Quizá por la vieja costumbre de vivir de espaldas a nuestro vecino del Oeste, el memorándum de acuerdo que ha firmado Portugal con la troika Comisión Europea-BCE-FMI ha pasado casi desapercibido en nuestro país. Sin embargo, dado que España solo ha hecho una parte de las reformas económicas necesarias y ha retrasado algunas de las aprobadas, no se pueden descartar futuros ataques especulativos contra nuestra deuda. Por ello, conviene fijarse en las condiciones que podrían ir anexas a un hipotético rescate. En particular, son muy interesantes las medidas de reforma laboral que va a llevar a cabo Portugal. ¡Incluida una especie de contrato único!
El caso de Portugal fue diagnosticado ya en 2006 por Olivier Blanchard: un país que se lanzó a gastar por la expectativa de aumento de renta a raíz de su integración en la zona del euro y que, al no materializarse las ganancias de productividad esperadas, entró en una senda de bajo crecimiento y altísimo déficit exterior desde 2002. Fue el primer país al que se le atragantó la pertenencia al euro.
Veamos los últimos síntomas del paciente. Crecimiento del PIB: 1% en 2010:4 interanual; predicción del FMI para 2011:4: -2%. Variación del empleo: -5.2% desde el máximo previo. Tasa de paro: 11% (podría llegar al 13% en 2012). Paro de larga duración: 53% de los parados. Tasa de temporalidad: 23% de los asalariados. Deuda pública sobre PIB: 93%.
A cambio de recibir un préstamo de hasta 78 mil millones de euros, Portugal ha acordado realizar un sinfín de reformas de política fiscal, mercado de trabajo, educación, mercados de producto, vivienda y justicia. Son condiciones muy detalladas (“3.61. Cambiar el cálculo del margen de beneficio por un margen regresivo y una tarifa plana para las compañías mayoristas y las farmacias en base a la experiencia de otros Estados Miembros”), con cantidades monetarias concretas y plazos tasados (“3.40. (…) el Gobierno enviará al Parlamento una propuesta de ley durante el cuarto trimestre de 2011.”).
Su lectura es a la vez aterradora y fascinante. Es lo más parecido a un ejercicio que a menudo hacen los macroeconomistas: suponer que hay un dictador (en principio benevolente, aunque en este caso es un acreedor) con capacidad de regular una economía.
Sobre el mercado de trabajo hay un paquete de medidas muy amplio. En protección del empleo, se rebajará la indemnización por despido en el contrato indefinido a 20 días de salario por año de antigüedad (ahora son 30). Y algo muy llamativo: se introducirá una especie de contrato único. Es decir, se igualará la indemnización de los contratos indefinidos a la de los temporales, que ahora tienen 36 días en los contratos de menos de 6 meses y 24 días en los demás.
Al igualarse las indemnizaciones, los contratos temporales se volverán más atractivos que los indefinidos. Las claves para saber si caerá o subirá la tasa de temporalidad estarán en la vigilancia del Gobierno sobre la causa para contratar temporalmente y en posibles cambios de las decisiones judiciales sobre la procedencia del despido. De hecho, el acuerdo también incluye provisiones para facilitar los despidos por causas económicas (ver esta entrada sobre el caso español).
La nueva indemnización se aplicará a los nuevos contratos, respetándose los derechos acumulados en los contratos vigentes hasta la fecha de aprobación de la ley, pero no a partir de ese momento (ver la entrada del blog The Portuguese Economy que citaba Luis Garicano).
La introducción de este pseudo-contrato único es acorde con las declaraciones de Blanchard, ahora economista jefe del FMI, refiriéndose a toda Europa: “Hay que acabar con el dualismo entre los contratos indefinidos y los temporales”. En igual sentido se ha manifestado el comisario europeo de empleo, László Andor: “El contrato único reduciría el paro y la temporalidad de los jóvenes en España”. Ojalá el Gobierno español, a la vista del ejemplo portugués, le pierda el miedo al contrato único, ya sea el de “los 100” o uno a la portuguesa: 20 días de indemnización para todos los contratos (eso sí, suprimiendo los temporales).
Otra novedad importante de la reforma portuguesa es que 10 de los 20 días de la indemnización procederán de un fondo de capitalización financiado por los empresarios. Es un fondo a la austriaca como el que, según la reforma laboral de 2010, debería regular el Gobierno español antes del 18 de junio de 2011. Lamentablemente, como indicaba El Confidencial hace unos días, es muy probable que este fondo nunca nazca.
Hay muchísimo más en la reforma portuguesa: prestaciones por desempleo, organización del tiempo de trabajo (introduciendo las “cuentas de horas” alemanas) y políticas activas de empleo. También sobre negociación colectiva, por ejemplo, reduciendo la ultraactividad de los convenios (que por lo visto está bloqueando die unendliche geschichte de la negociación entre la patronal y los sindicatos en España).
