Benidorm Fest: expertos vs demos

A no ser que usted haya vivido bajo una piedra el último mes, habrá tenido noticia de la reciente polémica surgida alrededor del pasado Benidorm Fest, certamen en el que se seleccionaba la canción que representará a España en la próxima edición de Eurovisión. Resumiéndolo mucho, entre las tres canciones con opciones de ganar, “Terra” del grupo gallego Tanxugueiras, “Ay, mamá” de Rigoberta Bandini y “SloMo” de Chanel, ganó esta última, que era, con diferencia, la menos preferida por el público que votó desde sus casas (pagando), pero la favorita del jurado compuesto por cinco profesionales de la coreografía y la industria musical.

Aunque puede parecernos relativamente intrascendente, esta controversia, que aún colea, nos permite hablar de dos temas que a su vez analizan dos ramas de la ciencia económica como son la elección social y la economía política. Uno es la manipulabilidad de las reglas de votación, de la cual es estupendo ejemplo. El otro es el conflicto entre expertos y el demos en la toma de decisiones colectivas.

El bello teorema de Gibbard-Satherwaite acota las importantes limitaciones que existen a la hora de buscar una regla de votación no manipulable. Por manipulación se entiende que los votantes no voten sinceramente y modifiquen el sentido de su voto estratégicamente para obtener un resultado mejor. Un ejemplo común en nuestra vida cotidiana es el votar por un rector o partido político que no es nuestro favorito, pero que preferimos a otro con posibilidades de ganar. Pocas reglas son no-manipulables. O bien se trata de reglas dictatoriales, o bien dan “demasiado” peso a la suerte, o bien limitan el número de alternativas o el tipo de preferencias de los votantes. Dos reglas de voto no-manipulables son, por ejemplo, el voto entre dos alternativas, sistema defendido durante la Ilustración por el Marques de Condorcet (1743-1794), o el voto de aprobación bajo preferencias dicotómicas (las alternativas nos parecen bien o mal, sin más matices). Las reglas de voto que reflejan la intensidad de preferencias son especialmente vulnerables a la manipulación. Entre ellas, las más populares son las reglas defendidas por Jean-Charles de Borda (1733-1799), rival intelectual de Condorcet, que son aquellas basadas en sistemas de puntos como las usadas en Eurovisión y el Benidorm Fest. La forma más común de voto estratégico bajo estas reglas es dar los mínimos puntos a la opción con más probabilidades de ganar y aupar a los puestos intermedios o altos a opciones que nos gustan más, aunque no sean nuestra favorita. Con ello, aunque quizá nuestra alternativa “top” no gane, ayudaremos a evitar que lo haga la favorita de otros.

Pues bien. La polémica alrededor del Benidorm Fest es precisamente esa. Como dejaron bien claro los gritos de tongo del público de la gala final y en las redes sociales al conocerse el resultado del certamen, existe la sospecha de que el jurado de profesionales, es decir, los expertos, dio deliberadamente el tercer puesto en sus votos a la canción de Tanxugueiras para anular la victoria que las gallegas iban a obtener en el voto popular. Y es que, como respondió Borda cuando Condorcet criticó su formato de votación por manipulable, “mi regla está hecha para que la usen hombres honestos”.

Además, dos características del proceso facilitaban la manipulación. La primera era la celebración de varias galas con sus respectivas votaciones. Como bien menciona en su artículo Coral del Río, las semifinales ofrecieron información muy valiosa al jurado sobre las preferencias del público y el más que probable resultado del voto popular. Con esa información, les fue fácil, incluso si no se coordinaron, obtener el resultado que deseaban dando bajas puntuaciones a Tanxugueiras (manteniendo las apariencias en lo posible) y la máxima a Chanel. La segunda característica es que, como apuntan en El Salto, el jurado poseía un poder de veto de facto sobre el resultado del voto popular puesto que el peso de sus votos era, bajo cualquier contingencia, suficiente para desbaratarlo. La opción favorita del voto popular podía, como mucho, obtener 20 puntos de ventaja sobre la tercera favorita (como sucedió entre las gallegas y Chanel). No importaba por tanto que los puntos del jurado se anunciaran primero. Con la información obtenida en las semifinales y el sistema de votación, el resultado estaba cantado dijese lo que dijese el voto popular.

