Jordi Galí, un brillante economista, ha escrito un interesante artículo en La Vanguardia en el que describe de forma sencilla el tipo de políticas económicas que una Cataluña independiente debería seguir. Nada es Gratis no tiene una opinión común sobre el asunto de la independencia de Cataluña; es un tema político sobre el que cada editor o colaborador tendrá la suya (o varias). La razón por la que reproducimos el artículo es que sus propuestas de política económica están en línea con las que desde aquí y desde FEDEA hemos hecho para España (por ejemplo, en la propuesta de reforma laboral y el contrato único, aquí, en el ebook sobre Reformas Estructurales, aquí, en el informe FEDEA-McKinsey sobre una agenda de crecimiento, aquí, y en nuestro libro NadaEsGratis, aquí), con bastante poco éxito de momento. Quizás el crear un nuevo Estado diera más oportunidades de éxito, pero esta hoja de ruta sigue siendo necesaria y urgente para el conjunto de la economía española.
Publicado en La Vanguardia el 14 de Octubre de 2012 (traducción del original catalán).
Hasta hoy, el debate sobre el impacto económico de una eventual independencia de Cataluña se ha centrado de forma casi exclusiva en dos cuestiones: el dividendo que supondría el fin del déficit fiscal con España y el coste de un posible boicot a productos catalanes. Estos son, sin duda, dos factores importantes y que hay que tener en cuenta a la hora de evaluar la rentabilidad económica de la independencia. Pero el énfasis en estas dos cuestiones refleja una actitud parecida a la de un inversor pasivo o rentista, que se fija sólo en el aumento o disminución de los intereses o dividendos que puede comportar un cambio en el control de la empresa. Esta actitud contrastaría con la del inversor que pasa a controlar la empresa, y que reconoce la oportunidad que se le ofrece para influir, a través de sus decisiones, en los beneficios que la empresa generará y, por lo tanto, en la rentabilidad de su inversión.
Volviendo al caso de una Cataluña independiente, esta oportunidad vendría dada por la posibilidad de diseñar nuevamente las instituciones y reglas del juego que regirán el nuevo Estado, y por la disponibilidad por parte de éste de un abanico amplio de instrumentos de política económica que actualmente están bajo el control casi exclusivo del Gobierno y el Parlamento españoles. Esto permitiría definir políticas propias y un nuevo marco regulatorio en los terrenos laboral, fiscal y financiero, entre otros, así como en el funcionamiento de todos los ámbitos de la administración pública, sin más restricciones que las provenientes de las normativas europeas. Dada la importancia que estas decisiones tendrían a la hora de determinar la prosperidad del nuevo Estado (y por lo tanto el atractivo de la opción soberanista), sería deseable que el debate actual se enriqueciera con propuestas que respondieran la siguiente pregunta: la independencia, ¿para hacer qué?
En este sentido, tengo que confesarles que la perspectiva de una Cataluña-Estado no me genera una atracción incondicional. Para que me entiendan, y llevando el argumento al extremo, si la independencia tiene que convertir a Cataluña en una nueva Cuba o una Corea del Norte en el Mediterráneo, pienso que más vale que lo dejemos estar. Mi atracción por la opción soberanista está vinculada a los conceptos de oportunidad y de posibilidades que aquella ofrece. En todos los terrenos, pero especialmente en el económico. Para decirlo claramente, me atrae la oportunidad y las posibilidades que ofrecería la construcción de un Estado nuevo que tuviera entre sus objetivos fundacionales el logro de un crecimiento sostenible máximo y que, por lo tanto, diseñara sus instituciones y las reglas de juego de acuerdo con este objetivo, desde el día el primer día. En el terreno económico, este es un objetivo que tendría que conseguir un consenso amplio, al margen de ideologías y de partidismos, y más allá de las discrepancias legítimas a la hora de definir las políticas concretas a implementar. Entre otras razones, porque no creo que haya una alternativa creíble si queremos poner fin a la lacra del paro (la fuente de desigualdad más perversa) y mantener un Estado de bienestar de calidad.
El informe "Doing Business", publicado anualmente por el Banco Mundial, nos da una medida del recorrido potencial en este sentido. En su última edición sitúa a España en la posición 44 (entre 183 países) de su ranking global basado en la “facilidad para hacer negocios” (con Puerto Rico y Colombia por delante, y seguida de Ruanda y Túnez). En algunos de los sub-indicadores la situación es terrorífica (por ejemplo, se encuentra en la posición 133 en términos de facilidad para empezar un nuevo negocio). Este informe y otros semejantes, como el "World Competitiveness Report", no hacen otra cosa que confirmar lo que es evidente para cualquier empresario: el marco institucional español está lejos de ser el más adecuado para la generación de riqueza basada en la actividad productiva. La construcción de un nuevo Estado ofrece, en este sentido, una oportunidad única para hacer borrón y cuenta nueva e iniciar un proceso ambicioso y alentador que mire adelante sin la carga del pasado.
