El poder de convocatoria de las reivindicaciones del pasado día 8 de Marzo fue sencillamente abrumador. Mujeres de todas las edades, clases sociales, orígenes, profesiones e ideologías salieron a la calle a protestar por una realidad que es ineludible, y que se resume en que el 50% de la población de este país – las mujeres, no tienen las mismas oportunidades que el otro 50% - los varones. Esta inequidad se plasma en múltiples ángulos de nuestras vidas. Sin duda el más urgente de acometer, por lacerante e inaceptable es la violencia de género, pero la falta de igualdad efectiva de la mujer se extiende a muchos ámbitos de lo social, principalmente por la falta de presencia igualitaria de género allá donde se toman decisiones sociales que por cierto afectan por igual a hombres y mujeres. Y por supuesto, se extiende al ámbito laboral, en el que centraré mi atención por ser aquel en el que creo poder aportar propuestas concretas para abrir al debate, para que este impulso no quede en una masiva manifestación sin el imprescindible recorrido posterior.
La falta de igualdad efectiva de la mujer en el ámbito laboral, no solo en nuestro país, sino en la mayoría de los países de nuestro entorno, está íntima, aunque no exclusivamente, relacionada con la maternidad. Sin duda, el grado de desigualdad de género varía entre países, pero la evidencia confirma que en todos ellos las diferencias entre hombres y mujeres que ya han entrado al mercado laboral con un capital humano similar son pequeñas, incluso inexistentes en algunos países al inicio y sin embargo comienzan a diverger notablemente y de forma continuada a partir de que la mujer entra en la maternidad, o incluso un poco antes. Existe evidencia contundente que confirma esta divergencia en Dinamarca, en Reino Unido, o en España, por mencionar algunos casos. Estas diferencias se plasman en una menor proyección laboral de la mujer frente al hombre. El hombre, con o sin hijos, va ascendiendo laboralmente de modo natural a medida que adquiere experiencia, mientras que el ascenso de la mujer se ve profundamente truncado a partir de su entrada en la maternidad. Si permanece en el mercado laboral, se estanca en categorías ocupacionales de menor retribución, y es quien de modo exclusivo hace uso de reducciones horarias para el cuidado de los hijos. Esta falta de equidad laboral, tanto en horas de trabajo como en falta de promoción laboral es la que finalmente produce la relativa poca presencia de la mujer en los puestos de responsabilidad y por tanto de decisión en las empresas u otras instituciones públicas o privadas. Sin duda, esta inequidad se refleja también en el salario, que revela una brecha salarial que aumenta a medida que la situación laboral de hombres y mujeres diverge. Es por esto muy urgente que las medidas para lograr la igualdad real de género en el mercado laboral ataquen la falta de equidad que se genera por la maternidad.