Mecánica de votación del Benidorm Fest

Comparemos lo sucedido en el Benidorm Fest con el desarrollo de la, hasta ahora, última edición de Eurovisión. Los expertos europeos, al ser muchos, tienen muy difícil coordinarse durante el icónico proceso de votación país a país (con su mítico Royaume Uni, deux point), de modo que las afinidades entre países o las agendas políticas en el continente no se traducen en diferencias insalvables para el televoto. Además, ambas votaciones se desarrollan de forma más o menos simultánea. Eso hizo que, en 2021, las (francamente aburridas) canciones francesa y suiza, que acabaron en los puestos más altos en el puntaje total de los jurados, fueran arrasadas a continuación en el voto popular que dio la victoria a los italianos Manneskin, los favoritos del público europeo.

No estoy, por supuesto, asegurando que hubiera manipulación por parte del jurado de expertos durante el Benidorm Fest, pero es evidente que el potencial de manipulabilidad del sistema era muy grande y que había un conflicto de preferencias con el demos. RTVE y el jurado buscaban seleccionar la canción “idónea”, palabra usada por la jefa de la delegación del ente público tras el Benidorm Fest; es decir, aquella con mayores posibilidades de hacer un buen papel en Eurovisión. Por su parte, las personas que votaron desde sus casas probablemente estaban expresando sus preferencias sobre la canción que más les gustaba y que querían que representase a España en el certamen europeo. Es aquí donde aparece el segundo aspecto de interés que contiene esta controversia, tan de nuestro tiempo: el conflicto entre “expertos” y “pueblo”, entre participación y representación.

Las informaciones que surgieron en los siguientes días al certamen indicaban que la canción ganadora ya estaba decidida de antemano y apuntaban a las conexiones previas entre discográficas, artistas y jurados. El resultado del Benidorm Fest se añade por tanto a la sospecha social sobre los expertos y sus sesgos. En las inmortales palabras de Michael Gove antes del referéndum del Brexit, “este país ha tenido ya bastante con los expertos”. Dado el clima generalizado de desconfianza y la consiguiente necesidad de transparencia, ¿habría sido mejor que se hubieran conocido con anterioridad al certamen las conexiones de los miembros del jurado con concursantes y productoras? Este artículo de Toni de Moragas sugiere que sí.

Se ha mencionado también, y creo que con bastante razón, que RTVE decidió que el demos no era de fiar cuando en 2008 el humorista David “El Chikilicuatre” Fernández fue seleccionado por el voto popular para representar a España en Eurovisión. Escarmentado, el ente público habría estado probando distintos formatos que le permitieran alcanzar sus dos objetivos: seleccionar la canción “idónea” y asegurarse un buen apoyo y audiencia durante el certamen, esto último ofreciendo espacio (pero no demasiado) a la participación del público. De hecho, un ensayo de la polémica de este año ya se vivió en 2017 durante el similar Objetivo Eurovisión, cuando tras un empate entre el televoto y el jurado este último terminó decidiendo el ganador, que por cierto también tenía conexiones personales con un miembro del jurado y que también perdió por un gran margen en el voto popular. ¿Se solucionaría este problema si al público se le asignara una cantidad de puntos a repartir entre los candidatos proporcionalmente a su número de votos? Seguramente; si el objetivo fuera hacer el proceso más representativo de la opinión popular, claro. Otra alternativa sería el uso de la regla de los K nombres, por la cual un comité de expertos selecciona un grupo de candidatos “idóneos” entre los que luego el decisor, el publico en este caso, elige. Resulta curioso que el proceso de selección para Eurovisión utilizado en casi todas las ediciones entre 2008 y el Benidorm Fest fuera precisamente el inverso (el demos propone y el experto dispone).

Como decía antes, puede que esta polémica parezca intrascendente, pero hay decenas de miles de jóvenes que se engancharon al certamen y que han visto dilapidadas sus ilusiones (y su dinero) por culpa de un sistema de selección que prometía participación sin ofrecer representación. Las consecuencias no pueden ser buenas.

Sirva esta entrada como agradecimiento a Salvador Barberá y Maria Ángeles de Frutos, quienes despertaron en mí el interés por la elección social.

Hay 1 comentarios
  • ¿Y por qué simplemente el jurado no vota sin conocer el resultado de la votación popular, o por la dinámica de la competencia eso es imposible?

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