En su famoso libro Coercion, Capital, and European States, A.D. 990-1992, el sociólogo estadounidense Charles Tilly argumentaba que los estados crean guerras y que las guerras, a su vez, crean estados. Esta hipótesis se ha dado a conocer como modernización defensiva (defensive modernization) y Jesús Fernandez-Villaverde habló brevemente sobre ella en este blog (ver aquí). La idea es que, ante la amenaza de una invasión o una guerra, los gobiernos de un estado necesitan organizarse y ser capaces de recaudar impuestos para financiar un ejército que les permita defenderse. Algunos economistas como Nicola Gennaioli y Joachim Voth han construido modelos teóricos para explicar esta doble causalidad (ver aquí).
Por otro lado, existe una amplia literatura que argumenta como las políticas económicas actuales en muchos países son en gran parte el producto de instituciones que fueron creadas en ese país hace ya muchos años. Esta hipótesis ha sido confirmada, entre otros, por economistas como Daron Acemoglu (ver aquí y aquí). Los trabajos de Daron Acemoglu y sus coautores han enfatizado como los diferentes procesos de colonización afectaron a las instituciones de los países colonizados: por ejemplo, en colonias donde hubo una mayor tasa de mortalidad de los colonizadores, éstos tuvieron menos incentivos a permanecer en el territorio y construir instituciones inclusivas que fomentaran el crecimiento económico. Estas instituciones, a su vez, han sido muy persistentes y explican, en gran parte porque estas antiguas colonias tienen instituciones de baja calidad todavía hoy en día.
En un trabajo (ver aquí) con Andrew Mountford del Royal Holloway estimamos unas sencillas regresiones en las que mostramos que los estados/países que se vieron envueltos en un mayor número de guerras en el pasado tienen, hoy en día, políticas fiscales más responsables que los que tuvieron un pasado menos belicoso. Para medir esto usamos la medida de política fiscal discrecional (DFP) creada por Antonio Fatás e Ilian Mihov (ver aquí) que incluye 91 países desarrollados y en vías de desarrollo y que consiste en la varianza del residuo de una regla de gasto gubernamental en el periodo 1960-2000. En otras palabras, DFP es como de volátil es la parte no explicada del gasto de un gobierno durante este periodo. Más volatilidad implica mayor discreción del gobierno en “salirse de una regla responsable.” El nivel de conflicto histórico en nuestro trabajo está calculado como lo hacen Tim Besley y Torsten Persson (ver aquí): la proporción de años en los que un país estuvo envuelto en un conflicto bélico externo, es decir con otro país, entre 1816 (o el año en que el país consiguió ser independiente si esto ocurrió más tarde de 1816) y el año 1965. Es importante subrayar que en nuestro análisis eliminamos las guerras civiles, puesto que, por su naturaleza, son muy diferentes a las guerras entre estados. Es bien probable – aunque no conozco ningún estudio sobre este tema – que las guerras civiles disminuyan la capacidad estatal de un país.
Obviamente muchos otros factores pueden explicar porque algunos países tienen hoy en día políticas fiscales más impredecibles que otros. Como es imposible tener en cuenta todos estos determinantes y además muchos de ellos (por ejemplo, el nivel de educación medio del país) son claramente endógenos, nos centramos en incluir en el análisis variables geográficas e históricas relacionadas con cada país. Estas variables tienen una clara ventaja: puesto que miden algo que ocurrió en el pasado, a menudo muy lejano (en el caso de los conflictos bélicos) o como vienen dados por la naturaleza (en el caso de la geografía) son variables claramente exógenas, es decir no sufren problemas de causalidad invertida. Como se ha comentado anteriormente, existe una amplia literatura que argumenta que los procesos de colonización fueron clave para entender el desarrollo económico de muchos países. Por otro lado, las variables geográficas han sido reconocidas a menudo como importantes factores del desarrollo económico, como explica Jared Diamond en su famoso libro (ver aquí).
En concreto, algunas de nuestras estimaciones tienen en cuenta la mortalidad de los colonizadores alrededor de 1500 y dos variables geográficas: el nivel absoluto de latitud de un país y si éste tiene acceso al mar. Estas dos variables han sido usadas a menudo en la literatura como medidas de desarrollo económico y como medidas de la influencia europea en el país (ver aquí).
Nuestros resultados muestran que, confirmando otros estudios, la geografía de un país y la mortalidad de sus colonizadores (en el caso de países que fueron colonias alrededor del año 1500) explican en qué grado su política fiscal actual es “irresponsable”. Países con mayor latitud, es decir situados más lejos del ecuador, tienden a tener menor discreción fiscal, mientras que aquellos que no tienen acceso al mar muestran mayor discreción fiscal. Por otro lado, en las colonias donde la tasa de mortalidad de los colonizadores fue más alta muestran hoy una mayor volatilidad fiscal.
Nuestra principal contribución es demostrar que el grado de conflicto bélico es también clave para entender la política fiscal actual de un país: países que se vieron envueltos en conflictos externos durante muchos años, tienden a tener menor discrecionalidad fiscal hoy en día.