Para esto, se precisa en primer lugar un cambio radical en una norma social no escrita pero vigente que asume que los “cuidados” son responsabilidad de la mujer. Como estos cuidados son MUY intensivos en tiempo, la asunción casi exclusiva de esta responsabilidad por parte de la mujer prácticamente le imposibilita abarcar otros ámbitos de responsabilidad tanto laboral como social. Por tanto, para avanzar en la igualdad REAL de oportunidades laborales, es imprescindible en primer lugar que la sociedad asuma como norma una co-gestión igualitaria de los cuidados entre hombres y mujeres desde el inicio. Y esto implica que los permisos por maternidad/paternidad sean solitarios, iguales en tiempo e intransferibles. El que el padre participe en solitario de los cuidados permite desfeminizarlos, y por tanto se avanza hacia la idea de co-gestión en los mismos, y además, facilita la creación de un vínculo muy intenso de los padres con los hijos desde el inicio. La duración total de estos permisos se debe debatir y acordar, pues es imprescindible vincular el final de estos permisos con la entrada en ámbito escolar, bien sea mediante guarderías o directamente con la escuela. Así, si estos permisos tuvieran una duración total de seis meses (tres para el hombre y tres para la mujer), se debe habilitar un sistema universal de guarderías hasta que los niños cumplen un año de edad, momento en el que la escuela debe acoger a los niños. Si los permisos tuvieran una duración total de 12 meses, 6 meses para el hombre y 6 para la mujer, entonces finalizado el permiso los niños entrarían en la escuela directamente tras el permiso paternal a la edad de un año. En cualquiera de los casos, como se desprende de las posibilidades mencionadas, a partir del primer año de vida, la escuela debe acoger de manera universal a los niños para que padres y madres puedan volver a su actividad laboral normal. De estas líneas se desprende que una segunda medida necesaria para compatibilizar la vida laboral y familiar es que la escuela acoja de modo universal a los niños a partir del año de vida. Sería preciso debatir sobre pros y contras de las opciones mencionadas en cuanto a coste, preferencias sociales y beneficios sobre los niños, pero lo fundamental para la igualdad en el ámbito laboral es que los permisos paternales y maternales sean iguales, solitarios e intransferibles, y que el fin de los mismos se vincule de una u otra manera con la entrada de los niños en el ámbito escolar de modo universal.
Pero como los cuidados de los niños no acaban cuando éste tiene un año de vida, ni mucho menos, la tercera propuesta concierne cambios que nuestro mercado laboral debe acometer para ser más compatible con la vida familiar en general. Y sin duda, transformar la regla general de nuestros horarios laborales hacia la norma europea es urgente e insoslayable. Con todas las excepciones que haya que considerar, que pueden ser numerosas, nuestro mercado laboral debe transitar hacia horarios con entradas entre las 8 y las 9 y salidas entre las 4 y las 5 de la tarde, además de permitir mucha más flexibilidad en cuanto a la presencia física en el lugar de trabajo. Esto corresponde a los agentes sociales, quienes deben acometer estos cambios en el marco de los convenios colectivos, de forma global y simultanea para que sea efectiva.
Estas tres primeras propuestas podrían acabar con una desigualdad de género que hoy existe debido a una clara asimetría en disponibilidad de tiempo para la vida laboral que impide a las mujeres progresar laboralmente en igualdad frente a los hombres.
A medida que estos cambios vayan operando, las mujeres se podrán posicionar en igualdad de oportunidades frente a los hombres en el ámbito laboral. Sin embargo, para corregir la desventaja actual en cuanto a presencia femenina en los ámbitos de responsabilidad de las empresas, y por tanto aumentar la diversidad en la toma de decisiones, la cuarta medida que propongo es la imposición de cuotas, al menos temporalmente, hasta que se llegue a la situación ideal en la que éstas no sean necesarias. Un argumento recurrente frente a las cuotas es que al condicionar la selección para un determinado puesto de responsabilidad sobre parámetros diferentes a la valía personal (y por supuesto el género es uno de ellos), disminuirá la valía media de las personas escogidas para ese puesto. Este argumento sería válido si anteriormente a la imposición de una medida como las cuotas las decisiones se hubieran tomado exclusivamente en clave meritocrática. Pero no ha sido así. Hasta ahora, muchas mujeres se han enfrentado a barreras “de cristal” ante la promoción profesional, lo que les ha impedido ocupar merecidamente puestos de responsabilidad. Por esto, nuestro país necesita implementar cuotas de género explícitamente para puestos de responsabilidad en las empresas como norma general, y no sólo para las empresas muy grandes, de modo que la mujer tenga una presencia equitativa en los puestos en los que se toman las decisiones en las empresas. Existe evidencia de que una mayor equidad de género en puestos de responsabilidad en las empresas mejora la proyección laboral de las mujeres, así como la consideración de sus preferencias. La implementación de estos cambios de género en las empresas podría no estar exenta de algunos desajustes a corto plazo, sin embargo. Pros y contras de una mayor diversidad de género en las empresas puede documentarse aquí.