Hay un contraste muy fuerte entre la profundidad y la sensatez de la reforma laboral que Portugal se ha comprometido a realizar (veremos si cumple) y la timidez de nuestra reforma de 2010. Ambas han sido causadas por la presión de los mercados financieros sobre la deuda pública, pero la peor situación fiscal de los portugueses les ha llevado a una versión heavy, mientras que la nuestra se ha quedado en light. Lo deseable sería que hiciéramos la reforma laboral pendiente sin mediar más presiones externas.
Hay 15 comentarios
Cito textualmente:
“…Su lectura es a la vez aterradora y fascinante. Es lo más parecido a un ejercicio que a menudo hacen los macroeconomistas: suponer que hay un dictador con capacidad de regular una economía.”
Pero ese ejercicio lo harás tú Samuel Bentolilla como macroeconomista, yo no quiero ser dictador ni jugar a los experimentos sociales como los economistas de chicago
Uno,
Este ejercicio lo hacen no solo los macroeconomistas que estudian el efecto de las políticas públicas sobre la economía, sino también, implícitamente, todos los responsables políticos que se plantean tomar medidas de política económica. Se entiende que es el resultado de considerar el bienestar social y con la capacidad de ser aprobado en un parlamento (lo que se considera explícitamente en la literatura sobre economía política).
En el caso de Portugal es más complejo: será el resultado de la negociación entre un acreedor y los gobernantes y parlamentarios (que representan el bienestar de los ciudadanos). En el caso de España en realidad ha sucedido lo mismo, sin rescate.
Los "toros desde la barrera". "Lanzar la piedra, esconder la mano". Son diversos y coloristas los modos de describir la hostilidad económica y claudicante ante la merma, o desaparición uniformemente acelerada de los ingresos y de la protección social a la que contribuimos con la, presunta, corresponsabilidad fiscal que tanto ventilan los próceres.
La derrota frente al acreedor (jugador ventajista) sólo puede ser tal con un arbitraje neutral y en un terreno de juego sin minas.
Por eso quizás, los portugueses ha elegido para ir a Eurovisión, a Alemania, una canción que pareciese sacada de los tiempos de Salazar.
Perdón por la frivolidad, pero es que este año un país tan serio como Alemania, organiza Eurovisión. Y en España, parece que "la gala" la presentará Iñigo. Con lo que a lo mejor estamos más cerca de los "Pactos de la Moncloa" de lo que creemos.
"ni jugar a los experimentos sociales como los economistas de chicago"
Este tipo de afirmaciones me hacen gracia. ¿Hay algún tipo de política pública que no consista en alguna forma de experimentación social? Supongo que además de escribir buenos artículos, los economistas deberían elegir bien sus palabras para no herir las pieles finas.
Sobre el fondo del asunto. Si mal no recuerdo el artículo de Blanchard de 2006, el problema principal de Portugal era de competitividad y rigidez salarial, más que de dualidad. ¿No tendría más sentido que las medidas se hubieran centrado en la negociación colectiva que en esto? Quiero decir, que sea una buena idea flexibilizar el mercado no significa que sea la solución necesaria al problema al que se enfrentan ¿no?
Cives,
Parte de la respuesta te la ha dado Marcel, en cuanto que el acuerdo incluye medidas sobre negociación colectiva para el problema de la rigidez. Por otra parte, tenemos ya alguna evidencia empiríca (p. ej. Dolado y Stucchi) que indica una relación negativa entre la productividad y la temporalidad, por la reducción de incentivos para invertir en capital humano y para esforzarse que genera.
Produce consternación oir que el fondo "a la austriaca" pasa al limbo. No comprendo por qué el dinero tiene que salir del Estado. ¿No sería más lógico que saliera de los empresarios, que son quienes se ahorrarán esos 8 días de indemnización? ¿Es imposible ajustar la cantidad agregada mensualmente al fondo de tal modo que sea neutro para ellos, como proponíais en vuestra entrada anterior?
David,
Estoy de acuerdo. No le veo un sentido económico que parte de la indemnización la pague FOGASA de forma indefinida, pues es un subsidio público al despido que no creo que se pueda defender en términos del bienestar social. Podría tener sentido durante 6 meses como transición al fondo austriaco, como incentivo transitorio a la contratación en un contexto de salida de la crisis. Lo que parece difícil es que se pueda hacer sin subir las cotizaciones sociales. La idea sería subirlas ahora para ahorrarse parte del coste del despido en el futuro. Se podría reducir algún otro concepto de cotización, pero no creo que ninguno de ellos tenga superávit actualmente.
