Adam Smith y los avances y retrocesos de la Ciencia Económica

Hasta hace relativamente poco, la Historia del Pensamiento Económico era asignatura obligatoria en la mayor parte de Licenciaturas o Grados de Economía de las universidades españolas. En los últimos años hemos visto cómo la mayor parte de Facultades de Economía decidían convertir esa asignatura en optativa; hoy diría que se pueden contar con los dedos de una mano las universidades de nuestro país en las que estudiar esta materia sigue siendo necesario para conseguir el título de economista. Seguro que en cada caso se han aducido excelentes razones académicas para esa marginación de la disciplina, aunque conociendo de primera mano cómo se diseñan los planes de estudio de nuestros grados, me inclino a pensar que es la propia debilidad de los grupos de investigación en Historia del Pensamiento Económico la causa principal de su pérdida de “cuota”, en beneficio de departamentos y áreas con más capacidad negociadora.

¿Es un problema que un/a economista no haya dedicado prácticamente nada de tiempo a lo largo de su carrera a entender cómo se gestó la teoría económica en la que ha invertido tantas horas de estudio? Se me ocurren en concreto dos razones por las que sí puede ser un problema, especialmente en el caso de aquellas personas que se van a dedicar a la investigación en Economía. Por un lado, el estudio de las diferentes corrientes teóricas proporciona una imagen clara del pluralismo de la disciplina (que queda normalmente enmascarado detrás de los consensos dominantes en la actualidad). Además, exponer cada corriente en su contexto histórico permite entender el carácter contingente de todas las teorías (incluidas las dominantes), ya que todas nacieron en un contexto concreto y como resultado o reflejo del mismo. Títulos fundamentales que han marcado la evolución de la disciplina, como La Riqueza de las Naciones de Smith o La Teoría General de Keynes, son fruto de su época y su éxito tuvo tanto que ver con sus virtudes como con el hecho de ser obras que la sociedad estaba demandando en ese momento. Como nos recuerda David Castells en su síntesis recién publicada de la historia del pensamiento económico, sin entender la influencia del contexto es imposible entender bien las propuestas formuladas por esos autores.

Por otro lado, conocer la historia de la Economía le permite al/la economista entender mejor su naturaleza. Por ejemplo, algunos aspectos del periodo formativo de la Economía (el que cierra precisamente la obra de Adam Smith) han condicionado hasta la actualidad la forma de ser de una disciplina que no es como las demás ciencias sociales, pero que tampoco se parece a las ciencias naturales. Así, la centralidad de los problemas morales en el nacimiento de la Economía se ha dejado sentir hasta hoy en una disciplina en la que el análisis de “lo que es” se mezcla de forma indistinguible con el de “lo que debe ser”, y los modelos teóricos son a la vez una representación estilizada de la realidad y un desiderátum o descripción de situaciones ideales a las que la sociedad debería intentar aproximarse. Igualmente, vale la pena destacar el papel de la revolución científica del siglo XVII en el desarrollo de la Economía preclásica y clásica desde William Petty (1623-1687). Este autor, que para muchos (incluyendo a Marx) fue el auténtico padre de la Economía Política, era miembro fundador de la Royal Society, probablemente la asociación científica más antigua de Europa. Al menos desde Petty se observa entre los economistas la voluntad de parecerse a los físicos y otros científicos naturales, bien utilizando la cuantificación y experimentación, o bien aplicando de forma rigurosa el método hipotético-deductivo, y ello a pesar de que su objeto de estudio (la sociedad) y su laboratorio de trabajo (la historia) tienen poco o nada que ver con los de la física o la química y hacen imposible aplicar las mismas estrategias metodológicas. Sin entender la influencia originaria de la moral o esa obsesión imitativa de las ciencias naturales no podremos entender plenamente qué es realmente la disciplina que practicamos.

La ignorancia de la Historia del Pensamiento Económico se traduce además en la generalización entre los miembros de la profesión de estereotipos, muchas veces inexactos o simplificados, sobre los principales autores y esquemas teóricos. Quien más ha padecido este problema es sin duda Adam Smith, sobre quien a menudo se hacen afirmaciones totalmente alejadas de la realidad. Así, a menudo se identifica a Smith con un pensamiento liberal radical, que considera la no intervención del gobierno como la solución a todos los problemas económicos. Nada más alejado del pensamiento de un autor que formuló una lista de funciones que no se podían dejar al mercado y que necesitaban de un Estado para llevarlas a cabo (la defensa, la justicia, la provisión de infraestructuras y otros bienes públicos), y que además abogaba por políticas claramente intervencionistas en determinados ámbitos, como el establecimiento de límites a los tipos de interés o el uso moderado de aranceles a la importación y exportación de bienes. Asimismo, en ningún lugar son tan claros los estereotipos derivados de la ignorancia de la obra de Smith que en la idea generalizada de que fue algo así como el inventor del concepto de Homo Economicus, o individuo racional maximizador del propio interés. En una entrada anterior del blog (aquí) se explicaba cómo, por el contrario, la concepción que Smith tenía de la naturaleza humana era mucho más compleja y multidimensional, y tenía como una de sus bases la empatía por los intereses y sentimientos de los demás.