Finalmente, la quinta medida que propongo para avanzar en la igualdad de oportunidades laborales entre hombres y mujeres se refiere al proceso de entrada en el mercado laboral. Sería positivo que, allá donde fuera posible, la primera selección de candidatos para la entrada en una empresa fuera “ciega” en género. Es decir, en los procesos iniciales de selección de candidatos en los que como primera medida se envía el cv a las empresas o a las plataformas on-line de búsqueda de empleo, debería no ser posible identificar el género. De este modo, al menos en esta fase inicial, se visibilizaría el posible cambio en la selección previa de candidatos. Existen precedentes muy bien documentados en los que evidencian aumentos sustanciales en la selección previa de mujeres una vez implementados estos procesos “ciegos” en género. El caso de la orquesta de Boston, que decidió que las pruebas se realizaran tras un biombo, mostró un aumento en la selección de mujeres desde un 5%, antes de la medida, hasta un 30% en la actualidad. Evidencia sobre ésta y otras experiencias sobre evaluaciones “ciegas” en género puede leerse aquí.
Indudablemente, estas propuestas no son exhaustivas, pero creo que son determinantes para terminar con las barreras, muchas veces sutiles, a las que las mujeres se enfrentan en el ámbito laboral. Confío en que esta entrada pueda dar lugar al debate necesario que nuestra sociedad debe hacer, sin pausa, con determinación y valentía para avanzar hacia esa igualdad REAL de oportunidades cuya necesidad manifestó con enorme contundencia una muestra, yo diría que MUY representativa, del 50% de nuestra sociedad. Las mujeres han hablado, creo que muy claramente, y ahora es el turno de que nuestros representantes políticos y los agentes sociales atiendan este clamor y muestren la predisposición al cambio que estas propuestas precisan.
Hay 14 comentarios
Mientras se unen los astros y cambiamos de sociedad...las empresas deben de tener la obligación de demostrar mismos salarios por mismo trabajo. Empezando por administración, empresas públicas y empresas contratadas ( cómo requisito indispensable )
Todas las propuestas son indiscutiblemente esenciales.
Ya sé que es una hipótesis "impensable" pero imaginemos (en un alarde de imaginación) que existen "razones" para las diferencias salariales.
Obligar por ley a pagar lo mismo por un bien (el trabajo de la mujer) de menor valor (no digo que sea el caso, ya digimos que estamos en "hipótesis impensables") debería llevar a la no contratación de mujeres.
En el mundo "de verdad" existen poco "los mismos trabajos". Las "categorias profesionales" son una referencia burocrática con infinitos matices en la realidad: Leo Messi y Marta Viera da Silva tienen la misma categoría profesional "futbolistas femeninos de éxito", como Usain Bolt y Fracier Pryce. Creo que pagarles los mismos sueldos haría desaparecer la actividad a la que ambas se dedican.
Hay que tener cuidado cuando "la razón por decreto" (por muy "bonita" y "justa" que parezca) es contraría a lo que dicen los mercados (cuya "belleza" es tener razones que la razón no entiende). Las uninteded consequences de las "razón de burocracia y diseño" suelen ser muy feas
Bien la conciliación de la madre pero, ¿y de la mujer?
Este debate viene de las experiencias nórdicas, especialmente.
Hola Sara,
Enhorabuena por el artículo. Creo que es claro y aborda los problemas importantes primero, que es de agradecer (y más infrecuente de lo que debería).
Con respecto al asunto de los cuidados del niño en sus primeros meses de vida, hay que tener en cuenta también la recomendación de la OMS sobre la lactancia materna: exclusiva hasta los 6 meses de vida, y con alimentación complementaria hasta los dos años. Esto es una dificultad adicional para muchas mujeres trabajadoras que, en muchos casos, se solventa simplemente abandonando la lactancia materna de forma prematura cuando la mujer se reincorpora al trabajo. Pero no creo que esa sea la solución deseable. ¿No debería incorporarse alguna consideración en este aspecto a la propuesta?