"Al igualarse las indemnizaciones, los contratos temporales se volverán más atractivos que los indefinidos"
Las indemnizaciones son iguales pero hay otros costes de procedimiento, si no, no lo entiendo...
Y deben ser muy altos porque si no, no puedo entender contratos temporales con indemnizaciones de 36 dias por año trabajado. Es el caso eapañol pero al revés.
Noentiendo,
Es fácil de entender. Los temporales no tienen posibilidad de recurso judicial, que son los otros costes de procedimiento que mencionabas. Dadas las antigüedades relevantes, los temporales con 36 días de indemnización probablemente sean más atractivos que los fijos con 30 días porque no pueden ir a juicio si les despiden y los fijos sí. Quedaría por ver el posible efecto del tipo de contrato sobre la productividad, que será algo muy específico de cada emparejamiento empresario-trabajador.
Aprovecho para aclarar que la temporalidad podría subir o bajar. Los temporales de menos de 6 meses se vuelven más baratos con la reforma pero los de más de 6 meses se vuelven más caros. Como la duración es endógena, supongo que en virtud del cambio de costes, podría subir la temporalidad con un aumento de los contratos temporales a plazos más cortos y reducción de los que tienen plazos más largos. Todo dependerá de las restricciones para suscribir y renovar contratos temporales y de lo que hagan los jueces. Como no sé cómo funciona esto en Portugal, me tengo que limitar a hacer afirmaciones genéricas sobre los principales factores determinantes.
Cives,
El acuerdo incluye medidas que limitan la extensión de los convenios colectivos. Desde FEDEA hemos defendido medidas similares puesto que ayudan a moderar los salarios.
Perdonad unas preguntas al aspecto…
Ante todo este tema de las reformas del mercado laboral y leeros sobre los pormenores uno pierde un poco la orientación... ¿Cuál es el objetivo último de ésta?
¿Reducir el paro, aumentar la productividad, la facturación, la calidad de vida del trabajador en general, disminuir el déficit, satisfacer a los mercados de deuda soberana, al FMI, a la UE? ¿Alguien piensa en la vida que se puede llevar siendo mileurista y a base de contratos de 6 meses en España? ¿Se plantea que los directivos estén sujetos a esas mismas reglas, con “moderación salarial”, límites a sus comisiones y a sus condiciones “especiales”?
Yo creo, desde mi ignorancia sobre el tema y solo armado con el sentido común, que el trabajador sometido a esas condiciones tendrá que costearse el mismo un colchón enorme para poder garantizarse una “normalidad” frente a contingencias.
Creo también que las situaciones se dan como equilibrio entre los factores que las crean. En este caso tenemos una rigidez laboral porque las dos partes (contratista y contratado) tienen una forma peculiar de relacionarse. No creo que exclusivamente sea cosa de que la clase trabajadora no tenga una productividad adecuada, que también puede darse, si no que también el empresario tiende a imponer condiciones leoninas a menudo, y puede llegar a usar una reforma de este calado para extorsionar y dar una vuelta de tuerca. Estamos ante una sociedad pícara, en ambas partes de la ecuación. O se consigue dinamizar mucho el mercado, o será hasta contraproducente.
En mi caso lo veo desde la barrera porque trabajo en el sector público, pero no deja de inquietarme, por que al final todos estamos en el mismo barco.
Saludos
Gracias Samuel por las aclaraciones pero entonces, dadas las diferencias en los otros costes no dinerarios de despido, esto de Portugal sigue sin ser un contrato único. Se acerca, si quieres, pero los temporales siguen siendo más atractivos.
Noentiendo,
En efecto, lo de Portugal no es un contrato único, sino la igualación de las indemnizaciones de los costes de despido entre indefinidos y temporales, pero no la igualación de los costes de despido, que son más altos para los indefinidos, todo lo demás constante. Pero todo lo demás no es constante, así que a las empresas les interesará contratar de forma indefinida en función de la naturaleza puesto de trabajo, las características del trabajador, la variabilidad de la demanda de los productos de la empresa, el salario, etc.
"Por otra parte, tenemos ya alguna evidencia empiríca (p. ej. Dolado y Stucchi) que indica una relación negativa entre la productividad y la temporalidad, por la reducción de incentivos para invertir en capital humano y para esforzarse que genera."
Me recuerda a cuando estudie Labour Economics durante mi erasmus en Bristol, aunque allí se centraban más en los efectos del coste de despido, mayor en la productividad (reduciéndola) que en el nivel de desempleo. Creo que si los ciudadanos comprenden que a menor productividad menor salario, sería más fácil venderles la rebaja en el coste de despido, hoy tan ampliamente rechazada.
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