Otro de los errores habituales es el de considerar a Smith como el padre de la Economía, cuando el origen de la disciplina se puede rastrear en el tiempo, tal como se indicaba más arriba, al menos hasta Petty, un siglo antes de la publicación de La Riqueza de las Naciones. Lejos de ser el punto de arranque de la disciplina, Smith representó en realidad un punto de inflexión en su evolución, al poner punto final a una etapa caracterizada por el pluralismo teórico y sentar las bases de lo que sería la ortodoxia clásica y neoclásica, que gradualmente se iría extendiendo desde Inglaterra a la mayor parte de instituciones de investigación del planeta. Esa capacidad de la obra de Smith para alterar el rumbo de la disciplina tiene mucho que ver, por supuesto, con la brillantez y capacidad de persuasión de su prosa, y también con el hecho de que su defensa del libre comercio llegó en el momento justo (el arranque de la Revolución Industrial) al lugar adecuado (Inglaterra, el país que estaba llamado a dominar el mercado mundial de productos industriales durante prácticamente un siglo). La influencia de Smith debe mucho menos, en cambio, a la originalidad de sus contribuciones teóricas. Sin llegar al extremo de Schumpeter, que consideraba que La Riqueza de las Naciones no incluía una sola idea, principio o método nuevo, es cierto que la inmensa mayoría de las propuestas teóricas incluidas en la obra pueden encontrarse en autores anteriores como Cantillon, Quesnay o Turgot. Algo de responsabilidad tiene el propio Smith en esta falsa imagen de originalidad de su obra, ya que en los pasajes más importantes de La Riqueza de las Naciones renunció a identificar sus fuentes y a reconocer sus deudas con autores anteriores. En realidad, buena parte del mérito de Smith estuvo más bien en su capacidad de ordenar y desarrollar propuestas teóricas formuladas en términos más sintéticos o, a veces, más inconsistentes, por autores anteriores.

Al mismo tiempo, hay que ser también consciente de que la influencia de La Riqueza de las Naciones y su capacidad para sustituir el pluralismo anterior por la primera ortodoxia liberal clásica no estuvo exenta de costes, algunos de los cuales se convertirían en una rémora para la evolución de la Teoría Económica durante mucho tiempo. Siguiendo en este tema la estupenda obra de Hutchison, Before Adam Smith, muy recomendable para cualquier persona interesada en entender los (verdaderos) orígenes de la disciplina, hay dos de estos costes que merecen destacarse. El primero tiene que ver con la teoría del valor y de los precios. Smith, en este ámbito, decidió de forma sorprendente romper con una larga tradición de análisis de los determinantes subjetivos del valor, que se remontaba al pensamiento escolástico bajomedieval. En contraste con esa tradición, Smith optó por reducir los determinantes del valor (y por lo tanto de los precios de mercado a largo plazo) a los costes de producción. Marginar completamente el papel de la utilidad subjetiva convirtió la teoría del valor clásica en un verdadero galimatías. Para comprobarlo no hay más que acercarse al tremendo lío que es la teoría de los precios en la obra de Ricardo y Marx, donde el enfoque Smithiano del valor adopta la forma de la teoría del valor-trabajo. O a la obra de John Stuart Mill, nacida con la vocación de ser la versión completa y definitiva de la Economía Política, y donde el análisis de los precios se convierte en una casuística compleja y confusa. Cuando en la década de 1870 la revolución marginalista “descubrió” el principio de la utilidad marginal decreciente, lo único que estaba haciendo en realidad era dar expresión matemática a ideas que habían sido ya desarrolladas en el siglo XVIII por autores como Galiani, quien bebía de una larga tradición anterior. En este ámbito, la potencia indiscutible de La Riqueza de las Naciones sirvió para congelar durante un siglo el análisis teórico de la formación de los precios.

La Riqueza de las Naciones tuvo un segundo impacto, más negativo si cabe, sobre la evolución posterior de la teoría económica. Como hemos dicho, la mayor parte de las propuestas teóricas del libro tienen precedentes en la literatura anterior, y eso incluye la idea de que los mercados funcionando sin interferencias se autoajustan automáticamente y alcanzan el equilibrio. Muchos autores antes que Smith habían desarrollado la idea del ajuste automático de los mercados libres en diferentes contextos. En este ámbito, en realidad, la principal contribución de Smith fue llevar la idea del ajuste automático a la Macroeconomía. En concreto, Smith afirmó de forma taxativa en La Riqueza de las Naciones que podemos confiar, en ausencia de intervención pública, que todo ahorro se convertirá de forma prácticamente automática en inversión, y que la economía siempre generará de forma automática el dinero que se necesite. Con afirmaciones tan radicales como estas, Smith apartaba del listado de problemas económicos relevantes las depresiones, el desempleo, la incertidumbre y las expectativas. Y ello a pesar de que la confianza en el ajuste automático de la economía estaba lejos de ser una idea aceptada por los autores de finales del siglo XVIII. De nuevo en este caso, la conversión de La Riqueza de las Naciones en el fundamento de la ortodoxia liberal clásica obstaculizó durante más de un siglo el análisis teórico de los ciclos económicos y los problemas monetarios y convirtió la Economía convencional en una disciplina particularmente inútil para encontrar soluciones a las crisis de demanda. Igual que en el caso de la revolución marginalista, la revolución keynesiana también recuperó ideas, teorías y líneas de pensamiento que habían sido desarrolladas antes de 1776, pero habían quedado aparcadas debido a la influencia arrolladora de la obra de Smith. Ello muestra claramente cómo el devenir de la ciencia económica ha estado lejos de ser un camino de progreso continuo, y alterna por el contrario avances, retrocesos y redescubrimientos de vías abandonadas.