Gracias
"El hombre, con o sin hijos, va ascendiendo laboralmente de modo natural a medida que adquiere experiencia, mientras que el ascenso de la mujer se ve profundamente truncado a partir de su entrada en la maternidad."
En realidad lo que ocurre en el mundo laboral, es que en ese momento la mujer pasa a trabajar x0 y el hombre tiene que pasar a trabajar x3 (para mantener a su mujer, a su hijo y a si mismo), o todos mueren como esclavos que son todos (porque no hay una renta basica universal que garantice economicamente el derecho a la vida digna basico de los 3, independiente de lo que se haga en el mundo laboral).
Lo de las evaluaciones “ciegas” esta bien, ya que el mundo laboral se supone que deberia tender a ser meritocratico (que es lo que se evalua a "ciegas"): Cuanto mejor se te da hacer algo -> mejor candidato eres para hacer eso [si es que alguien necesita eso y tu puedes hacerselo].
Pero la meritocracia a muerte (sin renta basica universal) se torna en un: Cuanto mejor se te da eliminar a otros por mal que sepas hacer las cosas -> mas facil es que quedes como unico candidato para hacer eso para sobrevivir (a la gente generalmente no le gusta morirse y si no hay mas remedio suelen elegir activamente que lo haga cualquier otro en su lugar).
Y la cosa empeora aun mas si ademas entre cliente y trabajador, aparece un intermediario (el empresario que contrata a otros para que le hagan el trabajo, pero que se queda con todo el dinero del trabajo realizado).
Buenos días,
Creo que la crítica que se suele hacer a las cuotas no es tanto o sólo sobre cómo afecta a la calidad media sino a que es un mecanismo que intenta corregir una injusticia (lo difícil que es para las mujeres ascender) con otra injusticia (vetar la posibilidad de ascender a aquellos hombres que sean mejores que algunas mujeres que entren gracias a la cuota; también puede haber otras que no sean peores pero que no hubieran entrado por la primera injusticia).
Quería también preguntarle sobre cómo se reparten los sacrificios de las cuotas. Pongamos que se establece una cuota del 50% para un cierto nivel de una empresa. Los hombres que ya están ahí difícilmente van a moverse para que el balance sea más equitativo si pueden evitarlo (mejor que la justicia social se alcance con los sacrificios). Entonces lo normal será que para alcanzar el 50% los nuevos ascensos o contrataciones serán para mujeres en más de la mitad. No se concentran demasiado los sacrificios de las cuotas en un pequeño grupo de personas en realidad (los hombres jóvenes o recién graduados)? No hay alguna forma de mitigarlo o alguna alternativa? Por ejemplo, para recién graduados, no sería suficiente con revisiones a ciegas de los CV (o entrevistas grabando el audio por ejemplo), ya que la empresa no conoce a los candidatos previamente?
Un saludo
Estoy de acuerdo Guillermo. Veo las cuotas necesarias para que aumente la presencia de la mujer en la toma de decisiones de las empresas. Para entrantes en el mercado laboral seria suficiente con evaluaciones ciegas posiblemente.
(mejor que la justicia social se alcance con los sacrificios de otros*).
En primer lugar, felicidades por el artículo. Se trata de un serio problema que tenemos que solucionar.
De todas las medidas que comenta, la única que me gustaría discutir es la de las cuotas. Ciertamente la situación actual no es meritocrática, pero podemos llegar a sustituir una injusticia con otra. Por ejemplo, el caso de la orquesta de Boston, con un 30% de mujeres seleccionadas en la actualidad. Si consideramos el sistema de selección actual como justo y meritocrático (y, dado que no se tiene información sobre el candidato, difícilmente se podrá considerar de otra manera), esto significa que con anterioridad a la implementación del nuevo proceso de selección, un 25% de los candidatos eran seleccionados injustamente. Si, en vez de un proceso de selección a ciegas, se hubiera impuesto una cuota del 50%, un 20% de los candidatos habrían conseguido el empleo injustamente. Parece que, en este caso por lo menos, el remedio sería casi tan malo como la enfermedad.
