Por Cecilia García-Peñalosa & Soledad Zignago
En varios sectores, entre ellos el de la investigación en economía, se han realizado importantes esfuerzos desde hace al menos dos décadas para combatir la discriminación de género. La discriminación positiva ha sido una de las políticas más debatidas en las últimas décadas. Para las mismas cualificaciones, contratar o ascender a una mujer en lugar de un hombre tendría un efecto positivo en todos los individuos de una ocupación, ya que reduciría los prejuicios y crearía modelos de conducta para las mujeres más jóvenes. A pesar de estos esfuerzos, la proporción de mujeres en el campo de la investigación en economía es baja, y el reconocimiento académico de su trabajo menor que el recibido por los hombres[1].
A diferencia de la mayoría de las ciencias sociales, hay pocas mujeres en la investigación en economía. El gráfico 1 describe la proporción de mujeres entre los economistas que figuran en RePEc (el repositorio de artículos de investigación en economía más completo del mundo) en los seis países más grandes (en términos de autores, en gris). Este gráfico actualiza el publicado en este blog en marzo de 2018. La comparación entre ambos podría sugerir que la proporción de mujeres economistas en el mundo ha pasado del 19% al 26% en cuatro años, pero este salto se debe principalmente al nuevo filtro que RePEc aplica a los nombres de pila para identificar el género (en marzo de 2018 estaba en torno al 25% si se hubiese aplicado este nuevo filtro, véase la entrada del blog de RePEc de hoy, que presenta todo lo que RePEc está haciendo para destacar el trabajo de las mujeres economistas).
Figura 1: Proporción de mujeres economistas según RePEc (%)
Esta nueva metodología no cambia, sin embargo, las diferencias persistentes entre países. En general, los países europeos tienen una mayor proporción de mujeres, especialmente los del Este (Rumanía es el líder mundial con un 58% de mujeres) y los latinos, con respecto a el Reino Unido y Estados Unidos. La situación es mixta en América Latina, mientras que en Asia la representación femenina es generalmente baja (véase la lista completa aquí). La representación de las mujeres en el Top 100 de economistas de RePEc (es decir, los más productivos y citados, en color púrpura en la Figura 1) es aún más baja: sólo tres mujeres entre los "100 mejores economistas" del mundo.
La profesión considera que la baja tasa de feminización es un problema y dice querer mejorar la situación. No obstante, al ritmo actual de progreso, harían falta otros 40 años para alcanzar la paridad en términos de cohortes de autores de RePEc (Figura 2).
Figura 2: Proporción de mujeres economistas por cohortes de doctores en economía según RePEc (%)
En los últimos años se han tomado medidas para aumentar la presencia de las mujeres en la educación y la investigación, y muchos estudios confirman la existencia de una discriminación positiva en diferentes esferas de la vida económica en todo el mundo. Estos estudios reflejan la toma de conciencia de las desigualdades de género. Por ejemplo, un estudio de Thomas Breda y Mélina Hillion revela que las mujeres se benefician de un sesgo favorable en la contratación de profesores de secundaria en Francia. Sin embargo, el optimismo que se desprende de estos estudios ha sido cuestionado por una serie de estudios recientes sobre las actitudes de la comunidad de investigación y enseñanza de la economía.
A pesar del cambio de actitud, hombres y mujeres siguen sin recibir el mismo trato. En los paneles de contratación, por ejemplo, suelen plantearse cuestiones sobre la calidad científica de una candidata cuando sus publicaciones han sido realizadas en coautoría con hombres, mientras que esta cuestión no se plantea en el caso de los candidatos masculinos. Según Heather Sarsons y sus coautores, en Estados Unidos, el género de los coautores no interfiere en la promoción de los hombres. Sin embargo, para las mujeres los artículos escritos en coautoría con hombres tienen un impacto menor en la probabilidad de promoción que los escritos sola o con coautoras. Así, cuando una mujer es coautora de un artículo con un hombre, la comunidad académica interpreta a priori su contribución como inferior a la de su coautor masculino.
Además, en los seminarios de investigación la posición del hombre es más envidiable que la de la mujer, como demuestran los datos de cientos de seminarios destacados por Pascaline Dupas y sus coautores. Cuando a una investigadora se le hacen preguntas al presentar uno de sus trabajos, es frecuente que un hombre entre el público responda a la pregunta sin dejarla hablar. Este comportamiento es raro cuando se trata de un hombre. ¿Necesita una mujer ayuda para transmitir su mensaje?
Esta actitud se refleja en las publicaciones. Un estudio de Erin Engel muestra que los evaluadores y editores de las revistas más prestigiosas tardan más en responder a las autoras y que piden más revisiones, aunque la calidad de los textos enviados por hombres y mujeres sea la misma al comparar la primera versión de los artículos. Por otro lado, la versión publicada es de mayor calidad para las mujeres, debido a las mayores exigencias de los editores.
Este tipo de actitudes aparece también en otras dimensiones. Por ejemplo, las cartas de recomendación describen a las candidatas como "trabajadoras" y a los candidatos masculinos como "brillantes", en las publicaciones se citan menos los artículos escritos por mujeres y, lo que es aún más grave, en los sitios de discusión anónimos de la disciplina las mujeres reciben más comentarios sobre su aspecto y su vida personal que sobre su trabajo académico.
¿Cómo se pueden conciliar estos resultados con el discurso imperante en la profesión sobre la importancia de aumentar el número de mujeres? Los trabajos citados revelan la presencia de "discriminación implícita", es decir, lo que los psicólogos denominan "actitudes subconscientes que pueden corresponder o no a actitudes explícitas". A diferencia de la discriminación explícita, la discriminación implícita se deriva de las construcciones sociales arraigadas en nuestras sociedades de tal manera que no somos conscientes del proceso de discriminación que se está produciendo. Las personas que están convencidas de querer promover a las mujeres pueden, de hecho, estar discriminándolas inconscientemente.
Medir la discriminación implícita es difícil, pero una serie de proyectos recientes intentan hacerlo y crear estadísticas sobre ella, como es el caso del proyecto IMPLICIT. El proyecto trata de entender cómo las emociones y los pensamientos ajenos a nuestra conciencia pueden afectar a nuestras actitudes hacia los demás, ya sea hacia las mujeres o las personas de otra religión, nacionalidad o etnia. Pasar un rato haciendo una de sus pruebas en la versión española del sitio es revelador, aunque lo que se encuentre no sea necesariamente agradable.
[1]Esta entrada es una traducción al español de nuestro blog del Banco de Francia
Hay 1 comentarios
Hay un pequeño error; donde mencionas que se citan menos los artículos escritos por mujeres, la referencia aportada indica precisamente lo contrario: "We find that female-authored papers receive about 25% more citations than observably similar male-authored papers." Claro que se trata de un estudio muy básico, para estar más seguros de esto habría que tener en cuenta la temática. Por ejemplo podría suceder que mas mujeres trabajen en temas populares y los hombres en temas menos populares pero en cada grupo se citen mas los artículos escritos por hombres y en el agregado se invierta el ratio (sería un caso de la paradoja de Simpson.)
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