Como muestra la primera tabla, nuestro estudio confirma la hipótesis de Besley y Persson’s (2009) que la capacidad estatal de un país (medida con su discrecionalidad fiscal actual) está determinada en gran parte por su historia. También es coherente con la hipótesis de Tilly: los países que sufrieron más conflictos en el pasado tienen mayor capacidad estatal (es decir tienen menos discreción fiscal) actualmente.
Finalmente, en el trabajo mostramos que nuestra predicción de política fiscal discrecional es una medida de baja calidad institucional y que, por lo tanto, países con mayor DFP tienen peores resultados económicos. La siguiente tabla muestra que en las tres bases de datos que usamos y que incluyen diferentes países (conflictos, geografía, y mortalidad de los colonizadores) la DFP predicha por los conflictos bélicos está asociada negativamente a variables que normalmente se relacionan con un mayor crecimiento económico como la inversión y el nivel educativo de un país.
Está claro que nuestro ejercicio no nos permite identificar el mecanismo que hay detrás de esta relación, es decir si las políticas económicas son una causa fundamental o solamente superficial del crecimiento económico de un país. Además, hay que tener en cuenta que no tenemos en cuenta muchos otros factores que podrían explicar la calidad de las instituciones actuales de un país (el conocido problema de variables omitidas).
Sin embargo, los resultados que obtenemos sí nos permiten afirmar que los datos son coherentes con la hipótesis de que las políticas económicas están profundamente afectadas por la calidad institucional y que esta calidad institucional, a su vez, está afectada tanto por la geografía como la historia de un país y, en concreto, por su historia bélica.
Sobre el caso de España ya comentaron en este blog Mónica Martinez-Bravo (ver aquí) y Fran Beltrán (ver aquí) que nuestras instituciones se pueden explicar, en buena parte por nuestra historia. Según los cálculos de Fatás y Mihov, España está en el ranking 80 en cuanto a DFP, por encima de otros países europeos como Dinamarca, Reino Unido, Alemania, Bélgica, Holanda, Suiza, Suecia, Austria y Francia. Es decir, nuestra política fiscal actual es más impredecible (y probablemente por ello más “irresponsable”) que la de la mayoría de países europeos. Tal vez una explicación de esta baja calidad institucional es que la falta de amenazas bélicas tras la invasión Napoleónicas hizo que los gobiernos españoles no tuvieran suficiente presión para crear instituciones fiscales robustas que sobrevivieran hasta hoy. Seria interesante entender, por ejemplo, porque países como el Reino Unido respondieron mucho mejor que España a los retos fiscales de la gran guerra europea 1694-1815.
Hay 3 comentarios
Que los estados crean guerras y las guerras estados es lo que decía Sánchez Ferlosio, literalmente, en "La hija de la guerra y la madre de la patria". No recuerdo que cite a Tilly (bueno, quizá sí a nuestro compatriota de adopción el conde de Tilly, pero no a Charles), aunque sí se refiere a múltiples autores anteriores en los que se encuentra esta idea, que desde luego es muy vieja.
Las reflexiones que encontramos en los ensayos polemológicos de Sánchez Ferlosio, reunidos recientemente en el tomo titulado "Babel contra Babel" son de una agudeza poco común, y desde luego los convierten, en mi opinión, en una obra mucho más valiosa que la de Charles Tilly y la mayoría de las que cita en su bibliografía. En la cual, por cierto, apenas encontramos fuentes no anglosajonas... y eso que se trata de un libro sobre Europa.
Bastante típico, por otra parte, del adanismo onfaloscópico en que se desarrolla habitualmente la actividad académica de aquellos países.
Jaime, muchas gracias por las referencias. No estoy muy familiarizado con los trabajos de Sánchez Ferlosio, pero los leeré pronto. Por cierto, no sé si te referías a la obra de Tilly o mi entrada, pero en mi entrada el 75% de las citas de mi entrada son no-anglosajonas: Daron Acemoglu es armenio, Nicola Gennaioli, italiano, Joachim Voth, alemán. Jesus Fernandez-Villaverde, español, Antonio Fatás, portugués, Ilian Mihov, búlgaro, Torsten Persson, sueco, y Mónica Martinez-Bravo y Fran Beltrán, españoles. Saludos.
Me refería a la bibliografía del libro de Tilly. Lo siento, debí escribir "(la obra de) Charles Tilly, y la mayoría de las que se citan en la bibliografía de la misma".
La sobrevaloración de lo anglosajón es uno de los males de nuestro tiempo. Probablemente, un buen número de estas "vacas sagradas" de la Ivy League sea gente modesta y encantadora, que no es culpable de dicha sobrevaloración. Si ellos se dedican a citarse mutuamente (por pereza intelectual o, sin ir más lejos, por carecer de conocimientos de idiomas) y el resto del planeta, entregado a una reverencia paleta y acrítica, los encumbra desproporcionadamente, ¿qué culpa tienen ellos?
El caso paradigmático es Harold Bloom (Yale) y su ridículo "Canon literario occidental", escrito por alguien... que sólo conoce el ingles. ¡Ah, se me olvidaba! También domina el importantísimo yiddish,
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