Gregorio, gracias por tu comentario. En el caso de que se puedan seleccionar candidatos jovenes con evaluaciones ciegas creo que esta opcion es preferible a la de las cuotas. El caso es que para puestos de responsabilidad en las empresas la seleccion se hace en general mediante promocion interna y si no se imponen cuotas la evidencia nos indica que la mujer simplemente no accede anesos puestos.
En el mundo real ¿cómo se hace una selección de candidatos a ciegas? Trabajo en una empresa del sector TIC y cuando he tenido que participar en procesos de selección no puedo limitarme a leer un CV. Necesito hablar con el candidato, hacerle preguntas, ver cómo responde, sus gestos, cómo se desenvuelve, etc. Todo eso "a ciegas" no lo veo factible. El ejemplo puesto de una orquesta sé que es del mundo real, pero me parece muy poco representativo de la realidad laboral.
Hola Jose Luis, estoy contigo que en muchas ocasiones, sobre todo para procesos finales, es preciso entrevistar a los candidatos y esto elimina la eleccion a ciegas. Por eso indico que seria necesario imponer este procedimiento cuando fuera posible, y esto sucede en muchos casos en las primeras fases de los procesos. En algunos casos, como el ejemplo de la orquesta, todo el proceso podria ser anciegas pero estoy contigo que en otros muchos casos esto no es posible. Pero si creo que al menos, si la evaluacion ciega se realiza en la primera etapa, al enviar el cv a una empresa, ayudaria a concierciarnos de la necesidad de tratar de ser mas igualitarios en genero al contratar.
"la falta de presencia igualitaria de género allá donde se toman decisiones sociales que por cierto afectan por igual a hombres y mujeres". Es curiosa esta afirmación. Parece plantear una extraña forma de gobierno donde parecería que la representación política (supongo que la autora se refiere a eso) debe reproducir las categorías sociales existentes.
En ese sistema, por tanto, "vota el censo": si el censo dice que hay un 50% de mujeres, el 50% de los representanes políticos deben ser mujeres. Pero, quiero imaginar, el mismo criterio debería aplicar a otras categorías. Así, por ejemplo, si el censo dice que hay un 10% de gitanos, o de negros, esas colectivos deben tener esas cuotas de representación política (obviamente por géneros según el porcentaje de mujeres en ambos grupos), y lo mismo sucederá con los homosexuales y, ya puestos, con los analfabetos,
¿y los distintos profesionales? ...
Y habrá grupos más conflictivos: por ejemplo, los integristas islámicos, si ellos suponen un 1% de la población, ¿deben tener ese porcentaje de diputados? y, ¿los machistas?, ¿deben tener su representación parlamentaria? ... ¿o nombramos una "comisión para la determinación de colectivos con derecho a representación política efectiva" que juzgue quien merece y quien no estar representado? ... aunque la composición de esa comisión será un lio porque debería reproducir también la mezcla de colectivos existentes en la sociedad ...
No sé, no lo veo ...
Estoy seguro de que con conseguir implementar los ascensos por mérito, las mujeres tendrían capacidad para copar más del 50 % de los mismos.
El gran problema de los ascensos en este país es que los ascensos se dan por amiguismo y/o por caerle simpático al jefe, no por el mérito real. Te lo dice alguien que lleva 30 años haciendo todo el trabajo de jefe y sigue siendo de a pie, mientras el jefe se lleva todos mis méritos.
Otra cosa en la que no estoy en absoluto de acuerdo (lo digo por un comentario anterior) es en que para seleccionar a un jefe sea necesario hacerle una entrevista personal. Es la mentira que nos cuentan para seleccionar a quien ellos quieren.
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