A mi parecer, el atractivo económico de la Cataluña independiente se vería muy potenciado si en la construcción del nuevo Estado se tuvieran en cuenta los siguientes principios (sin ánimo de hacer una lista exhaustiva):
1. Necesidad de un nuevo modelo de administración pública basado en los principios de austeridad, eficiencia y servicio de calidad al ciudadano. Satisfacer esta necesidad requeriría, a mi parecer, la introducción de criterios de gestión empresarial en el funcionamiento de la administración pública, con rendimiento de cuentas estricto y con incentivos basados en la productividad individual. La figura obsoleta, discriminatoria y antieconómica del funcionario, como la del caballero feudal, tendría que pasar a la historia. El sistema de gestión de los centros de investigación de la Generalitat de Cataluña, basado en la autonomía de gestión, el rendimiento de cuentas y los incentivos vinculados a la excelencia de resultados ofrece, en este sentido, un modelo de éxito reconocido que se podría exportar al grueso de la futura administración catalana.
2. Importancia capital de procedimientos administrativos y judiciales sencillos, rápidos y eficientes, que maximicen la seguridad jurídica de los particulares y garanticen plenamente sus derechos. Cualquier recurso invertido en este campo tendría una rentabilidad social inmensa.
3. Necesidad de un marco laboral flexible, con un contrato único indefinido que ponga fin a la dualidad actual, y donde el papel de los tribunales no consista en “decidir por las empresas”, sino que esté restringido a garantizar el respeto a los procedimientos establecidos y la no discriminación.
4. Una fiscalidad sobre empresas y trabajadores que favorezca la inversión extranjera y la atracción de talento. El fin del déficit fiscal y la prioridad de la lucha contra el fraude tendrían que dar margen por esta nueva fiscalidad.
5. Adopción del inglés como tercera lengua oficial, enfatizando su papel como lengua de relación con el mundo, incluyendo la relación entre empresas y profesionales extranjeros y administración. Esto requeriría una campaña intensa de alfabetización con la colaboración de medios de comunicación y escuelas. Este también sería, sin duda, un elemento clave en la internacionalización de la empresa catalana y la reducción de su dependencia excesiva del mercado español que, a pesar de los avances en las últimas décadas, todavía resulta desproporcionada con la relativa insignificancia de este mercado dentro de la economía global (0,6% de la población mundial y 1,7% del producto interior bruto mundial, una vez se excluye Cataluña).
6. Un Estado del bienestar de calidad, que sea generoso con los desvalidos, pero con mínimas distorsiones y desincentivos, e implacable con el fraude.
En resumen, y para acabar: creo que es importante reconocer que la independencia de Cataluña, por ella misma, nos podría hacer más ricos (porque acabaría con el déficit fiscal), pero no necesariamente más productivos. Esto último requeriría hacer un buen uso, desde el día siguiente de los festejos, de la oportunidad única y de las posibilidades enormes que ofrece la construcción de un nuevo Estado. Si estamos a la altura de este reto o no, dependerá exclusivamente de nosotros, y ya no se valdrá echar las culpas a los otros. Al fin y al cabo, quizás esto sería el mejor regalo que nos traería la independencia.
Hay 91 comentarios
Buenas propuestas,sin duda,pero alguien puede creer en eso,en una transformación de la noche a la mañana de esa Región derrochones,corrupta,intervencionista y clientelar hasta la vergüenza ajena....menos comparaciones con Noruega o Suiza y mas mirarse al ombligo de ese mastodontico micro-Macro Estado deficitario,en que se ha convertido esa (antes Rica,cosmopolita y avanzada)Región no por culpa de ese "Madrit" al que se culpabiliza de todo sin ningun pudor,sino de sus Politicos y esa clase empresarial que lleva pegada y que parece que ya no sabe hacer negociossin dinero Publico por medio
Ay Rafa! en todos los sitios cuecen habas y en mi casa calderadas! debemos exigir transparencia y control , empezando por lo más cercano, tanto fisicamente como metafisicamente. si no controlamos a los "nuestros" no controlaremos nada.
Manteniendo esos principios de formación del nuevo estado,¿podríamos independizarnos todos con ellos?
Más que un comentario hago una petición: soy catalana y exestudiante de economía. Me interesaría escuchar las distintas opiniones de los colaboradores de nada es gratis sobre este tema. De aquí muy poco hay las elecciones y creo que en un momento en dónde los medios están totalmente politizados sería interesante poder escuchar opiniones (que aunque también muy probablemente estarán politizadoas) como mínimo tendrán una base económica.
¡Muchas gracias!
La politica catalana tuvo oprtunidad de crear una administracion basada en criterios de eficacia en cuanto se aprobó el primer Estatut. Sin embargo prevalecieron criterios de acumulacion de poder.Se heredaba una administracion sumamente intervencionista y farragosa. Pero no se optó por reducirla, simplificarla y reducirla, sino por ocuparla con elementos afines.El clima irradiaba la misma ilusion que hoy sienten algunos. Ilusiones. Como siempre prevalecioron los mas pragmaticos y cortoplacistas intereses y por eso se ha llegado a la situacion actual.No hay ni ideas de como vencer los interese creados, ni voluntad de autolimitar el poder politico y difundirlo, y mucho menos voluntad de simplificar la justicia, el ordenamiento juridico y el control cultural.Ya tuvimos nuestra oportunidad y hoy vemos los resultados, de los que somos principales resposables.
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