hace referencia a la educación de los niños.
Hay 3 comentarios
Hola Irma, el artículo es muy interesante. He leído por encima el artículo que citas y veo que en la selección de alumnos para hacer la prueba eran todos de familias de status alto y con cierta igualdad de nivel de estudios entre padres y madres. Entonces, claro está, no sale que los ingresos familiares tengan incidencia en los resultados.
Estaría bien saber si estos resultados se mantienen, se agudizan o se mitigan según el status de las familias y especííficament de padres y madres por separado.
Hola Lluís, muchas gracias, tienes razón y estoy de acuerdo contigo en que el estudio debería repetirse con distintas muestras, en otras universidades, y en situaciones dónde los alumnos provengan de orígenes más "variados", ya que a lo mejor incluso los resultados principales podrían variar. Es por eso que es muy importante en economía el poder replicar experimentos en otros sitios, aunque el estudio no resulte tan "novedoso". Por otro lado, los estudios o la vida laboral de las madres podría afectar a las expectativas y sería interesante estudiarlo también.
Gracias por el artículo y el análisis con perspectiva de género que conlleva. Con respecto al género y en particular el feminismo: me gustaría conocer la opinión de la autora y otr*s autor*s de este blog sobre la economía feminista ---> http://ctxt.es/es/20180502/Politica/19356/eonomia-fiminista-heteropatriarcado-genero-cuidados-ecologia-capitalismo-amaia-perez-orozco.htm
¿Es cierto que los cuestionamientos que esta "rama" de la economía plantea no están incorporados al corpus de la economía moderna? El concepto economía feminista resuena cada vez más en grupos de mujeres y feministas y me gustaría obtener algunas impresiones expertas sobre el mismo para poder trabajarlo con rigurosidad. Gracias.
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