La Paradoja de los Robots Quirúrgicos

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Los robots quirúrgicos son menos robóticos que los robots, robots. Si a ustedes les dicen que les va a operar un robot, no se imaginen a C-3PO con bata blanca y bisturí en mano. Mas bien, piensen en varios brazos mecánicos cuyas terminaciones tienen instrumentos quirúrgicos, una pantalla y junto a ella, un cirujano de carne y hueso que utiliza unos controles para mover esos brazos mecánicos (véase aquí un ejemplo). Esto lo aprendí gracias a este artículo que escribió Elena Ashtari Tafti, a quien tuve el honor de dirigir el doctorado junto a mi colega Áureo de Paula.

Como pueden ver, el robot quirúrgico no sustituye al cirujano; todo lo contrario, necesita al cirujano que lo maneja. No estamos ante uno de estos casos donde el robot remplaza al trabajador, que por ejemplo estudian los profesores Acemoglu y Restrepo en este artículo para medir el efecto de los robots en el empleo (véanse también esta entrada y ésta otra en este blog).

Por el contrario, el artículo de Elena analiza si el uso del robot beneficia al paciente y si ese beneficio depende de la habilidad del cirujano. Para ello, divide los cirujanos en “mejores” y “peores”, según los resultados de sus operaciones antes de la introducción de los robots (adecuadamente ajustando por la complejidad de los casos).

En teoría, las ventajas de utilizar los robots son que permiten hacer escisiones más pequeñas y precisas y, por supuesto, que sus brazos mecánicos no tiemblan. Pero no son una panacea, no se pueden utilizar para cualquier operación. Elena se centra en operaciones de cáncer de próstata, que son para las cuales los robots se han utilizado más en Inglaterra.

El beneficio a los pacientes se mide utilizando dos variables: la duración de la estancia en el hospital y la ocurrencia de efectos adversos (muerte, readmisión en los siguientes 30 días después del alta, y ciertas complicaciones). Aprovechando que desde el 2007, los robots quirúrgicos se instalan de manera gradual en los hospitales públicos ingleses, Elena encuentra que el uso de robots efectivamente beneficia a los pacientes, y que el beneficio es mayor cuando lo usa un cirujano peor, por lo que el uso de robots contribuye a reducir las disparidades en resultados debidas a la habilidad del cirujano. Utilizando la técnica quirúrgica tradicional, los individuos operados por un cirujano “peor” tienen una estancia media hospitalaria 20% mayor a aquellos operados por un cirujano “mejor”. Sin embargo, cuando se emplea la cirugía robótica, la diferencia es sólo de un 5%. Además, la cirugía robótica también tiene un efecto igualador con respecto a la probabilidad de que el paciente sufra algún tipo de efecto adverso.

Elena va más allá en su estudio y también analiza qué cirujanos utilizan esta tecnología con mayor intensidad. A priori, tenderíamos a pensar que si los beneficios para los pacientes son mayores para los cirujanos “peores”, estos son los que usarán la tecnología con mayor intensidad. Sin embargo, ella encuentra lo contrario, son los cirujanos “mejores” (cuyos pacientes se benefician menos del robot) los que utilizan los robots con mayor intensidad. Es lo que la literatura llama “selección negativa” porque el beneficio y la probabilidad de uso están negativamente relacionados.

Este patrón de selección negativa ha sido documentado en otros artículos sobre adopción de tecnología (véase éste). Resulta difícil saber por qué se produce, pero podemos especular. Una posibilidad es que los cirujanos de mayor habilidad trabajan en hospitales que reciben más fondos o más donaciones y tienen mayor acceso a esta tecnología. Otra posibilidad es que los cirujanos “peores” tienen mayores costes de usar los robots, quizás porque su coste de aprendizaje es más alto, o porque disponen de menos tiempo o menos conexiones que les permitan visitar otros hospitales para aprender a utilizar estas técnicas.

El hecho que los cirujanos que se podrían beneficiar más (y con ello sus pacientes) del uso de los robots son los que los adoptan con menor intensidad parece ser una oportunidad perdida. Sin embargo, hemos de entender muy bien por qué pasa esto antes de sugerir una política para cambiarlo. Por ejemplo, pudiera ser que los cirujanos “mejores” son los que aprenden a utilizar el robot quirúrgico mejor o más rápido y que luego pasen este conocimiento a los cirujanos “peores”, pero que esta transferencia de conocimiento pudiera ser peor (o incluso inviable) si fuera de los cirujanos “peores” a los “mejores”.

La medición y la explicación de las desigualdades en salud es uno de los temas principales en economía en la salud. Una de las preguntas principales que se hacen los investigadores es por qué personas que parecen tener la misma enfermedad y con la misma gravedad terminan teniendo resultados distintos. Una de las principales explicaciones es que la habilidad del profesional de la salud juega un papel importante. El artículo de Elena muestra no solo que los robots quirúrgicos mejoran los resultados, sino que también reducen dichas desigualdades en salud. Vamos, casi ciencia ficción…

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