Hay 8 comentarios
  • Me encuentro leyendo "Civilization & Capitalism. 15th-18th Century" de Fernand Braudel y me ha sorprendido el amplio conocimiento del pensamiento económico que tiene este historiador.

    También me está complaciendo mucho la profundidad con que detalla la economía y su evolución en esos tiempos. Me parece muy clarificador para entender la economía actual.

    Me pregunto si en el grado de economía se enseña historia económica, es decir, si aprenden lo que fue la revolución de los precios, la crisis del S.XVII o la burbuja de los tulipanes, por ejemplo.

    • Muchas gracias por tu comentario. A diferencia de lo que ocurre en el caso de la Historia del Pensamiento Económico, la mayor parte de grados de Economía incluyen una asignatura obligatoria de Historia Económica, aunque estas asignaturas suelen estar muy concentradas en los siglos XIX y XX.

  • Estimado Alfonso, precisamente ando yo desarrollando un modelo teórico computerizado, con inputs demográficos, y cantidad de recursos (bienes no finales) y de bienes (finales), simulando la capacidad extractiva de recursos, el nivel de industrialización o complejidad material de un grupo (su riqueza material), midiendo el resultado en un contexto redistributivo, proporcional o no proporcional, y asignándole patrones de comportamiento derivados de una base ideológica a aplicar (capitalista, comunista, socialista, etc…).
    No deja de ser un modelo donde “jugar” (sin relación directa con la realidad), pero que permite aproximarse a determinadas mecánicas económicas, independientes de sesgos cognitivos, pudiendo establecer una amplia variedad de resultados simplemente con alterar alguna de las variables propuestas.
    Adam Smith, hizo algo parecido en su mente, aunque influenciado por su contexto (como cualquier teórico), empleando constantes en vez de variables, cuando la cuestión de fondo de la economía, a mi entender representa un problema que requiere la aplicación de un algoritmo no determinista. De ahí las fluctuaciones teóricas.

    • Hola, Alfonso.

      Disculpa lo abrupto del comentario anterior. A veces me puede el entusiasmo. Y suelto lindezas sin ton ni son.

      No obstante, recalcar que me ha encantado la entrada. Y una de mis asignaturas pendientes es encontrar un manual o un libro no demasiado técnico que recoja la evolución de la teoría económica hasta nuestros días.

      En ese sentido, compré alguno de Kenneth Galbraith, pero no me convenció mucho su enfoque. Si pudieras recomendarme algo por donde empezar te lo agradecería.

      Un cordial saludo.

  • Estimado Alfonso Herranz Loncan:

    Quizás la teoría del valor de Smith, Ricardo y Marx le parezca un galimatías por la forma en que la estudió o se la explicaron.

    A mí la teoría clásica del valor me parece perfectamente comprensible, después que decidí ignorar todo lo que había leído sobre ella en las fuentes secundarias y me sumergí en el estudio de las fuentes primarias.

    Aquí le dejo un link a un paper que contiene una breve explicación de la teoría clásica del valor (p. 4-5): https://osf.io/dyt83/

    Saludos,

    Jorge

  • Muy interesante post, Alfonso (como siempre). Creo que el problema con Smith es que dijo demasiado cosas, y a veces contradictorias. Según Ekeund y Hebert (yo no soy un experto) no tiene una teoría del valor, sino cuatro. Y tampoco tiene una teoría de los salarios, sino cinco. Así que cuando yo leo algo sobre Smith no puedo evitar preguntarme "¿pero realmente qué habrá dicho este hombre?".
    Quizás lo mejor sea hacer una lectura "distante" de Smith. Estoy de acuerdo contigo en que pintarle como un rabioso libertario es un disparate; pero tampoco era, precisamente, un intervencionista. Al fin, semeja un buen prototipo del liberal moderno, partidario del libre mercado (el mercado, por definición, es libre) pero también de formas más o menos amplias del Estado de Bienestar. Seguramente lo peor es exagerar.
    (Posdata: Y sí, en efecto: la teoría del valor de Ricardo-Marx es un galimatías; ¡y un absurdo!)

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